Por Los Codos

Esteban Sehinkman

Personalmente, a la hora de escuchar un disco por primera vez o presenciar un concierto o, como en este caso, realizar una entrevista, intento despojarme de hechos y pensamientos que puedan influir en el análisis, en los cuestionamientos, en las sensaciones. No es una tarea sencilla, por supuesto; y esto va más allá de las limitaciones propias, que representan una buena cantidad. Pero si usted es honesto consigo mismo, reconocerá que generalmente todo hecho es evaluado de diferente manera si sabemos de antemano quién lo ha protagonizado. Aparecen los preconceptos, las expectativas, los deseos, las necesidades. Hasta en las situaciones más banales. Traslademos la cuestión al deporte: a nadie sorprendería demasiado, a esta altura, que Messi convierta un gol notable desparramando a toda la defensa rival y definiendo con categoría junto a un palo. Pero si el mismo acontecimiento es protagonizado por Heinze, estaríamos extasiados ante la realización de un milagro.

Con la música pasa más o menos lo mismo. Cuando se conocen de antemano las bondades de ciertos músicos, se les exige más. Incluso algo puede llegar a “gustarnos” en mayor o menor medida si el músico en cuestión es o no santo de nuestra devoción. Voy a otro ejemplo, éste real y concreto. Cuando en el año 1994 el guitarrista Pat Metheny publicó el álbum Zero Tolerance for Silence (cinco piezas a pura guitarra distorsionada, sin compañía), se lo hice escuchar a varias personas que conocían a esta luminaria del jazz internacional. Al principio les decía que se trataba de un artista nuevo que intentaba experimentar con sonidos y efectos extraídos de su guitarra. Sin excepción, este supuesto músico novato fue vilipendiado y poco menos que merecía la horca. Pero luego les decía que escucharan otro track, diciéndoles de quién se trataba en realidad. Increíblemente nadie se atrevió a crucificar a Metheny. Me ha tocado escuchar frases como “está más allá de mi comprensión”, “sin dudas que es un genio”, “ésta es la música del futuro”, “es impresionante cómo trabaja con las diferentes capas de sonidos”, etc.

Por supuesto que cuando se va a realizar una entrevista, uno tiene que conocer al reporteado. Pero conoce (si se hacen bien los deberes) la faceta artística. No a la persona. Muchas veces se da que hay coincidencia entre el personaje y la persona. Pero otras veces, no. Hay que tratar que aquello que excede lo artístico, no modifique nuestro juicio sobre la obra. A veces no es fácil, créame. Pero hay que hacer el intento para no caer en esta mediática mediocridad en la que se enaltece o hunde a un artista de acuerdo a simpatías o antipatías personales.

Esteban Sehinkman nació en Buenos Aires en 1973. No fue el típico caso del niño con inquietudes musicales a quien los padres estimulan. La música le pasó por encima hasta los 15 años cuando, seguramente inducido por sus amigos, decidió que no sería mala idea formar parte de un grupo de rock. Había un piano olvidado en la casa de sus padres y hacia allí se encaminaron los primeros pasos del adolescente Sehinkman. Comenzó a estudiar con Susana Spadini; en 1994 ingresó a la EMPA (Escuela de Música Popular de Avellaneda), donde se recibió de “instrumentista en jazz”, conectándose además con el folclore y el tango. Ya un poco más consciente de sus posibilidades, en 1998 se mudó a Boston para asistir, durante tres años, al Berklee College of Music. Focalizado en el estudio del jazz y composición contemporánea tuvo como profesores, entre otros, a Joanne Brackeen, George Garzone, Hall Crook y John Bavicchi. Luego de graduarse con honores, en 2001 se mudó a Chicago. Durante su estadía en U.S.A. recorrió con su música los clubes y bares del circuito de jazz local. Grabó los álbumes Atravesando el invierno (disco de standards y originales) con el guitarrista Guillermo Celano, Composer’s Company (que incluye un set de humoresques para piano y su primer cuarteto de cuerdas) y Steve Evans Quartet, del cantante Steve Evans. Trabajó además con Josh Abrams, Nori Tanaka, Jeff Hanley, Taku Akiyama, etc. A fines de 2002 concluye la grabación de  La Espuma de los días, su primer disco como líder, en el que presenta música original ajustada a un quinteto compuesto por algunos de los músicos jóvenes más destacados del área de Chicago y que fuera editado en la Argentina por el sello BAU.

En 2003, Sehinkman retorna a Buenos Aires. Pronto formó (junto a Mariano Sívori, Pablo Ben Dov, Carlos Michelini, Ramiro Flores, Mario Cerra y Guillermo Calliero) el septeto con el que graba su segundo disco, Búfalo (Limbo Music 2007). El trabajo es seleccionado por el Club del Disco como “disco del mes de marzo de 2007”. También se dedicó a la enseñanza de piano y composición en la EMPA y en CAEMSA (Berklee International Network), a la vez que se  presenta con distintas formaciones en los espacios musicales más importantes del país. Ha tocado en el Teatro Colón de Bs As, Teatro Gral San Martín y en el Teatro Municipal de Bahía Blanca, en festivales de jazz llevados a cabo en Buenos Aires, Rosario, Córdoba y Montevideo, además de su participación en el ciclo Música por la Identidad. En 2009 editó en forma independiente El sapo argentino de boca ancha (también elegido por el Club del Disco como disco del mes en marzo de 2009) en formato de trío, integrado por Sehinkman en Fender Rhodes, Daniel Pipi Piazzolla en batería y Matías Méndez en bajo.
Además de sus proyectos como líder, Sehinkman integra otros grupos, entre los que se destaca la banda de Guillermo Klein (junto a Richard Nant, Gustavo Musso, Juan Cruz de Urquiza, Daniel Pipi Piazzolla, Martín Pantyrer, Matías Méndez) e Inmigrantes Big Band, es invitado de La Bomba de Tiempo y comparte escenarios con Guillermo Delgado, Hernán Merlo, Oscar Giunta, Eloy Michelini, Jerónimo Carmona, Sergio Álvarez, Lulo Isod, Sergio Verdinelli, Juanfa Suárez, Mariana Bianchini, Marisol Otero y Eleonora Eubel, entre otros músicos. 

Lidera el emprendimiento Real Book Argentina (proyecto sin fines de lucro que recopila y difunde música escrita por más de 180 compositores de jazz argentinos y también uruguayos de reconocida trayectoria en Argentina).
Pensado también como material de estudio, su contenido permite “conocer a través del análisis los patrones de cohesión desde donde la música toma forma, se autodefine y nos ampara”.
A comienzos de 2010, Esteban Sehinkman fue elegido por músicos y periodistas de la escena como “Artista Revelación 2009” en la encuesta realizada por un site que se hace llamar El Intruso.

Nos recibió en su casa con un grado de atención y amabilidad que, de verdad, no esperábamos. Y comenzamos a hablar. Y hablamos. Mucho. Sehinkman se expresa de manera pausada y clara; pero además su postura y actitud ante cuestiones esenciales, que exceden a la música, no parecen de estos tiempos en los que las convicciones, el altruísmo y la solidaridad son cualidades difíciles de hallar.
Esteban Sehinkman, además de ser un músico interesantísimo, se hace tiempo para actividades como la creación y cristalización del mencionado Real Book Argentina, hecho a pulmón, dejando de lado apetencias, gustos e intereses personales con la finalidad de aportar su granito de arena (un verdadero médano) con esta obra de relización ciclópea cuyos méritos inudables serán reconocidos como corresponde con el paso del tiempo.
Regresando al terreno de su música, se encuentra preparando el material que formará parte de su nuevo álbum. El mismo podrá ser apreciado en el ciclo que realizará con su trío los viernes de trasnoche en Thelonious (Salguero 1884) durante el mes de mayo. Y en septiembre realizará un concierto de solo piano en la Biblioteca Nacional, compartiendo la noche con Litto Nebbia.

Y ahora sí, quedan ustedes con el músico.
Mejor aún: con la persona.

Es raro que grabes con el trío…

Ya grabamos…

Por eso mismo es raro… porque vos tenés tres discos; en ninguno repetís formación… ni estilo…

En éste repito formación, pero no estilo.

A ver… ¿cómo es eso?

La data armónica y melódica se minimizo. Hay mucho (estilo) “disco” y una exploración sonora más importante. Creo que el sonido del trío se está haciendo más profundo…

Pero eso proviene prácticamente del teclado…

Y también desde (el bajista) Matías Méndez con sus pedales. Y el bombo de Pipi (Piazzolla). Todos trabajamos en el sonido. Estoy muy contento. Esta semana estrenamos un video de lo nuevo que se llama Asteroide.

Pero esto es el final, rebobinemos… porque vos no empezaste de chico con la música…

No…

Quiere decir entonces que no se trató de algo inconsciente o inducido sino más bien una elección…

La verdad que el inicio tuvo que ver con participar de una banda con mis amigos del secundario. La banda se llamaba Hermano Diu y estaba liderada por el talentoso guitarrista y compositor Lucas Rebolini. Y es cierto, no era tan pibe. Había un piano que tocaba un poco mi vieja, en el living de la casa…

Pero hasta ese momento ni te habías arrimado, ¿no?

Para nada; era un mueble que juntaba polvo. Con respecto a la música no podría especificarte ninguna situación clara en ese momento…

O sea que en este caso bien podemos decir que pianista no se nace, sino se hace…

Totalmente. El comienzo fue un impulso; seguir, un deseo a ciegas…

¿Y cuándo sentiste un “click”, cuándo te empezó a pasar algo serio con la música?

Alrededor de los 19 ó 20 años me compré un teclado en el que podía secuenciar 16 tracks; y ahí fue que empecé a explorar y encontrar cosas mías que me daban mucho placer. Ambientes, loops, componer alguna melodía y orquestarla de manera intuitiva…

¿Ahí surgió también la pasión por el instrumento?

Fue el primer encuentro fuerte no sé si con el instrumento, sino más bien con ese “espacio”. Ahora, viéndolo en perspectiva, en todos esos años de “oscurantismo intelectual”, me costó mucho estudiar porque no entendía muy bien por dónde venía la cuestión. Es que nunca fui fácil de disciplinarme y tampoco tenía ejemplos “artísticos” cercanos; entonces, la iba armando a mi manera. Yo asistía a la EMPA y, más allá de todas las sugerencias prácticas e información teórica que recibía, cuando llegaba a mi casa mi espacio era el teclado, el Korg 01/W fd.

Pero vos estudiabas sobre el piano…

Yo estudiaba música clásica sobre el piano, sí… (piensa). Mi maestra importante fue Susana Spadini. Y todavía lo es.  Me tuvo mucha paciencia durante esos años…

En ese período que denominás “oscurantismo”, ¿vos tenías cierta inquietud investigativa o simplemente tocabas el piano como si estuvieras haciendo alguna otra cosa?

Escuchaba todo lo que podía, era una esponja. Iba a e muchos recitales de rock y, de a poco, empecé a prestarle atención a otros géneros.

Pero después te inclinaste por el piano, ¿por qué?

Porque pensé que si podía estudiar bien el piano, después podría desplazarme a otras teclas varias con mayor comodidad.  Si uno puede trabajar seriamente con el piano, la madera, el sonido acústico es beneficioso. Igualmente, domesticar un sintetizador también requiere de trabajo…

Eso, a nivel de aprendizaje; pero luego, a la hora de la concreción, no ibas a los teclados… seguías en el piano.

Creo que perseguía el deseo de expresarme a través del piano. Habiendo empezado más como tecladista, toda la época de formación estuvo ligada al piano. Uno va necesitando pasar por ciertos estados. Por ejemplo, pienso en La espuma de los días, mi primer disco, donde estoy más cerca de la tradición jazzera de la década del ’60 que de una búsqueda personal. Tal vez quería tocar como Sonny Clark…

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