Ayler Records x 3: Marc Ducret / Alexandra Grimal / Sleeping in Vilna
Ayler Records x 3: Marc Ducret / Alexandra Grimal / Sleeping in Vilna
La gota horada la piedra, no por la fuerza, sino por la constancia (Ovidio)
La constancia es el concepto que describe la firmeza y perseverancia del ánimo en las resoluciones y en los propósitos. La constancia es una virtud que nos conduce a realizar lo necesario para alcanzar las metas que nos hemos propuesto sin perjuicio de las dificultades que deban enfrentarse. Asimismo, se puede colegir que la constancia contrarresta los efectos de un contexto como el actual, que promueve los logros fáciles, la pereza creativa, un temperamento tendiente a la ley del menor esfuerzo, la ausencia en la elaboración de planes a largo plazo y en donde parecemos compelidos a obtener los objetivos trazados de manera inmediata y sin que sea necesario un esfuerzo real. Por ello podemos convenir que el ejercicio de la constancia templa el espíritu, fortalece la voluntad, evita el desaliento ante las dificultades, robustece la determinación en nuestras decisiones, acrecienta el sentido de responsabilidad, permite asumir retos concretos y cumplirlos, nos otorga la convicción para llevar adelante nuestros anhelos e induce a sentirnos satisfechos y en plenitud con los logros obtenidos.
El término constancia, en su segunda acepción, también sirve para representar la “acción y efecto de hacer constar algo de manera fehaciente” e indica la “certeza o exactitud de algún hecho”.
Lo cierto es que ambos significados de la palabra constancia –es decir, la constancia entendida como virtud o en cuanto a la acción que permite documentar la veracidad de un suceso- se adecuan a la perfección para figurar el trayecto recorrido por la casa discográfica Ayler Records, ya que no sólo mantuvo incólume a través de los años la prosecución de sus objetivos fundacionales sino que, además, ha sabido documentar fehacientemente cada uno de los actos que fue eslabonando en pos de sus metas.
Este sello constituido en Suecia a instancias de Jan Ström y Ake Bjurhamn en 2000 –hoy con base en Francia y a las órdenes de Stéphane Berland- ha mantenido su fidelidad con la idea de divulgar los principios basales del free-jazz en comunión con las nuevas formas de la música libremente improvisada, pero cuidándose de dejar testimonio de esa búsqueda mediante un asombroso catálogo que incluye material de archivo y flamantes grabaciones de algunos de los más prestigiosos cultores de la música creativa del nuevo milenio.
A modo de ejemplo de lo actuado por Ayler Records, nos referiremos brevemente a tres de los registros más recientes del sello capitaneado por Stéphane Berland: Tower, Vol. 4 de Marc Ducret; Andromeda de Alexandra Grimal y Why Waste Time de Sleeping in Vilna.
From a Distant Land, Sur l’Electricité, Sisters, Real Thing #2, Real Thing #1, Ada, … A Distand Land, Sybil Vane, Electricity
Músico:
Marc Ducret: guitarra acústica
Sello y año: Ayler Records
Calificación: Dame dos
Marc Ducret es uno de los guitarristas más sobresalientes y significativos de nuestro tiempo. Sus innegables cualidades estilísticas y el riguroso compromiso estético que lo distingue se han manifestado en el rol de liderato con el Marc Ducret Trio (con Eric Echampard y Bruno Chevillion), al frente del ensamble extendido Le Sens de la Marche; en el emprendimiento colectivo Un Sang D’encre (junto a Vigroux, Rayon, Bourg y Keller), en el dúo que integra con el pianista Benoit Delbecq, en las colaboraciones aportadas a favor del Samuel Blazer Quartet y el Angélica Sánchez Quintet y en la dilatada sociedad musical que lo une al saxofonista Tim Berne materializada en las agrupaciones Big Satan, Bloodcount, Caos Totale, Science Friction y The Sevens.
En los últimos años Marc Ducret estuvo abocado a desarrollar un ambicioso proyecto –bajo el denominativo Tower– inspirado en un hermético pasaje de la inconmensurable novela de Vladimir Nabokov Ada o el Ardor; obra en la que su autor -a partir de una crónica retrospectiva de los encuentros y desencuentros de dos hermanos que, desconociendo su verdadera filiación, se enamoran el uno del otro- se conjugan el erotismo, una reformulación del andrógino platónico, el incesto, los tabúes sociales y una profundización en la naturaleza filosófica del concepto de tiempo.
Del proyecto Tower Marc Ducret dio a conocer en 2011 los –magníficos- volúmenes 1 y 2; el primero, en compañía del quinteto que completan Kasper Tranberg en trompeta, Matthias Mahler en trombón, Fred Gastard en saxo bajo y Peter Bruun en batería y el segundo, junto al cuarteto franco-estadounidense integrado por el saxofonista Tim Berne, el violinista Dominique Pifarély y el baterista Tom Rainey.
Ahora nos llega (y salteando el orden natural, ya que el volumen tres –en quinteto con Copp, Mahler, Persigan y Lemetre- aún no ha sido editado) el sorprendente Tower, Vol. 4, trabajo en el que Ducret se presenta en solo de guitarra acústica.
Los nueve temas que conforman este trabajo hurgan en las cualidades sonoras inexploradas de la guitarra acústica pero –a pesar de la complejidad derivada de un uso no estándar del instrumento, la utilización de recursos de atonalidad libre y de patrones rítmicos asociados a lo que John Cage denominara “proporciones anidadas”- el álbum termina proporcionando una experiencia auditiva tan íntima y cálida como sorprendemente accesible.
Es cierto que la variedad de recursos, climas e imaginación que transita cada una de las piezas impiden hacer un análisis exento de profundidad; pero, aun así, podemos resaltar algunos de sus aspectos más sobresalientes. En From a Distant Land asoma un carácter meditativo y exótico acentuado por la extracción desde la guitarra de sonoridades propias de un koto japonés; la breve versión de Sur l’Eectricite (pieza que ya fuera incluida en el álbum Tower, Vol. 2) está atravesada por líneas atonales y pasajes de extrema abstracción; la espaciosa Sisters abreva con éxito en sonidos infrecuentes para una guitarra acústica y las oblicuas relecturas de Real Thing #2 y Real Thing #1 (ambas provenientes del álbum Tower, Vol. 1) están plagadas de asimetrías, inhabituales resoluciones armónicas y climas en contraste de extraña belleza. Mientras Ada es gobernada por amplios espacios, estratégicos silencios y sorpresivos giros melódicos, …A distand Land oficia como una especie de secuela abreviada del tema de apertura; en tanto que Sybil aglutina una sonoridad que recuerda vagamente a Ralph Towner en comunión con rupturas e innovadores movimientos armónicos para, finalmente, concluir en un gesto de complicidad con el oyente mediante una imaginativa –y muy personal- recorrida por los contornos melódicos de la balada de Joni Mitchell Electricity del álbum For the Roses de 1972.
Tower, Vol. 4 quizás no termine siendo uno de los álbumes más visitados en la discografía de Marc Ducret pero permite conocer un aspecto menos conocido de su obra y es, además, un paso invalorable en el conocimiento de las nuevas posibilidades sonoras de la guitarra acústica.
Little Step, Orion, Cassiopée, Algieba, Ulysse, Andromeda
Músicos:
Alexandra Grimal: saxo tenor, saxo soprano
Todd Neufeld: guitarra acústica, guitarra eléctrica
Thomas Morgan: contrabajo
Tyshawn Sorey: batería
Sello y año: Ayler Records, 2012
Calificación: Está muy bien
La notable saxofonista y compositora Alexandra Grimal es una de las figuras más destacadas de la escena jazzística francesa. Su periplo artístico la encuentra encabezando el estelar cuarteto que motiva esta reseña y también abrazada a proyectos colaborativos como Dragons (con Nelson Veras en guitarra, Jozef Dumoiin en piano eléctrico y Dré Pallemaerts en batería), Black Dragon (junto a Lynn Cassiers, Nelson Veras, Marc Ducret, Benoit Delbecq, Jozef Dumoulin, Gilbert Nouno y Stephane Galland), Dragon Blanc (también con Veras y Doumolin) y en múltiples colaboraciones junto a músicos de la talla de Bruno Chevillon, Eve Risser, Joelle Leandre, Jarmo Savolainen, Marcus Gilmore, Yaron Herman y Jean-Jacques Avenel, entre otros.
La discografía de Alexandra Grimal incluye a sus álbumes como líder Shape de 2009, Seminare Vento en 2010 y Owis Talk de 2012 (este último en compañía de Lee Konitz, Gary Peacock y el recientemente fallecido Paul Motian), las producciones realizadas en sociedad con el pianista Giovanni Di Domenico (Ghibli de 2011) y con el tecladista Jean-Jacques Birge (Transformation de 2012) y las aportaciones en su rol de sesionista materializadas en Hotaru de 2007 del Ruben Samana Quintet, en Do Alma de 2008 integrando el cuarteto de Julio Resende, en el álbum de Frédéric Norel Dreamseekers de 2009, en sendas colaboraciones con el grupo You Had Me Hello (I Have Seen the Future de 2009 y en Meet Oliver Lake y Meet Ab Baars & Michael Moore de 2010) y en Dodecasongs, de 2012, secundando a la arpista Isabelle Olivier.
La deliberada búsqueda por evitar encasillamientos que emana del alegato estético de Alexandra Grimal se prolonga y profundiza ahora a través de su más reciente trabajo: Andromeda.
Para este álbum, Grimal se inspiró en la observación del cielo durante una noche estrellada en ocasión de hallarse en el afamado enclave de arte MacDowel Colony de la ciudad de Peterborough, New Hampshire. (Cabe recordar que la galaxia de Andrómeda es el objeto visible a simple vista más alejado de la Tierra pero su observación sólo puede llevarse a cabo en zonas alejadas de los núcleos poblacionales y fuentes de contaminación lumínica). La resultante de esa piedra basal de inspiración en que se funda, es una obra de carácter introspectivo, ascético e ingrávido que articula elementos asociados al minimalismo, la improvisación libre y el jazz de cámara, en comunión con inocultables referencias composicionales provenientes –entre otros – de Morton Feldman y John Cage. En ese sentido, resulta más que atinada la incorporación al proyecto del baterista Tyshawn Sorey, el guitarrista Todd Neufeld y el contrabajista Thomas Morgan; no sólo por tratarse de músicos talentosos y de probada eficacia sino también porque los tres formaron parte, en 2009, de un álbum con marcadas similitudes estéticas como es Koan del Tyshawn Sorey Trio.
Little Step propulsa un detallado tránsito de interacción espontánea caracterizado por la importancia adjudicada a los silencios, la lentitud de movimientos y cuya construcción sonora parece perforar los límites entre lo audible y lo inaudible.
El clima introspectivo se prolonga en Orion con un enfoque minimalista, ausencia deliberada de clímax y crisis, enlazando pequeñas células melódicas y haciendo que los sonidos aparenten desvanecerse en el espacio. En Cassiopée aflora con fuerza un temperamento contemplativo, que progresa en dirección a formas de improvisación relativamente estructuradas, hasta confluir en un clima etéreo y vaporoso signado por escasos movimientos armónicos y sutiles efectos ornamentales.
Mientras Algieba alterna abstracción, dinámica y silencios, el tema que da nombre y cierre al álbum va evolucionando lentamente desde una impronta que asocia al jazz con la música de cámara, para luego coronarse en una coda gobernada por prolongados silencios y con una pátina sonora que parece provenir más de un proceso de meditación búdica que de la necesidad de alcanzar un remate puramente musical.
Alexandra Grimal configura en Andromeda un magnífico trabajo cuyo goce y disfrute estético se va acrecentando exponencialmente en sucesivas audiciones.
Sleeping in Vilna: Why Waste Time
Let Nobody, Million Knots, Odd Soul, Entropy, Angels Crazy, Why Waste Time, Past Chaser, Marvelling, Drenched in Us, The Chew Voices, Steppe Together, In a Name, Oh Honey
Músicos:
Carol Robinson: clarinete, voz
Mike Ladd: voz, synthi
Dave Randall: guitarra
Dirk Rothbrust: batería, percusión
Sello y año: Ayler Records
Calificación: A la marosca
La música creativa del siglo XXI ha venido caracterizándose por una amalgama de tendencias divergentes y hasta contrapuestas en las que, a veces, resulta difícil encontrar un hilo conductor. Sin embargo, frente a esa nueva complejidad, pueden encontrarse simplicidades tan viejas e inalterables como un cabal entendimiento de la música como lenguaje, su aplicación como instrumento de comunicación interpersonal y una profusa utilización de las cualidades del sonido para la manifestación de emociones, sentimientos e ideas.
En ese contexto han emergido corrientes que reflejan la intertextualidad y la multiculturalidad, así también como asoman experiencias que abogan por una elaboración de conceptos asociados a la música libremente improvisada, la idea de paisaje sonoro, las músicas sónicas o los poemas sonoros. No obstante, del mismo modo que la vanguardia del siglo pasado desmontó el sistema tonal a favor de la revolución armónica, el dodecafonismo o la atonalidad, las expresiones punteras del arte musical del nuevo milenio han ido reemplazando los dogmas impuestos por la tradición, las fronteras de géneros y estilos y los encasillamientos estructurales entre sonidos musicales y no musicales, por una búsqueda tendiente a generar un “despertar” estético a través de un diálogo abierto –e incluso, aleatorio- entre distintas culturas y disciplinas artísticas, cuyo resultado luce cada vez más alejado de los productos musicales de consumo masivo promovidos por el sistema y los medios dominantes.
En ese sentido podría aseverarse que el álbum Why Waste Time del sorprendente quinteto Sleeping in Vilna – más allá de las subjetividades propias de valoraciones estéticas y gustos personales- es un auténtico arquetipo de los modos libertarios y sin fronteras que distinguen a la música creativa de nuestro tiempo.
Sleeping in Vilna testimonia una declaración artística clara, muy personal, novedosa e inquietante fundada en un infrecuente mosaico sonoro donde confluyen la poesía urbana, el arte hip hop y el uso de un arcaico sinthi -sintetizador análogo portátil utilizado a principios de los setenta- a cargo de Mike Ladd (artista ampliamente reconocido tanto por su obra solista como por los proyectos multimedios junto a Vijay Iyer como In What Languaje?, Still Life with Commentator y Holding it Down: The Veterans’ Dream Project), el equivalente dominio de música clásica contemporánea y vanguardia que surge del clarinete de Carol Robinson (quien acredita una discografía que incluye trabajos basados en sus propias composiciones y también en las de autores del calibre de Luigi Nono, Giancarlo Scelsi y Morton Feldman), los innovadores arrestos percusivos que propulsa el experimentado baterista Dirk Rothbrust (su currículo abarca desde aportes en el Ensemble Modern de Frankfurt y Kammerensemble Neue Musik hasta colaboraciones con el inclasificable Full Blast and Friends) y la infinita sonoridad que despliega la autorizada guitarra de Dave Randall (Slovo, Faithless, Sinead O’Connor, Max Roach, etc.).
La pátina de incontrastable originalidad que provee la alineación tímbrica utilizada en Sleeping in Vilna, la hibridación de los mundos sonoros que aportan cada uno de sus miembros, el aprovechamiento de múltiples realidades musicales a través de la libre improvisación y el sentido de unidad subyacente que aflora en su propuesta colectiva, hacen de este proyecto un legítimo paradigma de la búsqueda contemporánea por expandir los horizontes de la creatividad musical.
En el fantástico viaje que propone Why Waste Time se suceden los climas ambivalentes y exploratorios del magnético Let Nobody; el sórdido y espacioso temperamento elaborado a través de la convergencia de sonidos y palabras en Million Knots, la fina ornamentación que adornan los cuestionamientos surgidos de los textos en Odd Soul, el espíritu del hip hop y el rap que emana de Entropy; el contraste entre los vaporosos modos de la música de cámara y la desnudez del folk en Angels Crazy; las imágenes sonoras cargadas de tensión que se desprenden de Why Waste Time y el arrebato catártico de rock y música electrónica experimental que expresa Past Chaser.
El tramo final del álbum atraviesa una abstracta visión del pop alternativo en Marvelling, ofrece una atmósfera opresiva que evoluciona de manera inesperada en Drenched in Us, asume un carácter nostálgico en el breve The Chew Voices, se aproxima al formato balada y se carga de un nostálgico romanticismo en Steppe Together, elabora un clima sórdido y visceral con vagas reminiscencias de punk-rock en In a Name y concluye en la sutil melancolía que brota del delicioso Oh Honey.
Sin lugar a dudas, Sleeping in Vilna, en Why Waste Time, nos proporciona uno de los alegatos musicales colectivos más novedosos, originales y convincentes de 2012.
En síntesis: Los tres álbumes reseñados son un buen ejemplo de la constancia manifestada por el sello Ayler Records a través de los años, en pos de divulgar las músicas menos acomodaticias. Y más allá de los resultados obtenidos –en este caso excepcionales, por cierto- lo más sobresaliente de su tarea reside en la entrega, el compromiso y el esfuerzo realizado para mantener su rumbo hacia las metas trazadas.
Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa (Mahatma Gandhi)
Sergio Piccirilli