El Ojo Tuerto

Industrial Jazz Group: La resistencia ya está en marcha

Hammer Museum – Los Angeles, California (USA)
Jueves 19 de Agosto de 2010 – 20:00 hs.

El Industrial Jazz Group es un ensamble liderado por el compositor Andrew Durkin cuyo alegato estético al amparo del pensamiento crítico, la fina ironía y un ácido sentido del humor, expande las fronteras del jazz incorporando elementos provenientes de géneros tan disímiles entre sí como el pop, el funk, la música de los Balcanes, el rock, el doo wop y el blues, entre otros géneros. La banda, a pesar de los frecuentes cambios en su integración y formato tras casi una década de existencia, ha logrado exponer una inteligente hibridación de estilos en donde conviven sin traumas a la vista y en un perspicaz juego de complicidades: la vanguardia y lo popular, lo cerebral y lo puramente emotivo, el rigor académico y la diversión, lo atávico y la innovación, la sutileza y lo catártico. Así lo testimonian las elogiadas representaciones escénicas de su obra y la sólida producción discográfica materializada en los álbumes Hardcore de 2001, City of Angles en 2002, The Star Chamber e Industrialjazzwerke Vol. 1 (ambos de 2004), Industrial Jazz a Go-Go! en 2006 y Leef de 2008.

Más allá de la fortaleza argumental exhibida por el ensamble, es lógico suponer que la respuesta ante una oferta musical de estas características no sea homogénea ni unánime. No sólo por el hecho de que la valoración estética siempre está supeditada al gusto personal de cada individuo sino también porque todo aquello que no se ajusta a los patrones de lo considerado “políticamente correcto” por el sistema imperante suele ser menospreciado, subestimado o directamente proscripto.
Al parecer, para las instituciones rectoras de la cultura cualquier propuesta que albergue espacios para la recreación, el humor o la diversión; sin importar su solidez académica o el grado de inteligencia que contenga, está condenada a ser desterrada de los territorios del arte “serio”. Quizás por ello el Industrial Jazz Group u otros proyectos actuales con similares intencionalidades (a mi memoria acuden ahora Mostly Other People do the Killing y Reptet), son tildados desde el inmaculado púlpito del purismo en el jazz como “poco serios” o hacen que señores de gesto adusto y ceño fruncido en nombre de las instituciones tradicionales los cataloguen como número humorístico.

En la humilde opinión de unos cuantos, ni la seriedad garantiza que una obra se convierta en una expresión artística ni el humor, por su sola presencia, hace que deje de ser arte. De la misma manera que algo divertido no significa que deba perder seriedad.
El humor puede pertenecer al arte porque es inherente al ser humano e incluso podemos llegar a convenir (como dijera Friedrich Nietzsche) que “la potencia intelectual de un hombre se mide por la dosis de humor que es capaz de utilizar”. En cuanto a que no puede ser serio aquello que tiende a la diversión, me permitiré citar una ilustrativa frase de Gilbert Keith Chesterton que decía: “Divertido no es lo contrario de serio. Divertido es lo contrario de aburrido y nada más.”

Está debidamente comprobado que la recreación es un medio dinamizador de procesos que favorecen el desarrollo integral de las personas. Su ejercicio nos otorga la posibilidad de experimentar sentimientos, emociones, sensaciones enriquecedoras y de auténtica integración social. La práctica de la recreación formativa (y escuchar al Industrial Jazz Group lo es) implica una participación activa de la persona que no sólo sirve para compensar el cansancio, permitir la relajación o combatir el aburrimiento sino que además ayuda a mantener un sano equilibrio entre cuerpo y mente, facilita el establecimiento de lazos de contacto y pertenencia cultural y baja los niveles de agresividad, discriminación e individualismo a su mínina expresión. En definitiva ayuda a pensar… y está claro que eso no parece gustarle mucho al sistema…

En décadas recientes las elites económicas y los gurúes del neoliberalismo han señalado que nos hallamos en los umbrales de lo que denominaron la “Sociedad 20:80”, concepto fundado en la idea de que muy pronto sólo bastara con el trabajo del 20% de la población mundial para sostener a la totalidad del aparato económico. Esa mesiánica concepción del futuro los ha llevado a interpretar que un alto porcentaje de la población, al no poder incorporarse al mercado laboral, se volverá completamente obsoleta e inútil y, por consecuencia, puede llegar a reaccionar violentamente en defensa de sus derechos. Fue entonces que estos “angelitos” que nos gobiernan y deciden en nuestro nombre empezaron a idear formas de control tendientes a evitar cualquier tipo de reacción o protesta popular. En 1995 finalmente el ideólogo liberal y ex-asesor de la Casa Blanca durante la administración republicana, Zbigniev Brzesinki, encontró la “solución” en un método de control al que dio en llamar Entetanimiento o Tittytainment. En esencia el entetanimiento es una mixtura de entretenimiento mediocre y vulgar, bazofia intelectual, propaganda mediática y técnicas psicológicas para el dominio de masas que, entrelazadas, permitirán mantener al pueblo sedado, sumiso y servil ante los dictados de la minoría que decide su destino. Todo esto con la pretensión de convencer al individuo que la situación socio-económica mundial es inevitable y no producto de una creación artificial construida por aquellos que se benefician de la misma. Ergo, la idea es que el individuo crea que lo más razonable es sentarse frente al televisor mientras se babea como un mico, consumir toda la bosta que le ofrece el sistema y no cuestionarse absolutamente nada.

Esa idea, curiosamente, surgió de las entrañas del mismo sistema que contiene a las instituciones que pretenden determinar cuándo el arte es serio o no y que buscan desacreditar la inclusión, en el arte, del pensamiento crítico, el humor y la recreación formativa. Debo reconocer que suelo alucinar con frecuencia y que acostumbro ver fantasmas en donde no los hay pero, al menos en este caso, estoy convencido que los fantasmas son de carne y hueso y encima nos persiguen con un hacha.
Mientras organizamos la resistencia, lo mejor será dedicarnos a comentar lo sucedido durante el concierto ofrecido por el Industrial Jazz Group en el Hammer Museum como parte del ciclo JazzPop que promueve la Universidad de Los Angeles, California.

En esta ocasión el ensamble estuvo integrado por su líder Andrew Durkin en piano y dirección musical, Damon Zick en saxo soprano, Evan Frances en saxo alto, Mary Sue Tobin y Brian Walsh en saxos tenores, Cory Wright en saxo barítono y píccolo, Dan Rosenboom, Josh Aguiar y Kris Tiner en trompetas, Ian Carroll y Mike Richardson en trombones, Dan Schnelle en batería, Damian Erskine en bajo eléctrico y Tany Ling y Jill Knapp en voces.
El concierto da inicio con una impecable versión de The Truth and the Abstract Blues del álbum Industrial Jazz a Go-Go! de 2006. La similitud del nombre de esta pieza con el título del inolvidable álbum de Oliver Nelson The Blues and the Abstract Truth de 1961 no es simple coincidencia sino una tácita recreación de los principios armónicos y estructurales utilizados por Nelson, tendientes a expandir las fronteras del blues. La exposición del ensamble conducido por Andrew Durkin superpone aquí, con encomiable sincronía, secciones musicales completamente armonizadas en diferentes tonalidades sin apartarse de los patrones de llamada y respuesta usados en el blues.
Luego llega el inédito The Bee Dance (“La danza de la abeja”), título que arroja pistas sobre un contenido estético que yuxtapone el animado carácter danzante del groove con un frenesí cromático de dimensión orquestal que parece aceptar reminiscencias del clásico de Rimsky-Korsakov The Flight of the Bumblebee (“El vuelo del Abejorro”).

En Howl, pieza en origen incluida en el álbum Leef de 2008 y que parece rendir pleitesía desde su título al inolvidable Chester Arthur Burnett (alias Howlin’ Wolf), orbita los contornos del blues arcaico pero adornado con impactantes y festivas ornamentaciones instrumentales y vocales, luego rematadas en una coda vodevilesca.
The Seagull, otro de los inéditos de la banda, entrelaza una serie de frases de acompañamiento simples con un dinamismo de extrema exigencia interpretativa; lo cual ofrece la sensación de estar ante un montaje armónico de apariencia laberíntica.
Ahora es el turno de un nuevo estreno: Bajaja, pieza que recrea los aires hispanos que envuelven al sur californiano en comunión con explícitas referencias al álbum de Charles Mingus New Tijuana Moods. Todo realzado por una estratégica trompeta en tono de mariachi, los atinados aportes de Andrew Durkin en piano, las siempre animadas inserciones vocales de Tany Ling y Jill Knapp y un festejado solo en bajo eléctrico a cargo de Damian Erskine. En The Star Chamber, perteneciente al álbum de 2004 del mismo nombre, despliegan una estética de carácter épico y visible complejidad expositiva; especialmente en aquellos pasajes donde el ensamble, sin perder el pulso de la pieza, se desdobla para ejecutar métricas y tempos completamente diferentes. La cantable sencillez melódica del inédito Antennae Town contrasta con el poderoso alegato dinámico exhibido en la versión ofrecida de Tuxedo Trouble del álbum City of Angles de 2002, a la postre uno de los momentos más logrados del show.

La estocada final de Industrial Jazz Group será con el estreno de Jazz-Pop Jerkoff; título que generó algunas risitas nerviosas en el auditorio no sólo porque “jerkoff” es la forma vulgar utilizada en el argot estadounidense para referirse a la masturbación sino también porque este concierto integraba el ciclo JazzPop. Final.
Ahora, revitalizados por lo visto y escuchado, es hora de organizar la resistencia contra la Sociedad 20:80, el entetanimiento y contra todo aquello que pretenda mantenernos confortablemente adormecidos.
Aunque creo que… la resistencia ya está en marcha.

Nota:se agradece el aporte fotografico del Hammer Museum

Sergio Piccirilli

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