Martín Robbio: El mismo río
La chacarera del circo, Ó tierra, Siesta, Bar Ramos, Torgenfri, Dos reales, Círculos, Jocoso, El alazán
Músicos:
Martín Robbio: piano
Juan Fracchi: contrabajo
Ariel Sánchez: batería, percusión
Músicos invitados:
Facundo Guevara, Hernán Ríos: percusión
Hernán Samá: saxo tenor
Sello y año: Club del Disco, 2015
Calificación: Dame dos
El pianista y compositor argentino Martín Robbio, desde su aparición sobre los escenarios hace de esto ya más de 15 años, ha transitado por proyectos de distintas extracciones musicales que lo han provisto –sumando a lo antedicho sus bondades como compositor e instrumentista y un espíritu sumamente inquieto- de nutridos y vigorosos elementos que ha sabido amalgamar y luego plasmar en sus propias experiencias como líder.
A lo largo de los últimos tres lustros, Robbio ha tocado -entre otros- con Ariel Hernández, Hernán Ríos, Amelita Baltar, Juan Subirá, Enrique Norris, Omar Mollo, Raúl Carnota, Vicky Zotalis, Fito Páez y Spinetta. Desde 2007 integra la Orquesta de Música Sudamericana liderada por Nora Sarmoria, ha realizado giras por el interior del país y también por Uruguay, Colombia, Suiza, Alemania, Inglaterra, Italia, Francia y España y, desde el año 2010, lidera su propio trío donde es acompañado por el baterista Ariel Sánchez y el contrabajista Juan Fracchi.
En su momento hablamos de las bondades de Parresía (2012); y tres años después llegó el sucesor, nuevamente con Sánchez y Fracchi como laderos más algunos invitados como Facundo Guevara y Hernán Ríos (ambos en percusión) y el saxofonista Hernán Samá (en un tema). El mismo río, grabado los días 2 y 3 de junio de 2014, contiene 7 composiciones originales de Robbio, una de Fracchi y una atildada versión de El alazán (Yupanqui).
Martín Robbio profundiza, intensifica y mejora sensiblemente el camino iniciado en su álbum anterior. Su evolución y la del trío son notorias y ambas quedan reflejadas prístinamente en esta nueva entrega. Sus composiciones parten de distintos ritmos latinoamericanos (chacarera, candombe, landó, zamba, murga, etc.) que van absorbiendo elementos distintivos del jazz contemporáneo y la libre improvisación. La propuesta, que parece tener como constante en la mayoría de las composiciones un patrón rítmico que se va reiterando y acentuando como en el –salvando las distancias- minimalismo propuesto en sus inicios por artistas como Laurie Anderson o Phillip Glass, intenta y logra alejarse de los estereotipos y, por ende, de la previsibilidad.
Apoyado en la ubicua labor de sus compañeros Sánchez y Fracchi, Robbio apunta sonoramente a la introspección, apoyándose en gran forma en los graves de su instrumento dándole a El mismo río una atmósfera de celebración íntima, de regocijo interno, de sonrisa cálida. El inicio, con La chacarera del circo, marca varias de las pautas que regirán el resto del álbum. El trío no le teme a los silencios y los integrantes no compiten por un lugar en el podio. Hay desde el vamos, se percibe claramente, una conjunción singular que termina dando un resultado mayor a la sumatoria de las partes. La base rítmica, con Sánchez en un rol más cercano al de percusionista, brinda un campo fértil para apreciar las (muchas) bondades de Robbio, quien no necesita recurrir al efectismo. Un breve pasaje de contrabajo con arco al inicio de Ó tierra desemboca en una atmósfera sutilmente caribeña, con el aporte no invasivo (nunca lo será) de Facundo Guevara en percusión. El inicio de Siesta, a pesar de su aire a zamba hecha y derecha, me remite a Monk y ofrenda una sólida intervención de Juan Fracchi en contrabajo, sostenido por Ariel Sánchez en batería y –en este caso- Hernán Ríos en percusión. El espíritu festivo se hace presente en Bar Ramos con su veloz apuntalamiento rítmico a cargo del trinomio Sánchez – Fracchi – Guevara y sobre el cual Robbio asume liderazgo y protagonismo con singular contundencia y ubicuidad. Torgenfri, de Fracchi, funciona como arriesgado cable a tierra con elementos de la música electroacústica y clásica contemporánea, todo dentro de una composición de indisimulable atmósfera folclórica. Se ve que a la propuesta del trío le gusta tomar atajos porque, de pronto, lo antedicho se diluye, el paisaje se modifica, pero el atractivo se mantiene. Otra muy buena entrega del contrabajista.
El pulso energético vuelve a hacerse presente en Dos reales y su aire de candombe (gentileza del percusionista Facundo Guevara) sobre el cual una vez más asoman los buenos oficios del Robbio pianista. Círculos parece ubicarse en un (bello) sitio imaginario donde confluyen el spiritual y la vidala. La presencia de Hernán Samá en saxo tenor en Jocoso, lejos está de discordar. Muy por el contrario, es consecuente con el carácter exploratorio e improvisador que gobierna buena parte del disco. Robbio se suelta y lidera al ahora sexteto (también participan Hernán Ríos y Facundo Guevara) con vigor, contundencia, sapiencia y autoridad. Tan acertada es la intervención del saxofonista como la decisión de su inclusión.
El cierre es con una exquisita y por momentos camerística relectura de El alazán, de Atahualpa Yupanqui (“… qué estrella estabas buscando, en el fondo del abismo…”)
Martín Robbio, muy bien apuntalado por Ariel Sánchez y Juan Fracchi, ha concretado un álbum exquisito y con numerosas aristas para su disfrute. El mismo río, que como se ha dicho parte de composiciones arraigadas en el folclore latinoamericano, se desprende de las ataduras adentrándose en un terreno libertario donde los límites parecen difuminados en beneficio de una propuesta generosa, honesta y creativa.
Marcelo Morales