Reptet: Un Juego De Niños

Café Metropol – Los Angeles (USA)
Viernes 30 de Marzo de 2007 – 21:00 hs. 

Cafe MetropolEl 30 de marzo, como parte de su gira por la costa oeste estadounidense, Reptet se presentó en el Café Metropol. Esta banda de Seattle se integra con Izaak Mills en saxo alto y tenor, clarinete y flauta, Ben O’Shea en trombón, Samantha Boshnack en trompeta y flughelhorn, Benjamin Verdier en bajo acústico y eléctrico, John Ewing en batería y Chris Credit en saxo barítono, alto y tenor y clarinete bajo.
A través de los años uno fue aprendiendo a conformarse con poco.
La humildad, el ascetismo y una contemplativa visión del mundo nos llevó a transitar por la vida “siguiendo la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido…” (¿por qué será que uno jamás olvida los poemas aprendidos en la escuela?).
Trasladando el concepto a la música, en un show sólo espero lo básico: una propuesta creativa, original, profunda, divertida y ejecutada brillantemente. Algo simple… Una noche inolvidable, única, el mejor concierto de la historia. O sea, un antes y un después de…
Pero en algo soy irreductible: exijo garantías. En ese sentido, me aboqué a leer lo que decían sobre este grupo algunos medios especializados.

ReptetAunque no rime, me pongo el monóculo en el ojo y leo que Do This! (el último trabajo discográfico de Reptet) fue finalista en la categoría mejor disco de jazz de 2006 en el Independent Music Awards. Alex Gelfand de la revista Jazziz lo eligió como mejor disco de jazz de 2006. También obtuvieron dos galardones en el Earshot Golden Ear Awards 2006: mejor grupo de jazz y mejor performance en vivo. Do this! fue ubicado entre los 10 discos favoritos de 2006 en El Intruso…
Pero… ¿quién puso semejante cosa en nuestro site? No se puede confiar en nadie…

Ah… fui yo… ¿Ve que no se puede confiar en nadie?
Todo esto había provocado en mí un estado manifiesto de excitación. Dicho en el mejor sentido. ¡No! ¡En ese sentido no! El otro.

El Café Metropol era el lugar apropiado para que los muchachos de Reptet expusieran algunas de sus habilidades. Por ejemplo, cómo ubicar a seis multiinstrumentistas en un escenario con las dimensiones para un dúo de ukeleles. Tras armar el rompecabezas, abren con Groucho del álbum Do This! La banda suena aceptablemente bien. Diría muy bien.
– ¿Cabe un “fantásticamente bien, mi General”?
– Cupo, Cabo.
La versión presenta un carácter entusiasta, una especie de contraste intelectual-marginal que parece responder al mainstream y a tanto jazz amanerado y músico acartonado que anda suelto. La dislocación del ritmo a partir de un elemento melódico comandado por Mills en flauta y las flexibles cadencias que aportan Ewing y Verdier permiten ágiles improvisaciones. Un brillante solo de saxo a cargo de Credit se lleva los primeros aplausos. El bajo toma la posta y su solo se funde en un efusivo contrapunto con la flauta de Mills. Muy bien.
Siguen con Zeppo, una de las composiciones de Boshnack dedicadas a los Hermanos Marx. En La fabrique du beau, Jean Vigouroux dice “el arte es una realidad subjetiva sobre la cual se proyectan las intenciones del creador y de los espectadores”. Resulta indudable que el polo receptivo está íntimamente relacionado con el fenómeno de la emoción estética y que esto se potencia cuando el artista introduce elementos de contraste. Además, la capacidad para jugar con la imprevisibilidad puede provocar una activación de nuestros sistemas cerebrales de atención.

Digo todo esto porque los músicos (a excepción de Ewing y Verdier) acaban de abandonar el escenario y, como si fuese una marching band, comienzan a recorrer la sala sin perder el pulso de la melodía. Ahora los amplios ventanales del Café Metropol permiten observar que el show se ha trasladado a la calle. He perdido conciertos al quedarme afuera de la sala, pero ésta es la primera vez que me pierdo uno estando adentro. Los músicos ambulantes regresan sonrientes después de haber diluido con éxito los espacios que dividen al espectador del músico, estableciendo la socialización de la creación no sólo en el sentido de su reversibilidad sino de una manifiesta reciprocidad.
Mientras tanto, el tema continúa. Bien Credit en saxo, enérgico y preciso solo de batería. Cambios de instrumentos, todos en percusión… ¡Puf! (estoy transpirando). Ahora un solo de Boshnack en trompeta y remate con todos vocalizando lúdicamente con una conmovedora ingenuidad.
Ovación al cuadrado.

Little Ceasar’s es un tema con intervalos distendidos provistos de una gran libertad tonal que sirven de pretexto para improvisaciones liberatorias, donde la energía y el control de la dinámica tienen un papel predominante. Una melodía entre infantil y decadente se proyecta desde la intensidad del groove de New Orleans subrayado por unos circenses saltitos de los músicos al acentuar cada frase.
Ahora hacen el inédito Gwan Wabbid. Una introducción en trompeta es seguida por una graciosa vocalización colectiva. La melodía es compactada con rápidos cambios de capas armónicas y complejas estructuras rítmicas hasta que un abrupto corte deriva en una sección lenta… para concluir en una turbulenta improvisación en la que parecen convivir Mingus, Monk, Coleman, The Mask y el Loco de la motosierra.
En Chico, un breve pasaje en solitario de Ewing en batería es rubricado por el resto en percusión. A la manera de la Either/Orchestra conjugan la agilidad de un combo de jazz, el poder de una big band y la profundidad rítmica de la música afro latina. Aquí el saxo de Mills lleva el peso de la melodía; el trombón de O’Shea y la trompeta desarrollan floridas contramelodías mientras el bajo y la batería fijan el esqueleto rítmico.
Tiempo para otro estreno, The Eve of Thrieve. Una mutación modernista sobre una progresión de acordes con tempos rápidos y frases largas y complejas y con una amplia gama emocional. Con influencias que van del bebop al dixieland pero con una manifiesta búsqueda de recuperar el placer de origen del jazz. Recordemos que jazz deriva de jass, termino concerniente a las relaciones sexuales. De ahí el placer… En este caso la banda se enrola en lo que podría denominarse como jass explícito.

Tras un intermedio absolutamente necesario (para el público) regresan para hacer H.R., tema asociado a climas neoclásicos en el tránsito de una melodía conducida con solidez y autoridad por el clarinete.
Es el turno de Hot Gazpacho Pt. 1 y 2. Esta composición, que pertenece a Ben Verdier, inicia con un solo de flauta de Mills sobre dos frases ostinato en 7/4. Un atinado solo de contrabajo conduce a los vientos al inicio de los solos. Finalmente salen el bajo y la batería y los cuatro vientos realizan, hasta desvanecerse, solos simultáneos.
Es hora de cenar y Reptet ofrece Chicken or Beef. Sobre un solo de clarinete a cargo de Credit cantan el estribillo. Mills se suma haciendo ritmos con la voz y el resto acompaña con cencerro, maracas y pandereta para finalizar con un segmento en ritmo de ska con todos vociferando como si se tratara de una despedida de solteros pero que, en lugar de concluir en matrimonio, parece tener un final feliz.
Izaak Mills desarrolla un desopilante monólogo sobre unos tipos que fueron a conquistar mujeres a un bar de lesbianas. Es la presentación del elocuente Fish Market. Mills tiene una escena desbordante. Actúa como maestro de ceremonias, gesticula, baila, muestra sus raídos bíceps y dice “éstos son los músculos de un músico de jazz” y toca fenómeno.

El cierre será con una bestial versión de Do This! Tema que lo tiene todo: la experimentación del free, la irreverencia del grunge y la intensidad del rock. Luego de un breve pasaje improvisado repiten el ritual de dejar el escenario para dar la vuelta a la manzana. Los músicos regresan con el gesto típico de un niño después de hacer una travesura.
Acabo de darme cuenta que Mills se disfrazó de pingüino; pero en el contexto lúdico en que se desarrolla el concierto, nadie parece notar la diferencia.
Piaget dijo que el niño, cuando adquiere la función de simbolización, pasa por una fiebre creadora en la que mezcla la ingenuidad, la inocencia, la imaginación y la expresividad. Pero al convertirnos en adultos, nos vamos ordenando, estructurando, aburriendo y momificando en vida.
Esta noche, gracias a Reptet, recuperamos en parte la frescura y la espontaneidad perdida.
Una especie de retorno creativo expresado a través de algo tan simple e imaginativo como… un juego de niños.

Sergio Piccirilli

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