Luis Alberto Spinetta: A su lado, aún somos chiquitos
Los primeros dos temas interpretados pertenecen al último álbum de Spinetta, Un mañana. Luego de una correcta Mi elemento, sube el primer invitado, el guitarrista Baltasar Comotto para Tu vuelo al fin. Y Don Luis que parece intacto. Con el ingreso del tecladista Diego Rapoport (ex Spinetta Jade), se produciría el primero de los momentos mágicos de la noche. A dúo interpretan Ella también (Kamikaze) y No te busques ya en el umbral (Los niños que escriben en el cielo). La banda, con el agregado de Juan Carlos “Mono” Fontana en teclados, regresa para dos gemas de finales de los ’80: Fina ropa blanca (Don Lucero) y La bengala perdida (Tester de violencia) en notables interpretaciones, especialmente la primera.
Se suma Juan del Barrio, otro ex Spinetta Jade, para Sombras en los álamos (¡!) al que se le pega Alma de diamante. Con su grupo y desde Para los árboles, llega Cisne. A dúo con el Mono Fontana, otro momento intimista y potente a caballo de Al ver verás (Tester de violencia) y una inquietante y magnífica ¿No ves que ya no somos chiquitos? (Madre en años luz): “¿No ves que ya no somos chiquitos? ¿No ves que el instante es enorme? ¿No ves que este cielo quebró y el concierto del aire escapó con tu piel?“
En trío, con Fontana y Javier Malosetti en bajo (“un músico descomunal; no quiero decir genio porque hay una bola de genios…“), llega la inédita (y bella) Las miradas tienen almas. Y a continuación se produce el ingreso de Fito Páez para Las cosas tienen movimiento (del rosarino, incluido originalmente en Modelo para armar, de Juan Carlos Baglietto), en una versión poppy e ideal para un final de concierto y Asilo en tu corazón, del álbum que grabaran juntos La, la, la. A todo esto, es hora de decir que la banda es un relojito en el que sobresale un versátil y extraordinario Sergio Verdinelli en batería.
Antes del inicio del concierto, Spinetta mencionó a artistas a los que hubiese querido versionar pero no. No obstante, hubo algunos que sí. Solito y solo, atacó con una gema “de un músico y poeta impresionante“. De Miguel Abuelo, Mariposas de madera; además de una sentida entrega, el cantante reconoció que, seguramente en forma inconsciente, su Muchacha ojos de papel “le afanó algo a este tema“. Luego, con el bajista Beto Satragni (otro ex Spinetta Jade), interpretó El Rey lloró, de Litto Nebbia (“el padre de todos nosotros“). Y con el “genio” Juanse (de Los Ratones Paranoicos) en voz, una potente Adónde está la libertad, de Norberto “Pappo” Napolitano.
Presentado como “uno de los más grandes talentos“, Gustavo Cerati cumplió con creces. Primero con Té para tres (de Canción animal, de Soda Stereo), aquí cantada junto con Spinetta. Sin pausas y con el aporte de Gustavo Spinetta en batería, arremeten con Bajan (de Artaud); y luego, una gran versión de Cementerio Club (también de Artaud).
“Voy a presentarles a… je, je, je…“. Ya la palabra “genio” era moneda corriente a la hora de presentar a los invitados y la complicidad con el público fue, una vez más, total e inmediata. A dúo con el tecladista Leo Sujatovich (sí… ¡otro ex Spinetta Jade!), se produjo tal vez el momento de mayor vuelo artístico de la noche. La trilogía se inició con Era de uranio (Madre en años luz) y prosiguió con Vida siempre (Bajo Belgrano), para finalizar con esa Maribel que “con el alma nos ve mejor” y que Spinetta originalmente dedicara a las Madres de Plaza de Mayo.
Desde la lejanía atrona un “no te mueras nunca“, a lo que el cantante responde “vos tampoco, si no… no vas a saber que me morí… vas a necesitar un testigo…” Y presenta un tema de un “¡genio!“, dicho esto por el público. De Javier Martínez y con el aporte de sus hijos Dante (en guitarra) y Valentino (en voz), sorprende con una Necesito un amor (lado “B” del single No pibe, de Manal) a mitad de camino entre el reggae y el rap.
Otro homenaje: con su banda, Filosofía barata y zapatos de goma (del álbum homónimo, de Charly García); un sencillo pero efectivo arreglo con un gran Verdinelli. Y se produce, a su término, el ingreso de García para Rezo por vos. Spinetta y una notable actitud, una mezcla de respeto, admiración y contención para con su fallido socio. La ovación fue infinita y estremecedora. Y primer intervalo de la noche, a las dos horas quince minutos de empezado el concierto.
Luego de una espera de diez minutos, llegó el momento de las “Bandas Eternas”. Los Socios del Desierto (rebautizados Los Socios del Concierto) no podía contar con el aporte del baterista Daniel Wirtz (fallecido en 2008); fue reemplazado por Javier Malosetti. El power trío (completado por el bajista Marcelo Torres) interpretó el instrumental San Cristóforo (con imágenes de Wirtz en las pantallas a modo de homenaje y muy buena intervención de Torres), Bosnia (gran solo de Spinetta) y una correcta Nasty People donde volvió a sobresalir Marcelo Torres. Otro intervalo y otro chascarrillo spinetteano: “mientras preparan el escenario, me voy al casino“.
Sin referencias a Banda Spinetta y con Spinetta Jade bien cubierto en el primer segmento del show, llegó el turno de Invisible, con Machi Rufino en bajo y Pomo Lorenzo en batería. Durazno sangrando, Jugo de lúcuma, una soberbia Lo que nos ocupa es esa abuela, la conciencia que regula al mundo (uno de los mejores títulos de la historia del rock argento, si se me permite) y una enérgica Perdonado (Niño condenado) precedieron a la irrupción del guitarrista Lito Epúmer, sobresaliente en Amor de Primavera, de Tanguito.
Luego de otro paréntesis, llegó el turno de Pescado Rabioso, con Black Amaya en batería, Guillermo Vadalá en bajo, Carlos Cutaia en órgano Hammond y David Lebón y Spinetta en guitarras. Se sucedieron Poseído del alba, Hola dulce viento (mañana o pasado), una apenas correcta Serpiente (viaja por la sal), una impecable Credulidad y Despiértate nena. Con el ingreso del Bocón Frascino, reventaron los parlantes con Me gusta ese tajo y Post Crucifixion, provocando el pogo… a 50 metros del escenario. Durante el último intervalo, el mensaje de la popular a los ocupantes del VIP: “el que no salta es del VIP” y “Votaste a Macri, la pqtp…“
Eran las 2:10 horas del sábado 5 de diciembre cuando se produjo la reunión de Almendra. Spinetta ya hacía rato que estaba en su salsa: “¿por qué no fueron a ver a acé-decé, que tocan la mitad que nosotros?“. Rodolfo García, Emilio del Guercio y Edelmiro Molinari lucieron en buena forma (en especial el último). Se sucedieron Color humano, Fermín, A estos hombres tristes, Hermano perro y, por supuesto, Muchacha ojos de papel. Ahora sí que el VIP despegó sus asentaderas de las butacas y Don Luis: “Siendo las… los invito a todos a mi casa“.
Pero aún habría más.
Con su banda y el aporte de Ricardo Mollo en guitarra y voz, Spinetta homenajeó a los padres de la tragedia de Santa Fe con 8 de octubre y luego con Retoño antes de entregar la trilogía final de la mano de Seguir viviendo sin tu amor, Yo quiero ver un tren, que incluyó un buen momento percusivo con la presencia de Nico Cota y Daniel Rawsi y una increíble No te alejes tanto de mí. Y entonces, el momento ya narrado, con los músicos en escena vistiendo cada uno su remera con la inscripción “Todos fuimos, todos somos, todos podemos ser…“, con Don Luis creando conciencia una vez más con su naturaleza escorpiónica.
Y ahora sí; todo había concluido.
Luis Alberto Spinetta nos regaló una noche memorable artística y emocionalmente. Se dio varios gustos y nos regaló varios gestos. Apuntó a la abundancia, al exceso, pero también a la cordura, a la entrega. No se ha guardado nada Don Luis. Algunos sostienen que pudo o debió haber durado menos. Yo, que pudo o debió haber durado más. Spinetta resumió en 320 minutos, 40 años de insobornabilidad artística. Con un segmento más previsible (el dedicado a sus “Bandas Eternas”) teñido de nostalgia y culpable de ponernos las pieles como erizos. Y otro, más rico musicalmente, con sus homenajes, sus gestos, sus (algunos inesperados) invitados, la devoción y admiración de todos.
Y qué bueno que haya sido así, que a quien escribió “mañana es mejor” se le cumpliera la profecía. Porque arriba de un escenario, la sensación (reiterada) es que Spinetta está “en su mejor momento”, que será peor al próximo, como debe ser, como es necesario que sea, como es.
El Poeta supo ofrendarnos (y ofrendarse) una noche inmaculada.
Con una personalidad y don de gente tan grandes que sí… nos hace parecer que, aún, somos chiquitos.
Y que la distancia es enorme.
Marcelo Morales