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Fernando Tarrés: Todo Buenos Aires

Contemporáneo, Mumuki, Lunfardo, Soledad, Summit, Coral, Todo Buenos Aires, Milonga del ángel, Deus Xango, Invierno porteño, Buenos Aires hora cero

Músicos:

Fernando Tarrés: guitarra

Rodrigo Domínguez: saxo tenor

Juan Pablo Arredondo: guitarra eléctrica

Jerónimo Carmona: contrabajo

Carto Brandán: batería

Damián Bolotín: violín

Serdar Geldymuradox: 2º Violín

Félix Peroni: viola

Nicolás Rossi: cello

BAU, 2011

Calificación: A la marosca

 

Soy de los que considera que, en general, quienes han abordado la música de Piazzolla o bien se han dedicado a copiarla o han cometido dislates de los que afortunadamente (para ellos) Don Ástor no se ha enterado. Pocos (muy pocos) se han tomado el trabajo y la dedicación de investigar, de profundizar, de estudiar y de darle sentido a la relectura de una música inclasificable, distinta, única. Me he encontrado inmerso en charlas en las que los músicos (muchos) confesaban haber mirado, revisado, hurgado en las partituras y no encontrar fallas o, al menos, indicios o resquicios como para ofrendar algo diferente, significativo, que valga realmente la pena. “No hay manera de entrarle” fue la frase que una y otra vez llegaba a mis oídos en tono casi de justificación pero, también, de admiración.

Lo antedicho no remite a alguna época en particular del bandoneonista sino a (y esto es verdaderamente asombroso) toda su carrera sin importar décadas, formaciones, instrumentaciones y los etcéteras que se le ocurran. Ha habido algunas escasas excepciones, por supuesto; pero son contadísimos los casos en los que un músico se ha abocado a la tarea de… digamos… “reinventar” las composiciones, requiriendo para ello de un compromiso que podríamos definir como “piazzolliano”.

 

Cuando el pianista Adrián Iaies le comisionó a Fernando Tarrés la tarea (para el Festival Buenos Aires Jazz 2009) la tarea de abordar la música de Piazzolla, seguramente sabía muy bien lo que hacía y con quién. Tarrés, además de ser un músico extraordinario, es metódico, minucioso, estudioso, curioso y no escatima esfuerzos ni bondades a la hora de componer, interpretar, dirigir, producir o arreglar. O sea… un artista serio.

Imaginamos al músico cordobés escuchando (de manera diferente, claro está) y re-escuchando; seleccionando, probando, eliminando, ensayando, comparando, buscando, perfeccionando, escribiendo, re-escribiendo, arreglando, re-arreglando… pensando en formato(s) de grupo(s), en músico(s)… para que en el resultado final pueda apreciarse (lo más nítidamente posible) la música de Piazzolla pero también su propio lenguaje. Parecen muchos condicionamientos… y lo son. Por eso encaramos la audición de Todo Buenos Aires con singular expectativa. Expectativa de las buenas. Aunque sin contemplaciones, claro está.

 

Fernando Tarrés decidió conformar un sexteto y un noneto. La primera de las agrupaciones cuenta con Carto Brandán en batería, Jerónimo Carmona en contrabajo, Juan Pablo Arredondo en guitarra eléctrica, Rodrigo Domínguez en saxo tenor y Tarrés en guitarra acústica. Para la conformación del noneto sumó a Serdar Geldymuradox (2º violín), Félix Peroni (viola) y Nicolás Rossi (cello). Como queda claro, pero se lo comento por si se le pasó, Tarrés prescindió de bandoneones y pianos; un gran acierto… y un enorme riesgo… pero sabido es que el guitarrista no sólo no evita ese tipo de riesgos sino que, por el contrario, pareciera ir en su(s) búsqueda(s).

 

No quiero aburrirlo y, mucho menos, hacerle perder tiempo, ya le diré por qué. Así que vayamos directamente a Contemporáneo, vigorosa y enérgica, con una entrega grupal impecable (una constante a lo largo del álbum), con Rodrigo Domínguez asumiendo el liderazgo y escapándose de los lineamientos originales, mientras la batería no invasiva de Brandán se suma con pericia al complejo entramado urdido por guitarras, violín y contrabajo. Bolotín da el puntapié inicial en Mumuki con una admirable introducción que desemboca en un ¡¿blues?! comandado por Domínguez; pero no  se acomode tanto que el pasaje en trío a cargo de Brandán, Carmona y Arredondo es cosa muy seria… como el final… con sutilezas a tres bandas (o cuatro).

Lunfardo es una exquisitez que, alejada de cualquier versión que usted pudo haber escuchado, brinda momentos memorables… en particular cuando batería y cuerdas se trenzan en un diálogo apasionante y bien correspondido. O el momento protagonizado por Carmona y Arredondo. O… la versión íntegra…

Con Soledad siempre he tenido problemas (y con la soledad también… ¿quién no?). No obstante, sin ser de los momentos más subyugantes (en lo personal, claro está), ofrece un exquisito arreglo donde las cuerdas adquieren un relevante protagonismo. Summit tiene la admirable cualidad de coquetear con el jazz, el tango, la clásica contemporánea, etc., obteniendo como resultante la imposibilidad de encasillamiento. Gran entrega aquí de Domínguez, Bolotín y Arredondo. Coral muestra el costado más reflexivo y lírico del álbum. Bolotín, Carmona y Arredondo brindan un subyugante pasaje en trío; el final, camarístico, es otra delicia (y ya van unas cuantas).

 

Todo Buenos Aires deja en claro que Tarrés, además de ser un excelente arreglador, posee singulares habilidades como instrumentista sin dejar de ser una suerte de eje que amalgama al resto de los integrantes del grupo. Brandán le impone vigor a la cuestión y los demás se suman como para dejar bien en claro cuál es el espíritu de la propuesta. Incluso con cierto dislate protagonizado por Damián Bolotín mientras se saca chispas con Jerónimo Carmona instantes antes de un final plenamente “Tarrezzoliano”.

Envalentonado, el contrabajista brinda una introducción en la que confirma por qué es uno de los contrabajistas (y músicos) más requeridos del país. Sin estridencias, pero con singular sapiencia. Tarrés oficia de puente para que la melodía aparezca de la mano y las cuerdas de Bolotín. La aparición de Rodrigo Domínguez nos instala así, como si nada, en otro escenario a pesar de que Bolotín oficia de cable a tierra.

Deus Xango subyuga desde su inicio con reminiscencias free y un furioso Arredondo desde la retaguardia. El atisbo de “normalidad” (entiéndaseme bien, por favor) es más bien escaso; todos, en sintonía, brindando uno de los momentos más distintivos del álbum, con inventiva, libertades, sincronización y por qué no, en conjunto, cayendo parados luego de un salto al vacío. La calma, necesaria, llega con las cuerdas como protagonistas del inicio de Invierno porteño. Aquí la versión por momentos no logra escapar de la (excesiva) impronta piazzolliana. Pero… uno a esta altura anda fijándose en cada nimiedad…

El final es con Buenos Aires hora cero. Qué decirle… si la composición original es impecable, lo propuesto aquí por Tarrés y concretado por todos es sencillamente para el aplauso. Y de pie. Y si no me explayo sobre el particular es porque debería recurrir a la reiteración de bondades ya expuestas…

 

Fernando Tarrés, cual es su costumbre, asumió un riesgo mayúsculo al aceptar recrear la música de Ástor Piazzolla. No solamente logró concretar un álbum alejado de los lugares comunes, sino que ha sabido amalgamar con pericia dos universos creando una suerte de nuevo escenario en el que ambas identidades confluyen naturalmente como pocas veces (¿nunca?) antes.

Le decía anteriormente que no quería hacerle perder tiempo; vaya, adquiera y escuche Todo Buenos Aires y será recompensado. La rebeldía artística de Piazzolla encontró su comprensión ideal en el talento artístico de un tal Fernando Tarrés. Y de sus músicos, claro está.

 

Marcelo Morales

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