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Sergio Álvarez

 

Generalmente (siempre) que convocamos a un músico a participar de esta sección solicitamos que, además de sus selecciones, nos envíe algunos datos biográficos y proyectos actuales y futuros. Luego, es nuestra tarea armarlo, diagramarlo, retocarlo, etcétera.
Pero como nunca antes (y mire que hemos recibido alegrías…), alguien ha realizado una entrega tan generosa, extensa, minuciosa, atractiva e irreductible. Por eso, ante el permiso de todos ustedes y del protagonista, un tal Sergio Álvarez, por supuesto, lo publicado aqui es lo que el guitarrista ha enviado en medio de fiestas navideñas y findeañeras, calores insoportables, cortes de luz, escritos perdidos que debieron rehacerse, etcétera.
Todo lo que usted necesita saber (y mucho más) del notable músico Sergio Álvarez (Porco, Electroalvarez, La Experiencia Electroalvarez, Orquesta Ruido Negro, La Mujer Barbuda, Datrebil, Panza… ¡y sigue siguiendo!), lo tiene aquí contado por él mismo, en primera persona.
Y no somos quiénes para andar oficiando de intermediarios. Porque, además, no podríamos haber sido tan claros, precisos y agregue usted una infinita cantidad de etcéteras.
Un placer y agradecimiento eternos y disfrútelo, háganos caso… saldrá sumamente reconfortado.

 

No tengo alma, tengo software

Nací el 5 de mayo de 1968, el mismo día en que nació Karl Marx, el mismo año del Mayo Francés. Me pusieron Sergio como nombre, que es un anagrama de Riesgo. Estaba escrito que no podía hacer una carrera como músico pop.
En aquellos remotos años el jardín de infantes no era obligatorio; por lo que hasta los 5 años jugaba en los potreros de alrededor de mi casa, cuatro, uno de los cuales incluía un mini bosque de eucaliptos.
Cuando llegó el momento de ir al colegio primario, mis padres, desconcertantemente, decidieron enviarme a un colegio italiano, con lo que desarrollé cierta aptitud hacia el idioma y aversión hacia los italianos.
El colegio distaba siete cuadras de mi casa por lo que, a partir de segundo grado, comencé a ir solo; huelga decir que camino hacia el colegio había muchos y muy grandes descampados. Algunos recuerdos al azar de esa época incluyen la muerte de Perón, el golpe del ‘76, soldados patrullando la calle, carreras con mis compañeros de colegio a través de los caños de desagüe -que estaban siendo instalados- de la avenida principal de José C. Paz.
Llegó el momento de ir al secundario y para eso era necesario prepararse ya que, en esa época, se requería un examen de ingreso muy exigente, por lo que comencé a estudiar en un instituto en San Miguel que, desde mi casa, estaba de camino hacia la Capital Federal, con lo que lentamente comienza mi acercamiento hacia la civilización y mi alejamiento de lo salvaje; aunque ese alejamiento sólo sucedió en lo geográfico.

Egresé del secundario con el título de Técnico Aeronáutico y me especialicé en sistemas eléctricos, motores, sistemas de combustible, sistemas neumáticos, hélices e interacción entre sistemas. Lamentablemente trabajé sólo un año como tal, era el fin de la Guerra Fría (para los más jóvenes: NO fue una guerra entre heladerías) y, en los comienzos del nuevo orden mundial, Argentina volvió a su función de “granero del mundo” por lo que, en ese momento, todo lo que había estudiado comenzó a volverse inútil.
Mi adolescencia, mi entorno, mis amigos del club, mis amores, todo, comenzó a colapsar, desintegrarse, madurar, irse a otros países. El futuro estaba en las canchas de paddle o en el parripollo. Pero yo, que era un visionario, decidí hacer una carrera en la música (por supuesto sin tener en cuenta que ese Big Crunch vivido en la adolescencia se repetiría varias veces en forma de 2001, Cromagnón, Taringa! y delicias varias).
En esos primeros años de músico seguí intentando mantener conductas del pasado: estudié dos años de Ingeniería Electrónica, abandoné, tuve un fugaz paso por Filosofía, abandoné, y hace un par de años un aún mas fugaz paso por Ciencias Exactas.

Estudié con muchos maestros, pero básicamente fui y soy autodidacta; creo fervientemente en lo que dice Jacques Rancière en su libro El Maestro Ignorante.
De todos guardo un gran cariño y respeto, pero soy un árbol que se torció; la formación que tuve a nivel académico se sumó a la formación artística de una manera un tanto extraña, por lo que relevo a todos mis maestros de cualquier responsabilidad, o demanda, sobre las atrocidades que cometí a nivel musical.

En la música hice de todo, incluyendo eso que se imaginan, para aprender y para ganar dinero. Menos polifacético que impreciso, toqué en la calle con el peor violinista del mundo, hice transcripciones para gente que registraba sus temas (especialmente grupos de cumbia), toqué tangos, boleros y bossa nova en restaurantes, cumpleaños de 15 y casamientos, grabé discos, hice cambios, escribí para revistas de música, hice producciones, etc. Actualmente trabajo para Fender y soy el clinician oficial de la compañía para América del Sur. Pero siempre mantuve un pie firmemente apoyado en dar clases y otro en hacer la música que tengo ganas de escuchar. Dentro de la docencia llegué a dar clases durante seis años en la EMC y CAEMSA (Berklee International Network), en donde tuve la suerte de estar rodeado de músicos a los que aún admiro (Piazzola, Sívori, Sehinkman, Otero, Jodos). En el área de hacer la música que me gusta, en los noventa fundé e hice el noventa por ciento de la música de un grupo de rock llamado Porco; y desde hace doce años hago algo parecido con Panza. Además, participo como guitarrista en La Mujer Barbuda y en Datrebil, el doble cuarteto de Wenchi Lazo.

Tengo también dos proyectos importantes que son: Electroalvarez, una suerte de faceta solista en la que pongo el énfasis en las posibilidades tímbricas de la guitarra, de este proyecto hay un desprendimiento: un cuarteto, digamos, jazzero con Andrés Elstein, Juan Bayon y Leo Paganini llamado La Experiencia Electroalvarez. La Orquesta Ruido Negro es el otro, una orquesta de doce guitarras eléctricas que, afortunadamente, nada tiene que ver con Guitar Craft de Robert Fripp.

Para 2011 tengo planeado un disco a dúo con Wenchi Lazo, intentar grabar todo el material acumulado de “La Experiencia Electroalvarez”, completar el Volumen I de la trilogía Electroalvarez, poner en marcha nuevamente la orquesta y editar un disco de Panza hecho solamente de solos de guitarra en vivo y tomas alternativas, cuyo título provisorio es “Callate y seguí tocando”.
Fuera del ámbito estrictamente musical, estoy escribiendo un libro de divulgación: “La música, la guitarra y la puta que lo parió”; por ahora estoy bastante avanzado con la parte correspondiente a la puta que lo parió.

Ahora sí, las elecciones:

1 – Diego Schissi – Tren

¿Qué sucede si se le encarga a un chico de nueve años grabar un programa de tango que dura media hora por la mañana y otro, de igual duración, por la tarde?¿Y si el experimento se prolonga por un lapso de, supongamos, cuatro años? Esa tarea me fue encomendada por mi viejo y la cumplía rigurosamente; a la mañana grababa una sección del programa “Rapidísimo” de Héctor Larrea, la “tangueada” presentaba a un cantante, o a una orquesta, distinta cada día. El otro programa creo que se llamaba “Recuerdos” y tenía una programación mucho más variada, no sólo basada en los éxitos de las décadas del 40/50. Si bien no hay evidencia científica de que escuchar tanto tango a una edad temprana te vuelva más nacionalista, puedo afirmar que la experiencia me dejó como resultado:

  • Naturalidad para aceptar como comunes melodías llenas de cromatismos.
  • Aprecio por los buenos cantantes (no como los rockeros de los ‘80 que descubrieron a Goyeneche cuando era una parodia de sí mismo; Goyeneche que, cuando era joven, cantaba increíblemente bien. Tal vez ese aprecio se deba a que, en su afán de “interpretar” las letras, El Polaco terminaba acentuando las palabras en lugares donde musicalmente no iban los acentos; contracara de lo que sucede con muchas letras de rock nacional en donde, por respetar los acentos musicales, las palabras quedan deformadas “un remolinO mezclA los besos y la ausenciA, imágenes paganAs” (Imágenes paganas, Virus).
  • Placer por las armonías menores y los contra-cantos melódicos.
  • Aprecio por los buenos instrumentistas

Luego, como es lógico, dejé de escuchar tango para siempre; y si bien lo toqué en algunos trabajos y continué apreciando la obra de muchos músicos de tango, mi conclusión era inexorable: El tango está muerto. Es la imagen de una época y de un país que ya no existe. Excepto contadas excepciones, las letras también quedaron desactualizadas; por ejemplo… en mi adolescencia; que para llamar a una amiga de la que estaba enamorado y se había mudado de San Miguel a Belgrano, tenía que tomar un colectivo, buscar un quiosco que vendiera fichas de teléfono, encontrar uno que funcionara y esperar a que me atendiera la mujer en cuestión. El tango tenía un cierta correspondencia con la realidad, la idea de la nostalgia y la espera, cosa que en la actualidad sería un caso patológico de incomunicación (ah… los mensajes de texto…).
Por otro lado, el resurgimiento de la última década responde más a una cuestión económica alentada por el turísmo que a una expresión artística sintonizada con la realidad; ni hablar del tango electrónico, tango tocado ¡a tempo! cuando la gracia del tango justamente son los matices agógicos.

Mi percepción sobre el tema cambió drásticamente hace un par de años cuando, para un cumpleaños, me regalaron Tren, de Diego Schissi; la música atrapó mi atención de inmediato. Sé que tal vez para Diego su música no sea tango pero para mí lo es; lo es porque rescata la tradición tanguera de utilizar técnicas de la música clásica (a la manera de Salgán) pero abrevando de otras fuentes, por el color de la instrumentación y por sus giros rítmicos y melódicos. Esto, más su enorme capacidad como arreglador y compositor, lo colocan dentro del un linaje de músicos tangueros que creía extinto. Sobre esto último vale decir la admiración que me produce la forma en que Diego desarrolla una idea hasta agotarla, algo mucho más fácil de decir que de hacer, tanto en lo micro (tema) como en lo macro (la obra) y cómo aprovecha la calidad programática de Tren para volcar, en él, ecos de compositores como el Stravinsky de la Histoire du soldat (en lo rítimico y en lo textural), la orquestación Messiaen del Quator pour la fin du temps, la armonía post romántica de Schoenberg, el “color” armónico de Debussy y hasta la idea de un leitmotiv (Wagner).

Tuve la oportunidad de trabajar con Diego por motivo de la presentación del ensamble Real Book Argentina en el Festival de Jazz de Buenos Aires 2010; y lo primero que me llamó la atención fue que no levitara ya que, a esa altura, para mí se había convertido en un súper-héroe. Un gran tipo, simpático y humilde; además vive en Almagro, gloria de los guapos, lugar de idilios y poesía.

2 – The Police – Regatta de Blanc

En 1981 empecé el secundario; como iba al industrial, tenía las materias teóricas por la mañana y taller por la tarde. El intervalo entre ambas actividades era de dos horas pero, pequeño detalle, tenía poco más de una hora de viaje hasta mi casa, por lo que debía quedarme comiendo en la escuela o vagar por el barrio. Fue así que descubrí una disquería en Ciudad Jardín que tenía un banco de plaza en la vereda. También descubrí una casa frente a una farmacia en donde ensayaba una banda de rock (muchísimos años después me enteré que la banda que ensayaba ahí era ¡Sumo!). Otra de las paradas obligatorias era sentarse en la estación del tren, Palomar, a comer un kilo de helado y mirar pasar a la gente. En esos viajes me crucé mas de un par de veces con Luca Prodan; recuerdo que una vez, mientras subíamos al colectivo 53, me animé a decirle “hola” (lo que más me llamaba la atención de Prodan es que tenía un walkman, algo exótico y muy poco vistoen esos años). La rutina era comprar un sandwich y sentarse en el banco de la disquería a escuchar lo que ponían. Y lo que ponían, una y otra vez, era Regatta de Blanc y Outlandos D’amour. Fue con esos discos que descubrí el truco de obtener resultados complejos sumando partes sencillas y viceversa: obtener sonoridades sencillas por medio de partes complejas. Esos discos sirvieron también como punto de partida hacia el punk (Sex Pistols, Ramones, Joy Division). Los dueños de la disquería eran un matrimonio; visto desde mi actual perspectiva, joven. Recuerdo que la señora desataba todas mis fantasías acerca de las MILF; fue en esa disquería también en donde comencé a leer todo lo posible acerca de las bandas en los sobres de los discos (casi la única fuente de información confiable en esos tiempos), costumbre que mas adelante me llevó a tomarme un día a la semana para recorrer las cuevas que había en ese momento en la Capital. De esa forma descubrí a Rush, ELP, Steve Hillage, Gentle Giant, Dio, Black Sabbath, Iron Maiden, Led Zeppelin y muchísimos grupos mas.
Con respecto a los discos de The Police, que muy de vez en cuando escucho, todavía me sigue llamando la atención el “interplay” entre los músicos, claramente moldearon mi predilección por bandas “desprolijas” con músicos muy buenos.

3 – Genesis – Selling England by the Pound

La primera vez que escuché a Peter Gabriel cantar “Can you tell me where my country lies?” estaba midiendo la continuidad de la bobina de induccción de un motor eléctrico en el taller del colegio. Aún hoy me sigue sorprendiendo la magia de esa canción, cómo evoluciona, los arreglos de guitarra, ¡el sonido de Steve Hackett! Claramente Genesis era un grupo de músicos fuera de serie; cuando grabaron este disco tenían 23 años con lo cual me resulta imposible identificarme con ellos, extremadamente maduros para la edad; me puedo identificar más con un tipo como Nels Cline, salvando las enormes distancias, una persona en quien puedo trazar la evolución técnica y compositiva.

Hackett en esa época usaba una Gibson Les Paul (micrófono grave) con poco tono, un Fuzz y un delay analógico con modulación en la repetición (al menos eso es lo que creo); y llevó ese sonido a la perfección en su disco solista Please Don´t Touch, especialmente en el track Hoping Love Will Last.
A finales de los ‘80 y principios de los ‘90 había en Buenos Aires un guitarrista de sonido increíblemente bueno y de música muy imaginativa llamado Sartén Asaresi; tenía un grupo de rock instrumental: Sarten System. Yo lo seguía a todas partes tratando de entender como hacía para sonar así; y lo poco que sé de efectos lo aprendí de robarle a Sartén sus trucos. No he visto en todos estos años otro guitarrista de rock que tocara y tuviera ese sonido. Parece que en el rock la creatividad se convirtió en anatema, por lo que la mayoría de los guitarristas argentinos que me gustan hoy en día, provienen o actúan bajo la protección del jazz.
Selling England by the Pound sirvió para abrir las puertas a otras músicas como, por ejemplo, King Crimson (de quien podría estar hablando todo el día), Rush, Yes, Meshuggah, Frank Zappa, Gentle Giant, etc., etc.
Releyendo, me sorprende ver que en el taller se escuchaba Genesis y no reggaeton; de todas formas no era un mundo mejor, ya empezaban a sonar Los Fabulosos Cadillacs, por ejemplo.

4 – Béla Bartók – Música para cuerda percusión y celesta

Antes de mudarme definitivamente a la Capital asistí rigurosamente durante dos años al Teatro Colón todos los lunes y al Centro Cultural Recoleta todos los miércoles. La entrada al Colón costaba dos pesos (sección Paraíso) y el CCR era gratis. Luego de la función del Colón tenía que apurarme a no perder el último tren a San Miguel; en la estación Retiro solía comer un sandwich de milanesa que hoy en día me provocaría un ACV.
Del Colón recuerdo especialmente la vez que asistí a la Sinfonía de los Salmos, y una vez que llovía tanto (o se rompió un caño de agua) que el agua caía en el Paraíso como una catarata; del Recoleta no recuerdo nada especialmente interesante pero tenía la fuerza de voluntad, y el snobismo, para fumarme una obra de música electroacústica en vivo cada semana.
Ése era el escenario de fondo cuando me involucré, con la fuerza y la pasión de un amante, con la obra de Bartók. Un tipo cuya biografía solamente ya es fuente de aprendizaje. Bartók murió muy pobre y olvidado en Nueva York, tanto que al entierro asistieron sólo diez personas, Edgar Varèse entre ellas. Toda la obra de Bartók es fascinante, incluyendo sus obras pedagógicas; sus trabajos me sirvieron como  puerta de entrada al mundo de otros compositores como Oliver Messiaen, György Liguetti, Luciano Berio, Leopold Lutoslawski, Varèse y muchos mas.
Recuerdo unas vacaciones a mis tempranos veinte en la costa atlántica en donde escuchaba dos veces por día Música para cuerda percusión y celesta, para horror de mis compañeros. La relación entre lo micro y lo macro, la instrumentación exótica, la fuga cromática del primer movimiento, el detalle a la forma y las proporciones (los acordes del climax del primer movimiento todavía me producen escalofríos) son sólo algunos de los puntos que puedo mencionar de esta gran obra.
Ésta fue la primer música que llamó mi atención al tema de la forma o “arquitectura” dentro de la música y su relación con otras artes temporales como la literatura y el cine. David Lynch, con sus temas crípticos, sus desarrollos larguísimos y sus pesadillas, podría ser tranquilamente la imagen de fondo a la obra de Bartók. O bien, El Castillo de Barba Azul podría haber sido escrito por Lynch.

5 – Sonny Sharrock – Ask the Ages

“La vida es ruidosa, sólo la muerte es silenciosa. Ruidos comprados, prohibidos o vendidos. No ocurre nada esencial en donde el ruido no esté presente”.
(Jacques Attali, RUIDOS, ensayo sobre la economía política de la música).

”El afán de eliminar las paradojas a toda costa (…) concede un papel desproporcionado a lo coherente, a lo bien encarrilado, con menoscabo de lo excéntrico y extraño, de eso, en fin, que hace que la vida y las matemáticas sean cosas tan amenas”.
(Douglas R. Hofstadter, GÖDEL, ESCHER, BACH un Eterno y Grácil Bucle)

Me pregunto ¿Por qué no elegí A Love Supreme de Coltrane? Un disco que escuché y sigo escuchando hasta el cansancio (de los que me rodean), un disco que trasciende lo idiomático y lo estilístico. O… ¿por que no elegí Birth of the Cool o Nefertiti de Miles Davis? O… ¿por que no Olé de Trane, también? No sé, pero hay algo en común con los discos de Trane y el de Sharrock… Elvin Jones, la fuerza de la naturaleza desatada (previamente entrenada, Jones era percusionista clásico).
La década del ‘60, la edad dorada del capitalismo en palabras de Eric Hobsbawm, una década que parió a The Beatles, los mejores (los únicos que valen la pena) Stones, Dylan, Hendrix, Crimson, Zappa. En donde el quinteto de Davis y el cuarteto de Coltrane juntaban a músicos más talentosos, más estudiosos, más drogones y más putañeros que todos los músicos de rock que vinieron después. Hubo, aparentemente, en esa década, una pulsión de vida, una vuelta a lo salvaje (racionalizada) que me da envidia descubrir cuarenta años después. Tomaron la palabra en esa década, personas sin miedo a los compromisos, que no jugaban al juego de las razones y las conveniencias, gente que no tenía miedo a pensar en voz alta y a disentir, una época en la que parece que se podía cambiar el mundo, en donde el rock todavía pertenecía al diablo (no como ahora que la industria descubrió un nicho de ventas importantísimo en el “rock cristiano”, mal de muchas bandas heavy), en donde el ruido, lo tímbrico en definitiva, tomó el lugar que le pertenecía en la música popular.
Ask the Ages es un disco de los noventa sin embargo, lo cual me hace pensar que no todo está perdido. Sonny Sharrock (que también tocó con Miles Davis) es una erupción constante de notas, usa y abusa de los unísonos con un sonido sublime, es el destructor de formas, es la entropía que aumenta; Elvin Jones (que estuvo cerca de desmaterializarse en un gig con Trane) es la compañía perfecta, el gran arquitecto, el Big Bang.
Otros guitarristas lo acompañan en ese zodíaco (pero no en ese disco): Nels Cline (sobre todo con su versión de Interstellar Space) David Torn, Eivind Aarset, Marc Ribot, Bill Frisell, Wenchi Lazo, Derek Bailey, Jimi Hendrix y quién sabe cuántos más. Cuando muera quiero que me quemen y que se fumen mis cenizas junto con algunos de estos músicos; si no fuman, que me mezclen con el chimi y me sirvan en un chori.
Todavía me pregunto por qué no puse A Love Supreme.

El + 1
Lagartos Terribles.

Acá debería comentar algún disco del que participé, elección difícil porque cada disco siempre tiene sus momentos sublimes y sus momentos patéticos.

  • El primer disco de Porco… en esa época se hacía la bajada de la mezcla con el ingeniero y los músicos sobre la consola porque no alcanzaban las manos de una persona para controlar los paneos y los faders de cada canal.
  • El triple de Panza, La madre de todos los picantes, por lo Fitzcarraldo (de Herzog) de la situación.
  • Datrebil, por la música y los colegas (Enrique Norris, Lulo Isod, Matías Mendez, Lobi Meiss, Martín Pantyrer y siguen las firmas) y el concepto detrás de todo, provisto por Wenchi Lazo.
  • , el disco solista de Mariana Bianchini, porque pude jugar a ser Arto Lindsay.
  • El próximo disco de Esteban Sehinkman, donde grabé en un track.
  • Varios discos que produje, por sus momentos patéticos.
  • Mis discos solistas, porque me doy cuenta que están terminados sólo si estoy grabando para otra persona.

Pero voy a hablar del segundo disco de La Mujer Barbuda, que se edita en febrero/marzo de 2011 por S’Music.
En este disco, el inquieto Franco Fontanarrosa pensó que podía plasmar su fascinación por los dinosaurios; para eso los agrupó en tres categorías: chicos, medianos y grandes. Para cada una de esas categorías usamos distintos tipos de técnicas de grabación. Aunque todo el disco suena excelente, mi corazón está con los dinosaurios chicos; esa categoría la grabamos con equipos e instrumentos muy berretas, irónicamente descubrimos que hay muchos discos muy buenos grabados con ese criterio, lo cual es un llamado de atención para los técnicos de grabación que permanentemente están buscando el tempo perfecto, la afinación exacta y la performance sin errores.
Es un disco mucho más escrito que el anterior, con menos improvisación pero más homogéneo, ¿recuerdan? los dinosaurios; lo que de alguna forma lo convierte en un disco conceptual, plaga en la que me veo enredado a menudo.
Durante la investigación previa a la que, indirectamente, nos sometió Franco, descubrí un dinosaurio llamado Alvarezsaurus, colega que también terminó teniendo su música. Al mostrarle a mi hijo mayor este descubrimiento, con el orgullo que me daba pertenecer a un linaje de asesinos carnivoros, mi hijo me dice lacónico:
– Ése es de los tuyos.
– ¿Cómo de los míos? ¡Vos también sos Álvarez!
– Claro, digo que es un cabrón como vos….

Ah, la magia de transmitir los genes…

http://www.sergioalvarez.com.ar/
http://www.panzaweb.com.ar/
http://www.myspace.com/mujerbarbuda
http://www.myspace.com/laexperienciaelectroalvarez
http://www.myspace.com/noiserpodatrebil

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