El Ojo Tuerto

Béla Fleck & the Flecktones: Una Noche en Béla

Teatro Gran Rex – Buenos Aires
Miércoles 05 de Noviembre de 2008 – 21:30 hs.

El insomnio, dicen, es la falta de sueño a la hora de dormir. Podemos agregar que viene del latín: insomnium. Probablemente esto a usted no le quite el sueño, pero permítame que siga con el tema, que me desvela. Fíjese usted que existen tres tipos de insomnio: el inicial, que es la dificultad para dormirse al acostarse, el intermedio, que es cuando uno se despierta frecuentemente durante la noche y el terminal, que ocurre al despertarse muy temprano (antes de tiempo) por la mañana. Si usted trabaja de noche, todo lo escrito entiéndalo exactamente al revés. O casi. El problema no pasa solamente por el mal dormir sino por las consecuencias que provoca estando despierto, ya que al no estar bien descansado el body, puede manifestarse somnolencia diurna (o nocturna, ya lo dijimos, depende de su horario laboral), baja concentración y cierta incapacidad para sentirse activo. El pobre insomnio no es un capricho. Parece que el estrés o la depresión son causas significativas.

Si usted sufre de insomnio, debe tener en cuenta que la cafeína, la nicotina, el alcohol o una flor de comilona afectarán su capacidad para entregarse plácidamente a un descanso sano, reparador y sin interrupciones. Convengamos que si usted toma café, fuma, bebe alcohol, le gusta cenar opíparamente y, además, padece de insomnio, está en serios problemas. Se lo digo por experiencia propia, ya que no pienso renunciar así como así al cigarrillo, el café o el alcohol, salvo que sea estrictamente necesario, para dormir un par de horitas de morondanga. Afortunadamente, el sexo no está contraindicado; así que cuando tenga, le cuento cómo me fue.
La doctora Margarita Susana Blanco (nada menos que Jefa de la Sección Neurofisiología Clínica y Medicina del Sueño del Servicio de Neurología – Centro Neurológico del Hospital Francés -Buenos Aires) afirma que "no existe un tratamiento para el insomnio sino un tratamiento para cada paciente que sufre de insomnio. Afirmar otra cosa es crear expectativas ante una situación muy difícil para quien la padece".
Y ahora que recurrimos a una profesional, creo que podemos afirmar de una buena vez que quienes padecemos de insomnio somos poseedores de verdaderos inconvenientes.

Le cuento, le confieso, que padezco de las tres clases citadas anteriormente: inicial, intermedio y terminal. Y si uno tiene cierto ingenio, puede aprovechar de manera más o menos interesante (e incluso lúdica) esos momentos. Pero como usted ya habrá corroborado, no es posible en mi caso. Doctor, quiero que me escuche, porque me parece que mi problema comienza en mi propia infancia propia. Siendo niño, dormir me pareció siempre una pérdida de tiempo. No quiero que me malinterprete, no estoy diciendo "no hay que dormir" para que luego terminemos todos chocándonos como ciertos defensores de Racing del año… de los años… como ciertos defensores de Racing. Punto. No, lo que me sublevaba era esa "necesidad" de tener que dormir; que el cuerpo necesitara ese descanso de… ¡8 horas! Piense: ¿la tercera parte de nuestra corta vida dormitando como marmotas? Deduje entonces (era un niño, recuerden) que todo era una cuestión de costumbre(s). Que si uno se habituaba a la disminución gradual, progresiva, en la cantidad de tiempo dedicado al colchón, llegaría un momento en el que el cuerpo se acostumbraría a permanecer despierto forever. Después me enteré de que existía algo denominado anfetaminas, pero ése es otro cuento. Por supuesto que mi fantástica idea no prosperó. Y de rencoroso nomás, le achaco a ese dislate tempranero todos mis sufrimientos insomniales.
Lo que de alguna manera (me) consuela es que, de acuerdo a las últimas estadísticas, 25 de cada 100 habitantes de los países industrializados, sufren dificultades severas para conciliar el sueño. O sea que no estamos solos. Suponiendo que la Argentina sea un país industrializado y que cuente con aproximadamente cuarenta millones de habitantes, somos unos diez millones los que, por las noches, nos la pasamos dando vueltas y vueltas como una gran pelota. Y no hay ducha reparadora ni vaso de leche tibia que actúe como paliativo. Doy fe.

Muchas veces, asistir a un concierto puede tener algún que otro efecto reparador. Incluso puede uno llegar a dormirse en pleno espectáculo. O pasarla lo suficientemente bien como para que cuerpo, alma y mente estén en perfecta armonía y, con una estúpida sonrisa dibujada, entregarse al descanso reparador.
Pero otras veces ocurre lo contrario.

En la primera visita de Béla Fleck & the Flecktones a la Argentina, la habíamos pasado rematadamente bien. En el review del concierto escribimos en un momento "¿por qué hay tanta gente con cara de gil feliz? Me doy cuenta de que yo también estoy sonriendo estúpidamente". Y así fue entonces que encaramos hacia el teatro Gran Rex a la caza de una buena dosis de melatonina, entre otras cosas.

Con inhabitual puntualidad, a las 21:30 hs. ingresa el número de apertura, PWR3, conformado por Lito Epumer en guitarra eléctrica, Machi Rufino en bajo y Cristian Judurcha en batería. Fueron tres temas en poco más de 20 minutos: Judu (incluido en Dos zorros), Silvia's Blues (de Lito Epumer y Pasaje La Blanqueada) y el cierre fue con A.J.A. (Pasaje La Blanqueada y SinFin). El trío se conoce bastante bien. Suena sólido y, desde aquí, se agradece este proyercto de Epumer con ausencia de teclados. La propuesta en sí no es muy novedosa y parece depender de la mayor o menor lucidez del guitarrista. Porque, sin dudas, todo gira en torno a él. Un Judurcha versátil, un Machi sólido y Epumer, un músico al que nos alegra verlo bien. Y, sin lugar para celebraciones desmedidas, esta vez cumplió sobriamente su rol de artista invitado.

Y apenas pasadas las 22:00 hs. el cuarteto que ingresa de a poco interpretando Earth Jam, del álbum Outbound. La banda iniciaba aquí su gira con disco nuevo bajo el brazo: Jingle All the Way, recientemente editado en nuestro país y dedicado a composiciones navideñas (o algo así). Y la conformación es la misma con la que nos visitaran en marzo de 2007: Béla Fleck en banjo, Victor Wooten en bajo eléctrico, Jeff Coffin en saxos y flauta y Future Man (hermano de Victor) en batería y drumitar (instrumento creado por él mismo, que tiene la apariencia de una guitarra con botones y de la que se dispara todo tipo de sonidos percusivos). Un solo lúdico del saxofonista, festivo, casi de bienvenida, da paso a una primera sobria intervencíon de Fleck. Pero el primer protagónico real es para Future Man, que la rompe. Por ahora, de Victor Wooten, la solidez y los marfiles que resaltan de su face. El concierto parece comenzar verdaderamente con Throwdown at the Hoedown, de Left of Cool. La intro, a cargo de los hermanos Wooten. Fleck juega. Coffin alterna fraseos con el tenor y el soprano. También los toca juntos. Y no será Roland Kirk pero está bien. La melodía es hermosa y la base imponente. Coffin y Wooten se baten a duelo con minúsculas citas populares despertando carcajadas en la audiencia. Cuando en la batalla Fleck reemplaza a Coffin el momento es sublime. Ejemplar sincronización que no elude referencias a Pink Panther Theme, The Rolling Stones y la Marcha Fúnebre.

Coffin se pasa a la flauta y arremeten con The Whistle Tune, de The Hidden Land. Bluegrass atravesado por la música celta. Aquí el banjoísta se siente como pez. Tomemos este momento como de transición.
Sospechábamos que, al ser el inicio de una gira, nos iban a bombardear con clásicos propios. Pero también debía haber alguna referencia, aunque sea mínima, a Jingle All the Way. Sabida es la adoración del líder por el pianista Chick Corea, por eso no extrañó que la presentación de los músicos se realizara a la usanza de Return to Forever, esto es: cada uno presentando a otro. Coffin hace una breve y encendida exposición pro-Obama justo antes de entregar dos piezas del último CD. Silent Night se inicia con un sorprendentemente notable aporte de Coffin en soprano que se hace dueño de la versión sin duda alguna. Future Man pasa a alternar su drumitar con el set acústico (aunque el pie izquierdo no lo usa ni para apoyar). Enganchan con Sleigh Ride, una suerte de capítulo de Bonanza con Carlitos Balá como invitado en una persecución alrededor de La Ponderosa. El saxofonista sigue con el saludable envión y el final es magnífico.

Queda solito y solo en el escenario Future Man. Su intervención es buena, llamativa, pero extensa en demasía y con cierta tendencia a la reiteración de yeites y efectos. Afortunadamente todo se supera rápidamente con P'lod in the House, de The Hidden Land. Es raro lo que me ocurre con Jeff Coffin. No lo tolero mucho que digamos en tenor; pero en soprano (como aquí) y flauta parece tener una noche de ensueño. Con Victor Wooten en un rol secundario pero aportando infinitas sutilezas, el combate que llevan a cabo Coffin y Fleck es despiadado y podríamos definirlo como un empate técnico. Cuando viran a un blues, es el saxofonista el que lidera. Todo parece muy fácil. Escribí "parece". Y a una velocidad…

Una más que interesante introducción en banjo, seguida por otra gran entrega de Coffin en flauta, al principio nos hace dudar: ¿es el tema, es una cita, es Batman? Estamos en Spain, de Chick Corea, interpretada con mucho respeto, con un solo de Wooten que aporta más desde lo musical que desde lo pirotécnico, afortunadamente. Coffin mete algunas notas en un teclado que no suman ni restan. El tema adquiere velocidad y se transforma en lo que podríamos denominar como "corrido Flecktoniano". Y Fleck realiza la que es, hasta el momento, su mejor intervención de la noche.

El momento más esperado de la noche por la mayoría, llegó: el solo del bajista Victor Wooten. Que solo es una orquesta. Una delicia, con sutilezas al por mayor y contundencia al por menor. Pirotecnia, la necesaria. Sobrevuela un extraño aire flamenco. Hay slapping, popping, tapping, ranking, zapping y Racing. Pero también hay seriedad, humor, profesionalismo, musicalidad y unos cuantos etcéteras. Vislumbro a varios bajistas asistentes más que preocupados. lo bien que hacen. El teatro estalla, como el año pasado, con el “Olé, olé olé olé… Victor, Victor…

Future Man canta, rappea o algo así. Coffin al tenor (hum). Bella melodía salpicada (mal) por el saxofonista. Fleck le tira líneas para encauzarlo y lo logra; pero le suelta la cuerda y el resultado es un solo dulzón que (mire usted cómo son las cosas) la gente aplaudió a rabiar. Estamos en Sojourn of Arjuna, de Left of Cool. Fleck la pone bajo la suela y la pisa una y otra vez. El ambiguo momento (se entiende lo de "ambiguo", ¿no?) incluye un final resuelto de imperfecta manera.

Nos acomodamos mejor en la butaca cuando vislumbramos que Coffin pasa a la flauta. Future Man se enciende y ofrece un mágico momento que incluye sonidos de percusión marroquí. Fleck y Wooten tocan con prestancia y autoridad. El flautista pasó ahora al tenor y la sorpresa es que no desentona. El final, con Coffin nuevamente en flauta y Fleck oficiando de mago (no literalmente hablando) es casi orgásmico. Y en pleno éxtasis… acaban en fade.

Por supuesto que no podía faltar el "momento Béla" de la noche. Solito y solo entregó dos piezas en las que hubo de todo: fragmentos de sus aventuras con el contrabajista Edgar Meyer, Bach, Vivaldi, Chopin, Beethoven y hasta unos breves acordes de La Cumparsita, donde poniendo cara de circunstancia acotó "It's all I know" (Es todo lo que sé), provocando la hilaridad general. Y yo no digo que la gente salió disparada a hacer cola para comprar un banjo… pero casi, casi…

Stompin' Grounds es un infaltable clásico en cada concierto del cuarteto. Imponente dueto Wooten – Coffin (en soprano) con una importante dosis de caos y jolgorio. Tampoco está ausente la diminuta coreografía que realizan junto con Future Man durante la soberbia intervención de Fleck. La gente acompaña con palmas esporádicamente. No por falta de fervor sino porque estos tipos no te la hacen sencilla como para que el aplauso concuerde con sus permanentes e intrincados cambios de ritmos. Final con todos extasiados.

Y un bis que no podía faltar: Sunset Road, desde su álbum debut, registrado en 1990. Future Man aporta su voz y no es la mejor idea que pudo ocurrírsele. Afortunadamente fue un breve momento que tuvo su contrapartida en otra sutil intervención de Coffin en soprano. La calma la hereda y profundiza Béla Fleck.
Y ahora sí, final.

Béla Fleck & the Flecktones es una agrupación que nunca me ha conformado plenamente desde sus álbumes en estudio. Aunque, nobleza obliga, cada uno de sus discos tiene tres o cuatro gemas que justifican su adquisición. Pero en vivo, y a pesar de ciertos desniveles, son otra cosa. Una cosa muy seria, pero seria de verdad.
Tanto, que me quedaron imágenes y sonidos durante un largo tiempo.
Y yo, que quería alguna dosis de melatonina, terminé quedándome toda la noche en Béla.
Pero, esta vez, con alegría.

Marcelo Morales

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