Sex Mob en concierto: La imagen no es todo
The Mint – Los Angeles, California (USA)
Martes 19 de febrero de 2013 – 21:00 hs
El sonido y la música han formado parte del cine desde el nacimiento del séptimo arte. A pesar de que las primeras proyecciones públicas de la invención atribuida a los hermanos Lumiere -llevadas a cabo a partir de 1896- no permitían incorporar sonidos a la imagen, esa búsqueda por unificar ambos aspectos ya se había manifestado con anterioridad al cinematógrafo en las tempranas intenciones de Eadweard Muybridge (creador del zoopraxiscopio -proyector de imágenes situadas en discos de cristal giratorios- en 1888) y Thomas Alva Edison (inventor del quinetoscopio o proyector de animaciones presentado en 1891). Incluso, poco después, este último llegaría a patentar el primer aparato que combinaba la mecánica fílmica con la fonográfica: el quinetófono.
El sonido y la música trabajando en asociación con la imagen, además de intentar reflejar el carácter de lo que sucede en pantalla, aumentan la impresión de realidad, puede dotar de unidad dramática al relato fílmico e inclusive provoca sensaciones que no se desprenden de las imágenes proyectadas. Por ello, el sonido y la música siempre estuvieron presentes en el cine; ya sea con la anexión de músicos en vivo o la creación de artilugios sonoros durante la época del cine mudo o bien a través de la constante evolución del concepto de música cinematográfica principiado con el advenimiento del cine sonoro en 1927 y que, paulatinamente, llegaría a integrar los polisémicos lenguajes implícitos en la avanzada de los medios audiovisuales contemporáneos.
De hecho -como afirma el profesor Michel Chion en su libro de 2005 L´Audio-Vision. Son et image au cinema– las películas se “audioven” debido a que el esfuerzo mental de fusionar imagen y sonido en un film produce una “dimensión de valor añadido” cuyo resultado es ver algo en la pantalla que sólo existe en nuestra mente. En ese mismo sentido, los estudios realizados por los teóricos cinematográficos David Bordwell y Kristin Thompson, señalan que el sonido –ya sea expresado musicalmente o mediante simples efectos sonoros- tiene la capacidad de determinar la forma en que interpretamos la imagen (clarificándola, contradiciéndola o haciéndola ambigua), dirige nuestra atención dentro de ella, otorga valía al uso del silencio como efecto dramático y activa un modo sensorial denominado atención aural (o segunda atención) en donde resulta posible alcanzar un estado de conciencia acrecentada.
La importancia adjudicada a la música en un film puede variar de acuerdo a su intencionalidad artística (y/o comercial) pero nadie podrá negar jamás la capital injerencia de esa sociedad en el relato fílmico. Está claro, por citar un par de ejemplos, que la famosa escena del crimen en la ducha del film de Alfred Hitchcock Psicosis no sería lo mismo sin la secuencia de agudos en violín creados por el compositor Bernard Hermann que anticipa el asesinato de la protagonista; ni la amenazante proximidad del Tiburón en la película homónima de Steven Spielberg tendría la misma fuerza dramática sin los insistentes registros graves del leitmotiv escrito por John Williams.
En la historia del cine existen también muchos directores que supieron mantener, a lo largo de su obra, una fructífera sociedad con destacados compositores. A modo de paradigma bastará con mencionar –además de los ya citados- Alfred Hitchcock y Bernard Hermann, a Sergio Leone y Ennio Morricone, Andrei Tarkovski y Eduard Artemiev, Peter Greenaway y Michael Nyman o Federico Fellini y Nino Rota, entre otros.
La sociedad entre estos últimos, justamente, configura el epicentro musical del álbum Cinema, Circus & Spaghetti (Sex Mob Plays Fellini: The Music of Nino Rota) de 2013 que Sex Mob presentaría en el prestigioso The Mint de la ciudad de Los Angeles.
Este cuarteto liderado por el trompetista, compositor y arreglista Steven Bernstein y que completan Briggan Krauss en saxo alto, Tony Scherr en bajo y Kenny Wollesen en batería, desde su constitución en 1995 ha dado sobradas muestras de capacidad para enhebrar una propuesta estética muy personal y vivaz en donde conviven el jazz tradicional con el blues y el rock y composiciones originales con la adaptación de clásicos provenientes del jazz, la música popular y el cine. El atrapante collage artístico elaborado por Sex Mob está documentado en una notable producción discográfica que comprende a los álbumes Din of Inequity de 1998 (incluyendo el aporte como invitados del tecladista John Medeski y los guitarristas Adam Levy y London McDaniels), Solid Sender en 2000 (con la participación de DJ Logic), Theatre & Dance de 2000, Sex Mob does Bond en 2001 (nuevamente con John Medeski), Dime Grind Palace de 2003 (con contribuciones de Roswell Rudd, John Kruth, Peter Apfelbaum, Mark Stewart, Marcus Rojas y Scott Robinson), Sexotica en 2006 y el álbum en vivo Sex Mob meets Medeski – Live in Willisau de 2009.
La aproximación a la música de las películas del incomparable Federico Fellini materializada en el recientemente editado Cinema, Circus & Spaghetti no es ajena a Sex Mob ni a su líder y no sólo porque el cuarteto, durante la gira denominada Axis of Melody Suitede 2011, incorporó a su repertorio algunas composiciones de Nino Rota sino también porque Steven Bernstein reconoce en Fellini a uno de sus íconos y asegura, además, que su enfoque sobre la música cambió drásticamente después de haber escuchado el álbum de Hal Willmer Amarcord Nino Rota de 1981.
El compositor italiano Nino Rota, en su extensa trayectoria, compuso sinfonías, música de cámara, música para piano y óperas; pero, sin lugar a dudas, fue en la música cinematográfica en donde -merced a su don innato de melodista, la cualidad para captar la esencia popular y traducirlas en partituras de un iluminado costumbrismo, el acrisolado ejercicio tonal, las influencias heredadas del impresionismo, la atractiva sencillez del estilo neo-romántico y su audacia para mantener la autonomía de la partitura en relación al relato fílmico- alcanzaría el cenit de su obra musical.
Las composiciones cinematográficas de Nino Rota engalanaron los filmes de algunos de los directores más destacados de su tiempo: de Luchino Visconti a Francis Ford Coppola, de Lina Wertmuller a Franco Zeffirelli y de René Clément a Sergei Bondarchuck ;pero no caben dudas de que su gran aliado en ese campo fue Federico Fellini, ya que Rota –entre 1952 y 1979- aportó la música en dieciséis de sus películas.
Una de las contribuciones más recordadas de Nino Rota al cine de Fellini fue en Amarcord de 1973. Y, justamente, la apertura del concierto de Sex Mob estaría consagrada a recrear –en un extenso segmento sin interrupciones- tres piezas pertenecientes al soundtrack de esa película. Una breve introducción en gongs a la que se van sumando el saxo alto y el bajo eléctrico, sienta las bases para que la trompeta a vara de Steven Bernstein defina los inolvidables trazos melódicos del tema central de Amarcord. La versión ofrecida respeta la atractiva sencillez de la música popular italiana contenida en el original pero permitiéndose adosarle la libertad del jazz, exquisitos ornamentos y la resolución en clímax de la cual emerge un solo de Briggan Krauss que desciende con naturalidad hasta desembocar en una –irreconocible pero adorable– lectura de Volpina que oscila entre el ragtime y el cakewalk. Tras la vibrante sucesión de intervenciones solistas a cargo de Scherr, Bernstein y Krauss y una breve re-exposición del tema de apertura, la banda se sumerge en su avasallante recreación a puro rock de The Grand Hotel. Primero en un trío de saxo, bajo y batería no apto para cardíacos– aquí con una descollante labor de Kenny Wollesen-, luego en cuarteto con un despiadado solo de Steven Bernstein en trompeta a vara con efectos y finalmente en un diminuendo en blues comandado melódicamente por el bajo eléctrico de Tony Scherr. Fin del segmento dedicado a Amarcord. Ovación.
A continuación versionan Il Teatrino Delle Suore, tema incluido en la banda sonora del film de 1965 Giulietta de los Espíritus (el primer largometraje en color de Federico Fellini). Al romanticismo, la delicadeza en el trazo y los aires de misterio de la pieza de Nino Rota, Sex Mob le suma en su parte central un segmento de temperamento lúdico en donde se dan cita desde el funk al tango y un remate cargado de texturas en claroscuro e hipnóticos unísonos entre la trompeta de Steven Bernstein y el saxo alto de Briggan Krauss.
Luego es el turno de una juguetona versión de I viteloni (tema central de la película Los Inútiles de 1953). Un prólogo que recorre los perímetros del blues se transmuta en una impronta rítmica asociada al jazz tradicional de New Orleans sobre la que deslizan un humorístico –y casi inaudible- solo de Briggan Krauss, una sutilísima intervención de Kenny Wollesen y un delicioso remate con sucesivas exposiciones del leitmotiv.
El espíritu circense de la partitura aportada por Nino Rota a la película de 1954 La Strada, es deliciosamente reformulado a través de una sección que da inicio con la interpretación en solo de bajo a cargo de Tony Scherr de Gelsomina; sigue con un susurrante esbozo en tono de balada de su tema central y concluye en los patrones repetitivos y las notas en blues del sórdido Zampano.
La evocación cosmopolita de La Dolce Vita (perteneciente al film homónimo de 1959) incluye un feroz contrapunto entre Steven Bernstein y Briggan Krauss, estratégicas alusiones a Black Tan Fantasy de Duke Ellington y el posterior empalme con una furibunda versión de Nadia Gray (también de La Dolce Vita) coronada en su faz conclusiva con un avasallante solo de Kenny Wollesen en batería.
En el cierre se suman como invitados el saxofonista Pablo Calogero, Danny Frenkel en bongó, Addi Somekh en balloon bass (¡?) y Timothy Young en guitarra para desplegar una efusiva y excitante jam session que revisa la partitura de La Dolce Vita desde perspectivas que van del heavy-rock a la música disco (con paradas intermedias). Un final de concierto para aplaudir hasta romperse las manos.
Ante la insistencia del (exaltado) auditorio Steven Bernstein regresa junto a Tony Scherr para ofrecer un breve dueto de trompeta y bajo a modo de retribución.
La historia cuenta que la música de Nino Rota para el cine de Federico Fellini nunca estuvo inspirada en las escenas filmadas o en el guión, ya que ambos tenían una metodología de trabajo muy diferente. El músico se sentaba al piano e inventaba melodías mientras el director iba contándole la película. Así de fácil.
Después de todo, tanto esa anécdota como el impactante concierto ofrecido por Sex Mob nos permiten comprobar que en el cine (y en la vida)… La imagen no es todo.
Sergio Piccirilli