El Ojo Tuerto

Fernando Otero: Vitalidad y renovación

Café Vinilo – Buenos Aires
Miércoles 14 de julio de 2010 – 21:30 hs.

Seguramente en la actualidad los argentinos estamos asistiendo al intento de renovación del tango más importante luego de la aparición de Ástor Piazzolla. Esto, sin meternos en la obtusa discusión acerca de si debe incluirse o no al tango electrónico, tema del que podríamos conversar un largo rato y donde cualquiera de las posturas asumidas contaría con válidos elementos para ser, justamente, validadas.
Resulta interesante y clarificador (y una ayuda, si se me permite) en este caso recurrir a algunas de las acepciones del término “renovar”:

– Restablecer o reanudar una relación u otra cosa que se había interrumpido.
– Sustituir una cosa vieja, o que ya ha servido, por otra nueva de la misma clase. 
– Dar nueva energía a algo, transformarlo.

En abril de 2009, un grupo de músicos argentinos cristalizó en el Espacio Urania Glosso una idea “que nació desde la necesidad de hacer algo con el tango contemporáneo”. Quien declaró esto último fue el pianista Nicolás Guerschberg; uno de los responsables, junto con Diego Schissi, Juan Pablo Navarro, Esteban Falabella, Emiliano Greco, Sebastián Prusak y Daniel Ruggiero, de Tango Contempo, “un movimiento donde se unen los referentes y las nuevas generaciones para entregar su arte. Música nueva para un público nuevo”, según reza su página web. Desde aquella noche en el Uranio Glosso, el Ciclo Tango Contempo se convirtió en una realidad irrefutable, de evolución y compromiso constante brindando la posibilidad de apreciar la realidad del tango contemporáneo en sus más diversas y variopintas expresiones. Por citar algunos ejemplos, por Tango Contempo han desfilado Tomás Gubitsch, Néstor Marconi, Pablo Agri, El Arranque, Astillero, Ramiro Gallo, Nicolás Ledesma, Daniel Binelli, Pablo Mainetti, Nicolás Ledesma, La Camorra, Sonia Possetti, Julio Pane y un largo etcétera.

El proyecto Tango Contempo parece contener las tres definiciones de “renovar” citadas anteriormente, ya que la relación de los jóvenes con el tango supo estar rota (o interrumpida), se intenta sustituir algo que ya ha servido por otra nueva (y de la misma clase), intentando transformarlo otorgándole una nueva energía.
Por esto, no ha de extrañar que en el marco del Ciclo Tango Contempo se presentara el pianista y compositor argentino Fernando Otero, pieza clave en el movimiento del tango contemporáneo como bien ha quedado demostrado desde la edición de su álbum debut X-Tango en 1994 y en cada una de sus entregas posteriores: Factor (1995), Unión (1996), Tango de Mier y Pesado (1998, en sociedad con el bandoneonista César Olguín), Chamber Music (2000), Siderata (2001), Plan (2003), Revision (2005, junto con el violinista Nick Danielson), Páginas de Buenos Aires (2007), Expansion (2008), Material (2009) y el flamante Vital. También tiene publicados dos DVD’s: Fernando Otero X-Tango in NYC(2002) y Revision – Live (2006, también junto con Nick Danielson).

Otero, nacido en 1972 y afincado en New York desde principios de los ‘90, supo acopiar durante su formación elementos de jazz, rock y clásica, que luego volcaría de manera subliminal en su posterior acercamiento al tango. De ahí que sus composiciones, si bien tienen una fuerte impronta asociable a la música de Buenos Aires, la misma se hace presente elípticamente, de manera poco explícita, otorgándole a su música un carácter decididamente renovador, dando como resultado una obra de gran compromiso intelectual y emotivo, valiéndose para ello de una autonomía que desemboca en una identidad inviolable habida cuenta de la autoridad y prepotencia artística con las que Otero aborda cada uno de sus proyectos.

La actuación que brindara en el Café Vinilo el miércoles 14 de julio, sería una clara demostración de lo antepuesto. En el formidable medley Preludio 19 / Milonga 10 que sirvió de apertura, Otero sentó las bases de la dirección de su propuesta artística. Que es inclasificable, inrotulable. Y probablemente eso la haga diferente. Un inicio pleno de gravedad, casi un réquiem, se transformó sin esfuerzo y con numerosas libertades estilísticas, en una suerte de caos sonoro donde su versatilidad, destreza y abrumadora técnica dejaron flotando la sensación de que, frente al piano, todo lo puede. Sus dedos, elásticos y saltarines, se adueñaron completamente del instrumento en los aproximadamente quince minutos que duró la pieza. Aunque más justo sería decir que Otero toca con el cuerpo, conformando una alianza indivisible con el piano.

Para las siguientes tres piezas que completarían la primera parte del concierto, el pianista convocó al flautista Alejandro Santos. Un músico argentino de quien se recuerda aún hoy la edición de Candombe del Parque Chacabuco (1982) y que supo tocar con Dino Saluzzi, Manolo Juárez, Miguel Abuelo, Luis Salinas, Jaime Torres y Al Di Meola, entre muchísimos otros. Manifestación comienza con una sutil intro de piano, adaptable a cualquier pasaje visual de Kristof Kieslowsky, al que Santos se suma con corrección. Un nuevo momento reflexivo de Otero en soledad deriva en complejos arreglos que el dúo resuelve con llamativa soltura. Otro tanto ocurre en Siderata. Santos por momentos parece susurrar con su instrumento mientras Otero, atento a todo, promueve un sentido lirismo más cercano al romanticismo alemán que al tango propiamente dicho. El final de este primer segmento presenta un formato de canción más convencional donde el flautista lleva el liderazgo. Otero asume con hidalguía este momento de no exposición para después ofrendar una sublime intervención que gana en vigor y lo hace terminar prácticamente zambullido dentro del piano.

El segundo tramo también se inició con un medley, conformado por La abundancia (dedicado a su maestro Marafiotti) y Arbolitos. Sus dedos sensibles y dúctiles provocan en el recinto una hipnosis general y un silencio sepulcral. También en soledad, Otero presenta una milonga deshilachada, tortuosa, arrebatada y genial. Se trata de Te deseo mucha suerte (pero espero que te vayas), dedicada a una señorita que decidió marcharse y no volver espetándole semejante frase. Otero cuestiona estas decisiones con prepotencia, prácticamente exigiendo una respuesta de manera insolente. No es que nos contente la desgracia ajena; pero si ha servido para que el pianista ofrezca esta joya… empezamos a dudar…
Alejandro Santos se suma para La nueva casa. La introducción en piano augura algo verdaderamente grande. El caos propuesto por el pianista contrasta con la calma de Alejandro Santos. Pero luego, paulatinamente, se va logrando un equilibrio. No obstante, lo ofrecido por Otero es de carácter superlativo con una mano izquierda de colección. La casa o bien está desordenada o (seguramente) hay que construirla de nuevo. Memorable momento con un Fernando Otero en estado de gracia.
El bis, también a dúo, Aguaribay, una balada de tensa calma cuya impronta de carácter universal no anula cierto aire más campero que ciudadano. Un final reflexivo, intimista, ascético, interpretado con soltura, contención y elegancia.

El pianista Fernando Otero ofreció, en su concierto en el Café Vinilo, una cabal demostración de las aptitudes que lo han llevado a posicionarse como un necesario referente de la música contemporánea… y no sólo de la Argentina. Su concepto artístico excede los lineamientos técnicos y teóricos; ya que en su original propuesta incorpora componentes de fuerte contenido emocional convirtiéndola en un espacio donde conviven armoniosamente el academicismo, la fantasía, el talento, la pasión, el riesgo y la creatividad.
Haciendo que hoy día, en su música, el tango posea una vitalidad envidiable.
Y suene increíblemente renovado.

Nota: Fotos del concierto, gentileza de Santiago Young

Marcelo Morales

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