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The Nels Cline Singers: Todo se transforma, nada perece

Harold M. Williams Auditorium, Getty Center- Los Angeles (USA)

Sábado 5 de febrero de 2011 – 19:30 hs.

En los albores del nuevo milenio el guitarrista y compositor estadounidense Nels Cline concibió la idea de constituir un proyecto grupal que fuera lo suficientemente flexible y versátil como para contener y desarrollar sus múltiples intereses musicales. El resultado de esa búsqueda se concretaría a través de una banda integrada por su líder en guitarra, el baterista Scott Amendola y Devin Hoff en bajo; trío al que finalmente conoceríamos con el nombre de The Nels Cline Singers.

Desde su génesis, la banda desplegó un universo creativo en el que confluían sin limitaciones el indie-rock, el jazz de vanguardia, la libre improvisación, el blues y un sinnúmero de sub-géneros musicales que iban desde el punk-rock californiano al kautrock y del folk al noise-rock, entre otros. Esa infrecuente amplitud estilística, la audacia conceptual de su propuesta, el innegable carácter evolutivo de su posterior producción discográfica y sus incendiarios conciertos, irían convirtiendo paulatinamente a The Nels Cline Singers no solo en un objeto de culto para las audiencias más intrépidas sino también en una de las expresiones colectivas más osadas y poderosas de la escena musical del siglo XXI.

El curso de la discografía del trío, aun manteniendo su alineación original y conservando los principios centrales de su alegato estético, evidencia una indisimulable progresión sonora y expresiva. De ese crecimiento gradual y constante dan testimonio los álbumes Instrumentals de 2002, The Giant Pin de 2004. Drawn Breath de 2007 e Iniciate de 2010. Sin embargo, a poco del lanzamiento de este último trabajo, cuando el grupo parecía haber alcanzado el pináculo de su trayectoria y se encontraba próximo a iniciar su primera gira en Sudamérica, sobrevendría el inesperado alejamiento de Devin Hoff y su inmediato reemplazo por el experimentado bajista Trevor Dunn (Mr. Bungle, MadLove, Trio Convulsant, John Zorn’s Electric Masada, Moonchild, etc.). Teniendo en cuenta que la mayoría de las composiciones aportadas por Nels Cline a este proyecto fueron pensadas con una alineación especifica en mente, resulta lógico colegir que el alejamiento de Hoff no podía circunscribirse a un mero reemplazo. Incluso aquellos que hemos tenido el privilegio de seguir en tiempo real la evolución escénica de The Nels Cline Singers sabemos que sus arrolladoras actuaciones devienen no solo de la natural interconexión entre sus miembros originales sino también de la experiencia acumulada a través de los años. Ergo, la salida de uno de sus fundadores y la incorporación de un nuevo integrante, generaba la inevitable duda por saber cómo reaccionaría la banda ante los rigores que impone todo cambio.

 

El concepto de cambio indica en su esencia la mutación producida cuando se pasa de un estado a otro. En la física se utiliza para representar el cambio de estado en la materia (sólido, líquido, gaseoso), así como en las ciencias sociales se usa para estudiar las implicancias de los diferentes períodos históricos y adquirir el conocimiento predictivo que facilite su anticipación y asegure la posterior adaptación a su nueva condición. La idea de cambio en las personas puede aplicarse para describir su estado civil (soltero, casado, divorciado o viudo) como también para denotar los cambios en el estado de ánimo de los individuos (alegre, triste, deprimido, etc.). Más allá de sus diferentes usanzas, el principio doctrinario de todo cambio siempre conserva equivalencias descriptivas y se atiene a procesos más o menos similares. En ese sentido comparativo podríamos conjeturar, a modo de confirmación de semejanzas, que un estado de ánimo feliz y dichoso guarda inequívoca relación con el estado civil soltero; así como un individuo desconsolado o afligido puede corresponder al estado civil casado. Siguiendo esta línea podríamos afirmar que el cambio requiere de estados y procesos que aun en diferentes niveles de enfoque o campos de análisis disímiles, se manifiestan de manera muy parecida. Por ejemplo… uno no puede ser soltero y pasar a divorciado sin haber sufrido antes el proceso del casamiento. Dicho de una forma mas benévola… para que haya un cambio no se puede pasar de “feliz y dichoso” a “feliz y dichoso” sin antes haber estado casado. Por supuesto es dable suponer que hay excepciones a la regla. En ese sentido debo reconocer que aún no encontré a nadie que después de enviudar se haya divorciado (al menos de la misma persona) pero, en cambio, conozco varios casos de extrema complejidad en donde el individuo casado se comporta como si fuese soltero para autocensurar su irrefrenable deseo por enviudar… También existen casos de matrimonios que dialogan tan poco entre sí que no se han dando cuenta que ambos ya son recíprocamente viudos; u otros en los que en lugar de pasar de su soltería al estado civil casado y de allí a divorciarse fueron mutando en comunión con los principios de la física de estado sólido a líquido y de este a estado gaseoso. Afortunadamente, son los menos.

 

El concepto de cambio, en filosofía, sirve para expresar una cualidad distintiva del flujo de pensamiento y, a su vez, parece manifestarse como lo contrario a la permanencia del mismo. No obstante, ese concepto filosófico del cambio ha tenido distintas interpretaciones a lo largo de la historia. En la antigua Grecia, Heráclito observaba la idea de cambio como algo que estaba siempre presente y que lo abarcaba todo; mientras que Parmenides negaba de plano la existencia del cambio a través de sus “proemios simbólicos en hexámetros escritos en dialecto homérico” (concepto que con mucho gusto explicaría si supiese qué quiere decir… ”escritos”). Por su parte Ovidio describió el cambio como una metamorfosis constante y Ptolomeo propuso un modelo de “universo estático con un cambio errático confinado a sus esferas inferiores”; y cuando digo “sus esferas inferiores” me refiero al universo y no a un lugar especifico de la anatomía de Ptolomeo… lo aclaro porque… porqueeee… porque, con todo respeto, se me cantan las esferas inferiores.

 

Cambiando de tema… no sé si le conté que Devin Hoff dejó The Nels Cline Singers y que fue reemplazado por Trevor Dunn y que eso más que un simple reemplazo puede implicar un cambio mucho más amplio y que el concepto de cambio tiene múltiples interpretaciones y que… mejor lo dejamos para otra ocasión.

Lo concreto es que The Nels Cline Singers llegó al coqueto Harold M. Williams Auditorium del prestigioso Getty Center de Los Angeles con su actual integración: Nels Cline en guitarra, Scott Amendola en batería y Trevor Dunn en contrabajo y bajo eléctrico, más el agregado en algunos temas de Yuka Honda como tecladista invitada.

 

La apertura del concierto será con Forge del álbum Initiate. Las asfixiantes armonías que despliega la guitarra progresan lentamente hasta construir un clima sombrío en donde se enlazan patrones rítmicos de impronta minimalista con la opresiva gravedad del doom-metal más rancio. La creciente masa sonora evoluciona con el ingreso del contrabajo de Trevor Dunn y los aportes en electrónicos a cargo de Scott Amendola hasta desembocar, tras un estratégico juego de disonancias, en un diálogo brutal y arrollador entre la guitarra de Nels Cline y la batería. Tras el clímax, el trío inicia un descenso dinámico que parece llevarnos de regreso a la introducción pero que, finalmente, termina sirviendo como prólogo para una versión un tanto errática de A Mug Like Mine del álbum Instrumentals de 2002. Esta especie de medley continúa con una relectura de Dedication, tema de Andrew Hill perteneciente a Point of Departure de 1964 que el propio Cline versionara en su álbum solista de 2006: New Monastery. La asimétrica exposición de la melodía que despliega la guitarra, los sutiles aportes en escobillas de Scott Amendola y el minucioso apego a la partitura del contrabajo, terminan configurando una entrega sólida y convincente pero más próxima a los cánones de la ortodoxia jazzística que a los de la experimentación vanguardista. Sin embargo, y justo antes de que suene la alarma, el trío nos sumerge en una colosal interpretación de Thurston County, tema que en origen integrara el disco solista de Nels Cline Coward de 2009 pero que ha pasado a formar parte del repertorio habitual de la banda. Aquí la guitarra de Nels Cline parece hablar un lenguaje sin referentes que nos permitan entenderlo, casi como si su lógica interna hubiese sido creada de la nada. Por suerte, esa inclasificable exposición parece encontrar en el bajo de Trevor Dunn y la batería de Scott Amendola a sus mejores interlocutores.

 

Por lo escuchado hasta aquí queda claro que el alejamiento de Devin Hoff trajo aparejado cambios que se expresan, por ejemplo, en una dosificación en las libertades improvisadoras (tal vez a causa de la falta de rodamiento escénico) pero es hora de empezar a sospechar que la banda ya revelaba una nueva dirección, más apegada al formato canción y el groove, a partir de la grabación de Initiate. Sospechas (dicho en el mejor sentido de la palabra) que se acentuarán en la segunda parte del show.

The Nels Cline Singers, ahora en cuarteto con la tecladista Yuka Honda, empalma una festiva recreación de B86 (Inkblot Nebula) con el portentoso alegato de jazz-rock que propaga Floored. Luego de una apenas correcta relectura de Grow Closer, el concierto cierra con el afro-beat de King Queen que aquí incluye un solo monumental de Nels Cline en guitarra y vigorosas intervenciones de Scott Amendola y Trevor Dunn, mientras Yuka Honda aporta texturas y acaba de convertirse en la Sra. Cline (no necesariamente en ese orden). El público clama por un bis que jamás llegará. Final.

 

Los cambios siempre estimulan la capacidad de adaptación y nos obligan a enfrentar la incertidumbre de lo desconocido. The Nels Cline Singers parece estar en ese proceso de transformación pero no hay que preocuparse demasiado ya que, como alguna vez dijo Ovidio, “mientras todo se transforma, nada perece”.

Sergio Piccirilli

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