Turn Around Norman: We Turned Around

Chronograph Hesperidium, Transparency I, Where The El is John?, Tranparency II, Consolation, Pirata Issue Pataphisics, Awakening, We Turn Around, Fin

 

Músicos:

Cam Collins: saxo

JJ Wright: piano, Wurlitzer

Adam Hopkins: bajo

Nathan Ellman Bell: batería

 

Sello y año: Morphius Records, 2011

Calificación: Está muy bien

 

Dentro de nosotros existe algo que no tiene nombre y eso es lo que realmente somos (José Saramago)

 

La palabra nombre en su significado más corriente designa, identifica o denomina verbalmente a seres animados o inanimados, tangibles o intangibles, concretos o abstractos. El nombre que se le otorga a una persona, animal o cosa sirve para distinguirlo de otros aunque, ocasionalmente, “persona, animal o cosa” puede referirse a un mismo individuo (tengo pruebas). Los nombres representan un signo lingüístico construido a partir de un concepto o significado y de una imagen acústica o significante que, al combinarse entre sí, componen una entidad lingüística. La relación entre el significado y el significante de los nombres –en cuanto signos- es estudiada por la semiótica, en tanto que su estudio en un entorno social corresponde ala semiología. Probablemente usted se preguntará para qué sirve –aparte de lo ya mencionado- la semiótica o la semiología e incluso puede llegar a experimentar un irrefrenable deseo por conocer la diferencia sustancial entre ambas; así que, para abreviar esfuerzos e iluminar su camino, respondo a dicho interrogante con sólo dos palabras tan lapidarias y convincentes como esclarecedoras: no sé.

 

Resulta apropiado consignar que, desde una óptica puramente gramatical, los nombres son denominados sustantivos y que desde el punto de vista léxico se clasifican en lexías, unidades fraseológicas o títulos. No es menos importante saber que la semántica lingüística se ocupa de la división de los nombres en campos semánticos. En relación a esto último, y a modo de apostilla, me permito señalar que suena mucho más que lógico que la división en campos semánticos corresponda a la semántica y no –por dar ejemplos al azar- a la ingeniería nuclear o la cosmetología, así como tampoco me parece demasiado productivo que un experto en semántica se ocupe del estudio de la aplicación práctica del núcleo atómico o de cómo combatir el acné, las manchas y otras alteraciones cutáneas. Si bien no es muy frecuente, también puede darse el caso de un cosmetólogo que al mismo tiempo es perito en semántica y experto en ingeniería nuclear; es decir que mientras nos aplica una máscara facial va explicándonos qué es una unidad fraseológica y nos ilustra sobre el proceso exotérmico de la fisión de núcleos pesados. Por supuesto, me cabe advertirle que el resultado no sería el mismo si el citado perito semántico, en lugar de ser también cosmetólogo e ingeniero nuclear, fuera un asesino serial o un sicario de la mafia china que además –por ironía del destino- es el marido de esa curvilínea vecinita a la que usted ha tratado de seducir infructuosamente en repetidas ocasiones.

 

El destino principal de los nombres es desarrollar la función comunicativa de apuntar o designar un referente; e incluso su combinación en frases o unidades lingüísticas pueden apuntalar la facultad expositiva que permita expresar conceptos mucho más complejos tales como definir ideas o identificar proyectos y/o acuñar su permanencia y difusión.

En la música, los nombres adjudicados a las obras, los álbumes y los proyectos grupales no sólo contribuyen al reconocimiento de los mismos a través del tiempo sino que, además, establecen una comunión “nombre-concepto” que hace de ambas nociones un todo inseparable. Por ello, los nombres de las bandas suelen reforzar su identidad y explicar –si las hubiera- sus intenciones más profundas. Existen grupos con nombres más o menos felices; los hay con nombres simples o complejos, extravagantes o vulgares, graciosos o anodinos y también algunos que pueden llegar a inducirnos a investigar un poco más acerca del origen y las aspiraciones de la denominación adoptada enriqueciendo así nuestros conocimientos. Éste es el caso de la banda debutante Turn Around Norman, cuarteto que integran el saxofonista Cam Collins (Michael Formanek’s Cautions Optimism, Fred Hersch, etc.), el pianista y tecladista JJ Wright, el contrabajista Adam Hopkins (Quartet Offensive, Out of your Head Collective) y el baterista Nathan  Ellman-Bell (Quartet Offensive, Soul Cannon).

 

Por supuesto, no es necesario que usted le pregunte a alguno de los miembros del grupo por qué decidieron denominarse Turn Around Norman (literalmente “date vuelta Norman”) y no hace falta por una buena razón: ya lo hice yo. El nombre de la banda proviene de un personaje de la novela Skinny Legs and All que el notable escritor estadounidense Tom Robbins publicara en 1990. Desde ya, no es imprescindible que usted deba leer o comprar el libro para saber más sobre esta banda y no lo es porque… también lo hice yo.

Skinny Legs and All nos ofrece una visión alucinada del mundo actual difuminada en varias tramas y sub-tramas que van describiendo las traumáticas experiencias vividas por una serie de extraños personajes interrelacionados. El núcleo narrativo acompaña a la protagonista (la pintora Ellen Cherry Charles) y su esposo (el rudimentario soldador Boomer Petway) en su viaje desde un pueblo alejado del sur estadounidense a la ciudad de Nueva York. A modo de adelanto le cuento que la protagonista fracasa en el intento por consagrar su vocación y termina trabajando como camarera, mientras que su esposo triunfa artísticamente –merced a sus habilidades como soldador- al presentar una obra en metal que simula un gigantesco pavo asado con ruedas(¡?). Lo cierto es que esta satírica –y adorablemente absurda- novela está plagada de extravagantes personajes tales como un exaltado telepredicador fundamentalista llamado Buddy Winkler; Salome (una bailarina libanesa cuyas piernas huesudas dan título a la novela), Raoul Ritz (un libidinoso portero que se convierte en estrella de rock), el judío Spike Cohen y el árabe Roland Abu Ha (socios y co-propietarios del restaurante en donde trabaja el personaje central), Paited Stick y Conch Shell (con quienes los protagonistas emprenden un viaje a Jerusalén) y, por supuesto, un tal Turn Around Norman –autoproclamado como “el único auténtico artista de Nueva York”– cuyo único número callejero consiste en girar sobre sí mismo de forma imperceptible hasta completar una vuelta cada dos horas. En definitiva, si esto no resulta suficiente para entender por qué una banda originaria de Baltimore -hoy relocalizada en Brooklyn, New York- se llama Turn Around Noman, al menos le servirá para jactarse de haber leído la novela ante familiares, amigos y conocidos.

 

Lo cierto es que Turn Around Norman, en We Turned Around, su álbum debut, configura un sólido alegato estético orientado al jazz experimental en donde, además de las cualidades interpretativas de sus jóvenes integrantes, se conjugan las diferentes personalidades de sus tres principales compositores: una marcada tendencia a la improvisación en el caso de Cam Collins, la apropiación de algunos elementos provenientes del minimalismo de la última centuria en las partituras pergeñadas por JJ Wright y las complejidades subyacentes en las experimentaciones asociadas al math-rock que se intuyen en los temas aportados por Adam Hopkins.

 

El álbum abre con la composición de Cam Collins Chronograph Hesperidium, una efervescente demostración de jazz moderno interceptada por un interludio de libre improvisación, posteriormente rematado en un clímax de aliento épico a cuya interpretación le sobran personalidad, soltura y empaque.

Transparency I y su secuela Transparency II, ambas pertenecientes a JJ Wright, ofrendan climas vaporosos y etéreos signados por líneas melódicas afables, pausados movimientos armónicos de impronta minimalista y delicados efectos ornamentales, luego coronados en sutil ascenso dinámico deliberadamente contenido en la primera de las piezas y mediante un lirico arrebato instrumental en la segunda.

A la abundante información armónica contenida en el núcleo del tema de Adam Hopkins Where The El is John? se adosan las complejas asimetrías rítmicas que propulsan el contrabajo y la batería de Nathan Ellman-Bell y las desbordantes intervenciones solistas de JJ Wright en piano eléctrico y del saxo de Cam Collins.

La energía escénica que distingue al cuarteto –aquí recreada mediante un registro en vivo en el estudio de grabación – propicia una entrega que en todo momento luce acelerada y potente pero también permeable a atravesar distintos climas y humores sonoros: Del encantado optimismo rítmico de Consolation a la confluencia de jazz eléctrico y libre improvisación en Pirata Issue Pataphisics, pasando por la solvente simplicidad formal de Awakening, las angulosas aristas armónicas y su proximidad con el indie-rock de We Turned Around y el elusivo romanticismo implícito en Fin.

 

La enérgica propuesta de Turn Around Norman no es fácil de encasillar en una palabra o de identificar con un nombre; pero eso no impide que en todo momento luzca honesta y convincente ni impide su valoración y disfrute auditivo.

 

No todo asume un nombre. Algunas cosas van más allá de las palabras (Alexander Solzhenitsyn)

 

Sergio Piccirilli

 

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