Pat Metheny: Tap – John Zorn’s Book of Angels Volume 20
Mastema, Albim, Tharsis, Sariel, Phanuel, Hurmiz
Músicos:
Pat Metheny: guitarra eléctrica, guitarra acústica, guitarra barítono, guitarra sitar, tiple, bajo, piano, teclados, orchestrionic, marimba, percusión, bandoneón, electrónicos, fiscorno
Antonio Sánchez: batería
Willow Metheny: voz en Hurmiz
Sello y año: Tzadik / Nonesuch, 2013
Calificación: Dame dos
Si no esperas lo inesperado no lo reconocerás cuando llegue (Heráclito)
La palabra inesperado se utiliza para describir todo aquello que sucede sin esperarse o que ocurre sin que pueda ser anticipado. La sinonimia de inesperado incluye –entre otros – a los vocablos súbito, repentino, fortuito, casual, impensado e improvisto. No obstante, debe distinguirse que algunas de esas voces sinónimas en lugar de reforzar el concepto, tienden a confundirlo. Lo inesperado presupone el conocimiento de que lo que no se espera en una circunstancia determinada resulte posible; por lo tanto no podría ser impensado ya que éste describe lo que sucede sin que se piense en ello. Tampoco se atiene a los patrones aleatorios de lo casual y lo fortuito ni se ajusta necesariamente al carácter repentino y precipitado de lo súbito y mucho menos está enlazado a la noción de imprevisto ya que éste –en contraste absoluto con lo inesperado- lleva sobreentendida la ignorancia de la posibilidad de que en algún momento ocurra lo que no se espera.
En una lectura más profunda del término, hallaremos que el factor inesperado está implícito –por citar unos pocos ejemplos- en la serendipia (neologismo que explica el descubrimiento inesperado de una cosa que no tiene relación con lo que se estaba buscando), en el principio de sincronicidad acuñado por Carl Gustav Jung y que alude a la “inesperada” simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido pero de manera acausal y también en el enfoque indirecto para la resolución de problemas de manera creativa contenidos en el método del pensamiento lateral. El sentido de lo inesperado puede aparecer en algo tan serio y pretencioso como la ley de las consecuencias imprevistas (la cual estipula que cualquier acción humana a gran escala tendrá consecuencias no anticipadas o calculadas) o en la festiva intrascendencia de las casualidades favorables –pero igualmente inesperadas- del coloquial chiripa (“carambola”). Incluso se presenta de forma indirecta en el sesgo cognitivo denominado “efecto de la negación de precedentes” ya que en aquellos que padecen esta distorsión psicológica todo acontece de forma inesperada debido a su impedimento para incorporar sucesos precedentes.
Está claro que nadie alcanza sus objetivos con la mera esperanza de conseguirlos, toda vez que las metas se conquistan con trabajo, sacrificio, capacidad de asumir riesgos y una predisposición –como describe Heráclito en la frase del epígrafe- para aceptar la llegada de lo inesperado.
Quizás por ello, se asume que la mayoría de los actos creativos no son planeados y provienen de donde menos se espera. Ergo, en la vida debemos saber aguadar lo esperado pero también aprender a hacerlo con lo inesperado.
Todo esto viene a colación de una de las novedades discográficas más “inesperadas” de los últimos tiempos, el álbum de Pat Metheny sobre composiciones de John Zorn titulado Tap – Book of Angels Volume 20.
Metheny y Zorn –además de ser coetáneos, pluralistas y tener una enorme capacidad técnica para transmitir sus ideas- se han caracterizado por la inteligencia para planificar sus respectivas carreras. Mientras el primero de ellos – a través de su liderazgo en el Pat Metheny Group, sus álbumes solistas, el Pat Metheny Trio, las bandas sonoras y más recientemente en la Unity Band y el Orchestrion Project– llevó el jazz a un público ubicado más allá de los límites del género, el segundo –ya sea encabezando Naked City, Painkiller, Cobra, la serie Masada o sus Filmworks– logró erigirse como un conceptualista revolucionario e invariablemente dispuesto a ampliar las fronteras de la creatividad musical.
Queda claro que ambos expresan estéticas diametralmente opuestas, de allí que la sociedad materializada en Tap – Book of Angels Volume 20 tenga un perfil inesperado.
Muchos, en el afán por esclarecer el origen de este trabajo, se han apresurado en señalar que el punto de intersección entre John Zorn y Pat Metheny ha sido Ornette Coleman, ya que ambos se relacionaron con su música en el pasado (Zorn ofreciendo su propia lectura de algunas composiciones de Coleman en Spy vs.Spy de 1988 y Metheny trabajando en sociedad con él en Song X de 1986). Aun cuando ese antecedente es innegable, podemos colegir que la génesis de Tap reside en la concepción misma de The Book of Angels ya que esta serie pergeñada por John Zorn –además de contener los aspectos fundacionales del ideario creativo de su autor- se ha manifestado explícitamente permeable a corrientes de mayor arraigo popular, tales como el rock y el mainstream jazz, entre otras.
En los veinte volúmenes que componen el Masada Book Two – Book of Angels han participado hasta aquí músicos y bandas del calibre de Jamie Saft, Sylvie Courvoisier & Mark Feldman, Uri Caine, The Cracow Klezmer Band, Marc Ribot, Masada String Trio, Erik Friedlander, Medeski Martin & Wood, Ben Goldberg, Bar Kokhba Sextet, Cyro Baptista, Mycale, Kobe Israelite, Masada Quintet, David Krakauer, The Dreamers, Shanir Ezra Blumenkrantz y Secret Chiefs 3 pero ninguno de los mencionados ha despertado la expectativa de Tap. En parte debido a la promoción adjudicada a su lanzamiento y por la edición en conjunto entre los sellos Tzadik y Nonesuch pero, fundamentalmente, por los músicos involucrados en el proyecto.
Uno de los factores distintivos de la serie Masada Book Two – Book of Angels es que los títulos de todas las composiciones que la integran están coligados a la iconografía del mundo de los ángeles y a su representación como mensajeros de Dios en la Biblia hebrea. En esta ocasión las piezas elaboradas por Zorn aluden a Mastema (en la tradición hebrea simboliza al ángel que persigue al mal y lleva a cabo los castigos de Dios), Albim (el ángel encargado de custodiar la puerta del viento Norte), Tharsis (el ángel de las elecciones y decisiones en la vida), Sariel (Ángel de la Muerte, príncipe de la Divina Presencia y según la Cábala uno de los regentes de la Tierra), Phanuel (el arcángel de la penitencia) y Hurmiz (mencionada en el Talmud como una de las hijas de Lilith, no es un ángel sino un súcubo).
En la apertura del álbum, con Mastema, la partitura alterna pasajes de cierta densidad con momentos incidentales donde la electrónica y la percusión subrayan la acción con variados efectos. Un preludio en sitar eléctrico -al que le siguen los mecanizados patrones provenientes del orchestrionic- sientan las bases para el impetuoso acceso de la batería de Antonio Sánchez sobre el que se asienta un leitmotiv en donde se distingue la unívoca autoría de John Zorn. La repetición motívica –tras un climático intermedio en sintes- otorga al material mayor familiaridad y solidez al tiempo que da a la exposición la capacidad para alcanzar su efecto pleno para, finalmente, difuminarse en una coda gobernada por electrónicos. Una pieza deliberadamente paradojal, a medio camino entre la mecanización de la música y la humanización de la máquina y cuya experiencia auditiva resulta de envidiable sencillez a pesar de su compleja construcción sonora.
Albim da inicio con un delicado preludio en guitarra acústica que –debido a cierta blandura llorica – recorre la impronta de alguna balada ya escuchada en la discografía de Metheny. Sin embargo –y aun cuando el deja vu se acentúa con ornamentos en bandoneón que recuerdan a Antonia del álbum Secret Story de 1982-, a partir del acceso a la secuencia tonal que caracteriza a la partitura todo parece girar en dirección al espacio que delimita el third stream con la música clásica contemporánea. El remate incluye una falsa recapitulación con mayor dramatismo y un meditativo final acústico.
Las inflexiones de música tradicional judía y los ejercicios contrapuntísticos que dan vida a Tharsis desembocan en una sección media de carácter orquestal signada por la guitarra sintetizada de Metheny, a la cual le sobreviene un arrollador clímax en donde se re-expone el motivo original desde una perspectiva no demasiado lejana al art-rock.
Sariel transita un resbaladizo camino en donde convergen lo lírico y el dramatismo, la exploración y el costumbrismo, lo apolíneo y lo dionisíaco. El temperamento episódico de la pieza va hilvanando –con llamativo equilibrio- elementos de la diáspora judía, el pop-rock y el jazz orquestal en los que se alternan segmentos acústicos, guitarras distorsionadas, yuxtaposición de contrastes dinámicos e incursiones electrónicas experimentales. El resultados es sorprendentemente accesible y disfrutable.
Phanuel, tal vez la pieza más representativa del peculiar mundo estético de John Zorn, está elaborada en base a un collage de música electrónica y concreta, noise, vagas alusiones a Stockhausen, Partch y Cage e inserciones camerísticas vistas a través del prisma de lo gótico. Todo ello en contrastante equidistancia con el afable –pero protagónico- alegato de la guitarra acústica de Pat Metheny.
El álbum concluye en las riesgosas perplejidades de Hurmiz, pieza que conjuga el free-jazz y la libre improvisación con el concepto de “eventual tunes” desarrollado por John Zorn. Aquí, con Pat Metheny abocado al piano de manera excluyente y con particular lucimiento de Antonio Sánchez mediante una abrasiva intervención en batería.
Las situaciones inesperadas pueden generar desconcierto, atemorizar, provocar desequilibrio emocional o desanimar. No obstante, el cerebro tiene la capacidad de adaptarse a lo inesperado. Inclusive la fuerza de expectativas que provoca–positivas y negativas- puede ser ajustada antes de la experimentación de que lo inesperado acontezca.
En todo caso, lo mejor ante un hecho inesperado –y el álbum Tap – Book of Angels Volume 20 parece serlo- es analizar el contexto con objetividad, colocar la situación en perspectiva, evitar los prejuicios, no dejarse llevar por las convicciones previas, abrir la mente y mantener despierta la curiosidad.
Hacerlo con este diálogo artístico entre Pat Metheny y John Zorn puede ser un grato ejercicio.
Prefiero que mi mente se abra movida por la curiosidad a que se cierre movida por la convicción (Gerry Spence)
Sergio Piccirilli