Marc Ribot’s Ceramic Dog-Party Intellectuals

Break on Through, Party Intellectuals, Todo el mundo es kitsch, When We Were Young and We Were Freaks, Digital Handshake, Bateau, For Malena, Pinch, Girlfriend, Midos, Shsh Shsh, Never Better

Músicos:
Marc Ribot: guitarra, voz
Ches Smith: batería, percusión, electrónicos, voz
Shahzad Ismaily: bajo, voz, moog

Pi Recordings, 2008

Calificación: Buena gente

El hombre kitsch tiene la necesidad de mirarse en el espejo del engaño embellecedor y reconocerse en él con emocionada satisfacción (Milan Kundera)

La palabra kitsch tiene diversas acepciones, usos y aplicaciones. Con el ánimo de arrojar luz sobre su significado, quizás basta decir que es una palabra cuyo origen se encuentra en el término alemán etwas verkitschen que, como todos sabemos… ehhh… etwas verkistchen… Alemania campeón mundial del ’74: Maier, Vogts, Schwarzenbeck, Beckenbauer, Breitner, Hoeness, Bonhof, Overath, Grabowski, Müller, Holzenbein y… etwas verkitschen… ¡Qué jugador!
Volviendo al tema en tratamiento, recordemos que en el mundial de fútbol de 1974, Alemania jugó la final con Holanda, equipo que con su revolucionaria idea del “fútbol total” era ampliamente favorito. Pero mejor sigamos con lo nuestro…
Holanda estaba conformada por Jongbloed, Suurbier, Rijsbergen, Haan, Krol, Jansen, Neeskens, Van Hanegem, Rep, Cruyff y Rensenbrink bajo las órdenes del técnico Rinus Mitchels. Su estilo de juego expresaba un concepto revolucionario basado más en el movimiento sincronizado que en la posición fija, pero manteniendo en cancha un posicionamiento racional. Un auténtico equipazo, pero igual perdieron.
En realidad, ésa es una historia que no viene a cuento.
Aunque perdieron 2 a 1, para más datos. Al minuto de juego… ¡pum! Gol de Holanda, Neeskens de penal. Luego empata Breitner también desde los doce pasos y Muller sella el triunfo definitivo de la escuadra teutona.
Así fue que Alemania derrotó a “la naranja mecánica” con un “fulbito” intrascendente, barato, una copia de modelos existentes, digamos un estilo… kitsch.
No sé si les dije que la palabra kitsch tiene diversos usos, acepciones y aplicaciones y que proviene del alemán etwas verkitschen… ¡Qué jugador!

El término kitsch, aplicado al arte, define aquello que se considera como una copia inferior al estilo existente (como Alemania del ‘74, ¿vio?). En un sentido más amplio, se utiliza para referirse a cualquier arte que es pretencioso, pasado de moda o de muy mal gusto. Más allá de lo incierto de su etimología, está ampliamente difundido que la palabra tuvo origen en los mercados de arte de Munich en la segunda mitad del siglo XIX y se aplicaba para describir los dibujos y bocetos baratos o fácilmente comercializables. Lo concreto es que el arte kitsch se asoció a una manufactura empobrecida y de dudosa moral, más emparentada con la identificación del nuevo status social de la burguesía adinerada que con una respuesta estética genuina. Ya en el siglo XX, teóricos como Theodor Adorno y Hermann Broch intentaron definir el kitsch como un opuesto del avant-garde. Ellos consideraban que la implícita popularidad de la estética kitsch era un peligro para la cultura, ya que su desarrollo como expresión artística era planeado y controlado por las necesidades del mercado y requería de un público pasivo que lo aceptara. Adorno, para demostrar que no estaba como su apellido lo indica, clamó por aquel entonces que el arte debía ser subjetivo y orientado contra la opresiva estructura de poder en detrimento del kitsch, que apenas representaba una parodia de la conciencia estética. Sin embargo, años después, con el advenimiento del postmodernismo y la incorporación de la iconografía del Arte Pop, las fronteras que separaban al kitsch de la vanguardia se fueron diluyendo.

Todo este relato, por supuesto, tiene un sentido que procederé a explicar con autoridad y detallado apasionamiento en cuanto pueda recordar cuál es… Ah… ¡ya está! El nuevo álbum del guitarrista Marc Ribot: Party Intellectuals.
Este proyecto que conjuga rock, jazz, punk, música latina, soul, no-wave y avant-garde, ha sido definido pretenciosamente por su creador como “el último objeto kitsch”. Desde ya, no pienso repetir qué es kitsch. Mi paciencia tiene un límite (etwas verkitschen… ¡Qué jugador!).
Ribot
, para manifestar su actual ideario creativo, convocó a los experimentados Shahzad Ismaily y Ches Smith a integrarse en un diseño cooperativo denominado Ceramic Dog, nombre extractado de la frase en francés chien de faience. Seguramente usted, por propiedad transitiva, podría inferir que chien de faince integró el equipo de Francia campeón mundial de 1998. ¿Cómo se le ocurre algo así? Es absurdo, no tiene sentido… Todos sabemos que jugaban con Barthez, Lizarazu, Desailly, Thuram, Leboeuf, Deschamps, Djorkaeff, Zidane, Karembeu, Petit y Guivarc’h. Sigamos… Un buen equipo, ¿eh? No era como para decir “a la pipetua” pero les alcanzo para derrotar a Brasil en la final 3 a 0. Jugando simple, ordenaditos, quietitos, agazapados y esperando el momento justo para atacar; o sea, el tipo de acción que los franceses suelen describir mediante la frase chien de faience, que no es un jugador de la Francia del ’98 sino… ¡olvídese del asunto!
Lo cierto es que chien de faince (en inglés, ceramic dog) se usa para definir la expectante inmovilidad previa a lanzar un ataque o iniciar una pelea.

El álbum abre con un cover del clásico de The Doors, Break on Through (to the other side) de 1967. La introducción traza una irreverente reducción armónica que entrelaza un ritmo a lo Gene Krupa, voces distorsionadas y una robotizada descripción de la melodía. Ya en el cuerpo principal de esta agitada versión, hallamos rastros de rock psicodélico provenientes del original en confluencia con la característica aceleración del trash metal y el anárquico desparpajo del punk. Un dato importante a mencionar es que Marc Ribot canta. ¿Cómo explicarlo? Veámoslo de la siguiente manera: convengamos que Jim Morrison, el cantante de The Doors, no era precisamente Pavarotti. Bueno, Marc Ribot no es Jim Morrison… Espero haber sido claro.
Party Intellectuals, tema que da título al álbum, nos ofrece un obsesivo y alucinógeno groove electro-funk que parece inspirarse en Party Hard del cantante y multinstrumentista de heavy-metal Andrew W.K pero filtrado a través de un prisma estético heredado de la banda de New Wave, Devo.
En Todo el mundo es kitsch se suma al trío Janice Cruz en voces para terminar de configurar un amable y dudoso cóctel de electro dance y hip hop cantado en “spanglish” y con el agregado de un solo de guitarra a lo Carlos Santana que no acrecienta las dudas: las confirma.
When We Were Young… se ubica en las antípodas del tema anterior al recuperar la vocación exploratoria. Una cosmogonía sonora concebida a través de la unión de la música electrónica, el trance, la psicodelia y la música ambiental, pero desde una perspectiva experimental que reconoce vagas reminiscencias de algunos proyectos encarnados por Lee Ranaldo a mediados de los noventa.
Digital Hanshake es un desafortunado intento por proseguir la línea de la experimentación electrónica. Algunos climas, la solidez de Ismaily, el gran aporte percusivo de Smith y la elocuencia de Ribot no alcanzan a disimular que el barco está navegando a la deriva y sin destino fijo.
En las sosegadas texturas de Bateau tampoco pasa demasiado. Una atmósfera cansina y somnolienta que induce a un cíclico encadenamiento de bostezos.
Los aires de cumbia de For Malena nos reaniman con placidez, mediante una especie de broma postmodernista que reúne en un mismo espacio a la música latina, el sórdido apasionamiento de Tom Waits y lejanos ecos de la música de los Balcanes.

El kitsch en su máxima expresión llega con Pinch. Una incestuosa relación entre el punk y la música disco atravesada por un insistente estribillo cantado en castellano que dice “para gozar yo necesito fuego” rubricado, como corresponde, por un incendiario solo de Ribot. Ideal para poner el cerebro a un lado y mover sin restricciones pubis, coxis, sacro, glúteos, intersección fibrosa de los músculos pubocixigeos y zonas laterales.
Girlfriend se aproxima sigilosamente al triángulo que constituyen lo pueril, el absurdo y lo trivial. Todo subrayado por una letra que dice “vayamos ahora a un restaurante, no tengo hambre, mi novia es muy bonita, ella no me gusta” (sic). Inimputable.
El controlado desborde en Midos reconcilia a la banda con lo mejor del punk rock, mientras que Shsh Shsh incursiona en la experimentación del ambient y la música electrónica. El cierre será con el categórico frenesí rockero de Never Better.
Síntesis: un disco desparejo y desconcertante, gobernado por una actitud kitsch en la cual el placer emocional se antepone al racional y cuyo orientación estética ansía obtener un deliberado efecto de disparate, provocación, exceso y delirio.

El kitsch es una comunicación que tiende a la provocación del efecto (Umberto Eco)

Sergio Picirilli

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