El Ojo Tuerto

Hypnofón: Caprichosos

Lunes 25 de Febrero de 2008 – 21:00 hs.
Notorious – Buenos Aires

Hace unos pocos meses reseñamos en este site El Futuro, álbum debut de Hypnofón, proyecto de Alejandro Terán que nos sorprendió más que gratamente.
En esa ocasión comentamos que en el booklet, el propio líder comentaba lo siguiente: “en un diccionario de 1913 que tengo en mi biblioteca, se lee bajo el ítem hipnófono/na: dícese de aquél que canta o habla en sueños. Luego, en las ediciones posteriores del mismo diccionario, esta palabra desaparece misteriosamente”. Y que si Hypnofón hubiera existido algunas décadas atrás, la lengua española habría conservado el vocablo.
No sabemos a ciencia cierta (ni incierta) cuánto podría haberse modificado la existencia de todos y cada uno de nosotros, de ustedes y de ellos. Lo que sí es cierto es que su ausencia (¿un enigma?) modificó, al menos en parte, la existencia de Terán. Y la creación de Hypnofón, seguramente habrá modificado, aunque sea levemente, el rumbo de unos cuantos.
Hoy, la palabra “hipnófono” sigue estando ausente en el libro principal de la Real Academia Española. Pero Hypnofón, en cuanto orquesta y como proyecto artístico, existe. Afortunadamente, existe.

Podemos decir que la desaparición del vocablo puede deberse a un… ¿capricho? Dele… haga causa común y ayúdeme a sentenciar: “la desaparición del vocablo hipnófono de los diccionarios se debe a un capricho”.
Listo. Ah… usted quiere que expliquemos qué es un “capricho”. Si vamos a las fuentes (que es la RAE, lo que no nos da garantía plena), constatamos que deriva del italiano “capriccio” y que es una “determinación que se toma arbitrariamente, inspirada por un antojo, por humor o por deleite en lo extravagante y original”.
Convengamos que no está mal…
Es más… afirmemos que es así nomás.
Y hay caprichos de diversa índole y extracción. Porque, sin ponernos demasiado rigurosos y simplemente para intentar ilustrar, tenemos:
El Capricho de Gaudí, el parque de El capricho, una estación de subte (estas dos últimas en Madrid), un Haras en Capilla del Señor, un hotel en Salta, un tema de Babasónicos, otro de Chic, una revista… bueno…
En aras (no… en “haras” no… eso es otra cosa) de ampliar la información, nos encontramos con que “capricho” es también una idea sin razón, un deseo vehemente.
Y el sitio sinonimos.org, nos ensancha el horizonte explicándonos que podemos referirnos a él (al capricho, por supuesto) como: albedrío, antojo, gana, gusto, excentricidad, fantasía, inclinación, gozada, gustazo.
Todos tenemos actitudes caprichosas, claro está, aunque no siempre nos hagamos cargo de ellas. Por ejemplo, en este momento, me encapriché: no llega a conformarme nada de lo encontrado hasta aquí. Y más aún, no sé qué tiene que ver Hypnofón con el capricho.
Y usted no mire para otro lado, que desde que empezó a leer esto ya está involucrado.
A ver… tenemos a Alejandro Terán, que dirige una orquesta de 15 músicos que se llama Hypnofón, que han sacado su álbum debut, El Futuro, por el sello Los Años Luz y una presentación en Notorious, coqueto lugar del centro porteño con limitada capacidad para los asistentes… y para los músicos.

Por obra y arte de algún mentalista amigo, la orquesta ha logrado diseminarse en su totalidad por el pequeño escenario del lugar sin tener que lamentar daños colaterales ni efectos secundarios (o terciarios). Estaban todos; algunos, es cierto, casi encima de una mesa, pero ni los músicos en cuestión se abalanzaron sobre los alimentos, ni los comensales intentaron arrebatar oboes, violines o el piano.
Así las cosas (y yo que sigo disconforme con mi propio capricho), a las 21:30 hs. y luego de comprobar que varios de los músicos hicieron cursos acelerados de contorsionismo, comienzan a sonar los acordes de una de nuestras canciones patrias, Aurora, aquélla que a muchos nos llevó a preguntarnos qué significa “azulunala”. Es más… hoy por hoy, la palabreja sigue sin figurar en los diccionarios. ¿Será el efecto dominó hipnófono?

Previo a los acordes hubo unas palabras de Terán dirigiéndose a la audiencia e íbamos a anotar algo pero decidimos esperar. La versión es correcta, bastante similar a la del álbum, con el viraje en el arreglo hacia una suerte de reggae latino. Toma la delantera Christian Teran con el saxo pero es Tallarita con su trompeta asordinada quien levanta el sport.
Alejandro Terán vuelve a hablar; lo haría entre tema y tema durante toda la noche; en algunos casos, contando historias jugosas que sirven para comprender el significado de algunas composiciones. En otras oportunidades, sus intervenciones verbales son extensas y, a decir verdad, poco agregan, acercándose bastante a un ¿capricho? Esperemos, esto recién empieza.

El lúdico arreglo en Anahí es más que interesante. A la historia de esta “india fea pero de bonita voz” pareció (y miren que me encanta la síntesis) faltarle desarrollo. Pero estuvo muy bien y la sensación es que vamos entrando en clima de a poco.
Terán habla del “sentimiento apocalíptico del porteño” para presentar un tema de uno de sus cantantes favoritos, un tal Gardel. Rubias de New York viene con mucho swing y precisión, propiciando que la percusionista Jackie Barra se mueva de manera hiperkinética y un tanto desacompasada. Muy buenas intervenciones de Guadalupe Tobarías en violín primero y del líder después.

Mientras Terán nos cuenta cómo la muerte de Lester Young derivó en una composición de Mingus, les contamos que en el escenario hay quince músicos, a saber: Héctor Sica (batería), Nicolás Rainone (contrabajo), Pedro Onetto (piano), Jackie Barra y Alejandro Kreintzies (percusión), Guadalupe Tobarías (primer violín), Laura Bertero (segundo violín), Alejandro Terán (viola), Julián Gándara (cello), Christian Terán (saxo tenor), María Eugenia Caruncho (oboe), Leo Heras (clarinete), Fabián Aguiar (flauta), Santiago Castellani (trombón) y Miguel Ángel Tallarita (trompeta).
Goodbye Pork Pie Hat es breve y sentida, con Tallarita nuevamente liderando con su trompeta asordinada; una buena intervención de Rainone actúa de nexo para la arremetida de Dancers Paradise, un pseudo hit con un in crescendo que desemboca en la calma. Muy buen arreglo de cuerdas y caños. El final pareció pedir un poco más de contundencia. Pero la melodía es irresistible, con buen sustento en el tándem Rainone / Sica.
Baladí porteño no aporta mucho, con un solo de Christian Terán apenas correcto.

El líder toma la palabra nuevamente y comienza a referirse a la inmigración de 1911 y de pronto suelta un “se me fue un músico”.
Puede ser que yo esté encaprichado (aunque si tengo que decirles lo que pienso, ahí va: “no, no y no”), pero me veo en la necesidad de expresar que las alocuciones de Alejandro Terán no siempre son felices. En algunos casos son extensas y algunos comentarios, probablemente por el tipo de lugar y la cercanía, van dirigidos a conocidos que derivan en pequeños diálogos de los que yo, al menos, he quedado afuera. Y el “se me fue un músico” convengamos que es, cuanto menos, raro, extraño, pero por el momento sigamos.

Estepa rusa es intenso, enigmático, semi-oscuro, con buen trabajo percusivo y de cuerdas que desemboca en una frenética y ajustadísima Marcha para cangrejos que nos lleva cerca de los Balcanes.
La historia del “Petiso orejudo” nos sumerge en Velorio de Fiore Gondino, una triste tarantela, casi un requiem, que se pega con un Pericón en notable versión; si hasta dan ganas de revolear los pañuelos celestes y blancos…
Los dos temas siguientes ponen al show en una meseta: 39.9 La fiebre y Tribunas del futuro pobre, de Charly García pasan sin que a este escriba se le ocurra algo… algo… algo.
Pero todo cambia con Desviado social, el tema de apertura de El Futuro, con su aire enigmático, de serie televisiva setentista, con un riff tan potente como atractivo y la aparición de cierto desborde que, a Hypnofón, no parece caerle para nada mal. Es más: le sienta fenómeno.

El gran momento tiene su continuidad con Marcianita, cantada por María Magdalena González en buena forma a pesar de que el micrófono mucho que digamos no la ayudó.
Digo esto y caigo en la cuenta de que el sonido (con la salvedad apuntada) fue prácticamente perfecto a lo largo de todo el concierto. Y créanme que si hay lugares difíciles para sonorizar… Notorious es uno de ellos.

Simulacro de retirada y bises.

El primero de ellos fue Mami me gustó, de Arsenio Rodríguez, en contundente versión, con breves intervenciones solistas destacándose nuevamente Tallarita.
Siguió el himno cumbiero Fuiste, de Gilda, transformado en un latinazo potente. Notable y sorprendente arreglo. La Burrita, de Eliano Herrera, prolonga el clima festivo en gran forma y, con el último bis, llega un poco de sosiego: Serenata a la luz de la luna, de Glenn Miller que, por momentos (cruda confesión, casi vergonzosa) confundí con un tema de Nino Rota. La versión fue brillante, coronada con un gran intervención de Leo Heras en clarinete.

Todo lo que el proyecto de la agrupación Hypnofón tiene de profesional, se debilita parcialmente ante las numerosas y extensas intervenciones de su líder. Me parece bárbaro que se ilustre y algunos de los comentarios han sido realmente interesantes. Pero no hay necesidad de estar explicándolo todo y todo el tiempo. Tal vez haya en Terán cierto temor a que su propuesta resulte excesivamente audaz o incomprendida o violenta o poco convencional; pero no me parece la manera. Si vamos a patear tachos de basura, pateémoslos. Y no he conocido a nadie que antes de patearlo llame a la casa de la dueña para explicarle las razones del puntinazo por venir.

Probablemente, insisto, tenga que ver con el lugar, caras amigas, vaya uno a saber. Tal vez los shows de Hypnofón sean así; pero esto corta todo clima y más aún cuando en algunos casos la explicación es más extensa que el tema en sí.
Alejandro Terán y sus músicos tienen mucho como para seguir escribiendo su historia, más allá de que hipnófono reaparezca o no en los diccionarios.
Digo todo esto porque el proyecto Hypnofón me resulta muy atractivo y musicalmente más que interesante; y no crea que se trata de un capricho… El concierto en Notorious fue realmente para recomendar y de muy buena gana. Y si tenemos en cuenta (yo sabía que en algún momento se me iba a dar) que musicalmente un capricho es “una pieza compuesta de forma libre y fantasiosa”… ratifico lo antedicho.
Y mucho más aún (el que busca, encuentra) al caer en la cuenta que un capricho también es “una obra de arte en que el ingenio o la fantasía rompen la observancia de las reglas”.
En definitiva, palabra más, palabra menos, una sugerencia: cuanto toque Hypnofón, vayan.

Marcelo Morales

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