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Evangelista: Hello, Voyager

Winds of St. Anne, Smooth Jazz, Lucky Lucky Luck, For the Lil’ Dudes, The Blue Room, Truth is Dark Like Outer Space, The Frozen Dress, Paper Kitten Claw, Hello Voyager!

Músicos:
Carla Bozulich: voz, guitarra, armonio, percusión
Tara Barnes: bajo eléctrico
Shabzad Ismaily: guitarra, batería
Eric Craven, Luc Paradis, David Payant, Zsofi: batería
Jessica Moss: violín, percusión
Nadia Moss: órgano
Thierry Amar: contrabajo
Beckie Foon: cello
Nels Cline: guitarra acústica de 12 cuerdas
Brooke Crouser, Efrim: guitarras
Noah Cannon: trompeta
Jon Claude: percusión

Constellation, 2008

Calificación: Dame dos

Yo no evoluciono, yo soy. En el arte, no hay ni pasado, ni futuro. El arte que no está en el presente no será jamás. (Pablo Picasso)

Generalmente se denomina evolución a cualquier proceso de cambio que se produce con el paso del tiempo. En los individuos, ese proceso se manifiesta en la transformación de las conductas, en la mudanza de propósitos, en el vaivén permanente de las formas y los enfoques y en la conversión de las ideas y teorías.
Cuando se trata de un artista, esa mutación natural no sólo comprende su accionar individual sino que también se traduce en su obra.
La cantautora Carla Bozulich es un ejemplo singular de los cambios que pueden experimentarse en el trayecto artístico. Eso se consigna en la pluralidad de corrientes y estilos que ha transitado pero también en otros aspectos menos habituales. En su debut discográfico con el álbum Creative Nihilism de 1984 junto a Gary Kail/Zurich 1916, se presentó bajo el nombre de Carla Noelle. En otro juego de identidades yuxtapuestas, llamó a su dúo con Nels Cline, Scarnella, palabra que es un anagrama construido con los nombres de ambos integrantes. Pero el ejemplo de transformación más explícito y sorprendente es su nueva banda: Evangelista. En el 2006, Bozulich editó un magnífico disco solista con ese título. Dos años después, prácticamente con los mismos músicos que participaron en aquel trabajo y con similar orientación creativa, nos llega el álbum Hello, Voyager para cerrar un ciclo progresivo que terminó por transformar un disco llamado Evangelista en una banda con el mismo nombre. Sin embargo, ese cambio no debe ser interpretado como un abandono de la propia individualidad sino como parte de un desarrollo evolutivo, ya que este proyecto sintetiza mejor que ningún otro todas las influencias recolectadas por Bozulich a lo largo de su carrera musical.

En el campo de la psicología evolutiva, se denomina desarrollo al cambio psicológico sistemático que se da a lo largo de la vida. En el transcurso de ese proceso, la persona va accediendo con la edad a estados más complejos y mejores que los anteriores.
Existe una gran diversidad de paradigmas explicativos que enriquecen la comprensión del fenómeno del desarrollo. Los modelos más significativos son el psicoanálisis, la psicología genética de Piaget, el modelo socio-cultural de Vigotsky, el modelo ecológico y etológico, las películas de Cantinflas y el Libro Gordo de Petete, entre otros.
El psicólogo estadounidense Erik Erikson elaboró una teoría del desarrollo de la personalidad en la que describió ocho etapas del ciclo vital o estadios psicosociales. Una etapa inicial desde el nacimiento hasta los 18 meses, denominada confianza frente a desconfianza. Otra que abarca desde los 18 meses a los tres años llamada autonomía frente a vergüenza y duda. El tercer ciclo es iniciativa frente a culpa, que abarca de los 3 a los 5 años. Desde allí hasta los 13 se desarrolla la etapa conocida como laboriosidad frente a inferioridad, entre los 13 y los 21 años, la identidad frente a confusión de roles. A esta etapa le sigue la intimidad frente al aislamiento que llega hasta los 40 años aproximadamente. Entre los 40 y los 60 se desarrolla la generatividad frente al estancamiento; y después de esa etapa y hasta la muerte sobreviene la integridad frente a la desesperación.
No sé en qué etapa se encuentra Bozulich; pero mi psicoanalista dice que si no le pago lo que le debo, pronto conoceré cómo se llama la etapa posterior a la muerte.

En el afán por ilustrarme en la materia decidí concurrir a la conferencia que ofrecía un discípulo del Dr. Erikson, pero lamentablemente tuvo lugar en horas de la noche y yo jamás me quedo solo en la oscuridad sin la compañía de mi mamá. Luego intenté con otro especialista pero desistí cuando me pidió que fuera a la cita disfrazado de conejo. Finalmente probé con un psiquiatra amigo, pero el día del encuentro había caído en un pozo depresivo a causa de la pérdida de su osito de peluche favorito y todo se frustró.
Por suerte, el plomero estaba trabajando en casa y al verme en ese estado dijo: “La mutación experimentada por Bozulich describe una conducta que está asociada al ciclo estancamiento versus generatividad, con una fantasía inconsciente que en lugar de expresar una fuga de la realidad actúa como mecanismo defensivo y con identificación proyectiva que manifiesta una escisión del yo para proyectarse en un objeto externo”, para luego agregar: “La canilla ya no pierde… son diez pesitos, fierita”. Y es barato, ¿no?

Hello, Voyager está envuelto en un halo fantasmagórico y espectral, plasmado en un sonido que va de lo eclesial a lo gótico. En su construcción armónica se funden instrumentos de cuerdas asociados a la música de cámara con el recurrente uso de samplers provenientes de la música electrónica. En su formato expresivo conviven en constante tensión: ruido, silencio, melodía y disonancia. Un sostenido desarrollo de contrastes que nos permite oír el eco de la tradición confrontado con la visualización de un camino que nos conduce a la experimentación extrema.
Winds of St. Anne nos sumerge en un clima tenebroso que transpira desesperación musical por sus poros. Un intenso viaje que recorre a través del ruido y la locura, una angustiante estética de carácter gótico. Un desordenado juego mórbido del subconsciente en el que la voz distorsionada y los gemidos de Bozulich y las guitarras disonantes parecen manifestar una reacción emocional lacerante, desesperada e inspiradora de sentimientos liberadores del dominante pensamiento ilustrado.
Smooth Jazz, pese a lo que su título supone, es un poderoso manifiesto post-punk cuyo espíritu se enlaza con el Sonic Youth de Sister y en el que su narrativa esboza una desgarradora parábola de íntimo disgusto. Lucky Lucky Luck es una prueba de la diversidad estilística que contiene Hello, Voyager. Una travesura lúdica que, sin alejarse del pop, contiene módulos de blues, guitarras al estilo grunge, pasajes vocales propios de un crooner, un órgano de estilo barroco y un violín camarístico. Todo al tiempo que Bozulich reconoce con fatalismo “Cuando era un bebé, fui tan dulce como pude, tenía un buen corazón pero tuve que acabar con él. Desde allí, la historia fue cuesta abajo.”

Un quinteto de cuerdas en Fort the Lil’ Dudes nos transporta a la música de cámara. El elegante y sencillo montaje armónico de The Blue Room, con sus texturas de cuerdas, los sutiles matices de órgano y los sugestivos acordes de Nels Cline en guitarra acústica, realzan el cautivante ejercicio vocal de Bozulich para terminar de configurar un alegato orientado al pop alternativo. En la enrarecida atmósfera espacial de Truth is Dark Like Outer Space convergen la desesperación del rock, la crudeza del punk y la propensión exploratoria de la música electrónica. The Frozen Dress, en el que Bozulich se hace cargo de todos los instrumentos, hallamos una disposición melódica y armónica que admite herencias de Lux Aeterna de Gyorgy Ligeti. Obra enquistada en el inconsciente colectivo tras su inclusión en la banda sonora del film de Stanley Kubrick, 2001 Odisea del Espacio. La reposada solemnidad de Paper Kitten Claw dibuja una poética lÁmina estética de carácter reflexivo, sombrío y metódico en perfecto balance con un aflictivo discurso de Bozulich sobre “los secretos indecibles que anidan en el pecho” del ser humano. El cierre es con Hello, Voyager!, pieza central del álbum. Un extenso sermón de auto-laceración que unifica la poesía beat del Allen Ginsberg de “Aullido” con la insanía de un predicador, de ésos que pueden encontrarse en cualquier esquina. Bozulich desciende al infierno de una sociedad que declama: “Esto es lo que no quiero que vea la gente.”  Ofrece una salida al expresar “Di la verdad y serás libre…” para luego poner en su boca arbitrarias confesiones “Ésta es mi colección porno, éste es mi sentimiento de superioridad, ésta fue la vez en que me vendí cuando más me necesitaban, ésta es mi inclinación homosexual, esto es decir que amo cuando se supone que no es amor… ésta soy yo”, para terminar agotada pero absuelta en el poder redentor del amor al susurrar: “¿Podés decirlo conmigo? La palabra es… amor”
En síntesis: Carla Bozulich, en Hello, Voyager, no sólo demuestra que puede acceder a su interior, sino que también es capaz de abrirse y compartirlo. Sin pretender con ello establecer una verdad universal, apenas la suya.
Y no es poca cosa.

La verdad es fluida y está sujeta a cambios; si querés imponerla, dejará de ser una verdad para convertirse sólo en la opinión de un hombre (Robert Altman)

Sergio Piccirilli

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