Michael Dessen
En el contexto de un mundo globalizado y multicultural donde las formas de expresión artística se han multiplicado dramáticamente, atreverse a postular una característica unitaria en el destino de las artes puede ser un acto de valentía tanto como una exposición a ser catalogados de arrogantes. El arte es uno de los mejores instrumentos para el desarrollo de la capacidad emocional cuya única imposición aceptable es la de realizarlo y/o apreciarlo con autenticidad. Sin embargo, así como no hay unicidad en la valoración estética del arte, tampoco existe una forma unívoca de ser artista.
Hay artistas cuyas obras documentan su postura frente al arte; otros, en cambio, usan su obra para que el arte se abra a su propia identidad. Hay artistas a los que la inspiración suele visitar con frecuencia (o no tanto), que interpretan que el conocimiento puede contaminar su inspiración y por ende rehuyen a la supuesta rigidez metodológica del aprendizaje. Juzgar la validez de esa postura sería un despropósito, pero resultaría igualmente insensato olvidar aquella frase de Pablo Picasso que decía: “Cuando me llegue la inspiración me encontrará trabajando”.
En el opuesto hallamos a artistas que niegan los aspectos místicos de la inspiración y prefieren el camino racional del sistema educativo. Una vez que tienen suficiente conocimiento acumulado, lo protegen guardándolo en una caja fuerte a la que sólo abren de vez en cuando para asegurarse que todavía sigue allí. Son los que convierten el arte en un oficio y en una profesión.
Pero también hay una casta de artistas, mucho más numerosa de lo que suele creerse, que acumulan conocimiento y se manifiestan dispuestos a arriesgarlo en cada acto creativo. Y aunque no siempre acierten, vuelven a repetir el procedimiento porque saben que el conocimiento difiere de las acciones de Wall Street en las que una mala operación significa dilapidar el capital o de las fichas de una ruleta que perderemos si no hay fortuna al apostar. El conocimiento siempre sigue estando allí.
Muchos de los músicos que conozco son así y se manifiestan dispuestos a seguir acumulando conocimientos y a arriesgar todo su capital en cada acto creativo. En esa, afortunadamente, extensa lista podemos ubicar al compositor, improvisador, trombonista y educador Michael Dessen.
En su trayectoria musical ha experimentado en un amplio rango de géneros y estilos pero siempre con epicentro en la innovación y manteniendo su vocación por explorar nuevas formas creativas. Su música tiene fuerte raíces en la tradición acústica y la libre improvisación pero también manifiesta sutiles extensiones en el campo de la experimentación electrónica.
El vehículo principal de sus actuales intereses musicales está debidamente documentado en Between Shadow and Space de 2008. Álbum en el que participan, bajo la denominación Michael Dessen Trio, el bajista Christopher Tordini, el baterista Tyshawn Sorey y el propio Dessen en trombón y computadora.
Otro de los proyectos que ocupa el cuerpo principal de su carrera es el notable grupo de jazz creativo y música improvisada Cosmologic. Este cuarteto, en el cual Dessen participa desde su fundación en 1999, se completa con Jason Robinson en saxo, el contrabajista Scott Walton y Nathan Hubbard en batería y percusión.
A la fecha la banda editó cuatro álbumes: Staring at the Sun de 2000, Syntexis en 2002, III en 2005 y su más reciente trabajo, el aclamado Eyes in the Back of my Head de 2008.
Michael Dessen tiene una extensa trayectoria como sesionista que incluye participaciones en Fantasia for Flute de 1996 junto a Yusef Lateef y con Anthony Davis en la opera Tania de 2001. Colaboró en Hello de Marcelo Radulovich y en Hybrid Vigor de Marcos Fernández, ambos editados en 2002 y ha participado en los trabajos solistas de sus colegas en Cosmologic: con Jason Robinson lo hizo en los álbumes Tandem de 2002 y Fingerprint de 2008 y con Nathan Hubbard en Skeleton Key Orchestra en 2003.
Michael Dessen tiene un rigurosa formación académica que incluye estudios en el Eastman School of Music, la Universidad de Massachusetts y The University of California, San Diego en donde se doctoró en Estudios Críticos y Prácticas Experimentales del Departamento de Música.
También tuvo el privilegio de ser discípulo de tres auténticos íconos de la música contemporánea como Yusef Lateef, George Lewis y Anthony Davis.
Dessen, además, desarrolla una profusa actividad como educador, ocupando en la actualidad la cátedra de Integrated Composition, Improvisation and Technology en la Universidad de Irvine, California.
Asimismo, ha escrito numerosos artículos y ensayos en distintos medios, entre los que podemos mencionar “Taking Chances: The Musical Craft of Yusef Lateef”, “Improvising in a Different Clave: Steve Coleman and AfroCuba de Matanzas”, “Decolonizing art music: Scenes from the late twentieth-century United States” y “Asian Americans and Creative Music Legacies”, etc.
Queda claro que razones para entrevistarlo, no iban a faltar. Lo hicimos.
Nos encontramos con un artista de firmes convicciones, auténtico, profundo y dispuesto a compartir su universo creativo.
Ante todo quiero agradecerte la predisposición para realizar esta entrevista en español ya que, por lo general, me toca a mí hacer el esfuerzo de adaptarme al idioma del entrevistado. Francoise Delalande dijo en “L’Analyse des Conduites Musicale: une Etape du programme Semiologique?” que el individuo, en todo proceso de aprendizaje, debe mantener una condición psicológica constante: la motivación. En tal sentido, tengo curiosidad por conocer cuál fue la motivación inicial que te llevó a aprender y posteriormente dominar el idioma castellano…
Gracias a ti, Sergio, por esta oportunidad. Yo soy un “gringo completo” y nunca estudié castellano en el colegio pero en 1992 me casé con una artista, Mariángeles Soto-Díaz (artista visual nacida en Caracas; realizadora, entre otras destacadas obras, de “The Divine Geometry of Chocolate”) quien se crió en Venezuela hasta los 20 años. Ella habla inglés perfectamente pero, justo después de casarnos, vivimos con su familia en Caracas por medio año. Desde entonces, esa “motivación” a la cual refieres ha surgido de mis relaciones con ella y su familia que, por cierto, han sido muy importantes en mi vida; además del hecho de que queríamos criar a nuestro hijo para que fuera bilingüe usando siempre el español en casa. También he tocado trombón en muchos grupos de salsa, jazz latino, etc., lo cual me dio oportunidades para aprender un poco de esas tradiciones de música tan ricas y sobre las culturas que las producen; y esos intereses fortalecieron aún más mi conexión con el idioma.
Está claro que la música es un vehículo transmisor de sentimientos, ideas, conceptos y sensaciones con un origen aún más primitivo que el de cualquier lenguaje hablado. Por lo tanto podríamos llegar a considerar que la música, como medio de expresión, es más natural para el ser humano que la palabra misma. Siendo así, ¿por qué creés que somos educados sistemáticamente para dominar el lenguaje hablado y no para expresarnos mediante la música?
Yo también pienso mucho en la paradoja del arte institucionalizado. Todo el mundo, en mi sociedad, habla de la importancia de incluir al arte y la creatividad en todos los niveles del sistema educativo. Pero ese acuerdo termina cuando intentamos aplicar la idea en la práctica. A veces es simplemente porque mucha gente considera el arte como algo decorativo y lindo pero innecesario e inútil porque, lamentablemente, para ellos lo es. También, en los niveles más avanzados de educación, existe otro problema que surge de la tensión entre, por un lado, los aspectos del arte que se tratan de cuestionar o trasformar y, por el otro lado, en el hecho de que las instituciones culturales y educativas existen en gran parte para conservar una orden social y articular ciertos valores o identidades culturales (y no otros). Por eso, en estas instituciones, sobre todo en las universidades que tienen mucho capital simbólico además de dinero y recursos, el arte no es un campo neutral o simplemente otra forma de expresión sino un terreno para conflictos culturales, para negociaciones de poder. La mejor forma que se me ocurre para describir el panorama al que refiere tu pregunta es invocar el mundo que el autor Julio Cortázar desarrolló en Historias de Cronopios y de Famas (*): Si los Cronopios fueran los decanos y presidentes de las universidades o directores de las escuelas, habría sin duda muchos momentos de belleza, pero también un enorme y constante caos. Como los Famas, o los “aspectos Fama” que tenemos todos, son los que tienen el control de las infraestructuras de la sociedad, hasta en campos como arte y creatividad, los Cronopios siempre andan quejándose de los resultados.
(*) “Historias de Cronopios y de Famas” es una obra surrealista del escritor argentino Julio Cortázar en la que se distinguen tres tipos de seres: “los Cronopios” como los poetas y los asociales, “los Famas” que son seres importantes y formales que defienden el orden establecido y “los Esperanza” que son personajes intermedios que se dejan llevar tanto por Cronopios como por Famas.
¿Considerás que tu música explica mucho mejor quién sos que si te describieras a vos mismo con palabras? ¿Y cómo te presentarías (con palabras) ante alguien que no ha escuchado tu música?
Al Igual que muchos músicos, prefiero tocar mi música antes que hablar de ella o de mí. Pero también creo que, hasta cierto punto, es importante refinar las formas de hablar sobre lo que hacemos los músicos. No es tan sencillo “explicar” ni el ser, ni la música que se produce y, si lo presentara en una forma muy “limpiecita”, daría una impresión falsa. Tampoco entiendo mi propia música por completo; hay que respetar los límites del conocimiento. Sin embargo, en las notas que acompañan a mis CD’s más recientes y en otros ensayos que escribí, trato de abrir puertas a este tipo de música sin ser demasiado serio ni superficial. Cuando hablo con la gente siempre intento darles ánimo para que no le tengan miedo a la música que les parece extraña, ni que se preocupen demasiado por entenderla pero sí que le presten una particular forma de atención. Me gusta tocar muchas formas de música, incluso de baile, pero la música que compongo es para escuchar, es como si uno leyera un libro. Claro que si hay momentos que también provocan la necesidad de bailar… ¡chévere! (exclamando).
La mayor parte de tu trabajo se orienta en la línea del “arte comprometido”, la experimentación y la exploración vanguardista. En nuestra sociedad existe un estereotipo que indica que ese camino conduce al artista virtuoso a la gloria y a todos (virtuosos o no) a la pobreza. Sabemos que no se puede pagar la renta o comprar comida con ‘gloria’ (risas) pero… ¿ese estereotipo es real o es algo creado por la sociedad de consumo para que haya menos artistas comprometidos?
Yo no pienso que ese estereotipo es parte de una gran conspiración, pero tampoco es una casualidad. Si bien es verdad que simplifica mucho, como cualquier estereotipo, también es triste porque impacta a mucha gente en su formación artística. Las distinciones entre música “experimental” y música “comercial” a veces son claras, a veces no. Yo nunca me he pensado como “vanguardista”. Simplemente sigo mis intereses y consigo comunidades de músicos y audiencias que los comparten.
Platón llego a sintetizar una estructura en el Mito de la Caverna (*) en la que la proyección de sombras en el muro posterior de la caverna mantenía a los esclavos convencidos de que ésa era la realidad y que su liberación consistía en comprender cómo se producían esas imágenes para entender la diferencia entre apariencia y realidad. ¿Considerás que la mayoría de la sociedad está esclavizada por “las sombras de la realidad” y que el arte es una forma de ver la auténtica realidad?
Me pone nervioso hablar en términos tan generales de la “mayoría de la sociedad” y “el arte”. Por supuesto yo creo que lo que llamamos arte tiene un poder importante que nos pone en contacto con una dimensión fundamental de nuestra experiencia humana. Pero me parece sospechosa esa idea platónica de la “autentica realidad”, con los esclavos en un lado y los filósofos iluminados en el otro. Tal vez Platón era un caso especial, pero conozco a muchos filósofos y artistas y puedo asegurarte que la mayoría estamos con el resto en el mismo lado de la cueva. A lo mejor estoy simplificando el sistema de Platón o confundiéndolo con los usos a los cuales la gente lo ha ubicado durante la historia. Pero hay otras ideas que me interesan más porque complican ese paradigma, incluso sistemas antiguos, en particular el Budismo y otras más recientes como, por ejemplo, el post-estructuralismo.
(*) “La alegoría de la caverna” es una explicación metafórica realizada por el filosofo griego Platón al principio del VII libro de “La República” en la que describe la situación en que se encuentra el ser humano respecto del conocimiento.
Hace poco Ornette Coleman me decía que el verdadero artista “es aquél que busca a través de su arte que las heridas de la sociedad cicatricen”. ¿Qué pasa cuando el artista no logra que la herida cierre y se da cuenta de que su creatividad no provoca conocimientos, reflexiones, debates y soluciones colectivas? ¿Te has cuestionado en algún momento si valió la pena tanto sacrificio?
Siempre hay momentos de duda o frustración en ese sentido que refieres. El mundo es un desastre con tanta violencia, odio y sufrimiento. La estupidez de nuestra especie es verdaderamente impresionante. Pero cada vez que logro tocar música de verdad, música que activa una energía única y cada vez que lo veo en mis estudiantes, me acuerdo de la importancia de este ritual alquímico que logramos los músicos y eso me anima a seguir profundizándolo con practica y estudios.
Supongo que tus inicios en la música no fueron porque querías ser un artista de vanguardia (risas) Contame cómo empezó todo…
Desde chiquito, sentí una conexión especial con la música. Aprovechaba para tocar cualquier instrumento que me dejasen. Mis padres no son músicos profesionales pero me apoyaron siempre y mi papá tocaba guitarra y cantaba. Más adelante toqué todo lo que me fue posible en la escuela y después, como adolescente, empecé a estudiar en serio.
¿Y por qué el trombón?
En sexto grado nos dejaron escoger instrumentos de vientos. Creo que quería una trompeta pero los otros niños las agarraron primero y me quedé con el trombón. Es una historia típica. Los trombonistas tendemos a ser más relajados.
Cuando entrevisté a Steve Swell le pregunté, si dentro del jazz, el trombón era un “ciudadano de segunda clase” y él me respondió que sí pero que eso se debía, en parte, a que los trombonistas tocan “sobre seguro” y no quieren arriesgar. ¿Estás de acuerdo con ese concepto?
No tengo idea. Hay muchos trombonistas muy creativos, incluso el propio Steve (Swell), pero no me he sentado a estudiar las estadísticas. La verdad es que hace siglos dejé de pensar que soy trombonista. Obviamente es mi instrumento, además de la computadora ahora y tomo en serio la práctica instrumental, pero me interesa más enfatizar que soy compositor/improvisador o simplemente músico.