Discos / DVD's

The Thing: Bag It!

Disco 1: Hidegen Fujnak a Szelek, Drop the Gun, Bag It!, Snuvisan, Hot Doug, Mistery Song, Angels
Disco 2: Beef Brisket (For Ruby’s)

Músicos:
Mats Gustafsson: saxo, electrónicos
Ingebrigt Haker Flaten: contrabajo, electrónicos
Paal Nilssen-Love: batería

Smalltown Superjazz, 2009

Calificación: Dame dos

 No nos atrevemos a muchas cosas porque son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas (Lucio Seneca)

Cuando uno entrena la mente para reflexionar sobre los conceptos que residen en el entendimiento o intenta disciplinadamente establecer las categorías fundamentales o modos generales de la existencia del ser llevando la noción del conocimiento hacia un sentido inmanente de las propiedades, estructuras y sistemas ontológicos; lo más probable es que se nos arme un matete tremendo en la cabeza.
Sin embargo hay dos cosas que pueden ayudar a clarificar las ideas y su posterior análisis. Una de ellas es tomar un tequila en ayunas. Quema un poco, pero clarificaaa… ¡Uf! La segunda cosa es tomar “otro” tequila, le puedo asegurar que de ahí a descubrir el origen de la vida hay un paso.
Hoy, en una de mis habituales sesiones alcohólico-filosóficas matutinas, logré acceder a un plano metafísico que me permitió elaborar un cuestionamiento al que catalogo (humildemente) de transcendental: ¿Qué sería de nuestra vida sin la palabra “cosa”?
El término cosa describe todo aquello que tiene entidad, ya sea corporal o espiritual, natural o artificial, real o abstracta. Por lo tanto podemos deducir que una cosa puede ser… cualquier cosa. No obstante hay sutiles diferencias que nos llevan a la irrefutable conclusión que una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
Lo cierto es que en el ámbito del derecho lo que se contrapone a persona es una cosa. También, por oposición a ser viviente, un objeto inanimado es una cosa. Cuando algo no tiene importancia decimos que “no vale gran cosa” pero asimismo lo aplicamos en sentido contrario utilizando el concepto para describir algo extraordinario, así es como exclamamos “¡me pasó una cosa increíble!” o afirmamos que lo vivido fue “una cosa nunca vista”. Si hay algo por resolver uno dice “tenemos que hablar algunas cosas” pero cuando el tema ya está resuelto emitimos un lapidario “es cosa juzgada”.
Las personas hablan con franqueza porque “dicen las cosas por su nombre” pero si alguien procede con disimulo lo hace “como quien no quiere la cosa”.
Al sufrir una pérdida material nos conformamos pensando que “las cosas van y vienen”, en cambio cuando sufrimos una racha de mala suerte se nos escapa un resignado “¡no me sale una cosa bien!”. A la hora de posponer un compromiso nos justificamos con un misterioso “ahora tengo que hacer un par de cosas” y poco importa si eso que tenemos que hacer “no es una cosa del otro mundo” ya que, después de todo, si el otro se enoja le espetamos “a otra cosa mariposa” y listo.

Por supuesto no tiene la misma jerarquía hablar de “las cosas” en plural con minúsculas y apiladas en el medio de una oración que decir La Cosa subrayado, con la voz impostada, gesto de admiración y en letras de neón.
Justamente The Thing (en inglés, La Cosa) es el nombre de un notable y consolidado trío escandinavo de jazz de vanguardia cuya innovadora propuesta se atreve a orbitar los contornos del free-music con epicentro en la escena de Chicago y la libre improvisación europea, en empatía con elementos y matices provenientes del punk-rock y la música electrónica experimental. Tras siete álbumes, dos de ellos con invitados (Joe McPhee en She Knows de 2001 y Ken Vandermark en Inmediate Sound de 2007), un box set y un DVD, la banda se hizo merecedora de un lugar de relevancia en la línea de avanzada de la nueva música creativa.
The Thing, con invitados o sin ellos, en formato acústico o con la incorporación de electrónicos, haciendo temas propios u ofreciendo su particular relectura de otros compositores (tan disímiles entre sí como P.J. Harvey y Duke Ellington, James Blood Ulmer o White Stripes, Ornette Coleman y Yoshuke Yamashita), ha edificado una identidad sonora incontrastable con capacidad para provocar una experiencia estética desafiante, comprometedora, extrema y provocativa en la que no hay lugar para la indiferencia ni espacios para tibias aproximaciones auditivas.
Ergo, no sería descabellado concluir que los integrantes del trío, en su intento por encapsular en un concepto que describa apropiadamente su universo musical, hayan optado por The Thing (La Cosa) en el sentido más profundo de la palabra.
De hecho, la esencia de las cosas ha sido estudiada por algunas de las mentes más brillantes de la historia, tales como Aristóteles, Platón, Kant, Nietzsche, Heidegger y Caruso Lombardi (no necesariamente en ese orden)
Para clarificar la cuestión veamos qué dice el filósofo alemán Martin Heidegger en su obra La pregunta por la cosa. Cito textual: “Si dejamos que la cosa esencie en su cosear a partir del mundo mundeador, reflexionamos en la cosa en cuanto cosa. Al rememorar de esa forma dejamos que la esencia mundeadora de la cosa sea algo que nos toque; al reflexionar así la cosa nos llama en cuanto cosa somos”.
¿Qué más se puede agregar? Si usted o yo escribiésemos algo así nos colocarían un chaleco de fuerza y recibiríamos una sesión de electroshock; pero como es Heidegger nos postramos en señal de veneración o hacemos cabriolas desnudos y en reversa alrededor de la facultad de filosofía y letras. ¡Por favor, Heidegger!
Mirá Martincito… vos sabés que te respeté mucho, pero acá en el staff de El Intruso hay algunos que dicen que te vayas a cosear al mundo mundeador de tu hermana.
Yo no estoy de acuerdo, ¿eh? Son ellos.

Bag It! arranca con un aplastante cover de Hidegen Fujnak a Szelek, tema de la banda anarco punk holandesa The Ex extractado de su álbum Scrabbling at the Lock de 1991. Una galería de técnicas extendidas en saxo barítono, un siniestro ostinato edificado por un contrabajo con pedal de wah wah y el torbellino percusivo disparado desde la batería sirven de marco para una entrega abrumadora y visceral que intuimos muy próxima al incendiario espíritu que suele caracterizar en escena a The Thing.
El trío, en su impactante y sinuosa versión de Drop the Gun, del grupo de punk japonés 54 Nude Honeys confirma que en su proposición estética la línea que separa los sonidos “musicales” de los de altura indeterminada y los ruidos o chirridos es en extremo difusa y que los conceptos de consonancia y disonancia son de un valor relativo que obedecen más a un factor cultural que estrictamente armónico.
Bag It!, composición de Mats Gustafsson que da título al álbum, ofrece una obligada pausa auditiva. Las borrosas siluetas melódicas del inicio, merced a los asimétricos matices rítmicos que aportan Ingebrigt Haker-Flaten y Paal Nilssen-Love, van adoptando paulatinamente una estructura procesional que tras converger en un solo de saxo crudo, extremo y gutural, se desvanece en un ciclo de tenues motifs.
La versión de Snuvisan, tema del compositor sueco Ake Hodell elude el convencionalismo clásico occidental basado en el sistema temperado para sumergirse de lleno en recursos musicales alternativos que orillan la cacofonía y el microtonalismo.
Un alucinado viaje cuyo punto de partida es un solo de batería deliberadamente irregular que nos conduce sin paradas intermedias a indescifrables líneas de bajo ajenas a la ortodoxia del instrumento, perversas inserciones en electrónicos (¿cómo se llamara el que las ejecuta? ¿Electricista?) y un solo de saxo de exuberante animación. El factor melódico está presente en todo momento pero no se respeta demasiado y no quiero decir que lo insulten o le peguen pero la verdad es que lo maltratan bastante.

En Hot Doug, detrás de las contrastantes texturas y colores en electrónicos asoma, en perfecta equidistancia, una melodía agridulce que parece reposar en las mansas aguas de la tradición del jazz. Luego, en inesperada concordancia estética, llega una enérgica y vibrante relectura del clásico de Duke Ellington: Mistery Song. La versión ofrecida por el trío conserva la sofisticada elegancia del original pero a través de un enfoque mucho más próximo al Ornette Coleman de The Shape of Jazz to Come que a Ellington.
El cierre es con una notable revisión de Angels, pieza de Albert Ayler que formara parte del álbum Spirits Rejoice de 1965. The Thing aquí manifiesta un sobrecogedor dominio de los procesos de relajación y tensión, las progresiones modulantes y el uso de los silencios como medio expresivo.
Bag It!, a modo de bonus, contiene un segundo disco con una extensa improvisación bajo el título Beef Brisket (For Ruby’s) y cuando digo improvisación sugiero tomar en cuenta que lo escuchado anteriormente no eran canciones navideñas precisamente.

Desde el punto de vista semántico una cosa, un algo, el ente, significan un concreto que puede ser cualquier realidad existente o no. The Thing toma ese concepto y lo traslada al campo del arte musical para reivindicar su derecho a la creación propia sin límites ni fronteras entre lo real y lo imaginado, entre lo posible y lo imposible. Como si trataran de decir que “Todo es arte”, cuando se tiene pasión. Bienvenido que así sea.

La única posibilidad de descubrir los límites de lo posible es aventurarse un poco más allá de ellos, hacia a lo imposible (Arthur Clarke)

Sergio Piccirilli

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