Playboy Jazz Festival: Como Cualquier Revista del Montón
Chick Corea Freedom Band, Marcus Miller Band, Kurt Elling, Pete Escovedo Orchestra, The Clayton-Hamilton Jazz Orchestra, Javon Jackson Band, Naturally 7, Trombone Shorty and Orleans Avenue, El Dorado High School Band, Sax for Stax, Jake Shimabukuro
Hollywood Bowl – Los Angeles, California (USA)
Sábado 12 de Junio de 2010 – 14:30 hs.
El 12 de junio se celebró en el mítico Hollywood Bowl la trigésimo segunda edición del Playboy Jazz Festival. Este evento anual, auspiciado por la famosa revista Playboy, se ha caracterizado por ofertar un producto rentable y atractivo para el público asistente, dentro de los heterogéneos parámetros del jazz tradicional pero con apertura a otras corrientes de fuerte raigambre popular. Esa claridad de objetivos manifestados por sus organizadores explican las causas por las cuales el festival ha logrado mantener su vigencia a través de los años y también….algunas de las razones por las que no asistí a ninguna de sus ediciones anteriores.
No quiero justificar mi presencia en esta ocasión, pero debo reconocer que obedece en parte a que últimamente estuve experimentando síntomas inequívocos de estrés: incapacidad para dormir adecuadamente, irritabilidad, falta de concentración, sentimientos de frustración, etc. (mire cómo será mi estado de ánimo que cuando la gente me saluda diciendo “buen día” les respondo: “disculpe, pero tengo otros planes”). Confieso que he intentado todo para combatirlo, desde tomar clases de yoga hasta practicar artes marciales. Los resultados fueron negativos debido a que, víctima de una confusión de aprendizaje, terminé desnucando con una toma de yudo a una pobre anciana que hacía ejercicios de respiración en posición de loto.
Incluso alguien me aconsejó un extravagante método de relajación basado en que el individuo baile desnudo una jota aragonesa delante de su mascota favorita dos horas al día, pero tampoco funcionó. Lo que pasa es que “yo no tengo más que un unicornio azul y… ayer se me perdió”. En verdad “no sé si se me fue, no sé si se extravió…” Por favor, “si alguien sabe de él le ruego información” (es de color azul, lleva un cuerno en la frente, responde al nombre de Silvio y tiene acento cubano). Lo concreto es que terminé acudiendo a mi terapeuta quien con su habitual sabiduría (sobre todo para justificar sus honorarios) me recomendó, entre otras cosas, que dejara de fijarme metas ambiciosas, que evitara las complicaciones, que pasara más tiempo al aire libre, que tomara con humor las situaciones adversas, que tratase de poner la mente en blanco y que durmiera un mínimo de ocho horas corridas.
Así fue que, en cumplimiento de todos y cada uno de esos consejos, terminé asistiendo al Playboy Jazz Festival en el Hollywood Bowl.
Lo cierto es que siempre me pareció un despropósito que una corriente del arte como el jazz estuviese relacionado con una revista de la estirpe de Playboy ya que no hay comparación entre ambos términos. Uno tiene como misión elevarnos, otorgar placer y cargarnos de energía positiva, en tanto que el otro es apenas… un género musical. A ver… mejor digámoslo así: la publicación fundada por Hugh Hefner en 1953 se basa en mostrar hermosas mujeres en poses sugerentes y con connotaciones sexuales. Esa explotación de la belleza femenina que puede hacer aflorar los más bajos instintos de la especie humana, como todos saben, nada tiene que ver con algo tan sublime, inmaculado y espiritual como el jazz. (*)
(*) Jazz: palabra que deriva de jass, término que en el argot afro estadounidense de fines del siglo XIX se utilizaba como sinónimo de copulación, vagina, sexo o mujer considerada como objeto sexual.
Lo más llamativo es que la palabra jazz, tal como es entendida en la actualidad, tanto como el término playboy (utilizado hoy como sinónimo de “Casanova”) no sólo no tuvieron esos significados en origen sino que tampoco fueron las palabras inicialmente utilizadas por los fundadores de la revista ni por los creadores de ese género musical. Inclusive en ambos casos se llego a ellas de manera accidental. En un principio el título que se tenía para la revista era Stag Party (en inglés, “despedida de soltero”); pero como ya existía una revista llamada Stag tuvieron que cambiarle el nombre. Así fue que a propuesta de uno de sus cofundadores, quien había trabajado en la Playboy Automobile Company, se adoptó la denominación Playboy. Por su parte, la aparición de la palabra jazz parece haber surgido en 1916 durante una actuación en Chicago de la Johnny Stein’s Band. Según cuanta la leyenda un parroquiano en avanzado estado de embriaguez comenzó a gritar “jass it up, boys!” (frase que no traduciremos porque a esta hora puede haber niños leyendo este comentario). Lo concreto es que la banda, a partir de ese momento, pasó a llamarse Stein’s Dixie Jass Band, luego Original Dixieland Jass Band, para finalmente ir mutando de “jasz” a “jaz” y así hasta concluir en la definitiva “jazz”. Vocablo que luego se utilizaría para describir ese estilo musical.
En definitiva, sigo creyendo que Playboy y Jazz son términos contrapuestos, porque un playboy es alguien que quiere vivir de fiesta en fiesta, rodeado de mujeres y sin trabajar mientras que el músico de jazz… bueno… ya se me ocurrirá un ejemplo mejor.
Tras las presentaciones de rigor a cargo del comediante Bill Cosby, habitual maestro de ceremonias del Playboy Jazz Festival, la jornada da inicio con la actuación de los jóvenes estudiantes del departamento de música de El Dorado High School. Este ensamble conducido por Richard Watson ofreció un repertorio basado en clásicos de jazz, interpretados con particular entusiasmo, fervor y… entusiasmo. ¡Muchas gracias y buena suerte, muchachos! (creo que la van a necesitar). Ahora es el turno de Trombone Shorty & Orleans Avenue, banda que integran su líder Troy Andrews (alias “Trombone Shorty”) en trombón, trompeta y voz; Joey Peebles en batería, Troy Ballard en bajo, Dwayne Williams en percusión, Dan Oistrescher en saxo barítono y Tim McFatter en saxo tenor. Una propuesta entretenida, desprejuiciada y enérgica que orbitó los perímetros del funk, el rock y el rhythm and blues. El set ofrecido incluyó temas del álbum Backatown como Hurricane Season y su versión de la pieza de Allen Toussaint On your Way Down; un medley que fusionó Let’s Get it Started de Black Eyed Peas con el imbatible hit de The Guess Who American Woman, para luego concluir con una bizarra relectura del clásico góspel When the Saints Go Marching in. Todo hace suponer que, con sus escasos veintitrés años e innegable carisma, tendremos Trombone Shorty para rato. Sólo falta que el tiempo se encargue de determinar si eso es bueno o malo.
A continuación se presentó la nueva sensación del ukelele: Jake Shimabukuro. La performance de este ejecutante de ukelele estuvo circunscripta a piezas para solo de… ukelele. Confieso que la palabra ukelele me da mucha gracia; pero el instrumento del mismo nombre (es decir, el ukelele), no tanto. Shimabukuro interpretó en ukelele (disculpe, pero no lo puedo evitar) un amplio rango de estilos que abarcó desde piezas de Johann Sebastian Bach a canciones de Michael Jackson, pasando por el clásico de The Beatles While My Guitar Gently Weeps. ¡Ah! Una cosa más… ¡Ukelele!
Luego llegaría el afamado vocalista Kurt Elling junto a su banda, en esta ocasión conformada por Laurence Hobgood en piano, el contrabajista Harris Raghavan, Ulysses Owen en batería y Ernie Watts en saxo. La performance fue impecable, convincente y elegante, tal como corresponde para un cantante con sus cualidades técnicas, reconocida autoridad escénica y que además tiene la suficiente inteligencia para rodearse siempre de buenos músicos y escoger el repertorio adecuado para cada ocasión. Los pasajes más destacados del show fueron un segmento en tributo a Ballads (álbum que en 1952 reuniera a John Coltrane con Johnny Hartman) en donde sobresalió la versión del clásico All or Nothing at All y las logradas relecturas de éxitos de la música pop como Golden Lady de Stevie Wonder y Steppin’ Out de Joe Jackson.
También dentro de lo mejorcito del festival estuvo la Javon Jackson Band, grupo cuya alineación integró a su líder Javon Jackson en saxo tenor, el pianista Erik Reed, Corcoran Holt en bajo, Billy Drummond en batería y el legendario tecladista Les McCann participando como invitado en algunos temas. El ensamble pasó revista a su última producción discográfica Once Upon a Melody para luego sumar a Les McCann y desplegar una especie de auto-homenaje inspirado en el álbum que este último hiciera en 1968 junto al saxofonista Eddie Harris, Swiss Movement; pasaje que incluiría sentidas versiones de piezas como Could Duck Time y Compared to What. En síntesis, mucho jazz tradicional y algo de soul. Nada que no hayamos escuchado antes pero ejecutado con honestidad, decoro y prestancia.
La bulliciosa respuesta del público ante el ingreso al escenario de Naturally 7 me hace sospechar que son muy conocidos, sobre todo en lugares que yo no suelo frecuentar. Todo parece indicar que se trata de un grupo vocal (al menos no veo ningún ukelele) integrado por Roger Thomas, Dwight Stewart, Rod Eldridge, Garfield Buckley, Jamal Reed, Warren Thomas y Hops Hutton. La gracia principal de estos muchachos reside en que pueden emular con sus voces diferentes instrumentos musicales. Punto. Tocaron (con sus voces) el hit de Phil Collins In the Air Tonight, un par de covers de The Beatles como While My Guitar Gently Weeps y Come Together y algunos otros que prefiero no recordar. La presencia en el auditorio de personas que adoptan movimientos de primates mientras se babean y emiten extraños gorjeos en señal de aprobación, me lleva a pensar que el fin del mundo es inminente.
Ahora es tiempo de otro de los platos fuertes de la jornada: la Marcus Miller Band (de haber visto usted el gesto que hice cuando escribí “otro de los platos fuertes” le permitiría darse cuenta si eso fue en broma o en serio). El grupo, para esta ocasión (anunciada como tributo al álbum Tutu de Miles Davis), se integró con Marcus Miller en bajo, Christian Scott en trompeta, Alex Ham en saxo alto, Federico González Peña en teclados y Louis Cato en batería. Para ser ecuánime con lo sucedido, supliré mi opinión por algunas pistas e indicios: La supuesta relectura de Tutu, álbum que Miles Davis editara en 1986, empezó con la forzada fusión de funk y raga de Blast (que no es una composición de Davis ni pertenece a Tutu sino que es un tema que el propio Miller incluyó en su álbum Marcus de 2008) y el show terminó con una deslavada versión de Come Together de The Beatles (que Davis jamás toco pero que sí hicieron, por ejemplo, los circenses Naturally 7 hace instantes). En el medio pasaron, con pena y sin gloria, algunos clásicos del repertorio de Miles Davis como Tutu y Human Nature. De la banda poco para destacar, apenas un par de sanguíneas intervenciones del joven saxofonista Alex Ham y algún esporádico acierto de Christian Scott en trompeta.
Seguidamente se presentó The Clayton-Hamilton Jazz Orchestra, también rindiendo un homenaje pero en este caso en honor al legendario baterista Louis Bellson. La formación, conducida por el bajista John Clayton y el baterista Jeff Hamilton integró, entre otros destacados músicos de la escena angelina, al veteranísimo trompetista Snoopy Young. La propuesta se circunscribió con discreta precisión a los arquetipos tradicionales del jazz de big band y… mi paciencia se agota.
Mucho más carnadura y carácter brindaría la Pete Escovedo Latin Jazz Orchestra, ensamble que además de su líder, el septuagenario timbalero y multiinstrumentista Pete Escovedo, integró a varios miembros de su familia: la baterista y cantante Sheila E., el conguero Juan Escovedo y Peter Michael Escovedo en batería. El jazz latino siempre provoca un estado súbito de felicitad e invita al bamboleo, esto hace que la sangre no llegue al cerebro y se dirija a las caderas, lo cual a su vez provoca un estado súbito de felicidad que nos lleva a seguir escuchando jazz latino…
El proceso se interrumpe con el ingreso a escena de Sax for Stax, proyecto capitaneado por los saxofonistas Gerald Albright y Kirk Whalum y el tecladista Jeff Lorber que se aboca o dirige e incursiona u orienta y/o/u dedica al smooth-jazz. Intentaré explicar lo escuchado citando algún que otro ejemplo más o menos esclarecedor. En relación a Sax for Stax le cuento que recibió una nominación al Grammy 2009 en la categoría Pop Instrumental. En consideración al estilo… bueno… el smooth-jazz intenta hacerle al jazz lo mismo que uno le haría a una conejita de Playboy si la tuviese cerca.
El cierre del festival le correspondió a la Chick Corea Freedom Band (Chick Corea en piano, Roy Haynes en batería, Christian McBride en contrabajo y Kenny Garrett en saxo). La entrega, con fuerte anclaje en el bebop, incluyó irreprochables versiones de originales de Corea como Bud Powell y Window y destacadas revisiones de standards como My One and Only Love, Blue Hawk de Monk y All Blues de Davis. Lo más sobresaliente fue la vitalidad demostrada por Roy Haynes con 85 años a cuestas y por Chick Corea, quien festejó en escena (torta y velitas, incluidas) su cumpleaños número 69.
En síntesis: esta edición de Playboy tuvo un par de notas de tapa, algún póster central y mucho relleno, casi como cualquier revista del montón.
Sergio Piccirilli