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Diego El Cigala: Dos Lágrimas

Si te contara, Dos cruces, Bravo, Dos gardenias, Compromiso, El día que nací yo, Historia de un amor, Caruso, Compasión, María de la Ó, Te extraño.

Músicos:
Diego El Cigala: voz
Jaime Calabuch (Jumitus), Guillermo González Camejo (Rubalcaba): pianoYelsy Heredia: contrabajo
Federico Arístides (Tata Güines): congas
José Luis Quintana (Changuito): pailas
Sabú Suárez Escobar, Israel Suárez Escobar (Piraña): cajón
Diego Moreno Jiménez (El Morao): guitarra
Ramón Jiménez, Yelsy Heredia: coros
Reinaldo Creagh: voz
Manuel Machado: trompeta
Richard Galliano: acordeón

Universal, 2009

Calificación: Está bien

El cigala es un crustáceo decápodo de tamaño medio. Eso dicen, pero mucho que digamos no aclara. Un crustáceo es un animal artrópodo de respiración branquial, con dos pares de antenas, cubierto por un caparazón generalmente calcificado y que tiene un número variable de apéndices; decápodo significa que tiene diez patas; y de tamaño medio, que oscila entre los 20 y los 25 centímetros de longitud. Posee pinzas largas y espinosas. Su caparazón es de color rosa con acentuaciones rojizas y manchas blancas. Su cabeza es larga y sus ojos (atenti) tienen forma de riñón. De comportamiento nocturno, se alimenta principalmente de moluscos y peces muertos. Es friolento, por lo que en invierno habita en aguas poco profundas. Se lo encuentra generalmente al norte del océano Atlántico, en el Mediterráneo y en las costas norteafricanas. Su nombre científico es Nephrops norvegicus que, como todo el mundo sabe, significa "cigala".

Ramón Jiménez Salazar nació en Madrid en 1968, más específicamente en la calle Provisiones del Rastro. Hijo de José de Córdoba y Aurora Salazar Motos. De pequeño solía correr detrás de la pelota, pero a los 12 años obtuvo el primer premio del certamen Flamenco Joven de Getafe y un premio en el concurso de TVE "Gente Joven".
Rápidamente, con su cante comienza a acompañar a varios bailaores y a ser solicitado por músicos como Vicente Amigo, Camarón de la Isla, Tomatito y Gerardo Núñez.
En una de sus primeras giras, los hermanos Losada (a diferencia de la creencia popular que afirma que fue Camarón), comienzan a llamarlo Cigala. ¿Habrás sido por sus hábitos nocturnos, por sus ojos arriñonados, por ser friolento, porque mide entre 20 y 25 centímetros o porque su aspecto es parecido al del crustáceo?
La cuestión es que afortunadamente decidieron apodarlo Diego el Cigala y no Diego el Nephrops norvegicus, que sonará más rimbombante pero es mucho menos canchero.
Debutó discográficamente como líder en 1997 con Undebel. Su segunda entrega, Entre vareta y canasta, fue en el año 2000. Con varios de los músicos de jazz latino que luego participarían de la película de Fernando Trueba (con quien ya se había asociado artísticamente) Calle 54, edita Corren tiempos de alegría. En 2002 aparece Diego El Cigala con Niño Josele, registrado en vivo en el Teatro Real.
Hasta que Ramón Jiménez Salazar se topó con algunas imágenes de Calle 54, en proceso de montaje. Lo que vio, lo fascinó: una versión de Lágrimas negras interpretada por Bebo Valdés y Cachao. Con Trueba como nexo, comenzó a gestarse entonces un álbum que fuera suceso de crítica y ventas; bajo la denominación Bebo y Cigala, en 2003 apareció Lágrimas negras. En 2005, el cantante editó Picasso en mis ojos.
Pero parece que era otra cosa lo que tenía entre ceja y ceja.

No sabemos a ciencia cierta cómo fue o es la relación entre Diego El Cigala y Bebo Valdés. Lo que sí podemos afirmar es que el álbum que nos ocupa remite indisimuladamente a aquel exitazo de seis años atrás. Pero esta vez, sin la otra mitad.
Aquí, el responsable exclusivo es Diego el Cigala. Y el álbum se titula Dos lágrimas.
Que no es más ni menos que una suerte de continuación de Lágrimas negras.
Diego el Cigala afirma que se enamoró de Cuba, de su música y de sus músicos. Por ello debe ser entonces que recurrió al trompetista Manuel Machado, al contrabajista Yelsy Heredia, los percusionistas Federico Arístides y José Luis Quintana y, fundamentalmente, a uno de los dos pianistas que lo acompañan aquí: Guillermo González Camejo, nacido en 1927 y padre del mucho más conocido Gonzalo Rubalcaba. Los demás músicos son españoles, con la excepción del acordeonista francés Richard Galliano.

Dos lágrimas, originalmente, se publicó en España el domingo 15 de junio de 2008 en una edición "limitada" de 100.000 copias junto al diario El País, en un formato que incluía, además del CD, un libro de 72 páginas con fotos, anécdotas y entrevistas a un valor inferior a los 10 euros.
Acaba de ser editado en la Argentina, sin libro y a un valor mucho más acomodado a nuestra economía. El booklet incluye una entrevista ("conversación") del artista con Juan Cruz en la que se habla, básicamente, de cómo se produjo el acercamiento de Diego el Cigala a la música cubana, de sus hazañas, de los singulares acontecimientos en que se vio envuelto y de cómo se desenvolvió. Pero, a diferencia del gran Don Rodrigo Díaz de Carreras (Les Luthiers), no le cabe el mote de "adelantado".

No vamos a caer en el lugar común recordando aquello de "segundas partes nunca fueron buenas" porque ha quedado demostrado que es una falacia y los ejemplos abundan. Pero sí está claro que ya no se gozaría del impacto de la sorpresa. Ante las infinitas posibilidades de encarar un proyecto como éste, Diego el Cigala decidió no asumir demasiados riesgos. En realidad, no he encontrado (casi) riesgo alguno. Pero como todo suele ser tan subjetivo y pensando que la edición "limitada" fue de 100.000 unidades… seamos cautos.

Dos lágrimas se inicia con Si te contara, de Rafael Herrera. Y sí, de movida nomás la atmósfera remite al trabajo que el cantante realizara junto a Bebo Valdés. El pianista catalán Jaime Calabuch acompaña en forma ideal sobre una base percusiva atractiva y el buen soporte del contrabajista Yelsy Heredia. Dos cruces, de Carmelo Larrea, ofrece la calidez de Guillermo González Camejo, una base ascética y sin desbordes y al Cigala interpretando en forma sentida y ubicua. Bravo es una tremenda composición de Luis Demetrio Traconis que haría buena pareja con la fantástica Aunque llegues a odiarme, de Vicente Garrido, en la versión inigualable del cubano Bola de Nieve. En Bravo, el contrabajo con arco y el piano de Calabuch brindan un comienzo lastimero; no se aclara quién se hace cargo de la nimia percusión (innecesaria) y a Diego el Cigala parece faltarle un plus, una dosis venenosa, un dolor enquistado al entonar frases repletas de furia: "Te odio tanto que yo mismo me espanto de mi forma de odiar; deseo que después de que mueras no haya para ti un lugar. El infierno es un cielo comparado con tu alma; y que Dios me perdone por desear que ni muerta tengas calma. Bravo, permíteme aplaudir por tu forma de herir mis sentimientos".
En contraste, el festivo arreglo de Dos gardenias resulta adecuado y luminoso. Al sobrio trabajo de Heredia se suma aquí una buena participación de Diego Moreno Jiménez, que evita las estridencias, un Cigala que parece sentirse comodísimo en esta suerte de mid tempo que se acelera hacia el final, en ritmo de danzón y con citas a Gracias a la vida, de Violeta Parra, y de Historia de un amor, de Carlos Eleta. Muy buen momento.

Compromiso aporta como dato descollante la voz del cubano Reinaldo Creagh, uno de los creadores de la Vieja Trova Santiaguera. Ni esto, ni la versión, merecen comentarios en demasía. El día que nací yo, de Mostazo, Quintero y Desco, insiste en caminos ya transitados. La monótona percusión no oculta el buen aporte (otra vez) de Heredia; hacia el final se repite la fórmula utilizada en Dos gardenias, con la trompeta de Manuel Machado y fraseos de La negra Tomasa, de Guillermo Rodríguez. El fade final no ayuda.
Historia de un amor, de Carlos Eleta, es otro de los buenos momentos del álbum y donde el Cigala parece manejar con una mano y en descapotable. González Camejo ofrece una de sus mejores intervenciones sonando (entiéndaseme bien) como un Mengelberg acotado.

Hasta aquí veníamos dentro de lo esperado. Con toda la subjetividad a cuestas, claro está, tuvimos momentos que sí, momentos que no y momentos que más o menos.
Hasta aquí, decíamos, veníamos dentro de lo esperado.
Pero entramos en un territorio incómodo: el temido.
En el booklet, Diego el Cigala declara: "No sabíamos cómo darle hasta que encontré la clave en tiempo de tango. Qué barbaridad, Caruso convertida en un tango argentino. Ya sólo nos faltaba el bandoneón, y necesitábamos un gran intérprete, cómo no, Richard Galliano, que llegó y lo hizo suyo en la primera toma".
Hum.
El tema al que hace referencia el cantante es Caruso, de Lucio Dalla, versionada en castellano pero con el estribillo en italiano, ése que dice "Te voglio beeeeeeeeene assai, ma tanto taaaanto bene sai, e una cateeeeeeeeeena ormai, che scioglie il sangue riiiinde beeene saaai".
Bueno… un tango "argentino"… alguien debería explicarle a Diego el Cigala un par de cosas acerca de lo que es un tango "argentino". Y, de paso, cualquiera (pero cualquiera, convengamos) puede confundir un bandoneón con un acordeón. Suenan igual. Y si uno los tiene enfrente, por ejemplo cuando está grabando un disco, son como dos gotas de agua, mellizitas ellas.

Lo interesante de Compasión, de Orlando Brito, pasa nuevamente por Heredia y su pasaje en contrabajo con arco. Lo demás, normalito. María de la Ó, soberbia composición de Quiroga, de León y Valverde, ha conocido mejores versiones. El cierre del álbum es con el clásico de Manzanero, Te extraño. Diego el Cigala ha decidido ir al esqueleto mismo de la canción. La única compañía es la del pianista Jaime Calabuch. Y ha funcionado. De perlas. Tema trillado, sí. Pero que puede transformarse en belleza. Diego el Cigala canta incómodo, dolorido, sufriente. Y Calabuch ha hecho aquí, de su compañía, un arte de la síntesis. Gran versión. De verdad.

Dos lágrimas es el nuevo álbum de Diego el Cigala, probablemente la personalidad flamenca más mediática de los últimos tiempos. Sus bondades vocales no están en discusión. Pero a veces nos (me) queda la sensación de que no va con el alma, no con toda al menos.
Como si hiciera causa común con el Nephrops norvegicus; ése que es, entre otras cosas (dicen), friolento.
No sé si me explico…

Marceo Morales

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