Por Los Codos

Mariano Loiácono

Un músico clásico es más conservador…

Sí.

¿En la vida también… se toca como se vive?

Totalmente.

¿Vos sos un quilombero profesional y por eso te pasaste al jazz?

(Risas) Probablemente.

No te rías que te estoy hablando muy en serio… y el rock también te va…

Y… en una época era lo único que escuchaba…

¿Y tocarlo?

No tendría problemas.

O sea que hoy estás más cerca de tocar en un grupo de rock que algo clásico.

Totalmente; hoy en día, sí.

¿Para qué estilos pensás que la trompeta no va?

Hum… (piensa). Yo creo que en el folclore no camina; el tango es difícil; el otro día con Juan Cruz (de Urquiza) tocamos con Mariano Mores en la actuación del Café de los Maestros y ahí atrás, como apoyo, estuvo bien; ahora… en un formato más reducido, tenés que hamacarte… yo toqué varias cosas de Piazzolla con la Orquesta Juvenil y estuvo bien, pero ahí la trompeta no toca la melodía; es difícil que rinda como voz líder y que no suene a una mentira. sería como tocar un standard con bandoneón…

Y, algunas cosas se ha hecho…

Sí, pero muy pocas; y de esas pocas no todas están bien.

Para vos la trompeta es sinónimo de jazz.

Vos lo acabás de decir.

O sea que vos sos sinónimo de jazz.

Intento (remarca) ser sinónimo de jazz.

¿Cuál es para vos “el” instrumento en el jazz?

La trompeta es un valor importante. Un amigo dijo una vez “el jazz se toca con trompeta”.

Es un buen título para una nota…

Es difícil, igualmente, pensar el jazz sin otros instrumentos.

Te tiro el inconveniente: podés hacer un solo piano, pero un “solo trumpet”…

Por eso, es difícil prescindir de otros instrumentos; pero cuando aparece la trompeta es como que camina de otra manera; en los inicios del jazz, una zapada sin Armstrong… porque la escuchás y decís “es jazz”. Si no está, también se puede tocar, pero si está, no quedan dudas de qué se trata…

¿Qué te dio Juan Cruz de Urquiza como docente?

Es muy hábil para descubrir el defecto y saber qué punto trabajar, enseguida. Vos llegás, te hace tocar y te dice “hay que profundizar en tal cosa”. Y acierta. Es muy paciente, se fija mucho en los detalles y además tiene una claridad de conceptos tremenda que, acá, es muy difícil de encontrar. Es muy fino para enseñar e ir al hueso de la cuestión.

Y tu ego, ¿no se sintió dolido?

Para nada. El ego es algo que todos tenemos en mayor o menor escala, pero cuando el otro toca más, el ego no tiene derecho a aparecer. En mi primer encuentro con Juan Cruz pensé “lo que me diga este muchacho, hay que hacerlo”. No había forma de discutirle nada. Cuando te das cuenta que el otro toca más, el ego no participa para nada.

¿Te das cuenta fácil cuando otro toca más?

Sí…

¿Y cuál es la diferencia entre uno que toca “más” y otro que toca “distinto”?

(Piensa) Normalmente todos tocamos distinto y nadie toca mejor que nadie; vos hacés tu arte como querés y como podés. Pero internamente, cuando intentás ser más profesional y ahondar en lo que te incumbe, te das cuenta del nivel técnico del otro, cómo encara las distintas situaciones… te das cuenta enseguida si tiene algo para enseñarte. Ahí la cuestión es más clara que si toca más o menos.

¿Puede darse la situación de un intercambio?

¿Vos decís que uno aprenda cosas de otro y viceversa?

Exactamente.

Por supuesto. Continuamente ocurre.

¿Te pasa con músicos que no tocan tu instrumento?

Permanentemente. Escuchar a (el saxofonista) Rodrigo Domínguez es una clase de improvisación por actuación. Cómo abordar un solo, cómo generar una situación… y eso es al margen del instrumento. Él lo logra con su cabeza y con su espíritu y hay que estar atento porque, además, de un tiempo a esta parte, yo lo escucho a un nivel internacional de altísimo vuelo.

Ya que lo mencionás, ¿cómo estamos acá con el jazz, estamos para salir a pelear afuera?

(Enfáticamente y poniendo cara de “¿me estás cargando?”): Nooooooo… ni a palos.

¿No? ¿Por qué?

Estamos para salir a mostrar lo nuestro, pero pelear por ejemplo en New York… estamos lejos. Creo que tenemos músicos de un nivel muy bueno que pueden tocar en New York: Juan Cruz (de Urquiza), Rodrigo (Domínguez), Javier (Malosetti), Mariano (Otero), Pepi (Taveira), Oscar (Giunta), Francisco (Lo Vuolo)… tenemos material, que es distinto a hablar de un jazz argentino como una manifestación artística ya instalada que pueda, por sus propios medios, mostrarse allá. Creo que están muy lejos.

¿Y por qué?

Para mí hay muchos desvíos debido a las corrientes folclóricas que tenemos y arrastramos históricamente. Es difícil para mí encontrar un proyecto que sea jazz hoy, mañana y en diez años. Enseguida le encuentro elementos que le hacen perder la pureza y la mística que tienen ellos; o le encuentro un tango o una chacarera… y eso…

Pero… a ver… ¿hay que tocar jazz como “ellos” o se puede buscar una variante y así encontrar un jazz “argentino”?

Puede haber un jazz argentino y que tenga nuestras raíces, pero yo le pondría otro nombre, no “jazz argentino”. El jazz que tocaron y tocan ellos tiene algo que… tal vez no guste esto que digo, pero es otra historia…

¿El ejemplo puede ser lo que escuchábamos hace un rato? (El cuarteto de Thelonious Monk con John Coltrane, concierto grabado hace medio siglo).

Puede ser… vos escuchaste eso y miles de discos más y viste la energía que tienen… explota por los parlantes.

¿No será que estamos lidiando con un estilo “prestado”?

Puede ser, pero podemos tranquilamente apropiarnos de ese estilo, sacarlo adelante y presentarlo como un jazz que se hace en la Argentina. Pero por momentos lo veo muy mixturado y eso hace que el paquete del jazz argentino sea demasiado grande, ¿me explico? La batea de jazz de Estados Unidos de los ’50 tenía cierta cantidad de discos que iban todos hacia el mismo lugar. Con sus diferencias, pero apuntaban hacia el mismo lado. La batea actual de jazz argentino es muy grande; y hay cosas que si estuvieran en otro lugar, ni se te ocurriría pensar que es jazz.

Mientras hablabas se me cruzaron dos cosas; una me la acuerdo y la otra ya va a aparecer (risas); para acercarse al estilo, ¿hay que olvidarse de las raíces autóctonas?

Para mí, sí. A mí me encanta… vos me armás una historia símil free y de pronto aparece una chacarera, me gusta y lo compro. Pero no es la negra rabiosa que no la negociaban con nada.

Me acordé de la otra (risas); ¿cuál es la diferencia ente las diversificaciones de algunos jazzeros de acá con la de algunos de allá? ¿Por qué uno sigue siendo jazz y el otro no?

Eso me vino a la mente mientras hablaba hace un rato…

Quiero decir: ¿por qué John Zorn o Uri Caine o muchos más sí y los nuestros no?

Yo creo que tiene que ver con que tocan otra cosa porque lo otro ya lo tocaron, lo saben tocar y te dan cátedra. Vos escuchás un disco de Dave Holland, groovero, con métricas complicadas… pero tiene años tocando el estilo; y el background del jazz lo tienen todos y les suena… el jazz les suena. A nosotros, no.

¿Será que lo tienen como algo natural y que acá es algo “a adquirir”?

Por supuesto.

Demos vuelta la cuestión, entonces. Pensemos en ellos queriendo tocar tango.

Y… les va a faltar estar en Palermo, en San Telmo, el lunfardo…

¿Y vos cómo te insertás en todo esto… no sentís la sensación de que no vas a llegar nunca?

Es una posibilidad. Uno busca y va con todo una vez que el swing se apodera de vos, aunque nunca vamos a poder sentirlo como uno de allá. Es imposible. Pero yo lo intento.

Y además podemos vengarnos diciendo que nunca van a sentir el lunfardo como nosotros…

(Risas) Eso seguro…

¿La solución es instalarse allá?

Es un buen paso. Yo intenté ir el año pasado pero no me dieron la visa por ser soltero y tener 25 años (risas). Quería tomar clases con gente de allá para ver qué otras cosas tienen para decirme. Y a ellos podrán faltarles noches en San Juan y Boedo, pero a nosotros nos va a faltar pasar por el Village Vanguard, el Blue Note… Quiero ir a escuchar y mamar el origen.

Pero… ¿te alcanzan 20 días?

Ni en pedo. Me gustaría saber qué se siente; instalarse definitivamente sería potenciar esto que te dije. En Estados Unidos el piso más alto. Cualquier morocho de escuela secundaria puede tocar como uno; me gustaría contagiarme de eso, de esa cultura, entender las cosas que están incluso más allá de la música. Para el tango también es necesario salir a escabiar por las noches, jugar al truco…

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *