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Dream Theater: Octavarium

Root of all Evil, The Answer Lies Within, These Walls, I walk reside you, Panic Attack, Never Enough, Sacrificed Sons, Octavarium.
Dream Theater

Músicos:
John Petrucci (guitarras).
Mike Portnoy (batería).
John Myung (bajo).
Jordan Rudess (teclados y lap steel guitar).
James La Brie (voz).

Warner, 2005
Calificación: A la marosca.

En este disco rinden homenaje a sus influencias del progresivo, del hard rock y a sí mismos.
Esta banda formada a mediados de los años ochenta ha editado su octavo disco en estudio, o noveno, si tomamos el fantástico E.P. Change of Seasons de 1995 con un track de veintitrés minutos en estudio, más cinco covers en vivo en el Ronnie Scott´s de Inglaterra.
Estos muchachos son unos “enfermitos” que se tocan absolutamente todo.
Tratando de ser objetivo, muchas veces tienen el gusto conectado con el esfínter.
Los niveles a que tocan son de fuerte a demencial. Entienden por sutileza un unísono a 300 Km/h seguido de un arreglo que te parte la cabeza. Por este motivo, se han hecho de una audiencia importantísima a nivel mundial tanto en el ambiente metalero como en el progresivo. De hecho, creo que ha influenciado positivamente a este último y lo ha sacado de su regresividad que lo ha caracterizado en los últimos veinte años. Escuchando bandas como Spock´s Beard, el último disco de White Willow o sin más lo último de Porcupine Tree, uno se da cuenta.

Octavarium muestra una continuidad con sus dos predecesores, bastante distintos entre sí. El disco inmediatamente anterior, Train of Thought, es oscuro desde su tapa y duro, mostrando el lado más metalero de la banda; tal vez un poco más directo que sus antecesores, no deja de tener pasajes que sólo ellos pueden tocar.
El otro es el doble Six Degrees of Inner Turbulence también pesadito pero más clásico; es desparejo, con el segundo disco (una obra conceptual de cuarenta y pocos minutos que da nombre al disco) que me parece fea. El primer disco, en retrospectiva, está bueno; tiene temas que valen la compra. Es en Six Degrees… donde se produce un cambio llamativo en el sonido (mucho más abierto) de la banda. Las guitarras se expanden con una distorsión y una claridad increíbles. A partir de este álbum, ya no se puede escuchar a Dream Theater a bajo volumen, los discos piden rosca a gritos.
Octavarium clasifica, a mi gusto, como uno de los mejores de la banda junto con Falling Into Infinity y Change of Seasons, con oledas de guitarras y teclados (que muchas veces hacen de segundas guitarras), riffs de puta madre y la oscuridad de Train of Thought. Pareciera que se están ocupando de escribir mejor y que el tiempo los va desgrasando (si se me permite el término).

El tema que abre el álbum The Root of All Evil podría, perfectamente, ser un out-take del Train of Thought. The Answer Lies Within es una de las pocas baladas del grupo que se deja escuchar (junto con "Hallow Years" del disco Falling Into Infinity), a pesar de los vicios glam del cantante. These Walls arranca como un motor fuera de punto y cuando parece que va a seguir en la onda del primer track baja los decibeles al estilo de "Awake". El track cuatro podría ser perfectamente un tema Rush de "Vapor Trails" con arpegio de guitarra y todo.
¡¡¡¡Y llegó el metal progresivo!!!! Panic Attack junta la intensidad de Metallica, el clasicismo de Yngwie Malmsteen, la velocidad de Iron Maiden y Purple, y la complejidad y virtuosismo de … Dream Theater. Never Enough suma a su vez un toque gótico y un riff demencial. El tema siete, Sacrificed Sons, anticipa lo que se concreta en el último track: bajan un cambio momentáneamente (se acuerdan de usar el piano), para luego mostrar una arista mas progresiva y rockera.

Octavarium, tema que da nombre al disco, merece un capítulo aparte.
Es un claro tributo al Genesis de los setenta, aunque comienza al estilo de Shine On You Crazy Diamond de Pink Floyd; se dedica a repasar cada aspecto de los clásicos épicos de la banda de Gabriel durante los veinticuatro minutos que dura. Esto es, claro, al estilo DT, donde, si Genesis levantaba temperatura a 100 grados, ellos lo hacen a 400. Rudes no pierde la oportunidad (como ya lo ha hecho en Six Degrees), de rendirles homenaje a Tony Banks y a Rick Wakeman, al igual que lo hace Myung con Mike Rutherford en esta oportunidad. Obviamente no faltan unísonos infernales entre Rudes y Petrucci y una orquesta que aporta color y matices a los pasajes más calmos, si cabe el adjetivo. Los veinticuatro minutos se pasan volando.

Las letras son siempre interesantes, sobre temas intimistas y bien escritas, al estilo Neil Peart. Las coincidencias con los canadienses no terminan ahí; el arte del disco está hecho por Hugh Syme y el ingeniero es otro habitué de Rush.
En definitiva, si les gusta el metal y el progresivo, este disco es para ustedes.
Si lo más fuerte que escuchan es Scott Henderson, piénsenlo.
Fans de Lyle Mays abstenerse.

Federico Larroca.

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