Andrew Raffo Dewar
Siempre he atesorado las respuestas de Albert Einstein y José Saramago sobre las causas que les permitieron alcanzar prestigio mundial en sus respectivas disciplinas. El primero respondió “Si lo puedes imaginar, lo puedes lograr”; y el novelista portugués dijo “He intentado no hacer nada en la vida que avergonzara al niño que fui”. Supongo que en el trayecto desde tu Rosario natal hasta llegar a compartir escenario con íconos de la música contemporánea como Anthony Braxton o Bill Dixon, han pasado muchas cosas. Más allá de los detalles… ¿cuáles fueron las cualidades primordiales que conservaste en todo este tiempo y que terminaron siendo fundamentales para unificar ambos puntos? ¿Estás más cerca de Einstein o de Saramago?
Siempre he estado interesado en explorar. Cuando era niño estaba obsesionado con la astronomía, el cielo, los vuelos espaciales y leía cuanto libro podía sobre estos temas. En realidad, estaba convencido hasta cerca de los 12 años que quería ser astronauta. Este entusiasmo por explorar continúa siendo importante en mi vida y en mi trabajo. El haber crecido en dos mundos, por un lado el de las oportunidades y las posibilidades encontradas en los Estados Unidos y por el otro en las dificultades que enfrentaba mi familia en Argentina, me enseñaron a no tomar nada por seguro y a comprender que debo trabajar fuerte para lograr que mi imaginación se haga realidad. Es por eso que debería decir que me identifico tanto con las declaraciones de Einstein como con las de Saramago, aunque… ¡ciertamente no considero estar en el mismo nivel que ellos!
Ahora ubiquémonos en el origen de todo: tu ambiente familiar, el descubrimiento de tu vocación artística, los primeros pasos en la música… ¿Qué es lo primero que viene a tu memoria de aquellos tiempos?
Esto sería una historia larga y compleja que deberíamos dejar para otra oportunidad… Pero sí te puedo decir, por ejemplo, que fue tocar en bandas de rock/noise incluyendo trabajos anteriores con miembros de la banda Deerhoof, el vivir y estudiar música en Nueva Orleans y en Indonesia en los años ’90, el tocar en una banda musical de intérpretes de Etiopía (Oromo) en la ciudad de Minneapolis, el trabajar en fábricas y en la construcción y muchas otras actividades, lo que hoy forma parte de mi identidad musical. Recuerdo claramente la primera vez que compuse música: tenía probablemente 6 ó 7 años y estaba tocando el piano de mi abuela. Le dije que era algo que había aprendido en la escuela pero realmente no era así. Lo llamé “La Bruja” y lo ejecuté como si fuera una composición, extendiéndome a todo el teclado. Me acuerdo que fue maravilloso sentir que había logrado producir algo que era solo mío y sentir la profunda sensación de las vibraciones del sonido. Mi familia no podía pagar por clases particulares de música, es por eso que estudié en las clases de música de la escuela pública. Empecé con el trombón a los 11 años porque teníamos uno en casa (mi padre tocaba muy bien cuando era joven). En la adolescencia cambié a la guitarra y al canto para así poder tocar en bandas de rock; luego pasé al clarinete y finalmente al saxofón soprano. Podría mencionar brevemente tres experiencias transformadoras que lograron cambiar la manera en que escuchaba música durante mi adolescencia y que me dirigió en la trayectoria en que me encuentro hoy en día: la inicial fue cuando tenía 15 años y escuché por primera vez la grabación en el Carnegie Hall del año 1947 de Charlie Parker y Dizzy Gillespie tocando “Dizzy Atmosphere” (tema incluido en el álbum Diz N Bird at Carnegie Hall).Esa ejecución “recalibró” mi cerebro y comencé a escucharla de forma obsesiva, tratando de comprender qué sucedía allí (y aún estoy aprendiendo de ella). La segunda fue durante un programa de intercambio estudiantil a través del cual fui a Rusia en 1991 cuando tenía 16 años. Mi madre rusa me llevó a ver un programa de baile experimental que incluía a dos músicos, un saxofonista que también tocaba el piano y un percusionista. Suspendido a 6 metros de altura, en una silla de director, había un hombre con barba que llevaba gafas oscuras diciendo cosas extrañas en el micrófono mientras la danza y la música fluían improvisadamente. Lo que más me impactó fue la música; es difícil de encontrar palabras para describir cómo me sentí, puesto que me impactó profundamente. Lo más interesante y cómico, en definitiva, fue que mi primera presentación a la improvisación libre y el “free jazz” fueron… ¡en Siberia! Qué paradójico, ¿no? El tercer momento de ‘transformación’ fue ver a la Sun Ra’s Arkestra en 1993 ó 1994 en Minneapolis. La banda se dirigía al escenario y Marshall Allen (saxofonista de la banda de Sun Ra) vino directamente hacia mí y ejecutó un solo increíble a pocos centímetros de mí, mirándome directamente a los ojos. En ese momento supe sin duda alguna que lo que más me importaba era hacer música.
Retrocedamos en el tiempo; ¿en qué momento y cuáles fueron los motivos que llevaron a tu familia a dejar Argentina para irse a vivir a los Estados Unidos?
Nos fuimos por razones obvias: el golpe militar de 1976. Yo tenía un año y mi padre, que es estadounidense, apenas tenía el dinero justo para comprar tres pasajes y dejar Argentina pocos días antes que cerraran los aeropuertos. Otra razón fue porque pusieron una bomba en el lugar en el cual trabajaba mi padre – un instituto de enseñanza de Inglés- como acto de protesta política contra el “Imperialismo Americano”.
El hombre es siempre uno y su contexto; y, de alguna forma, todo lo que hacemos en la vida va dando cuentas de esa doble verdad. En ese sentido me gustaría saber de qué forma tu mundo interior se modificó al ubicarte en un contexto cultural diferente…
Por supuesto que la vida es una negociación constante; pero pienso que parte de lo que queremos hacer como artistas es aguzar nuestro arte en el curso de nuestras vidas y así poder traer luz a nuestro mundo interno, al “mundo real”, lo más claramente que sea posible. Esto es algo que, siendo artistas, nunca podremos realizar completamente… Pero podemos intentarlo. Como dijo el escultor Henry Moore: “El artista no se jubila ya que es nuestra forma de vivir, entonces continúa siempre.”
Cuéntame algo sobre tu experiencia educativa en las Universidades de Minnesota y Wesleyan y las causas que te llevaron a estudiar etnomusicología.
Siempre me ha interesado tocar música pero también pensar sobre la música y en cómo ésta se relaciona a la cultura. Creo que, siendo artista, uno tiene que considerar el “enfoque amplio” que incluye el rol que juega la historia, los varios niveles semánticos de lo que uno hace y tratar de entender cómo todo esto encaja en el mundo. El área de la etnomusicología es uno de los medios que pueden ayudarnos a hacer eso, pero reconozco que no es el único. Mi primera exposición al campo de la etnomusicología fue en la Universidad de Minnesota en 1995, cuando comencé a estudiar el gamelán Javanésy también cuando tomé un curso de introducción a las músicas del mundo. Luego pasé meses en Sumatra, Indonesia, estudiando la flauta Minangkabau (grupo étnico de Sumatra Occidental también conocido como Minang o Padang) y música vocal. Cuando regresé a la Universidad de Minnesota en 2000 para completar mi bachillerato universitario, antes de asistir a la escuela de graduados en Wesleyan, trabajé con comunidades de músicos inmigrantes en Minneapolis junto a la gran etnomusicóloga Mirjana Lausevic (ya fallecida) y su esposo, el excelente cantante ‘folk’ Tim Eriksen. Éstas fueron experiencias muy importantes para mí. La mayor parte de mi educación, sin embargo, ha sido fuera de instituciones educativas como ir solo por el mundo componiendo, tocando música y viajando.
Me imagino que fue en Wesleyan en donde conociste a Anthony Braxton, ¿no? Intuyo que uno debe aprender mucho a su lado pero… si tuvieses que mencionar las dos o tres enseñanzas que jamás olvidarás, ¿cuáles citarías?
Conocí a Anthony Braxton en Wesleyan pero desde mi adolescencia había estado escuchando su música, que fue muy importante para mi evolución. Él fue una de las razones principales por las que me anoté para la escuela de graduados en Wesleyan. He aprendido tanto con él y continúo haciéndolo, de manera que no voy a pretender resumir esto aquí, pero hay una cosa que él dice regularmente a sus alumnos que siempre llevo conmigo: “No cometer errores es el error más grande de todos.”
También tuviste el privilegio de estudiar con Steve Lacy, Phillip Greenlief, Alvin Lucier, Milo Fine y Bill Dixon. ¿Qué te aportó cada uno de ellos?
Tantas experiencias… He tenido mucha suerte no sólo por estudiar con quienes fueron algunas de mis influencias más profundas, sino también porque ellos son tan diferentes entre sí. Esto ha enriquecido mi forma de observar el mundo del sonido y me enseñó muchas lecciones sobre el empeño y el enfoque. Todos me han inculcado un alto grado de interés en la exploración o en cómo el “silencio” puede ser tan expresivo que hasta “dice algo” y cómo dar forma al sonido y conversar con el espacio físico de un ambiente. No quisiera dejar a ninguno de ellos de lado porque cada uno me ha otorgado un número de lecciones tan importantes que hasta el día de hoy impulsan mi aprendizaje… Demasiadas tal vez para expresar aquí en pocas palabras.
Ahora que estás del “otro lado del mostrador” y te toca ejercer la labor pedagógica, ¿qué te gustaría que digan el día de mañana tus alumnos sobre tus enseñanzas?
Espero que cuando se van de la clase piensen que les ofrecí las “herramientas” que pueden usar para construir sus propios senderos. Como maestro, uno cree que lo único que hace es ‘abrir puertas’, todo queda entonces en manos de los estudiantes mismos si es que se deciden a cruzar el umbral.
La etnomusicología aplica en sus estudios las teorías y el método de la antropología cultural en complemento con aportaciones de otras ciencias sociales y disciplinas humanísticas pero también suelen poner atención en el estudio del contexto cultural en que se desarrolla la música. En ese sentido y siendo etnomusicólogo, me gustaría saber en qué lugar ubicas a la libre improvisación y la música creativa del siglo XXI en el contexto cultural de la globalización. ¿Crees que forma parte del sistema imperante o considerás que, por el contrario, sufre de un problema de integración a escala mundial?
Ésta es una pregunta con mucho contenido… Por supuesto que la improvisación ha existido desde tiempos inmemoriales en muchas culturas y no solamente en la forma de hacer música. La vida es, en su mayor parte, una improvisación. Lo que estás preguntando, específicamente, es lo que se refiere a la improvisación libre -“free improvisation”- y “música creativa” como géneros musicales. En ese sentido diría que después de 1960 apareció un estilo ‘cosmopolita internacional” de este tipo de práctica que ha creado un tipo de ‘lenguaje” pero, a su vez, cada región tiene su propio dialecto de esta lengua. Algunos ven esto como si fuera un problema, por ejemplo, porque puede resultar una limitación de las posibilidades exploratorias de la música. No obstante esas cosas están en cambio completo –al igual que toda lengua- ya que gentes diferentes y de diversos lugares se juntan para hacer música. Algunos de ellos no están al tanto de esta “lengua compartida” y eso traerá nuevas ideas y enfoques a la práctica. Al menos es esto lo que espero que suceda.