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Skogen: Ist gefallen in den Schnee

Ist gefallen in den Schnee

 

Músicos:

Magnus Granberg: piano

Angharad Davies, Anna Lindal: violín

Leo Svenssson Sander: cello

Erik Carlsson: percusión

John Eriksson: vibráfono, crotales

Petter Wästberg: electrónicos

Henrik Olsson: cuencos, vasos

Toshimaru Nakamura: no-input mixing board

 

Sello y año: Another Timbre, 2012

Calificación: A la marosca

 

Pocos lugares existen a los que me parezca tan grato regresar como aquellos en los que nunca he estado (Charles Dickens)

 

El oxímoron es la combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabras o expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido. En el campo de la retórica se denomina oxímoron a todo recurso del lenguaje o figura literaria consistente en la unión de dos términos contradictorios que, lejos de excluirse, se complementan para crear un tercer concepto o para resaltar el mensaje que transmiten. La palabra oxímoron tal vez no forme parte del vocabulario de la mayoría de las personas; no obstante, cabe afirmar que dicha figura retórica aparece con frecuencia en nuestra vida cotidiana cuando –por citar unos pocos casos-  se habla de “realidad virtual”, “déficit cero”, “ciencia ficción”, “café descafeinado”, “sana envidia”, “única opción”, “encontrarse perdido”, ‘frío infernal” o “tensa calma”.

La idea de complementar una palabra con otra que tenga un significado opuesto también puede ocultar, bajo su apariencia absurda y sentido metafórico, un agudo sarcasmo. A modo de ejemplo ahora viene a mi mente aquella memorable frase de Groucho Marx que –oxímoron mediante- decía: “la inteligencia militar es una contradicción de términos”.

En la literatura abundan lustrosos ejemplos en el uso del oxímoron: William Shakespeare en la tragedia Romeo y Julieta habló de un “santo maldito, honorable villano, engaño leal’; Lope de Vega -en su soneto Sosiega un poco, airado temeroso– pedía “déjame en paz, pacífico furioso, villano hidalgo, tímido arrogante, cuerdo loco, filósofo ignorante”. Mientras que Charles Baudelaire, en su poema Las Dos Buenas Hermanas, detallaba “placeres espantosos y dulzuras horrendas”, Rodrigo Cota de Maguaque -en Blindes Schauen, dunkle Leuchte– imaginó una “vista ciega, luz oscura, gloria triste, vida muerta” y Jorge Luis Borges describía el andar de un personaje de El Aleph como “una graciosa torpeza”. De todos modos, si existe un arquetipo de oxímoron es –justamente- la palabra oxímoron, ya que su raíz etimológica proviene de un helenismo que une los lexemas oxýs (agudo, punzante) con morós (fofo, tonto).

 

A estas alturas usted debe intuir claramente adónde voy con todo esto; pero si no lo sabe aun, no seré yo quien se lo explique porque para eso están los que sí lo saben (¡?). Además tengo dos razones indiscutibles para semejante afirmación: la primera yla segunda. Ycréame que está bien que así sea, porque si hubiera una tercera, una cuarta o una quinta, las razones indiscutibles ya no serian dos sino… tres, cuatro o cinco.

Entretanto, aprovecho para decirle que lo contrario al oxímoron es el pleonasmo. Término que describe a la figura retórica que consiste en la adición de palabras que no son necesarias en una frase, debido a que su significado está implícitamente incluido en ella. El pleonasmo se manifiesta sutilmente en frases como “constelación de estrellas” (una constelación es siempre un conjunto de estrellas), “polos opuestos” (los polos son opuestos por definición) o “funcionario público” (un funcionario es aquél que desempeña un cargo público) y también en redundancias explícitas (aunque algunas parezcan auténticas “rebuznancias”) tales como “callate la boca”, “entrar adentro”, “beber líquidos”, “comete la comida” y ni qué hablar de aquellos que están orgullosos de ser “padre de tres hermosos hijos” -como si les fuera posible ser padre de un nieto, un cuñado o una tía- o de quienes aseguran haber visto algo “con sus propios ojos” (si usted puede ver las cosas con los ojos de su hermana, avíseme) o hablan de sus “proyectos a futuro” (acá no estoy tan seguro, de hecho tengo en mente varios proyectos para modificar mi pasado). La verdad es que muchos de estos pleonasmos me dibujan una sonrisa en los labios; lo cual también es un pleonasmo ya que no conozco a nadie que sonría con la nariz, los tobillos, el hueco poplíteo o el músculo esternocleidomastoideo.

 

Ahora que tenemos en claro que el oxímoron no es un medicamento ni el pleonasmo una enfermedad (aunque ante un cuadro de pleonasmo no dudaría en recetar un oxímoron cada seis horas), podemos regresar a la frase de Charles Dickens que encabeza este comentario. Su ubicación de privilegio en el texto no sólo obedece a que su enunciado incluye un oxímoron ni se debe únicamente a que la escucha repetida del álbum Ist gefallen in den Schnee provoca una sensación auditiva similar al pensamiento enunciado por Dickens, sino también a que la propuesta de Skogen sólo puede describirse de manera apropiada mediante el uso indiscriminado del oxímoron. Hablar de la estética de esta banda originaria de Estocolmo y liderada por el pianista sueco Magnus Granberg, implica recaer en contradicciones u opuestos aparentes tales como “improvisación escrita”, “composición improvisada” o –según su autor- “obra semi-compuesta” y nos puede llevar a ensayar alguna descripción bufa como “jazz camerístico electro-acústico”, música clásica improvisada”, “free-ambient” o “avant-soundscapes” e incluso no faltará quien, al borde del paroxismo y la enajenación definitiva, se arriesgue a definirlo utilizando una palabra ya caída en desuso: “música”.

 

La idea conceptual pergeñada por Magnus Granberg en Ist gefallen in den Schnee se inspira en elementos tonales derivados de un tema de jazz (que su autor dice haber olvidado) y en material rítmico y proporciones temporales provenientes de dos piezas de Franz Schubert extractadas de su ciclo de liederes de 1828 Winterreise, Opus 89 (“Viaje de Invierno”) sobre textos del poeta Wilhelm Muller contenidos en Poemas de los papeles legados por un cometa del bosque errante. Canciones de la vida y el amor, de 1823. De hecho, el título del álbum de Skogen es un fragmento proveniente del primer verso de una de esas canciones –Wasserflut (Torrente)- cuyo texto original en alemán dice: Manche Trän’ aus meinen Augen; Ist gefallen in den Schnee; Seine kalten Flocken saugen, Durstig ein das heiße Weh” (“Muchas lágrimas de mis ojos han caído en la nieve; sus fríos copos beben sedientos el cálido aliento”).

La obra de Skogen armoniza los contrastes implícitos en esas fuentes de inspiración a través de un lenguaje musical cercano a la icónica visión composicional de John Cage y, muy especialmente, de Morton Feldman. En su diseño estético se asocian algunos conceptos innatos a la idea comprendida en las “piezas gráficas indeterminadas” de Feldman (en donde el compositor sólo sugiere cómo tratar el material dejando la decisión final a elección del intérprete), el empleo de una inusual agrupación de instrumentos, la ausencia de clímax y crisis (factor que puede sorprender a oídos acostumbrados al drama musical), duración excesiva (la única pieza incluida en el álbum supera los sesenta minutos y se desarrolla sin interrupciones ni detenciones), la utilización de módulos repetitivos de evolución lenta que reemplazan la idea de variación tradicional por un proceso gradual de mutación, un pertinaz sentido de espacialidad asociado al expresionismo abstracto, el tratamiento del sonido como algo que tiene sentido más allá de la melodía o la armonía y, en definitiva, una innegable aspiración por conciliar músicas con diferentes connotaciones sociales mediante una disposición integradora que permita al compositor habitar en un mismo plano que el oyente.

 

En Skogen, la búsqueda deliberada de integrar los opuestos se acentúa mediante una disposición tímbrica que confronta instrumentos tradicionales representados por el piano de Magnus Granberg, los violines de Angharad Davies y Anna Lindal y el cello de Leo Svenssson Sander con los electrónicos de Petter Wästberg o la música no idiomática que provee la no–input mixing board (mesa mezcladora que se retroalimenta en forma continua sin fuentes externas) de Toshimaru Nakamura y enfrenta a los instrumentos de percusión “convencional” a cargo de Erik Carlsson y John Eriksson con los objetos (vasos y cuencos) utilizados por Henrik Olsson.

Magnus Granberg, en Ist gefallen in den Schnee –de igual modo que lo que ocurre con un oxímoron-, hace que esos opuestos se integren para crear un nuevo concepto en donde sus componentes, en lugar de excluirse, se complementen. Por ello, en el álbum de Skogen las referencias a la música de Schubert asoman, es cierto, pero sin ceder plenamente a ellas ni aceptando la concepción decimonónica del romanticismo clásico; en tanto que las influencias provenientes del jazz se manifiestan en la prerrogativa adjudicada a la improvisación pero desechando las metodologías convencionales del género para entronizar en su lugar la “emisión de sonido” por sobre la interpretación.

 

El fascinante mundo sonoro diseñado por Skogen –sorprendentemente vanguardista y placentero, paradojalmente contemporáneo y fuera de su tiempo- es gobernado por el micro-cromatismo y texturas similares pero en perpetuo movimiento que van creando una falsa sensación de inmutabilidad que hace imposible definir partes o relacionar algo con el comienzo o el final. Todo esto nos va conduciendo sutilmente a no esperar nada en particular de la obra, salvo dejarnos llevar hasta alcanzar una sensación de abandono.

Hasta alcanzar un estado en donde ya no importan las fuentes de inspiración ni las influencias. Hasta alcanzar ese instante supremo en donde sólo existe la música.

 

Después de escribir una pieza ya no importa el tema en que se inspiró, sólo queda la música (Morton Feldman)

 

Sergio Piccirilli

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