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John Zorn – Masada en concierto: ¿Y después de esto… qué?

Teatro Coliseo (Buenos Aires)

Jueves 15 de marzo de 2012 – 21:00 hs.

 

Le voy a confesar algo: no soy supersticioso, ni cabalista, ni fetichista, ni nada que se le parezca. Se lo comento porque me han llegado comentarios, mensajes, murmullos, anónimos de que me han visto realizar acciones reñidas con la inteligencia, el buen juicio, la razón o el pensamiento.

Todo porque alguno (en realidad algunos) dice(n) haberme sorprendido en situaciones poco felices y rayanas “con la estupidez suprema” (sic).

Debo reconocer, no obstante, que algún desliz pude haber cometido; pero nada que justifique el escarnio, el destierro, la hoguera, el aislamiento, el encierro, el desprecio, la humillación, el ultraje, la ofensa, la excomulgación o el descenso.

 

Se me acusa de haber echado por tierra mis convicciones por algunos hechos aislados, fortuitos, nimios, insignificantes y hasta falaces. Se ha dicho que he evitado pasar por debajo de escaleras, que cambié de dirección al divisar un gato negro, que toqué madera, crucé los dedos y no me vestí de amarillo; que he ido por doquier munido de una pata de conejo, una herradura y un trébol de cuatro hojas; que me he levantado con el pie derecho, que enderecé cuadros torcidos, que evité romper espejos, derramar sal y vino, apoyar sombreros en la cama y zapatos sobre la mesa, dejar la tijera abierta y abrir paraguas bajo techo; y que compré, además, una buena cantidad de perejil…

 

Niego rotundamente lo antedicho; pero si se presentara una situación que lo amerite, no dudaría en volver a realizarlas (¡?).

Porque vaya uno a saber si la presencia de John Zorn – Masada no se concretó gracias a determinados artilugios como los expuestos, habida cuenta de la larga espera y de tantas promesas incumplidas. En fin… usted gana… no creo que sea necesario adjudicarme honores que desmerezco; pero sincera y humildemente estoy prácticamente convencido de que si Masada vino a Buenos Aires ha sido, segura y esencialmente, por haber renunciado al menos temporalmente a mis arraigados principios habiendo pasado a formar parte, circunstancialmente, del equipo de la chusma. Y por los buenos oficios de la gente de Tribulaciones Live, responsables del evento.

No quiero caer en la desalmada tentación de que el fin justifica los medios; pero contésteme sin repetir y sin soplar: ¿acaso Masada no actuó en Buenos Aires por vez primera? No más preguntas, diría el abogado ítalo-norteamericano Anthony Petrocelli (con Barry Newman, Susan Howard y Albert Salmi).

 

John Zorn, lo hemos comentado en reiteradas oportunidades en este site, “es uno de los músicos más creativos e influyentes de los últimos 50 años gracias a una apertura artística envidiable, a un carácter compositivo riguroso y prolífico y a la –aparentemente- imperiosa necesidad de derribar estereotipos y sobrepasar límites pre-existentes, le guste a quien le guste y moleste a quien moleste.”

Nació en New York en 1953 y conformó algunas de las agrupaciones necesarias para comprender de qué hablamos cuando nos referimos a la música creativa del presente milenio. No tema, no lo llenaremos de datos ni de nombres. Simplemente mencionaremos que Naked City, Bar Kokhba, Painkiller, Cobra, Moonchild, Hemophiliac, Zorn-Lewis-Frisell, Sonny Clark Memorial Quartet y Downtown Lullaby, entre otros, han sido proyectos que lo han tenido como líder o co-líder. Además de los Filmworks (serie de unos 25 álbumes a la fecha), los homenajes a Morricone, Godard, Duras y Coleman, la docena de CD’s de la serie 50th. Birthday Celebration y la creación, en 1995, del sello discográfico Tzadik, dedicado a la música de vanguardia y que cuenta en su catálogo con más de 400 títulos.

 

Y, por supuesto, está Masada con sus distintas formaciones: Masada String Trio, Masada Sextet, Electric Masada, Masada Quintet y el que nos ocupa en esta ocasión, el Masada Quartet o bien John Zorn – Masada, que debutó discográficamente en 1994 registrando 10 álbumes en estudio, varios más en concierto y el DVD Masada Live at Tonic 1999 (editado en 2004). El cuarteto no ha sufrido modificaciones en su personal, salvo en alguna esporádica ocasión. Cuatro músicos de excepción, extraordinarios, líderes de banda y con un currículum más que envidiable: John Zorn en saxo alto, composición y arreglos, Dave Douglas en trompeta, Greg Cohen en contrabajo y Joey Baron en batería.

La propuesta de John Zorn – Masada se centra en lo que podríamos definir como jazz judaico pero donde además se dejan traslucir estiletazos de avant-garde, free jazz, libre improvisación, klezmer (cómo no…) y un generoso guiño a la música de un tal Ornette Coleman.

 

Masada se encuentra en Israel, en la región oriental del desierto de Judea. En los últimos estertores de lo que se ha dado en llamar Primera Guerra Judeo-Romana (o bien Gran Revuelta Judía) y cuando las tropas del Imperio Romano asediaban la fortaleza, los defensores –adivinando que la derrota sería inminente- decidieron realizar un suicidio colectivo para no ser vencidos ni caer en manos del enemigo. Dicha fortaleza fue declarada Parque Nacional de Israel en 1966, forma parte dela Reserva Natural del Desierto de Judea desde 1983, es considerada Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 2001 y, en la actualidad, es un destacado sitio turístico…

Este (según cuentan) dignísimo canto a la resistencia tiene su correlato en la propuesta innovadora, vanguardista y atemporal del cuarteto liderado por John Zorn. Ajeno a los convencionalismos de un género (el jazz) al que a priori pertenece, la generosa y deslumbrante propuesta de Masada va más allá de todo rótulo o clasificación gracias a los numerosos (¿infinitos?) recursos técnicos de cada uno de sus integrantes pero sin caer en el virtuosismo estéril sino utilizándolo en beneficio de una música que emana una irrenunciable libertad artística.

De todas maneras, y a pesar de lo escrito hasta aquí, no vaya a creer que mis expectativas eran desmedidas ni mucho menos… Apenas tenía una buena dosis de ansiedad, tensión, nerviosismo, ilusión, inquietud y excitación.

Nada más.

 

Cuando a las 21:38 hs. el cuarteto atacó con Tharsis (inédito en estudio) con Joey Baron y Greg Cohen ofreciendo una base tan monolítica como atractiva y John Zorn y Dave Douglas al frente, compartiendo el liderazgo, me animo a afirmar que la idea de “una noche mágica” sobrevoló por la cabeza de la mayoría de los asistentes (¿apenas la mayoría?). La versión de 14 minutos bien puede servir como un muestrario acertado de las bondades del cuarteto, con Baron haciendo maravillas con palmas y dedos sobre los tambores, un melódico solo de John Zorn que recordó al Sonny Clark Memorial Quartet, la justeza sin fisuras de Greg Cohen, una intervención de Dave Douglas (en trío, sin el líder) con la técnica al servicio de la música (y no como ocurriera otrora, basta recordar la actuación que también en Buenos Aires realizara junto al pianista Misha Mengelberg) y un final con Masada explotando permitiéndose (todos) una infrecuente y lúdica lucidez.

 

Que John Zorn no vino a Buenos Aires para resultar simpático o caer en la habitual demagogia de la mayoría de los artistas que nos visitan, también quedó en evidencia cuando, desde algún lugar del teatro, alguien gritó “I love you, Zorn!!!”. El neoyorquino respondió tomándose –de manera tan burda que provocó la carcajada general- los testículos. Y tras cartón, una demencial versión de Sippur (originalmente editado en The Circle Maker, pero nunca registrado en estudio por Masada) con su inocultable free, sonidos guturales, Baron y su bombardeo percusivo, histeria, paranoia, un breve pasaje que remitió al straight ahead, dosis de clásica contemporánea, riesgo, desafío, convencionalismo cero y la idea de que estábamos frente a una versión acústica de Naked City.

 

Mibi, que tampoco fue registrada por el cuarteto en estudio y que pertenece a Azazel: Book of Angels Vol. 2 (del Masada String Trio), ofreció una suerte de punto imaginario en el que confluyeron destellos de música latina y klezmer. Breve y genial.

Rahtiel (grabada por el Masada Quintet en Stolas: Book of Angels Vol. 12) muestra en su inicio a Greg Cohen en soledad mostrando, además de su pericia y ductilidad, cariño y respeto para con su contrabajo. El cuarteto se sumerge en un lamento lindante con el spiritual, pero éste es el momento de Cohen, apoyado por Baron, primero con un sutil juego en escobillas y luego llamándose a silencio para observarlo embelesado. Pero el contrabajista lo seduce y el baterista no resiste, se entusiasma yla rompe. La precisión es asombrosa.

 

Llega un verdadero tour de force de la banda; esta vez con una composición que sí fuera grabada por el cuarteto en su quinto álbum titulado Hei, y que sirve de “excusa” para que Joey Baron demuestre de manera acabada su infinita variedad de recursos. Beeroth es irresistible; la performance del baterista provoca que sus compañeros lo observen incrédulamente, sin poder disimular la fascinación ante la exuberancia, destreza, sutileza y autocontrol de un baterista extraordinario y, tal vez, el máximo referente en su instrumento surgido en los últimos 30 años.

 

La mesura con aires cinematográficos se hace presente en Kochot (también originalmente aparecida en The Circle Maker) que incluyó una ascética y exquisita intervención del trompetista Dave Douglas. Y que tuvo su correlato en Tagriel (de Stolas: Book of Angels Vol. 12), con Joey Baron brindando con las mazas una gran base para que irrumpa John Zorn, primero sutilmente, luego exprimiendo su instrumento con una técnica deslumbrante, con sonidos que parecían extraídos de un sintetizador. Lo sucede otra aparición ubicua de Dave Douglas hasta regresar al motif incial. Un momento envolvente, enigmático, adictivo.

El final oficial es con Haamiah (otra de Stolas…), con el cuarteto atacando como si el técnico fuera Bielsa: todos al frente. La base brinda un complejo entramado que, de tan simple que lo hacen parecer, (me) produce cierto fastidio e impotencia. Porque parace tan fácil…  La base a cargo de Greg Cohen y Joey Baron es fantástica, provocando una plataforma de lanzamiento ideal para las intervenciones solistas de Dave Douglas y John Zorn.

 

El primer bis, Psisya, también pertenece a Stolas… Antes, un alarido de un espectador no sólo provocó las sonrisas generalizadas sino que pareció leer el pensamiento de unos cuantos: “¡¡¡Zorn, empezá de nuevo!!!” La balada me hizo reflexionar y preguntarme cuánto tiempo hacía que un concierto de jazz no me emocionaba… pero una emoción profunda, donde se saludan la angustia y la sonrisa, algo así como lo referido por Ernesto Sábato en Sobre héroes y tumbas cuando Alejandra lo miraba asombrada a Martín ante una curiosa combinación de risa y llanto.

El final llegó de la mano de la extraordinaria Piram (desde Beit, el segundo álbum del cuarteto), con los músicos en estado de explosión permanente, divididos por momentos en dos bandos claramente diferenciados pero no anárquicos (Cohen – Baron por un lado, Zorn – Douglas por el otro) y dejando la sensación de que ya está, basta, no hace falta más, fue un abuso, un lujo, un placer, un tantas cosas…

 

John Zorn – Masada se presentó por primera vez en Buenos Aires en un concierto que duró casi 80 minutos. Fue una noche extraordinaria, maravillosa, irrepetible. John Zorn parece haber heredado el espíritu de aquellos guerreros; sin la intención de suicidarse, pero sí con la necesidad de defender su arte con sus armas, que no son pocas, y contando con laderos ideales para la cristalización de una propuesta que lo tiene como un líder no invasivo.

Ya le comenté al principio de esta nota que no soy amigo de las cábalas, ni soy supersticioso, ni nada.

Pero si me aseguran un concierto como el ofrecido por John Zorn, Dave Douglas, Greg Cohen y Joey Baron, empezaría a pensarlo nuevamente… quiero decir… seriamente.

Ahora… después de un concierto como éste, sería necesario, lógico, que elevemos la vara a la hora de evaluar y que a tantos músicos en piloto automático empecemos a exigirles más.

Porque ya quedó manifestado que se puede.

John Zorn – Masada, en uno de los mejores conciertos de jazz del presente milenio, lo hizo. Lo que amerita la pregunta: ¿Y después de esto… qué?

 

Marcelo Morales

 

Nota: Las imágenes del concierto han sido cedidas gentilmente por Laura Tenenbaum www.lauratenenbaum.com.ar

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