Pink Freud: Alchemia

Police Jazz, Punk Freud, Mademoiselle Madera, Muzyka Pieciu Przemian, Boogie Woogie Waltz, Razmowy z Kapokiem-Noc

Músicos:
Wojtek Mazolewsky: bajo
Tomek Zietek: trompeta
Kuba Staruszkiewicz: batería
Tomek Duda: saxo
Marcin Masecki: piano eléctrico, órgano

Universal Music Polska, 2007

Calificación: A la marosca

La mayoría de las pocas referencias acerca de Polonia me llevan al fútbol, en especial a los mundiales de 1974 y 1978. Recuerdo al arquero Tomaszewski con su vincha, a los delanteros Lato y Szarmach, Zmuda, una grosera imagen del defensor Gorgon salivando en cámara, el penal que el querido Pato Fillol le atajara a Deyna, la habilidad de Boniek… y, en otro orden de cosas, al papa Karol Wojtyla, la personalidad de Lech Walesa, las películas de Polanski, Wajda y Kieslowski, el trompetista Tomasz Stanko, el álbum de Pigpen “Live in Poland” (que supimos rebautizar como “En vivo en Polandia” y, la verdad, no mucho más.
Sí sabemos que está ubicada en la denominada Europa Central, que recuperó su independencia en 1918, que la capital es Varsovia, que fue invadida por los nazis en 1939 (sufriendo la pérdida de seis millones de personas). Actualmente cuenta con una población aproximada de 40.000.000 de habitantes (si no contamos mal) y algunos de los polacos ilustres (amén de los mencionados) son Copérnico, Chopin, Madame Curie, Agnieszka Holland, Krzysztof Penderecki, el ajedrecista nacionalizado argentino Miguel Najdorf y el no menos célebre Polaco Bastía.
Y ya que estamos… ¿qué podemos decir de Gdansk? No… no estornudé. Así se llama una ciudad polaca, la sexta en importancia y la principal en materia portuaria. Aquí se fundó, por ejemplo, el Sindicato del cual surgiera Lech Walesa. Está situada en la costa sur del Golfo de Gdansk, en el Mar Báltico; la población es, aproximadamente, de medio millón de habitantes.
En los años '20 del siglo pasado, la población era alemana en un 95%. Pero luego de la Segunda Guerra Mundial, los soviéticos rajaron a los teutones, destruyeron todo vestigio alemán y Gdansk se repobló con polacos.
Usted en este momento se estará preguntando (o no), el por qué de tanta cháchara con Polonia y específicamente con Gdansk.
Pregunta no sé si buena u original, pero sí atinada.

Resulta que hace una década, cuatro muchachos, músicos ellos, conformaron una banda cuyo nombre, desde el vamos, despierta simpatía: Pink Freud (si mal no recuerdo, el querido Tom Lupo denomina así a uno de sus personajes, aunque dudo que supiera de la existencia del combo polaco). Por supuesto que la referencia tanto a Pink Floyd y a Sigmund Freud es evidente. ¿Significa que hacen "progresivo cabeza"? ¿O "psicodelia psicoanalítica"?
Es probable, pero insuficiente.
El hoy quinteto cuenta con seis álbumes en su haber; detrás de sus CD's podríamos poner la leyenda "file under jazz", sin dudas, pero tampoco bastaría. En su música encontramos, por supuesto, elementos del jazz; también del rock; y de música balcánica, folk, pop, atisbos de drum'n'bass y varios pares de etcéteras.

Han visitado Buenos Aires (esas cosas casi incomprensibles, ¿viste?) en dos oportunidades: en 2006 y 2008. Participaron en diversos festivales de jazz (sí, de jazz) en Ucrania, Alemania, República Checa, Italia, Francia, Portugal y, por supuesto, Polonia.
Su debut discográfico fue con Zawijasy en el año 2000.
Estee… ¿qué más les podría contar?
Sí… ya sé que tenemos que comentar un álbum, ya lo sé…
Pero es que… ¿ustedes se piensan que es fácil, eh?
Intentémoslo.
El sexto disco de la agrupación Pink Freud se titula Alchemia.
No… no se apresuren… no refiere (al menos en principio) a ningún tipo de "alquimia". Resulta que el Alchemia es una suerte de bar… o más bien un Centro Cultural ubicado en Cracovia, una de las principales ciudades polacas. Un día, el bajista Wojtek Mazolewsky andaba por ahí, bebiendo unos copetines y palmó con el lugar. Lo que se incluye en este álbum es el primer concierto (o al menos parte de él) que dieran en Alchemia en octubre de 2006.
Listo, gracias, hasta luego.
Ehhh…
Está bien… está bien… no se lo tome así…

A diferencia de sus habituales entregas (en discos, conciertos y demases), aquí 5 de los 6 temas incluidos son originales del bajista y líder (en algunos casos, en colaboración con alguno de sus compañeritos). Decimos esto porque son habituales las relecturas de clásicos provenientes del jazz, del rock o del pop. Aquí, sólo uno.

El comienzo es con Police Jazz, calmo en su inicio; las escobillas, de fondo, acompañan a una sutil línea de bajo mientras la trompeta marca sutilmente el camino. Solamente un minuto después tenemos al quinteto en una suerte de Bitches Brew aggiornado. A los dos minutos se produce un silencio del que resurge nuevamente una línea de bajo (a cargo del Hammond) acompañada por efectos electrónicos; el bajo eléctrico preanuncia que algo está por pasar… pero nos engaña. El tema entra en un período calmo, reflexivo, del que nos va sacando de a poco la batería de Kuba Staruszkiewicz, sobre la que se montan los teclados tímidamente primero; a medida que la base va tomando forma y velocidad, el órgano domina la escena. Una suerte de contenido descontrol va ganando en intensidad de manera tan natural como imperceptible. La trompeta de Tomek Zietek empieza a ganar espacio a base de breves y agudas intervenciones; pero es el baterista Kuba Staruszkiewicz quien gana protagonismo con un solo repleto de sutilezas que no se aparta un ápice de la composición. Así llegamos al final de un primer tema riquísimo en colores pero que nos brinda una señal de alerta: cuidado cuando estos tipos se desaten.

Punk Freud avanza sobre un solo de órgano al que se le suman trompeta y saxo en una suerte de triste fanfarria. Hasta que aparece Staruszkiewicz y a trotar. Un aire balcánico atravesado por… a ver… imaginen al Miles Davis de los 70's con una fuerte dosis de Masada y creo que tendrán una idea aproximada de lo que siento que llega a mis oídos. El solo de Zietek ratifica la sensación. Ya no están trotando, sino cabalgando. El sonido de la trompeta es prístino revelando en Zietek una técnica admirable. Wojtek Mazolewsky, desde su bajo eléctrico, parece dar la orden: basta de cabalgar y adentrémonos en el caos. El órgano de Marcin Masecki recuerda más al Horvitz de Naked City (afortunadamente) que al de Medeski. La intervención de Zietek no solamente es notable, sino también ubicua. Sabe cuándo llamarse a silencio; un breve pasaje en piano eléctrico da pie a que la base aterrorice; el dueto de batería y Wurlitzer es demencial, ajustado e impecable. Sobre esta base, aquella triste fanfarria empieza a desternillarse de risa y nosotros con ella hasta el gran (¡gran!) final.

Mademoiselle Madera (gran título, che…) avanza tímidamente con una minimalista intervención de Mazolewsky; Staruszkiewicz demuestra nuevamente que sabe ser sutil. El inquieto Zietek parece estar queriendo destapar su instrumento mientras Tomek Duda no ídem y comienza a apuntalar a los demás. Masecki también comprende que es un momento para tocar chiquito y esperar. Una suerte de balada se armó casi desde la nada. El lierazgo está a cargo nuevamente de Zietek con un sonido espacial. El grupo suena ajustadísimo y deja espacio para que todos respiremos. Estoy empezando a convencerme de que, antes de promediar el CD, tomé el camino equivocado. Deberé recurrir a un buen diccionario de sinónimos. Zietek distorsiona su instrumento y Duda empieza a demostrar que también sabe ser juguetón. La base es mínima, apenas un pequeño colchón para que los caños se dediquen a retozar a piacere. Como no pueden con su genio, una catarata de distintos ribetes sonoros hace que confundamos los instrumentos. Cambio y fuera.

Muzyka Pieciu Przemian, que como todos saben significa… eso mismo… nos sunerge en climas que refieren a la clásica contemporánea o a ciertos pasajes del Grand Guignol, de Naked City. O a Absinthe, Pero el baterista quiere acción; Masecki comienza a jugar con sus botones y los caños amenazan… y concretan. Ahora Masecki se dedica a tirar despiadadas escalas con sentido desde su Hammond. La base rítmica es un infierno contenido. Acuerdan que este momento le pertenece a Masecki, que lo aprovecha de perlas. El clima comienza a languidecer; saxo y trompeta van fundiéndose poco a poco y el tema fallece bellamente.

El único cover del álbum es Boogie Woogie Waltz, de Joe Zawinul en tremenda, respetuosa, pero también irreverente y potente versión. El diálogo entre la batería de Staruszkiewicz y el saxo de Duda lo tiene prácticamente todo. Todo lo bueno, quiero decir. No es un combate (aunque a priori lo parece) sino un (áspero) diálogo del que ganamos nosotros, los de afuera. De a poquito (después de un rato largo) se va colando el Hammond y ahora sí… vía libre que parece que se acaba…

El (suponemos) bis, Razmowy z Kapokiem-Noc, hace honor a su título. Porque para los que no entendemos una coma de polaco, sabemos que algo quiere decir, algo con sentido; lo que no entendemos es cómo hacen para escribir, leer y hasta comprender el idioma. De la misma manera… ¡¿cómo hacen lo que hacen?! Les dije… equivoqué el camino… Razmowy z Kapokiem-Noc es un perfecto resumen de lo escuchado hasta el momento en Alchemia, con sus sutilezas, sus desbordes, sus marchas y contramarchas, sus distorsiones, sus cambios de liderazgo, la generosidad mutua, los silencios, el virtuosismo, el relax y, fundamentalmente, la libertad.

Porque la sensación es que el quinteto polaco Pink Freud hace realmente lo que le viene en gana. Y, por lo que se ha escuchado, las ganas son muchas. Y lo que se vino, también.
¿Jazz is dead?
¡Minga!

Marcelo Morales

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