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Burning Ghosts: Reclamation

 

ReclamationFTOF, Harbinger, The War Machine, Radicals, Betrayal, Gaslight, Catalyst, Zero Hour, Revolution

 

Músicos:

Daniel Rosenboom: trompeta
Jake Vossler: guitarras
Richard Giddens: contrabajo
Aaron McLendon: batería

 

Sello y año: Tzadik Records, 2017

Calificación: Dame dos

 

 

El sueño americano es un intento de borrar el sueño de existencia. El sueño ocurre espontáneamente y, por tanto, es peligroso para un sistema de control creado por la falta de soñadores (William Burroughs)

 

La idea del sueño americano o sueño estadounidense (en inglés, American Dream) suele asociarse a las posibilidades que ofrece Estados Unidos para prosperar, obtener riqueza, progresar y tener éxito. Ese axioma apareció por primera vez en el libro del historiador James Truslow Adams American Epics de 1931, pero el concepto de sueño americano se remonta a las épocas en que los pioneros ingleses buscaban persuadir a sus compatriotas para emigrar a las colonias británicas de América del Norte, bajo la premisa de que esos territorios garantizaban el cumplimiento de los sueños más anhelados porque eran tierras de “destino, abundancia y oportunidades”.

El paso de los años hizo que el eslogan “sueño americano” se fuera transformando en un mito consistente en creer que todos los que viven en Estados Unidos pueden lograr sus objetivos con el esfuerzo individual  y la propia determinación, debido a que los que habitan ese suelo –sin distinciones de raza, clase social o credo- tienen igualdad de oportunidades para lograrlo.

La situación actual de Estados Unidos demuestra que ese sueño de prosperidad –si es que alguna vez existió realmente– se ha convertido para muchos en una auténtica pesadilla.

Las ideas que dominaron el desarrollo del capitalismo estadounidense durante las últimas décadas provocaron una nueva forma de totalitarismo que –además de la disminución de la democracia efectiva y la pérdida de los derechos ciudadanos– generó una brutal transferencia de fondos de las mayorías populares a favor de las élites dominantes. El resultado de esa creciente desigualdad hizo que Estados Unidos –aun siendo la primera potencia mundial– tenga hoy cuarenta millones de pobres y que el noventa y nueve por ciento de la riqueza del país esté concentrada en el uno por ciento de sus habitantes.

A partir de la caída del Muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética, el capitalismo rediseñó por entero sus políticas y dio lugar a los principios del neoliberalismo. Ese cambio –uno de los más crueles y criminales de la historia reciente– hizo que los sectores de la industria y la producción fueran avasallados por las instituciones financieras, se desreguló la actividad bancaria y nacieron los paraísos fiscales (sinónimos de corrupción, lavado de dinero y fraudes gigantescos), se favoreció la educación privada en detrimento de la educación pública y gratuita, aumentó el racismo y la discriminación, hubo un brutal recorte en los fondos de ayuda social al mismo tiempo que se eximía de impuestos a los más ricos, se entronizó el individualismo de la meritocracia en menoscabo del desarrollo colectivo y los principios de solidaridad social (“la solidaridad es peligrosa desde el punto de vista de los amos”, afirma Noam Chomsky en, justamente, Réquiem por el sueño americano) y la información está controlada por medios hegemónicos de comunicación que sólo representan los intereses de las grandes instituciones financieras y las corporaciones multinacionales.

En definitiva, como señala el corrosivo e irreverente humorista estadounidense George Carlin: Los dueños de este país saben la verdad… Se llama sueño americano porque tienes que estar dormido para creértelo.

Por eso, los sectores más progresistas de la sociedad tienen hoy la obligación ética y moral de alzar su voz contra un sistema que sólo sirve para proteger a las minorías ricas de las mayorías pobres y en donde no hay espacio para una población informada, autónoma y capaz de pensar críticamente.

En la música creativa del siglo XXI han aflorado proyectos que deben ser considerados verdaderos canales de comunicación ya que no sólo expresan sentimientos sobre el contexto social que nos toca vivir sino que, además, transmiten ideas, denuncian, manifiestan, aportan un modo distintivo de contar la realidad y asumen una postura comprometida con su comunidad.

Una de esas propuestas aparece materializada en el valiente, visceral e intenso ideario musical elaborado por la agrupación de Los Angeles Burning Ghosts.

En los postulados de este cuarteto liderado por el sobresaliente compositor y trompetista Daniel Rosenboom (Dr. Mint, Plotz!, Daniel Rosenboom Quintet) y que completan los notables Jake Vossler (Whale, Thornlord, Plotz!) en guitarra, Richard Giddens (Lost and Found Orchestra, STOMP, The Richard Giddens Group) en contrabajo y Aaron McLendon (Postmodern Jukebox, The West Coast Get Down, Taylor Eigsti Trio) en batería, se amalgama el activismo político y un inquebrantable compromiso social con los principios medulares de la avanzada del jazz y la provocativa fortaleza sonora del heavy-metal.

Burning Ghosts debutó discográficamente con el álbum homónimo de 2016 –trabajo en el que ofrecieron un mordaz e incendiario alegato sobre la injusticia, el racismo, la brutalidad policial y la pérdida de la identidad nacional– y ahora regresa con Reclamation para ofrecer (según palabras de su líder) “otro álbum de protesta” en el que abogan por recuperar el sentido de la justicia social, la fraternidad y la ética gubernamental en Estados Unidos y el resto del mundo.

El nuevo material del cuarteto angelino contiene los categóricos fundamentos comprendidos en su álbum debut, pero profundizando y ampliando exponencialmente un territorio sonoro tan personal e inclasificable como provocativo y arrollador.

Esas cualidades asomarán desde el inicio con el vigoroso relato de FTOF. A partir de un impiadoso solo en batería por parte de Aaron McLendon, la pieza evoluciona mediante una sincrónica y fragmentada narrativa grupal desde donde aflorarán los logrados contrastes entre la cristalina sonoridad de la trompeta de Daniel Rosenboom y los feroces impulsos metaleros que imparte la guitarra de Jake Vossler.

Harbinger nace de un breve preludio de Richard Giddens en contrabajo con arco para luego dar lugar al desarrollo de dinámicas vertiginosas y una exploración colectiva sin concesiones en la que convergen con sorprendente naturalidad el jazz de vanguardia y el heavy metal.

En el formidable relato musical de The War Machine convergen sus espaciosos trazos introductorios, el lirismo de la línea melódica enunciada por la trompeta de Daniel Rosenboom, un épico crescendo coronado en la fulminante exposición solista de Jake Vossler en guitarra y una fase conclusiva de temperamento evanescente e inasible.

Radicals –otra de las gemas ofrecidas en Reclamation– irá concatenando la impronta del metal, el jazz de vanguardia y el heavy-funk mediante una plástica colectiva alejada de los estereotipos y las ataduras dogmáticas. En un contexto interpretativo del más alto nivel sobresale aquí, muy especialmente, la magnífica intervención solista de Richard Giddens en contrabajo.

Las restantes seis piezas del álbum seguirán una secuencia temática sin interrupciones a la manera de una suite.

El melancólico clima inicial de Betrayal acumulará tensión hasta confluir en el hipnótico groove que construye Aaron McLendon en batería sobre el que se deslizará la formidable exposición solista de Daniel Rosenboom en trompeta.

El carácter “swingeante” de Gaslight ubicará en el centro de la escena y como protagonistas excluyentes a la versátil e imaginativa batería de Aaron McLendon y el preciso pulso que imparte el contrabajo de Richard Giddens.

Sobre el final sobrevienen el poderoso vanguardismo de Catalyst –subrayado por una imponente performance de Jake Vossler en guitarra-, la oscura exploración sonora materializada en Zero Hour y el épico lirismo del categórico metal-jazz que enuncia Revolution.

El cuarteto Burning Ghosts, en Reclamation, confirma y profundiza las virtudes de su trabajo anterior mediante un enérgico relato musical que -desde el activismo progresista que postula- nos obliga a repensar el valor de la democracia actual y nos hace escuchar las voces de los que hoy no tienen voz.

Con talento, valentía, compromiso, convicciones y sin medias tintas.

 

Sólo los espíritus superficiales abordan las ideas con delicadeza (Emil Cioran)

 

Sergio Piccirilli

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