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Axel Krygier: Pesebre

Cucaracha, Campo de Marte, Serpentea el tren, Pesebre, Agnus, La fiera, Llega enero, Cumbietón rutero, Esclavo de olor, Tucumana, Ansia, Charlone

Músicos:
Axel Krygier: voz, bajo, acordeón, órgano, moog, clarinete, bombo legüero, cencerro, pandereta, clavinet, guitarra, samplers, trompeta, synth bass, cuatro, sintetizador, glockenspiel, saxo barítono, piano, slide guitar, Rhodes, sikus, silbido
Fernando Samalea: batería
Lucas Totino: slide guitar en Serpentea el tren
Manuel Schaller: FX en Cumbietón rutero y Tucumana

Los Años Luz, 2009

Calificación: Está muy bien

En el mes de diciembre y, en concordancia con las fiestas de fin de año, apareció un Pesebre.
Algo que todos relacionamos con el nacimiento de un tal Jesús, hecho acaecido en Belén hace unos 2.010 años de acuerdo a precisiones vertidas por testigos presenciales cuyas voces, desgastadas por el paso del tiempo, hemos debido procesar convenientemente para una audición medianamente aceptable. El hecho en sí es curioso desde varios ángulos (casi todos); más aún cuando un pesebre es una especie de cajón donde comen las bestias. He aquí ciertos rasgos de originalidad, ya que esto supera con creces a nacimientos acaecidos en taxis, trenes, ambulancias y cuchas de perro.
María (la madre del párvulo) y José (¿el padre?), de condición más que humilde, acondicionaron la pseudo cuna que contó, además, con un establo, la estrella (de Belén), los tres Reyes Magos, varios animalitos, una gran cantidad de heno, el incienso, la mirra, el oro y algunos extras.

Por otro lado, el Licenciado en Flora y Fauna (Master en Acquas Vivas) Josefino Ataúlfo Sjonvensson, en su libro Curiosidades y ridiculeces poco habituales en el submundo acuático -water remix- hace referencia a un habitante marino que verbalmente bien puede ser confundido con un pesebre; incluso, a causa de su pronunciación y durante muchos años (algunos sostienen varias décadas) existieron dos bandos antagónicos claramente diferenciados: los Paronimistas (que consideraban hallarse frente a un parónimo) y los Homofonistas (los que apostaban y fuerte por el homófono). En el Sexto Congreso de Lingüística llevado a cabo en 1979 en Uagadugú, la capital de Burkina Faso, se llegó a la conclusión por mayoría que se trataba de un parónimo.

Así, en la re-edición de 1980 del libro mencionado, escrito otrora por un jovencísimo Sjonvensson, se agregó un breve pero necesario párrafo aclaratorio que incluía la transcripción de la resolución llevada a cabo un año atrás en Uagadugú. El Licenciado despertó esta controversia al observar (y trasladar a su libro) las costumbres de un extraño y diminuto pez, casi desconocido y en vías de extinción. Se trata del Pez Hebre. Durante varios meses Sjonvensson estuvo intrigado por la forma en que se alimentaba el pececito (cuya longitud promedio es de 32 milímetros). Por las dimensiones reducidas del Pez Hebre (pronúnciese "pesssebr"), debió recurrirse a la más alta tecnología existente por entonces, que constaba de dos prismáticos, un microscopio y un catalejo. Tras observar detenidamente y desde distintos ángulos el accionar del animalito, concluyeron en que (y, debido a la sorpresa, despertando el interés de los letrados y el debate antes mencionado) el Pez Hebre se alimentaba de colegas más diminutos aún (incluso de la misma especie); su modus operandi fue lo que sobresaltó a Josefino Ataúlfo Sjonvensson: el Pez Hebre ahuecaba su boca de manera tal que se asemejaba, justamente, a un pesebre; así, los pececitos (mayoritariamente creyentes) no podían resistirse a la tentación de sentir, por breves instantes, su cercanía con el Creador. Pero el Pez Hebre no era lerdo ni perezoso y las víctimas, sin sospecharlo siquiera y en menos que llora un Jesús, iban directo por autopista a mejor (o peor, vaya uno a saber) vida.

Pero el Pesebre al que hacemos referencia alude al nuevo trabajo discográfico del cantante y multi-instrumentista (pero éste de verdad) Axel Krygier. Ex integrante de Instrucción Cívica, La Portuaria y el Sexteto Irreal, editó su primer álbum como solista, el sorprendente Échale semilla, en 1999. Cuatro años después fue el turno de Secreto y Malibú, banda de sonido para la obra de danza-teatro homónima. En 2005 el magnífico Zorzal engalanó las bateas. Y la larga espera llegó a su fin con este Pesebre que, al igual que los anteriores, también fue editado por el sello Los Años Luz.

Axel Krygier ha reducido, aquí, su compañía casi al mínimo. Con Fernando Samalea como único acompañante estable en 11 de los 12 temas del CD, el líder cuenta apenas con la participación de Lucas Totino en un track y de Manuel Schaller en dos. Lo demás, lo sabes tú, mi Marilú (perdón): todo, a cargo de Krygier.
El álbum se inicia con lo que tranquilamente podríamos denominar el "hit del verano" (o del invierno, de acuerdo a dónde se encuentre usted). El festivo Cucaracha, dueño de un groove irresistible y con el acordeón como nueve de área, nos pone de buen humor (en más de un sentido), además, por una serie de detalles sonoros infinitos aprovechándose de una base harto sólida a cargo de los tambores de Samalea y los bajos (desde el moog) de Krygier; que aquí se despacha con clarinete, órgano, bombo legüero, pandereta y cencerro. Los detalles… la voz de Krygier (personal, con presencia) y el humor: "Ay, cucaracha, qué vas a hacer ahora, ahora que te han pisao', que te han pisado la cola" o bien "Ay cucaracha, por una maldita bota, tu gótica geometría, quedó totalmente rota" (¡!). Los auriculares ayudan para varias cosas, pero además para disfrutar de las exactas, ubicuas apariciones del cencerro. Espere que bajo el volumen y seguimos.
Una falsa fanfarria casi mortuoria pero con mucho swing, nos adentra en Campo de Marte. Nuevamente el moog con los bajos adornados con el clavinet, la flauta, el flugelhorn y los samples. La voz de Krygier, distorsionada para esta suerte de marcha fúnebre (con mucho más de marcha que de espíritu funerario), con arrebatos rapeados, los detalles… y "el alma no duda del cuerpo; el cuerpo, del alma… no sé; parece que espera estar muerto, para saber". Krygier sabe y lo está demostrando. El final es una delicia que, lamentablemente, termina en fade y nos deja con ganas de más.

Y Krygier muta en Serpentea el tren. Con un muy buen aporte de Lucas Totino en slide guitar, el líder nos traslada a una imaginaria Nashville. La voz nasal hace juego con el clima del tema. Los detalles… una suerte de xilofón prácticamente imprescindible cuando se van sumando escuchas, una marchita propuesta por Samalea, Totino que impone el clima y un fade que aquí sí se justifica con el tren serpenteando y yéndose, lamentablemente.
Pesebre (el tema), con sonidos de animales en su inicio, Krygier onomatopeyando cabritos (o similar) y, suponemos, la voz distorsionada de Jorge Luis Borges en inglés: "Sleeping and dying, this is quite common". Cuando el tempo amenaza con el monotematismo, Krygier ensucia un poco (tal vez no lo suficiente) como para que el interés se mantenga. La breve Agnus, instrumental y con el líder en clarinete, acordeón y trompeta, es una deliciosa miniatura camarística (dura menos de un minuto) que da paso a La fiera, un viaje situado en la intersección de la música balcánica y el klezmer. Y el viaje es delicioso, un poco cáustico, casi un guiño a Von Trier (pensar en la imagen): "En medio de mi cráneo hay una gran serpiente, mis ojos son sus ojos, sus dientes son mis dientes. Y tengo las orejas de un caballo salvaje; mi mente es su pradera, mi cuerpo su carruaje" Y los detalles… a clarinete, acordeón, trompeta, synth bass, cuatro y saxo barítono, un casi minimalista, preciso y sutil glockenspiel nos da vuelta como a una media. Belleza.

La naif y aparentemente intrascendente Llega Enero vira bruscamente gracias a los buenos oficios del líder en piano y el interés que repunta pero sólo parcialmente. La instrumental Cumbietón rutero tranquilamente puede subirse al podio, compartido con esas dos maravillas (distintas apuestas, igualmente atractivas) que son Cumbiera intelectual, de Kevin Johansen (festiva) y El ángel de la bicicleta, de León Gieco (comprometida). Krygier hace cumbia aquí, interpretando con pericia la slide guitar y con órgano y acordeón ganando la escena. El a go go imperante en Esclavo de olor no aporta demasiados elementos para el haber y sí algunos para el "debe". Tucumana levanta el sport (aunque sin llevarlo por las nubes) gracias a límites muy delgados entre el rock, la cumbia, la zamba y aledaños. Ansia, con su cansina cadencia y una letra que amenaza con el tango pero que rápidamente derrapa para des-solemnizarse hasta recalar en cierto toque kitsch, a mitad de camino entre cierta sensiblería y la ironía (im)pura y con buenos aportes en piano y clarinete.
El final es con Charlone, una suerte de ragtime interpretado por las escobillas de Samalea y un Krygier limitado a un exquisito dueto de órgano y silbido. Este divertimento, a modo de "festivo finale", parece la banda sonora ideal para el final de algún espectáculo circense.

Axel Krygier, en su cuarta entrega como solista, muestra varias de sus habilidades y bondades a caballo de un eclecticismo poco frecuente en los artistas argentinos. Al menos poco frecuente con respecto a su calidad, seriedad, habilidad compositiva e interpretativa y que comprende una gran dosis de humor (a veces sutilmente corrosivo). En este Pesebre, Krygier toma prestado (en varias ocasiones), el comportamiento del Pez Hebre referido por Josefino Ataúlfo Sjonvensson. No en cuanto a su longitud sino en la actitud (y aptitud) de simular un rumbo y optar por otro, haciéndonos víctimas del embuste cuando ya no hay escapatoria alguna. Pesebre, con los desniveles apuntados, es una fresca bocanada dentro de un pop-rock argentino que, salvo (muy) contadas excepciones, huele a rancio desde hace rato.
Axel Krygier apuesta, arriesga, acierta (generalmente) y se equivoca (poco). Pero sin dudas que, con este Pesebre, puede descansar tranquilo.
Los oyentes… también.
Y con una sonrisa.

Marcelo Morales

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