Blackfield: Blackfield II
Once, 1000 People, Miss U, Christenings, This Killer, Epidemic, My Gift of Silence, Some Day, Where is my Love?, End of the World.
Músicos:
Aviv Geffen: guitarras, teclados, voz.
Steve Wilson: guitarras, teclados, voz.
Daniel Salomon: piano.
Seffy Efrati: bajo.
Tomer Z: batería.
Harel Ben-Ami: guitarra.
Itamar Leshem: corno francés.
Eran Mitelman: piano eléctrico.
Richard Barbieri: piano eléctrico.
Ofer Meiri: teclados.
Gavin Harrison: batería.
Daniella Pick: coros.
Snapper, 2007
Calificación: Está muy bien.
Se trata ni más ni menos que del segundo disco del dúo conformado por el artista pop israelí Aviv Geffen y el británico fundador de Porcupine Tree, Steve Wilson. Su primera entrega, brevemente repasada también en esta edición, data de 2005 y marca la pauta para la propuesta artística que ofrecen. Pop romántico y muy elegante sin caer en lugares comunes con claras referencias a los ´80 y algunos guiños progresivos y a Radiohead, sobretodo en las composiciones de Wilson.
Un disco de canciones de tres o cuatro minutos, con suaves melodías, pegadizas pero no pegajosas, cuerdas, pianos, guitarras acústicas, todo en su punto justo. Las canciones tienen todas identidad propia sin perder en ningún momento su unidad sonora y conceptual. Excelente producción y sonido. Las letras, en general sobre temas de amor/relaciones, son inteligentes y bien escritas.
Once es un tema un poco… demasiado… Radiohead, pero que se sobrepone a las referencias y con fuerza da inicio al disco que no volverá a tener otro pico tan rockero a lo largo de los breves 42 minutos de duración. Comienza con tambores, guitarra y una etérea línea de voz de Wilson para, en pocos compases, trocar al tinte rocker al que referimos.
1000 People es mucho más intimista, como la mayoría de las composiciones de Geffen. Una delicada melodía en piano sobre un fondo de teclados y un tempo lento dan paso a unas suaves guitarras acústicas y a una melancólica voz que será reforzada luego por cuerdas.
Miss U es mucho más festivo a pesar de la melancólica letra sobre una ruptura amorosa; mezcla de guitarras acústicas con eléctricas en el estribillo y un muy bonito solo de guitarra para terminar en fade-out.
Christenings, tema de Wilson, tiene su sello y referencias floydeanas de la primera época. Un carácter más de confrontación y dramático que melancólico. Teclados vintage y alguna guitarra distorsionada con slide refuerzan esta imagen, para terminar sólo piano y voz.
Un delicado arpegio marca el comienzo de The Killer y la vuelta a la melancolía, tiempo lento y relajado. Un segundo solo en este disco, haciendo melodía para cerrar el tema.
Piano con bajos marcados y tres etéreas notas sostienen la voz; luego, la misma melodía tendrá un giro de electro-pop con una marcada base de batería y programación, y luego giros armónicos clásicos de Wilson que le agregan dramatismo a la composición.
De nuevo arpegio de guitarra, piano y voz pero esta vez de la mano del Porcupine Tree en My Gift of Silence. Potencia con una rítmica más marcada en tres cuartos y con una batería más presente.
Se las arreglan para que, a pesar de que muchos temas tienen características similares, cada uno tenga su impronta y sean claramente reconocibles, siendo las composiciones de Aviv Geffen mucho más melancólicas e intimistas; en tanto, las de Steve Wilson, son más potentes y dramáticas.
La primera parte de Some Day me recuerda a Nick Drake, mientras que la segunda parte a U2 y, el final, a Porcupine Tree. Caramba.
Con un fill de batería que me recuerda al de la intro de Sowing the Seeds of Love de Tears for Fears, comienza Where is my Love, el tema más potente y menos melancólico de Geffen, con un órgano que rememora a Whiter Shade of Pale; se olvida del intimismo y da rienda suelta al pop eléctrico de guitarras a la Oasis pero con sutileza y buen gusto.
Terminamos con el fin del mundo en tres por cuatro, nada más ni nada menos y, como corresponde al título, con claras referencias a The Wall.
Las estrellas de este disco son las canciones; todo está pensado para su lucimiento, es más importante lo que no tocan que lo que sí. No parece haber más pretensiones que la musicalidad; y no es poco.
Qué bueno es volver a escuchar buen pop, buenas canciones con letras inteligentes, sin ser parte de la máquina de picar carne y generar productos más asimilables a un chicle globo que a lo artístico.
Excelente para tomarse un whisky y mirar la lluvia, preferentemente inglesa…
Federico Larroca