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Peter Hammill: Thin Air

The Mercy, Your Face on the Street, Stumbled, Wrong Way Round, Ghosts of Planes, If We Must Part Like This, Undone, Diminished, The Top of the World Club

Músico:
Peter Hammill: voces e instrumentos

Fie!, 2009

Calificación: Está (más que) bien

El panorama del rock internacional (del nacional… bueh…) está inmerso, desde hace un rato bastante largo en una aparente y peligrosamente interminable vacuidad. Esto no escapa a muchos de los que nos (o al menos "me") han dado momentos de los buenos y algo más. El tiempo pasa, por supuesto, las ideas, el ingenio, las búsquedas, las inquietudes y, entre otras cosas, las (en el caso de los cantantes) aptitudes vocales van decreciendo a tal punto que nos queda la nostalgia, el respeto por lo que fue, el agradecimiento por lo que nos han dado, la piedad ante el magro presente.
Sin embargo, hay otros artistas que se mantienen vigentes con una asombrosa capacidad para seguir tomando riesgos, continuar diciendo cosas, enseñarnos caminos nuevos, ratificando lo entregado previamente. Arbitrariamente podríamos mencionar a Tom Waits, Peter Gabriel, Robert Fripp, David Sylvian, Laurie Anderson.

Con Peter Hammill, nacido en 1948, además de poder incluirlo como uno más en ese selecto grupo, ocurre algo muy particular. Desde hace un tiempo largo, sus entregas en estudio están lejos de lo que otrora supo ofrecer. Cada disco, de todas maneras, siempre incluía un par de perlas que pasarían a engrosar el listado de su repertorio en concierto. Hablando de ello… sus shows nunca han dejado de ser experiencias incomparables. Y sus compactos en vivo tampoco.
Pero en el medio de todo esto hubo un hecho no menor acontecido a finales del 2003. El cantante estaba al borde de su piscina y, sin más trámite, le sobrevino un ataque al corazón que lo puso al borde de la mudanza de barrio. Pero Hammill zafó, se curó y, contra todo pronóstico, decidió redoblar sus ya de por sí generosas apuestas.
Desde ese momento, como solista editó Incoherence, Veracious (tremendo álbum en vivo, acompañado por el violinista Stuart Gordon) y Singularity. Se puso en campaña para reeditar todos sus álbumes (también los de Van der Graaf Generator, banda que lideró hasta su disolución en 1978), muchos de ellos con bonus y nuevo packaging, pero el bueno de Hammill tenía una sorpresa mayúscula.
Porque durante más de un cuarto de siglo se negó rotundamente a cualquier intento de reunión de Van der Graaf. El tema hasta llegaba a fastidiarlo. No obstante algo habrá ocurido en su interior, pues llamó a sus ahora sexagenarios amigos Guy Evans, Hugh Banton y David Jackson y Van der Graaf resucitó. Y lo hizo de manera impecable, con un disco en estudio, Present y un dobe en vivo: Real Time. Ni siquiera el alejamiento del saxofonista David Jackson detuvo al Generador. En trío registraron Trisector en 2008. Y busquen videos del trío para comprobar si estos jovenzuelos tienen todavía cosas qué decir y cómo hacerlo. Ah… no paran de brindar conciertos y en breve se editará un DVD registrado en Holanda en 2007, con la actual conformación tripartita.

Una vez más ha sucedido: para este, escriba que sostiene ante quien se le ponga adelante, atrás y a los costados que la voz de Hammill es la mejor de la historia del rock, la desconfianza ante una nueva entrega en estudio del inglés reapareció indisimuladamente.
Thin Air fue grabado íntegramente por Peter Hammill. Todos los instrumentos y las voces estuvieron a su cargo. Esto incluye guitarras, bajos, piano, teclados, cuerdas, percusión y electrónicos. Nueve composiciones originales, una de ellas instrumental. El británico reconoce que el hecho de realizar este trabajo en paralelo con su banda, lo obligó a abstraerse, a no requerir el aporte de ningún músico adicional y a que las letras tuvieran un tinte más personal, incluso rehuyendo a cierto tinte irónico presente en las composiciones recientes de VdGG. Para esta ocasión, Hammill -tal como reconoce haberlo hecho en Out of Water, de 1989- no comenzaba a grabar otra canción hasta no haber finalizado una. Como si fueran ordenados capítulos de un libro. Así, podemos encontrar cierto aire conceptual en Thin Air; desapariciones, cambios, pérdidas, confusiones, temores, deseos, van apareciendo a lo largo de las distintas entregas, algunas de las cuales hacen referencia a otras del mismo álbum: el ejemplo más claro se da entre Ghost of Planes y The Top of the World Club. En forma solapada o sutil, la interrelación, concordancia y, también, cierto antagonismo en las diferentes letras, aparecen una y otra vez a lo largo de todo el compacto.

Con los reparos mencionados, nos volcamos sobre esta nueva aventura hammilliana que comienza con The Mercy. Guitarras y teclados se entrelazan en estilo minimalista y algo queda claro desde el vamos: la voz de Hammill asoma clara, prístina, al frente, sin que ello evite reconocer las distintas capas instrumentales que lo secundan. Basado en dos últimas sentencias de personas que antes de sus muertes se deshicieron de sus ataduras y, de alguna manera, encontraron cierta salvación. Las citas pertenecen a Donald Crowhurst, un yachtman desaparecido durante el transcurso de una competición en 1969 y al Capitán Oates, víctima de un temporal de nieve. Hammill vuelve a demostrar una pericia con la pluma infrecuente. Algunos coros innecesarios y cierto tono épico no opacan un buen comienzo, en un tema que bien podría haber formado parte de The Fall of the House of Usher.
La melodía de Your Face on the Street la ubica en la categoría de futuro clásico. Con segundas voces respondiendo y apoyando al estilo de If I Could (The Future Now, 1978), con una instrumentación ascética, atravesada por una lejana guitarra distorsionada y con treinta segundos finales que parecen extraídos de The League of Crafty Guitarists, Hammill nos avisa de que estamos, tal vez, ante su mejor entrega en estudio de la última década.
Stumbled, con su cruce de guitarras, acústicas a lo Hammill, eléctricas a lo Fripp, muestra al británico aconsejando crípticamente: "Lavate las manos, no permitas que nadie vea tu trabajo sucio. Mantené esos secretos fuera de la vista por siempre, escondidos a salvo donde tu costado más oscuro aún corre enloquecido". Nuevamente parecen innecesarios ciertos coros que poco aportan y se peca, hacia el final, de cierta excesiva apoyatura de los teclados.

Extrañamente lo que sigue es un instrumental, pero no el típico pasaje de un tema a otro. Wrong Way Round tampoco es amable. Una precisa batería electrónica, un bajo obtuso y, en este caso sí, capas de guitarras distorsionadas que funcionan. Hammill lo anuncia como "un puente instrumental", pero es algo más que eso.
Y en Ghost of Planes se hace presente una de las facetas hammillianas que lo hacen aún por estos días tan vigente. Percusiones justas y ubicuas, guitarras espaciales, toques medidos y atinados de electrónicos, la gravedad crónica en un registro vocal impecable y un aire fantasmal que ubican a esta suerte de blues en una verdadera alegría auditiva. Tremendo tema que justifica la realización, edición y compra del álbum.
Pero esto sigue y con If We Must Part Like This el británico brinda una lectura de algo inevitable y que sabemos que ocurrirá; una suerte de lucidez previa a la muerte propia y ajena. Apasionante desde el concepto, no tan bien resuelta musicalmente.

En varios aspectos, Undone es una suerte de continuación del tema anterior. Una típica balada como tantas que Hammill ha escrito a lo largo de sus más de 40 años de carrera. Seguramente despojada de coros e interpretada solo al piano ganará en dramatismo y efectividad. Diminished es, temáticamente, una suerte de hermanita menor de Alice (Over, 1976), pero sin nombres propios y, tal vez, dirigida a su otro yo. Escribí "tal vez". Nuevamente hay deudas impagas musicalmente hablando, aunque el oscuro pasaje instrumental de la mitad del tema en adelante levanta el sport considerablemente.
El álbum finaliza con The Top of the World Club. El club mencionado en el título realmente existió. Su inauguración (y a la postre único evento) se llevó a cabo en octubre de 1976, dos días después de la única actuación de Van der Graaf Generator en New York. Allí, frente al World Trade Center, los únicos dos miembros del club, jóvenes ellos, pensaron en un universo posible, un futuro al alcance de sus manos. Varios años después, un 11 de septiembre, ocurrió lo que ocurrió. También en ese momento el futuro inminente se alzaba, esta vez, frente a muchos más. Peter Hammill, uno de los socios fundadores del club (el otro fue el baterista Guy Evans), entrelaza estos dos momentos "el Top of the World Club ya no existe más (…) en qué círculo del infierno hemos caído…" El clima opresivo cierra con una frase tan contundente como dolorosa: "Los mundos que pensamos que serían nuestros, han desaparecido".

Thin Air no es fácil de sobrellevar. Tampoco integrará el podio de las grabaciones del cantante. Pero Peter Hammill ha entregado un disco serio, comprometido, honesto. Su voz sigue siendo inconfundible e inigualable. En el debe, cierta instrumentación excesiva e innecesaria; aunque en este caso, gracias a una mezcla impecable, llega a los oídos de manera extrañamente cristalina.
Thin Air es su vigésimo octavo álbum con composiciones originales.
Un par de las incluidas aquí certifican que este sexagenario aún tiene cosas que decir.
Y a pesar de tratarse de un álbum desparejo, queda en claro nuevamente que el arte hammilliano es único e irrepetible.
Único e irrepetible.
¿De cuántos podemos decir algo parecido en estos días?

Marcelo Morales

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