El Ojo Tuerto

Ute Lemper: Cuchillera y Cabaretera

Teatro Gran Rex – Buenos Aires
Miércoles 19 de Septiembre de 2007 – 21:00 hs.

Munster es una de las 4 provincias irlandesas; contiene seis condados y su población actual (bueno… más o menos, en estos días algunos nacieron, otros fallecieron…) es de 1.100.000 habitantes. También es el nombre de un club de rugby, de una cerveza artesanal, de un queso y de… disculpen, me llaman.
Ya está… a ver cómo arreglamos esto.
Porque… ¿qué tiene que ver Irlanda con lo que queríamos comentar?
Nada.
Lo voy a sacar de este atolladero diciéndole que una cosa es Munster y otra cosa es Münster. No… no estoy copiándome de Borges y su magnífica invención de Pierre Menard, autor del Quijote. No… fíjense bien: hay una pequeña diferencia entre Munster y Münster. Es la diéresis sobre la “u”. Y esto nos cambia el enfoque.

Digamos entonces que Münster es una ciudad alemana fundada en el año 793 y que cuenta en la actualidad con unos (de nuevo, redondeando) 280.000 habitantes. A finales del siglo XVI, se convirtió en la principal ciudad de Westfalia; es una de las localidades con mejor nivel de vida en toda Alemania, con un alto porcentaje estudiantil que prefiere una bicicleta a un automóvil. La Universidad de Münster, reconocida en el mundo entero, se fundó en 1780. Allí se realizan gran cantidad de encuentros culturales como congresos, cursos y demás.
Y ahora nos pregunto: ¿qué tiene que ver Münster con lo que queríamos comentar?
Es que allí, en 1963, nació Ute Lemper; y si bien nos costó, a esto queríamos llegar.
La alemana comenzó sus estudios de danza y piano a la temprana edad (casi no se usa el “tardía edad”, ¿vieron?) de nueve años. Luego realizó estudios de perfeccionamiento en Colonia, Salzburgo, Viena y Berlín. Pero a decir verdad, muchos y muchas habrán realizado estudios, se habrán perfeccionado (o al menos hecho el intento) y la suerte esquiva hace que no sepamos de quiénes se trata. La Lemper no extravió el camino. Todo lo contrario.

A dos años de su anterior visita a Buenos Aires, la artista presentó dos espectáculos bien disímiles en el teatro Gran Rex. Nosotros asistimos al segundo de ellos, titulado Ángeles sobre París y Berlín con su propio cuarteto, integrado por Vana Gierig en piano, Don Falzone en contrabajo y bajo eléctrico, Mark Lambert en guitarra y Todd Turkisher en batería, percusión, dirección e intimidades Lemperianas.


A las 21: 20 hs. y ante un teatro colmado, expectante, ansioso y un poquito histérico, Mark Lambert da el puntapié inicial con su guitarra acústica con aires flamencos. Por detrás, y con una sonrisa apta para publicidad de dentífricos, asoma Ute Lemper, introduciendo en inglés un segmento cantado en yiddish que resultó un medley de tres canciones tradicionales judías. Los demás músicos se suman de manera casi imperceptible; hay una potencia intimista que desemboca en un furibundo klezmer. Gran comienzo con la Lemper en perfecto estado de salud, conservación y etcéteras.

Para Blood & Feathers, Falzone pasa al bajo eléctrico; buena intro de piano pero hacia el final se suman innecesariamente bajo y batería. Raro el caso de Turkisher: es el director musical del grupo, es buen baterista, pero no siempre acierta en sus intervenciones. Sigamos.
Y lo que continúa es una trilogía más uno (¿se dirá tetratología?) cuya autoría le pertenece a Jacques Brel. Las sentidas palabras para con el francés promovieron ciertos grititos histéricos (¿no les dije?) de algunos plateístas. Ute Lemper se desentiende de la situación y La Colombe adopta un aire ciudadano que le cae fenómeno. Muy buen arreglo. Lo mismo corre para Je ne sais pas con, esta vez, un buen aporte percusivo y minimalistas sutilezas de Gierig desde las teclas. El pasaje a Ne me quitte pas en acústica y contrabajo con arco, habilita otra exquisita intervención de Gierig. La Lemper canta, interpreta, actúa y provoca el éxtasis. A pesar de que al comienzo dijimos “hummm… otra vez…”, la alemana se encargó de brindar una renovadora y sentida versión que provocó una ardorosa y, esta vez sí, merecida ovación.
El “Brel Tour” finalizó  con otro clásico en el repertorio de la cantante: Amsterdam. Extraordinaria performance vocal no exenta de humor.
Respiramos.

Lemper se acerca al escenario e intenta dialogar con parte del público. Muestra una de esas cosas que algunas divas se cuelgan al cuello, una falsa bufanda… creo que la llaman “boa”, no importa. La cuestión es que la alemana comienza a narrar el derrotero de la falsa bufanda en un inglés con afectado y gracioso acento alemán. La escena de esta mujer es impardable. Según el relato, la “boa” pasó por Edith Piaf, Evita, Malena, Margaret Thatcher, Hillary Clinton y la Lewinsky. El magnífico interludio sirve de excusa para presentar Lola, composición de Frederick Hollander que popularizara la gran Marlene Dietrich. Aquí se vira del blues al music hall sin esfuerzos; la cantante, hacia el final, realiza un scat para la tribuna. Pero lo hace tan bien que no nos importa.
Fruncimos un poco el ceño cuando Lemper comienza a silbar “Mack the Knife” y le pide a la gente que la acompañe. La incomodidad personal duró poquito, ya que Kanonensong (o The Cannon Song) cuenta con un soberbio acompañamiento del cuarteto y vuelve a destacarse el ciclotímico Turkisher. Poca gente debe tener tanta piel con el repertorio de Weill/Brecht como la alemana. Y la lectura de Bilbao Song, enganchadita con Moon River así lo certifica.

Memoires de la Mer, del francés Leo Ferré, ubica literalmente a Turkisher en el centro del escenario, sentado sobre un cajón peruano. Y si la cosa arrancó bien, casi de manera imperceptible la Lemper abandona París y Berlín. Aparece Canadá con el Black Crow de Joni Mitchell. Hay un buen pasaje en voz y cajón y el contrabajo se sube enérgicamente a otro momento de los (muy) buenos. El cuarteto, a pleno. La Lemper, ni hablar. La verdad que la estamos pasando fenómeno.
Un clásico de la Piaf, Milord, ha conocido mejores lecturas, incluso de la misma Lemper. El arreglo es flojo, casi un des-arreglo, pero la entrega de la alemana levanta el sport y el concierto finaliza oficialmente con todos de pie ovacionándola, queriéndola, amándola, adorándola.

Sale para los bises y la gente comienza a pedir. Con la primera elección no hay problemas: Lili Marlene, interpretada magníficamente. Pero la despedida trajo sus vericuetos. Luego de varias opciones, llegaron a la final Mack the Knife y Cabaret. El segmento histérico ganó la pulseada a pesar de los intentos de la cantante de que revean la decisión. Casi a regañadientes (“pienso que “Macky” es ideal para terminar…”), pero con la misma entrega, cede (¿está bien eso?) y brinda una potente versión de Cabaret, pero… se ¿inventa? un medley con (je) Die Moritat Von Mackie Messer. Y ahora sí, a casi dos horas del inicio, final.

Ute Lemper ha brindado un gran concierto. Contó para ello con su arte, por supuesto, con su escena, su garganta en plena forma, su histrionismo y su talento. Pero estuvo también mejor acompañada que hace dos años.
La alemana es una verdadera artista y lo ha ratificado una vez más sobre las tablas.
Y la sensación es que, cualquier cosa que haga (sí… ésas también), la hará más que bien.
Que se repita.

Marcelo Morales

Nota: Se agradece el aporte fotográfico de Mario Albarracín

Nota relacionada: El Ojo Tuerto – Ute Lemper: Ute Es La Culpable

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