El Ojo Tuerto

Trio M & Marty Ehrlich: Haciendo Buena Letra

Hammer Museum – Westwood (USA)
Jueves 24 de enero de 2008 – 19:00 hs.

La gira de presentación del álbum Big Picture trajo a la ciudad de Westwood al Trio M, banda que integran Myra Melford en piano, Matt Wilson en batería y Mark Dresser en contrabajo. En esta ocasión especial, con el agregado de Marty Ehrlich en saxo y clarinete como músico invitado en algunos temas.
Cuatro íconos de la escena del jazz contemporáneo, cuatro referentes en sus respectivos instrumentos, cuatro solistas sobresalientes y destacados sesionistas.
Y lo más importante de todo, cuatro músicos cuyos nombres empiezan con la letra M.
La M es la decimotercera letra del alfabeto español y la décima consonante.
Su plural es emes y su nombre es femenino: la eme. Así que si usted se llama Mario o Marcos y se cree muy macho, lo siento mucho.
Se corresponde con la letra M del alfabeto latino o romano y proviene de una letra fenicia que significaba "agua". También el jeroglífico egipcio pronunciado n tenía forma de línea quebrada u ondulada y era el símbolo del "agua".
El grafema de imprenta o capital de la M proviene directamente de la My mayúscula griega, letra con igual valor fonético. En la numeración romana representa al 1000. En Química, significa "molar", haciendo referencia a la concentración de un soluto.

En el Sistema Internacional de Unidades, m es el símbolo de la unidad de longitud metro. En Física, representa la masa. M es también el jefe ficticio del MI6 en las novelas y películas de James Bond. M es parte del código de algunas armas: Benelli M3, M4A1, M249, M60, etc. M es el número messier con el que se nombran algunas galaxias. М es la décimo cuarta letra del alfabeto cirílico ruso. La эм se lee como “EM” y se traslitera como la M del alfabeto español.
Pero, además, la M es una fiel compañera del hombre.
La primera palabra que decimos en nuestra vida es Mamá. La primera oración que escribimos es mi mamá me mima mucho. Nuestro primer amor es la maestra. Más tarde extrapolamos ese sentimiento con otras mujeres hasta que elegimos una de ellas para unirnos en matrimonio. Claro, al poco tiempo nos damos cuenta que detrás de toda mujer hay una suegra en potencia y nos queremos matar. Con los años maduramos y cuando alcanzamos la sabiduría necesaria para vivir, nos morimos…
En todo caso, si la historia continúa, será en el más allá.

El Trio M posibilitó a Myra Melford un retorno triunfante al formato de piano trío, camino que recorriera en los noventa junto a Lindsey Horner y Reggie Nicholson. Luego de trabajar consistentemente en rangos extendidos y más proclives a la libre improvisación y a la música de la India, vuelve a sus raíces con una mixtura de materia prima melódica próxima al blues y códigos inherentes al free jazz. Mark Dresser, en cambio, aprovecha este proyecto para incorporar a su excepcional técnica la exploración de nuevos sonidos, al ubicar un segundo micrófono en el tope del mástil de su instrumento. Y Matt Wilson explota al máximo su reconocida versatilidad para adaptarse a diversos contextos musicales, en este caso transitando un territorio que no suele frecuentar, como el de la libre improvisación.
Pero si hay un común denominador en la actualidad de los integrantes del Trio M es su noble intento por eludir la rigidez manifestando vocación de cambio.
Cambio de escenario musical, de sonido, de interrelación interpretativa, de entorno y de enlace creativo.
Y eso no está mal.
La gente cambia con el tiempo. Por ejemplo ayer encontré a Maximiliano, un viejo amigo de la adolescencia. Antes tenía el pelo negro y ahora está canoso; antes era delgado y atlético y ahora esta gordo… Pero no sólo eso, cuando le pregunte: “¿Cómo estas Maxi?”,  me respondió: “Perdón, pero yo no me llamo Maxi, mi nombre es Marta”.
¡Eso sí que es un cambio!
Y hablando de cambios…

Los organizadores del Hammer Museum decidieron unilateralmente adelantar el horario de inicio del evento. Por suerte, nuestra proverbial impuntualidad nos salvó del desastre. Es que a diferencia de lo habitual en esos casos, suelo llegar temprano a todos lados, ¿vio? Precavido y obsesivo, una combinación explosiva que me ha convertido en la clase de persona que guarda en la heladera una botella vacía por si los invitados no quieren tomar nada o del tipo de gente que se pone a estudiar porque al día siguiente tiene un examen de sangre y orina.
Inclusive, cuando me enteré que la mayoría de los accidentes ocurren, según las estadísticas, a menos de un kilómetro de la casa del accidentado, me mudé a dos de donde vivía. Bueno… si me incentiva, tengo más apostillas, ¿eh?
En el más acá y concordante con lo dicho, el Trio M ya se encuentra sobre el escenario del Hammer… Museum.

El comienzo del concierto es con la extensa suite Big Picture. Un breve pasaje en batería al que luego se incorporan el piano y el contrabajo configuran un horizonte de texturas que pese a su extrema complejidad suena relajado y circunspecto. El trío transita diferentes territorios con amplios espacios de libre improvisación pero conservando en todo momento un fino lirismo y una distinguida exquisitez tímbrica. Aun en sus momentos de caótica exploración, lucen controlados. Esto les posibilita constituir un esqueleto armónico que admite alteraciones y sustituciones, siempre dentro de un margen claramente definido y manteniendo como eje conductor una constante rotación en el protagonismo instrumental pero permitiéndose, a su vez, mayor elasticidad durante los solos. Wilson se manifiesta sutil y cauto. Suspira sobre los parches provocando la fina sensación de un rumor melódico. Melford escruta en las profundidades estilísticas de Kabalevsky al adoptar un diatonicismo convencional ligado al cromatismo pero asumiendo riesgos en términos de armonía a los que no era proclive el genial pianista ruso. Y Dresser, por sonido y actitud, se convierte en la columna vertebral del trío y en su fuerza propulsora. A su avasallante pizzicato y la refinada utilización del arco se suma el rol gravitante de mantener integrada la libre improvisación con la partitura en un contexto expresivo unificado.

Siguen con For Bradford, composición que pertenece a Mark Dresser, incluida originalmente en su álbum solista Aquifer de 2002 y con posterior versión a cargo del Trio M en Big Picture de 2007. Un interludio aleatorio que admite influencias de Ornette Coleman deriva en un reposado lienzo sonoro que, por sus modos y ritmos en la escala acústica, remiten al sistema diatónico basado en la música folclórica que utilizara Bela Bartok. Desde ese reflexivo paisaje emergen un solo de Melford pleno de lirismo y una descollante intervención de Dresser. Asumiendo riesgos, empujando y con un lenguaje visceral que jamás deja de ser elegante, para finalizar con un solo de Wilson minucioso, sugestivo, prolijo y moderado que se ubica en las antípodas de lo que suele esperarse de un solo de batería.

Para el siguiente tema se agrega Marty Ehrlich en saxo con una composición que le pertenece: el inédito Dance #3. Una especie de secuela de Dance # 2 incluida en su álbum de 2005, News on the Rail. Aquí hallamos una orientación melódica naïf con subliminales citas propias de la música clásica y un factor rítmico que reconoce vecindad con el funk, combinación que propicia una distendida interacción entre los músicos. Tanto, que por momentos parece más una reunión de amigos con testigos que un concierto con público.
Continúan con el magnífico Moderpine, tema del álbum Aquifer que Dresser dedicara a Ed Thigpen. Una deliciosa intro en blues con específicas estructuras armónicas en delicado balance con la métrica, el lenguaje rítmico, las relaciones entre escala y acorde y el fraseo, derivan en un etéreo solo de Melford que fija las bases para una mutación estructural en dirección al swing. Desde ese nuevo paisaje sonoro surge Dresser ejecutando el contrabajo con arco y accionando un pedal de efectos que otorgan a su instrumento un enorme abanico de tonalidades; y luego, el saxo de Ehrlich jugando con las expectativas rítmicas para generar tensión, sorpresa y expresividad. Finalmente, el edificio sonoro se desploma para devolvernos con naturalidad al esquema del inicio.
Final.

Los músicos se acercan al borde del escenario para saludar. El público aplaude y amenaza con quedarse. Ehrlich, con una inocencia que desacraliza la imagen característica del libre improvisador de gesto adusto, ceño fruncido y concentración extrema, pregunta: “¿Quieren que hagamos una más?”
La gente responde afirmativamente con idéntico candor.
Hacen entonces Ekonomi del álbum solista de Mark Dresser Time Changes de 2005, composición inspirada en el libro de Yvonne Vera “The Stone Virgins”, cuya acción transcurre en Zimbabwe. Un breve interludio en clarinete actúa como declaración fundacional para una melodía sencilla y desprovista de ornamentación que oficia en consonancia con su fuente de inspiración, al incluir una explícita invocación a la música africana. Solo de Melford sorprendentemente acotado y contenido. Bien Ehrlich demostrando sus habilidades para tocar el instrumento y bambolear su anatomía al compas. Impecable solo del siempre prolijo Wilson. Y Dresser, una vez más, rompiendo el molde con una inaudita exploración en las posibilidades sonoras del contrabajo.
Ahora sí: todo terminó.
El Trio M expuso su arte sin poses innecesarias, con alegría y espontaneidad.
Con M mayúscula, con M de músicos…
Haciendo buena letra.

Sergio Piccirilli

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *