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Dan Weiss: Fourteen

 

fourteenPart One, Part Two, Part Three, Part Four, Part Five, Part Six, Part Seven

 

Músicos:

Dan Weiss: batería, recitación vocal

Jacob Sacks: piano

Matt Mitchell: glockenspiel, piano, órgano

Thomas Morgan: contrabajo

Miles Okazaki: guitarra clásica, guitarra eléctrica

David Binney: saxo alto

Ohad Talmor: saxo tenor

Jacob Garchik: trombón, tuba

Ben Gerstein: trombón

Lana Cenčić: voz

Judith Berkson: voz

Maria Neckam: voz

Katie Andrews: arpa

Stephen Cellucci: percusión

 

Sello y año: Pi Recordings, 2014

Calificación: A la marosca

 

La imaginación es madre de toda originalidad (José Ingenieros)

 

La originalidad es aquello que nos distingue de los demás y hace que seamos diferentes y especiales. En el campo del arte la originalidad es uno de los bienes más preciados ya que las actitudes, el comportamiento y las acciones originales manifestadas en el ejercicio de la creatividad artística, dotan a las obras de una cualidad que las vuelve novedosas pero que, al mismo tiempo, las diferencia de copias, falsificaciones, plagios e imitaciones.

La originalidad creativa impulsa la capacidad de alterar la realidad e implica una ruptura de arquetipos y paradigmas que conlleva a la invención de nuevos mundos y al descubrimiento de horizontes artísticos inexplorados.

Esa capacidad de elaborar ideas originales es inherente al ser humano pero no todos podemos desarrollarla; en ocasiones por escasez de conocimientos e imaginación y otras veces por falta de voluntad para quebrar con la inercia que nos lleva a hacer siempre lo mismo.

La búsqueda de originalidad y la creación de un ideario propio –en lugar de ser un seguidor de los de otros- obliga a salir de la zona de confort e involucra un abandono de lo rutinario que ,a la vez, nos expone ante el riesgo de la incomprensión y el rechazo de un sistema que parece haber sido diseñado para que nada cambie y para dejar que las cosas se sucedan de manera monótona, repetitiva y uniforme.

La intencionalidad de todo accionar original requiere de audacia, valentía, voluntad de cambio e independencia –independencia de lo que piensen los demás, de las modas, del estancamiento y también de las propias debilidades– pero, fundamentalmente, de la imaginación suficiente para otorgarle a la obra consumada una identidad que la distinga del resto.

Eso es exactamente lo que sucede con Fourteen, el nuevo (y fascinante) álbum del baterista y compositor Dan Weiss.

Dan Weiss es –además de reconocido ejecutante de tabla- uno de los bateristas más sobresalientes y requeridos de nuestro tiempo. A pesar de su juventud, ostenta una prolífica trayectoria en la que acredita grabaciones y giras secundando a figuras del calibre de David Binney, Rudresh Mahanthappa (en Indo-Pak Coalition y Gamak), Lee Konitz, Miguel Zenon, Michael Dessen, Rez Abbasi y Kenny Werner, entre muchos otros. En adición a sus proyectos solistas en compañía del guitarrista Miles Okazaki (materializados enTintal Drumset Solo de 2005 y Jhaptual Drumset Solo en 2011), el epicentro de su ideario estético se ha manifestado hasta aquí en el liderazgo del trío que incluye al contrabajista Thomas Morgan y el pianista Jacob Sacks; junto a quienes editó los álbumes Now, Yes When en 2006 y el exquisito Timshel de 2010.

 

Dan Weiss en Fourteen, lejos de repetir fórmulas ya probadas, construye una ambiciosa obra compositiva para ensamble de catorce músicos –de allí el título del álbum- en donde convergen de manera orgánica la improvisación del jazz, combinaciones rítmicas heredadas del tala de la India, rastros inequívocos del minimalismo (éctasis, uso de pulso constante y repetición de frases musicales cortas), elementos provenientes del barroco (polarización de la textura, policoralidad, fuertes contrastes sonoros, etc.), elaboradas resoluciones armónicas afincadas en el rock progresivo, las abrasivas disonancias del metal extremo y el inabarcable eclecticismo conceptual que distingue a la música clásica contemporánea, entre otras influencias más o menos reconocibles.

La producción de un proyecto a gran escala con las características de Fourteen se intuye trabajosa y extenuante debido a que implica asumir el reto de hacer funcionar materiales musicales aparentemente heterogéneos, incluso enfrentados entre sí, e integrar de manera exitosa diferentes personalidades estéticas para que la obra cobre forma definitiva y adquiera entidad propia. Sin embargo, el complejo entramado de esta confluencia plurivalente y multifacética –cuya elaboración demand al autor varios años- alcanza aquí un resultado final tan asombroso y sorprendentemente fresco como original e imaginativo.

En este cuerpo de trabajo nada suena forzado ni artificial, muy por el contrario; en todo momento se percibe un alto grado de libertad creativa y una manifiesta comodidad en la interpretación de las ideas composicionales pergeñadas por Dan Weiss. Por cierto, esas virtudes devienen en gran medida del respaldo que entraña contar con una alineación integrada en su mayoría por músicos que han trabajado anteriormente con el líder del ensamble y, también, porque las diferentes fuentes de inspiración en las que abreva la obra expresan con honestidad los distintos elementos que comprenden el ideario estético del autor.

 

Fourteen es, a la manera de una suite, una obra musical compuesta por siete movimientos que, aun en la yuxtaposición de contrastes sonoros y dinámicos, mantienen su unidad interna.

Desde la apertura con Part One, el álbum nos sumerge en una superposición de planos narrativos divergentes llenos de fuerza y vitalidad pero no precipitados ni exentos de vuelo lírico. Un preludio en piano a cargo de Jacob Sacks enuncia el motivo principal para luego evolucionar en un sostenido ascenso instrumental, que atraviesa influencias de la música de la India, hasta desembocar en una impronta  -acentuada por Matt Mitchell en órgano- muy próxima a los cánones del rock progresivo.

La intensidad se reduce gradualmente en Part Two para construir un decrescendo donde el glockenspiel, la guitarra acústica de Miles Okazaki y el arpa de Katie Andrews se funden en un clima vaporoso con vagas reminiscencias estilísticas de Johann Sebastian Bach. Esa plataforma sonora empalma con los ornamentos corales de Part Three que desembocan en el clímax materializado, sucesivamente, en un tradicional ejercicio de percusión vocal del sur de la India a cargo de Dan Weiss y el arrollador contrapunto entre el saxo alto de David Binney y el saxo tenor de Ohad Talmor.

El robusto temperamento gótico de Part Four –con notables e insanos aportes de la guitarra eléctrica de Miles Okazaki y Matt Mitchell en órgano– se corona en el impecable solo de la batería de Dan Weiss; y Part Five -con destaque casi excluyente de la tuba de Jacob Garchik y el trombón de Ben Gerstein– reexpone de manera ascética y delicada uno de los motivos principales de la obra. Part Six, en tanto, corporiza una inclasificable amalgama de rock metal y música clásica contemporánea que encuentra en las magníficas voces de Lana Cenčić, Maria Neckam y Judith Berkson a sus protagonistas principales.

La conclusión de la obra reposa en los etéreos, serenos e introspectivos trazos de Part Seven.

Tal vez no se pueda enseñar a ser original pero se puede aprender a romper con la rutina, a perderle temor al cambio y las equivocaciones, a sentirnos capaces de asumir riesgos y a mantener fidelidad con nuestras convicciones e ideales.

Dan Weiss, en Fourteen, nos demuestra que es posible lograrlo.

 

Si no estás dispuesto a equivocarte, nunca llegarás a nada original (Ken Robinson)

 

Sergio Piccirilli

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