Por Los Codos

Axel Krygier

Hay distintas maneras de encarar un reportaje. Generalmente se realiza un estudio previo del entrevistado; en el caso de un músico también se repasa su discografía, en el caso de los letristas se recurre a sus textos, uno va tratando de delinear un perfil del personaje como para que el encuentro sea fluido.
Cuando decidimos entrevistar a Axel Krygier seguimos esos pasos, por supuesto. Pero hay un elemento que suele aparecer seguido cuando no hubo contacto previo entre, si se me permite, ambos contendientes: ¿cómo resultará, cómo será? Muchas veces nos cruzamos con artistas que hacían (hacen) de los monosílabos un estilo de vida. En otras ocasiones, nos topamos con gente que detesta atender a la prensa, o que tiene un mal día o que tiene otros compromisos y la tarea resulta un poco más difícil.
Por otro lado están los que se entregan fervientemente a cada requisitoria, que se empecinan en ser certeros en sus apreciaciones, que intentan desarrollar sus ideas hasta el final, que no responden de compromiso, que te abren la puerta de su casa, que transforman una entrevista en una conversación y en donde el periodista lo mejor que puede hacer es dejarse llevar; eso sí: sin perder el objetivo principal, que es mostrarles el pensamiento, las intenciones, los proyectos, las ideas del protagonista.

Si usted se está preguntando en qué grupo podemos enrolar a Axel Krygier, le diré simplemente que nos recibió en su casa con una sonrisa, nos mostró su estudio, contó experiencias y anécdotas con lujo de detalles, buceó en su memoria para encontrar algún dato exacto y no solamente no demostró fastidio alguno sino que, lanzado a hablar, el tiempo pasó… Canceló (las disculpas del caso ante quien corresponda) un encuentro por nuestra presencia y a medida que se sucedían sus reflexiones, inflexiones, gestos y un par de etcéteras, fuimos entendiendo al artista. Porque pocas veces, en lo personal, he podido hacer un paralelismo real entre lo percibido desde sus discos y su manera de entregarse a lo que terminó siendo una conversación, por momentos un intercambio de opiniones, siempre un momento interesante. Y donde hubo que estar atento a los detalles… como en su música…

Axel Krygier nació en Buenos Aires en 1969. Hijo de artistas plásticos, de pequeño alternaba entre los dibujos y los estudios de flauta dulce. Hasta que lo vio a Gismonti… y a John McLaughlin… Y de la flauta dulce y los actos del colegio a la traversa y los primeros grupos de extracción folclórica. Siendo adolescente, se unió a Instrucción Cívica convocado por Kevin Johansen. Comenzó sus estudios de piano y a los 18 años se decidió a grabar sus propios temas tocando él mismo todos los instrumentos. Fue al encuentro del periodista Tom Lupo, en ese momento conductor del Tom Lupo Show y se topó con un tal Luca Prodan. Fue integrante de La Portuaria entre 1990 y 1996. Compuso música para numerosos spots publicitarios.

Vamos resumiendo que si no… En 1999 editó, por intermedio del sello Los Años Luz (al igual que todos sus discos posteriores), su álbum debut titulado Échale semilla!, considerado disco revelación por el diario Clarín y la revista Rolling Stone Argentina y un año después el disco fue lanzado en España por el sello HiTop (que previamente había editado los vinilos Échale remixes y Échale más remixes).
Durante 2001 y 2003 armó su banda en Barcelona y participó en varios festivales europeos como Transmusicales de Rennes, BAM de Barcelona, Bal-Concert de La Villette en París, La Línea Festival Latino de Londres, etc.

De regreso en la Argentina en 2003, vio la luz su segundo opus, Secreto y Malibú, banda sonora compuesta para la obra de danza-teatro homónima que se representara en Argentina, Asia, Estados Unidos y Europa. Por esa época, junto con Christian Basso, creó el Sexteto Irreal, grupo que además integraron Fernando Samalea, Alejandro Terán y Manuel Schaller. Participó en grabaciones de artistas como Daniel Melingo, Kevin Johansen, Christian Basso, Fernando Samalea, Los Pericos, Los Cafres, etc. También fue convocado por Soda Stereo y Charly García para diversas actuaciones en vivo.
En 2005 llegó el turno de Zorzal, su tercer álbum, y en 2007 comenzó a presentarse en formato unipersonal con el nombre de AxelK. Soundsystem actuando no solamente en Buenos Aires y el interior del país, sino también en Brasil y España. En marzo de 2008, una gira por los Estados Unidos lo llevó a presentarse en Los Angeles, San Francisco, New York, Chicago y Texas.

El año 2009 lo mantuvo entretenido… viajó a Turquía donde se presentó con su trío en el Istanbul Jazz Festival; luego se sucedieron actuaciones en Londres, París, Amberes, Bruselas, Barcelona, Granada y Jaén. Editó dos CD’s: Pesebre, su cuarto CD como solista y 3 Tangos, una ópera integrada por tres mini-óperas cuya música fue responsabilidad de Krygier, mientras el guión les pertenece a Gonzalo Demaría y Alfredo Arias, este último responsable de la puesta en escena del musical que fue estrenado en noviembre en el Theatre du Rond Point, en París.

Además de componer música para danza, teatro y publicidad, Axel Krygier realizó las bandas sonoras de una decena de largometrajes como El boquete (Mariano Mucci), Chicha tu madre (Gianfranco Quatrini), El visitante (Javier Olivera) y Together (Jannik Splidsboel).
Acaba de finalizar la realización de un interesantísimo video de animación del tema Pesebre (ya había hecho lo propio con los temas Échale semilla! y Sentimiento / Pensamiento).
Ah… y se encuentra preparando la presentación en concierto de su último álbum; se llevará a cabo en La Trastienda el jueves 29 de abril a las 21:00 hs., acompañado por Diego Arcaute en batería, Fernando Mántaras en bajo, Juan Ravioli en guitarra, teclados y coros y Juanfa Suárez en trompeta. Se anuncia que habrá invitados.
Y con lo antedicho a cuestas, Krygier tomó su agenda, agregó un sobreturno y nos recibió en su casa.

Si aún no hemos hecho referencia a la música que realiza Axel Krygier es porque (créame que) no es tan sencillo definirla; es que, de una u otra manera, en ella parecen confluir todos los estilos todos (o casi, o al menos unos cuantos). Es extraño que (creo) nadie se haya referido a su música como una suerte de electropop telúrico. No vamos a caer en la tentación de semejante facilismo… Pero en su obra aparecen elementos del jazz, rock, minimalismo, clásica, tango, ritmos latinoamericanos, electrónica, chanson francaise, pop, música balcánica, klezmer… y todo teñido, de manera clara a veces, imperceptible en otras, de cierta tradición folclórica.

Abrió la puerta sonriente y, mientras preparaba unos buenos mates y convidaba frutas secas, notamos una geografía que ayuda a comprender al artista: instrumentos de toda índole, dibujos y cuadros por doquier, infinidad de libros y CD’s, partituras, enciclopedias, bosquejos, apuntes, pero, por sobre todo, una predisposición absoluta que difícilmente merezcamos pero que infinitamente agradecemos…
Y aún de pie, y casi sin desensillar, comenzamos a hablar no de su música sino de su inclinación pictórica.

Estudié un poco, pero desde chico dibujaba; mis viejos eran artistas visuales y en la merienda dibujábamos…

Está en tu ADN…

Sí… está en el deseo de hacer cosas; yo de chico quería ser dibujante, copiaba a La Pantera Rosa, esas cosas… lo que estaba tratando de dibujar siempre me llevaba a algo que se relaciona con lo histriónico. No me preguntes cómo se da eso a nivel psicofísico pero hay una relación entre la expresión que querés lograr, tu propia expresión… y la mano.

¿Cómo se pega eso a empezar a estudiar piano y flauta?

No… eso es… (piensa) La música es algo que está más… en el aire. En casa se escuchaba mucha música; cuando tenía 8 ó 9 años fuimos a ver a Gismonti al Luna Park con la familia. Tocaba también McLaughlin. Al final hubo un dueto entre Gismonti y (el saxofonista y flautista) Mauro Senise, los dos en flauta traversa (yo estudiaba flauta dulce). Y fue como (la cara se le ilumina y busca las palabras)… yo me iba excitando y no lo podía creer… Yo estudiaba en ese momento, y acá te vas a sorprender, con Víctor Ponieman (responsable en la actualidad del sello Random Records y sí… la verdad que fue una sorpresa). En ese tiempo él tenía 21 años, pelo largo, bigote a lo Frank Zappa y era buen músico… tocaba en los espectáculos de (Antonio) Gasalla y era muy exigente. Y yo, en mi casa me tocaba todas las partes de Ian Anderson en los discos de Jethro Tull. Es más, en un acto del colegio toqué el Bouree (risas mientras lo tararea y hace la mímica). También tocaba el cuarteto de Mozart para flauta, por ejemplo, pero de oído porque me aburría mucho estudiar. Implicaba mucha disciplina. Y conocí la flauta traversa al verlo a Gismonti. Luego empecé a estudiar con Alicia Lurá, una pedagoga en plan medieval, como López Puccio (risas), como si lo medieval se hubiera reencarnado en esa gente. Pero como contraste, en mi casa ya habíamos empezado a escuchar jazz de avanzada, los discos de ECM… todo gracias a mi hermana y sus amigos. Mucho Gismonti, Hermeto, Milton (Nascimento)… eso sí está en un lugar que, sin evocarlo, sale sin querer. En el colegio Vicente López había una orquesta y una chica (la actriz y cantante Soledad Villamil) me botoneó con los músicos y me vinieron a buscar. Era los sábados a la mañana y la verdad que no tenía ganas… Pero ese día conocí a músicos con los que tocaría por años… a Diego Jasca, Diego Clemente, Alejandro Terán, Diego Frenkel… (de pronto se sorprende) Ah… estamos grabando… bien… (sonríe). En el verano me convocaron Diego Clemente, Jasca y otros para tocar en un acto peronista en la Federación de Box, año ’82 u ’83. Fue mi primera participación en grupo y también me hicieron tocar bajo, percusión… Por culpa de los oradores terminamos tocando como a las dos de la mañana cuando ya se habían ido casi todos… Con el mismo grupo tocamos como teloneros de Julio Espinosa, el que compuso Vidala para mi sombra

Y vos eras el benjamín…

El benjamín que tocaba flauta traversa (risas). Con ese grupo empecé a ensayar dos o tres veces por semana y eran composiciones bastante complejas, todas de Diego Clemente, con una intención muy jazz-rockera, pero era folclore; para mí era perfecto porque me fascinaba Uña Ramos y la música andina. Llegaron los ’80 más profundos…

Y más adolescente también… con todo lo que ello implica…

Exactamente… y por intermedio de mi hermana me convocó Kevin Johansen para un proyecto más orientado a la canción y con cierto tinte folclórico. Pero él ya tenía otra banda, más pop, que en ese momento se llamaba Zaratustra y que luego se transformó en Instrucción Cívica. A los 15 yo grabé un tema en el disco debut y estaba en el cruce entre los folcloristas y los que empezaban a ser “modernos”. Esta suerte de “fuego cruzado” duró hasta los 18, más o menos. Y, con el tiempo, todo se volcó hacia lo moderno. A mí no me dejó de gustar la música folclórica; por eso, cuando grabé mi primer disco (Échale semilla!) fui muy cuidadoso de incluir cuestiones folclóricas y las hice muy adrede. Que tal vez puedan parecer guiños irónicos pero es un homenaje.

Pero tu elección por el pop, ¿fue adrede?

Eh… no… a ver… si sigo con la historia, ésta indica que a los 16 años dejé el colegio porque estaba ensayando con dos grupos; uno, con Terán, que se llamaba Ad Astra, que se podría definir como “psicodelia de cámara (risas) y el otro se llamaba Rama, con Diego Clemente, Héctor Sica, Diego Jasca y Patricio Murphy; la música era compleja y requería mucho ensayo. Me compré un saxo; además estudiaba piano con Violeta Gainza y seguía con las clases de flauta. Así que tuve que dejar el colegio para poder cumplir con todas mis obligaciones musicales (sonríe). Y, además, vivir en bata, despertarme a las 10 de la mañana y trasnochar (risas). Fueron grandes momentos. Después me incorporé a Instrucción Cívica y ya mi vida era un lío. Y empecé a ansiar hacer mis cosas. Los primeros temas los compuse en un piano Yamaha de mi hermano y mi hermana decía que parecían de un grupo que había visto y que se llamaba Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota (risas). Después vino un viaje familiar por París y New York y me volví con una porta-estudio pero ocurrió un “detalle”: en New York me encontré con (Fernando) Samalea, a quien conocía de Instrucción Cívica, y me invitó a la última sesión de Parte de la religión (de Charly García), así que estuve de dos a seis de la mañana en el estudio y que terminó con dos pasadas completas en Electric Lady con Charly (García), Joe Blaney y todo el equipo cuando decidieron no incluir (el tema) Suicida y demás. Así que volví de New York con una energía increíble; y apenas volví empecé a grabar. También me había traído una batería digital Casio que tenía sampler que, en ese momento, para mí era lo más. Yo ya conocía a Laurie Anderson, había escuchado el disco de Fripp y Eno… y junto a David Byrne y los Talking Heads habían entrado en mi vida. Lo que quería hacer era eso pero con sonidos totalmente acústicos. Quería ser tecno-acústico y tengo un primer disco (no editado), que va por ese lado. Y era acústico además por los instrumentos que tenía. El material está reunido bajo el título “The Early Years (risas). En ese entonces logré hacer un tema que me voló la cabeza a mí mismo y me dije “voy a la radio y lo paso”. Fui al programa de Tom Lupo, donde grupos under pasaban sus demos; yo fui con el mío hecho todo por mí, instrumento por instrumento y a Tom (Lupo) le encantó. Me pidió que se lo dejara pero se lo prestó a alguien (risas) y entonces se lo llevé de nuevo. Ese día estaba Luca Prodan. Pasé mis temas y te juro… está todo grabado…

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