El Ojo Tuerto

Cryptonights Festival: Mensaje descifrado

Red Cat- Los Angeles(U.S.A.)
Alex Cline Continuation Quintet & Myra Melford Be Bread
Viernes 27 de Marzo – 20:30 hs.
Jeff Gauthier Goatette & The Nels Cline Singers
Sábado 28 de Marzo – 20:30 hs.

En el Red Cat de Los Angeles, los días 27 y 28 de marzo tuvo lugar el Cryptonights Festival organizado por Cryptogramophone Records.
Este sello discográfico, fundado por el violinista Jeff Gauthier en 1998, divulga, propulsa y, a su vez, congrega a algunos de los principales emergentes de la escena del jazz de vanguardia y la música creativa de la costa oeste estadounidense.
La ingeniosa denominación elegida por Gauthier para su compañía reúne los términos gramófono y criptograma. El gramófono, patentado en 1888 por Emili Berliner, fue el primer sistema de grabación y reproducción de sonido que utilizó un disco plano a diferencia del fonógrafo que grababa sobre un cilindro. El término criptograma, en cambio, refiere a un tipo de mensaje cifrado cuyo significado resulta ininteligible hasta que no es revelado. La ciencia que estudia la forma de cifrar o descifrar información mediante técnicas especiales recibe el nombre de criptología o criptografía (del griego Krypto, “oculto” y Graphos, “escribir”) y es empleada con frecuencia para permitir intercambio de mensajes que sólo pueden ser leídos por personas a las que van dirigidos y que poseen los medios para interpretarlos.

La historia de la criptografía es extensa y abundante. Las civilizaciones más antiguas desarrollaron rudimentarias técnicas para enviar mensajes durante las campañas militares, de forma que si el mensajero era interceptado, la información que portaba no corriera peligro de caer en manos del enemigo.
En el Imperio Romano, Julio Cesar utilizó en sus campañas un método de sustitución criptográfico llamado Cesar mientras que los griegos aplicaron otro al que denominaron Escitala Espartana. En el siglo XV, Lucio Battista Alberti inventó un nuevo sistema de sustitución poli alfabética, más tarde perfeccionado en el tratado de escritura secreta denominado Blaise de Vigenere; e incluso la reina de los escoceses, María Estuardo, fue ejecutada por su prima Isabel I de Inglaterra luego de que sus matemáticos descifraran un criptograma que dejó al descubierto un complot en su contra. No obstante, los mensajes cifrados tuvieron su apogeo en el siglo XX durante la primera y la segunda guerra mundial. En aquel entonces, los alemanes construyeron una de las máquinas de cifrado más conocidas de la historia, a la que denominaron Enigma. Enigma era un sistema de rotores que automatizaba considerablemente los cálculos que eran necesarios realizar para las operaciones de cifrado y descifrado de mensajes. Para contrarrestar ese avance en el campo de la criptología, los aliados convocaron a los mejores matemáticos de la época. Tras arduas labores, sólo lograron construir una máquina expendedora de gaseosas y un ingenioso aparato que hacía hot-dogs rellenos de queso al que llamaron american idol.
Sin embargo, dichos inventos fueron suficientes para derrotar al enemigo.

Existe un sinnúmero de historias y anécdotas en torno a mensajes jamás descifrados que pudieron haber cambiado el curso de la guerra. El más famoso se atribuye al contra-espía anglo-germano London Munich III, quien encriptó un mensaje en una moneda ahuecada.
Durante años intentaron descifrar aquel mensaje, que tal vez pudo haber modificado el resultado de la contienda bélica. En años recientes, el famoso criptólogo Criptólogo Larralde logró develar el misterio. Lo que aquel mensaje cifrado escondía era sorprendente. Textualmente decía: “Venga a divertirse al Baviera Fest, premios, concursos y entretenimientos. Fritz y Hans contando chistes en vivo. Cerveza gratis, damas también.”
En las últimas décadas, con el advenimiento de la computación, se obtuvieron notables avances en el campo del criptoanálisis, ya que permitieron gestar los sistemas asimétricos y sus derivados naturales: la firma digital, la transmisión de mensajes telemáticos, el método criptográfico que asocia la identidad de una persona o equipo informático al mensaje o documento y la firma ológrafa.
Igualmente, nada me quita de la cabeza que todo mensaje encriptado puede resolverse con un poco de suerte, como aquel día en que la maestra me pidió que nombrara una palabra con cinco letras “i” y me saqué un diez respondiendo: “No puedo señorita, eso es… dificilísimo.”

Todo esto viene a cuento del Cryptonights Festival organizado por el sello Cryptogramophone, término que reúne las palabras gramófono y criptograma. Hoy no… pero le juro que en cuanto tenga una oportunidad le explicaré qué significan.
El orden establecido para las dos jornadas que duró el festival fue un explícito ejercicio de coherencia estética, ya que la noche inaugural nos expuso a través del Alex Cline Continuation Quintet y el Myra Melford Be Bread una perspectiva de la música asiática vista a través del prisma del jazz de avant-garde y la noche de cierre manifestó un fuerte apego a la música occidental, primero mediante el elaborado jazz fusión de la Jeff Gauthier Goatette y después hurgando en los territorios inexplorados de la nueva música creativa con los Nels Cline Singers.

En el primer turno se presentó el Alex Cline Continuation Quintet integrado por su líder en batería, percusión y kantele, Jeff Gauthier en violín eléctrico, Maggie Parkins en cello, Scott Walton en contrabajo y Myra Melford en piano y armonio. Es decir, la misma formación del exquisito álbum Continuation de 2009 pero con la cellista del Eclipse Quartet, Maggie Parkins, en lugar de Peggy Lee. El exquisito balance de jazz, música clásica contemporánea y distintas tradiciones folclóricas de oriente manifestados en Continuation, encontrarían aquí una soberbia representación escénica, otorgando más espacios a la libre improvisación pero sin alterar los aspectos filosóficos asociados al budismo Zen enquistados en la médula creativa de ese trabajo.
En Nourishing Our Roots hallamos elementos de folk vietnamés en lograda equidistancia con el acerbo cultural del jazz, realzados por el metódico lirismo académico del violín de Gauthier y el melancólico fraseo del piano de Melford en comunión con la sobria precisión percusiva de Cline, los audaces contrapuntos desplegados por el cello de Parkins y el inconmensurable aporte del contrabajista de Cosmologic, Scott Walton.
Clearing Our Streams se funda en angulares texturas y un etéreo soporte de armonías en las que concuerdan los hábitos del jazz moderno y el exotismo de la música asiática. La suite On the Bones of Homegoing Thunder es un viaje por territorios musicales diversos en los que convergen, desde una perspectiva vanguardista, lirismo y austeridad e intensidades de explícito contraste. Las multiplicidades descriptas finalmente se reúnen en las atávicas raíces del blues.
Tras una ponderable versión de A Blue Robe in the Distance del álbum de Alex Cline de 1987 The Lamp and the Star, el concierto cerrará con el pesado groove en 7/4 del tema de Continuation: Steadfast. Un caleidoscopio de colores y texturas e intangibles estructuras dinámicas ligadas en un lenguaje musical de carácter narrativo que conlleva la innegable traza de la meditación zen.

La conclusión de la primera jornada del festival correspondería a Myra Melford Be Bread. Esta banda conducida por la pianista Myra Melford tiene editado, a través del sello Cryptogramophone, un solo álbum: Image of your Body, de 2007. Sin embargo, en la noche del Red Cat presentaría casi con exclusividad parte del material de su próximo trabajo The Whole Tree Gone, además de una nueva formación integrada en esta ocasión por Matt Wilson en batería, Stomu Takeishi en bajo eléctrico, Ben Goldberg en clarinete y Cuong Vu en trompeta.
En su esencia creativa, el álbum debut de Be Bread incluía conceptos de simplificación expresiva y un fuerte apego a los principios conductores de la música indostaní; pero la exposición del nuevo material, aun sin despegarse totalmente de los fundamentos tradicionales de la música del norte de la India, marca un retorno triunfal a las elaboradas estructuras compositivas que han caracterizado a Melford a lo largo de su trayectoria. Así pasarían los inéditos I See a Horizon, On the Lip of Insanity y The Whole Tree Gone y una versión colectiva de Night, tema extractado de Sparks de 2007, álbum del dúo que conforman Melford y el saxofonista y clarinetista Marty Ehrlich.

La presentación de Be Bread, en su mayor parte, contó con la ilustración coreográfica del bailarín Oguri en danza buto. El Ankoko Buto o Butoh es el nombre utilizado para referirse al rango de técnicas de danza creadas en 1950 por Kazuo Ohno y Tatsumi Hijikata. Esta danza se basa en movimientos lentos y expresivos en donde la improvisación es parte fundamental. Una forma de arte que explora la transición entre estados anímicos y los cambios de la forma física del cuerpo humano. Propiedades que confirmaría después del show, ya que al intentar practicarlo terminé momificado en posición de loto. Es cierto que para recuperar mi movilidad humanoide tuve que convocar a dos luchadores de sumo, un experto yudoca y dos tintoreros pero, en definitiva, aprendí bastante sobre Japón.
De regreso al Red Cat, digamos que la actuación de Myra Melford y su banda edificó un imaginario universo musical pleno de laberínticas construcciones con un nivel de ejecución superlativo, integrados para expresar energía, lirismo, densidad y emoción y, sobre todo, requerir un fuerte compromiso auditivo.

La segunda noche del festival estuvo encabezada por la Jeff Gauthier Goatette, que constituyen su líder, el violinista Jeff Gauthier, Nels Cline en guitarra, Jeff Hamilton en contrabajo, Alex Cline en batería y David Witham en piano y sintetizadores. Una inmejorable reformulación académica de algunos de los preceptos esbozados por el jazz fusión subrayados con sutiles inserciones de libre improvisación y música clásica contemporánea.
La banda recorrió con solvencia temas de su último trabajo, House of Return de 2008 tales como Biko’s Blues, Disollution (ambas del compositor Eric Von Essen), Friends of the Animals y la descollante Satellite and Sideburns, tema que Nels Cline compusiera en homenaje a Joe Zawinul. Una pieza del álbum One and the Same de 2006 (Ahfutat) y también Ephemera, proveniente de Mask, de 2002.
Una presentación sin altibajos, entretenida, poderosa y convincente.

Como cierre del Cryptonights Festival llegaría The Nels Cline Singers con su formación habitual: Nels Cline en guitarra, Scott Amendola en batería y Devin Hoff en bajo. La banda conjuga una voraz exploración por terrenos infrecuentes, con una deliberada búsqueda por sustituir vocabularios obsoletos y desplegar una inquebrantable revisión de las formas tradicionales que suelen exhibir los tríos de guitarra, bajo y batería. Si nos gobernara la prudencia y nos atuviéramos a los cánones estrictos del academicismo musicológico, no podríamos decir que este show fue el plato fuerte, el tiro de gracia, el abrazo del oso, el beso de la muerte… esa patada de mula en los dientes que todo ser humano merece recibir alguna vez en la vida pero… no lo haremos, así que ya sabe…
The Nels Cline Singers ofrecería un set integrado por temas de su último trabajo, el sobresaliente Drawn Breath, y algunas de las composiciones que formarán parte del próximo álbum de la banda a editarse en 2010.

Un viaje alucinado que nos llevaría a los confines del jazz rural con Cave in Heart Blues, a la densa oscuridad del doom metal de vanguardia con la suite Evenings at Pops, a la reflexiva sutileza de la balada The Angels of Angels y de allí al sofisticado after punk de Confection. Todo esto intercalado por nuevos temas que servirían para confirmar que la banda sigue evolucionando y que esa evolución no sólo se manifiesta en los principios rectores de la composición, sino también en el aporte individual de cada unos de sus miembros, ya que Nels Cline, a su proverbial arsenal tecnológico, incorporó la voz como instrumento, Scott Amendola sumó una laptop a su batería y Devin Hoff alternó el contrabajo con el bajo eléctrico. En el final, el trío invitaría a incorporarse a David Witham en sintetizadores y Alex Cline en percusión para entregarnos otro inédito: el aplastante electro-funk de King Queen. Final final.
En síntesis: una impecable organización, dos noches memorables a sala llena, cuatro grupos sobresalientes y trece músicos entregados a su causa, bastaron para construir un criptograma de sonidos cuya importancia no depende de su resolución sino del valor del destinatario para descifrarlo.

Sergio Piccirilli

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