Roberta Piket: Sides, Colors
Laurie, Make Someone Happy, Billy’s Ballad, My Friends and Neighbors, If I Loved You, Empty House, Shmear, Idy’s Song and Dance Part 1, Idy’s Song and Dance Part 2, Relent, Ugly Beautiful, Degree Absolute
Músicos:
Roberta Piket: piano, piano eléctrico, órgano, voz
Johannes Weidenmuller: bajo
Billy Mintz: batería, percusión
David Smith: trompeta, fiscorno
Charles Pillow: clarinete bajo, clarinete, flauta
Sam Sadigursky: clarinete, saxo soprano, saxo tenor
Fung Chern Hwei, Mykyung Kim: violín
Charisa Rouse: viola
Jeremy Harman: cello
Thirteenth Note Records, 2011
Calificación: Está más que bien
La música es el único arte que puede centralizar las variaciones de color en una sola imagen (Claude Debussy)
La música y el color han conservado una estrecha ligazón perceptiva y mantienen un indisimulable intercambio semántico desde tiempos inmemoriales. En épocas pretéritas los músicos emplearon los códigos del lenguaje colorista para explicar y traducir sus conceptos abstractos, a la vez que el arte pictórico aplicó terminología heredada de la música (tono, armonía, etc.) para poder verbalizar la exacta magnitud contenida en esa rama del arte.
La reciprocidad conceptual y las correspondencias de vocabulario entre ambas disciplinas, hicieron que el color o croma sea el equivalente de timbre; permite que una cualidad indiscutible del color, como es el término brillante, sea empleado por los músicos en el sentido de nitidez o que la música haya utilizado una condición asociada al color para definir los doce semitonos de la escala temperada occidental a través de la denominación escala cromática.
Alguno de los más grandes compositores de la historia han testimoniado, en palabras, la concordancia entre los colores y la música; mientras Richard Wagner encontraba en el color una afinidad con la expresión sonora, Frederic Chopin describía la lógica del sonido mediante una propiedad física del color a la que llamó “reflexión aureolar”; en tanto que Alexander Scriabin expresaba que su visión musical, más que asociarse a notas aisladas y acordes, estaba fundada en cambios de tonalidad, así como Olivier Messiaen afirmó que “la relación color-sonido ocupaba el lugar más importante en una composición, por encima de todos los demás” e incluso llegó a proclamar que, cuando escuchaba música, veía colores.
A partir de lo mencionado, es lógico colegir que el nudo gordiano de la sociedad entre la música y el color es el timbre. En ese sentido, Pierre Boulez afirmaba que “las búsquedas de timbre modifican profundamente no sólo la escritura musical sino también las combinaciones instrumentales y las sonoridades orquestales”; por lo tanto, esa diversidad de colores que es inherente al concepto de timbre, puede traducirse en formas de orquestación que expresan los diferentes lados del gusto musical.
Muchos de los principios y conceptos mencionados, aparecen representados de manera cabal en el nuevo trabajo de la pianista y compositora Roberta Piket: Sides, Colors (en inglés, “lados, colores”).
Esta ambiciosa obra, que en los créditos aparece dividida en Lado A y Lado B, describe un paisaje sonoro con epicentro en el formato de piano trío de jazz (mayormente expresado en la segunda parte del álbum) y un segmento inicial que, sin abandonar ese núcleo instrumental, se nutre con la colorida amplitud del clasicismo orquestal que aportan las cuerdas, los vientos y los bronces.
Esta búsqueda no es ajena a la trayectoria de Roberta Piket, ya que su vasto vocabulario musical incluye un manifiesto dominio técnico e interpretativo tanto del jazz tradicional como del jazz moderno, la libre improvisación y la música clásica. Virtudes y cualidades que han quedado debidamente testimoniadas en su prolífica producción discográfica (Unbroken Line de 1997, Live at The Blue de 1999, Speak, Memory en 2000, September of Tears de 2002, I’m Back in Therapy and It’s All your Fault en 2003 y Love and Beauty de 2007) y en su labor como sesionista junto a músicos del calibre de David Liebman, Rufus Reid, Michael Formanek, Benny Golson, Lionel Hampton, Eliot Zigmund, Harvey Wainapel, Michey Roker, entre muchos otros.
Sides, Colors abre con una reposada interpretación del clásico de Bill Evans Laurie más próxima a la versión en trío incluida en Live in Buenos Aires que al original para solo de piano contenido en el álbum We Will Meet Again de 1979. El carácter fundamentalmente romántico de la pieza (Bill Evans escribió esta balada para quien fuera su última compañera, Laurie Verchomin), se expresa en la recreación de Roberta Piket mediante una pasión controlada que deja amplios espacios para volar la imaginación a través de la fantasía y el colorido sonoro. Una expresión de romanticismo más próxima a la melancolía que al arrebato pasional, en donde la distribución emocional parece emerger con naturalidad desde las entrañas mismas de la partitura. Todo realzado por la sólida entrega del trío base que integran el piano de Piket, el contrabajo de Johannes Weidenmuller y la batería de Billy Mintz, en equilibrado balance con los ascéticos ornamentos orquestales que proporcionan los bronces, las cuerdas y los vientos.
A continuación ofrece una recatada lectura de Make Someone Happy, pieza de Jule Styne extractada del musical de Broadway de 1960 Do Re Mi. A partir de una introducción en escobillas a cargo de Billy Mintz, se desliza una chispeante línea en piano que dibuja los contornos melódicos, sin gestos ampulosos ni entradas invasivas, para luego dar lugar a las sobrias intervenciones solistas del contrabajo de Johannes Weidenmuller y el piano de Roberta Piket. Finalmente todo es rematado por un crescendo que parece eludir deliberadamente el clímax dramático a favor de la moderación temática y la sobriedad expresiva.
Billy’s Ballad es una etérea balada perteneciente a Billy Mintz que, aun sin transitar senderos demasiado alejados de lo rutinario, se aparta del hedonismo evanescente y lo superficial para teñirse de nostálgica intimidad mediante adornos instrumentales de aire camarístico y, especialmente, a través de la exquisitez en las frases que va construyendo el piano de Roberta Piket.
My Friends and Neighbors es la adaptación libre de un espiritual negro tradicional. El canto de jubileo en modo mayor y la autentica espiritualidad que suele caracterizar a este género es, luego de un aquilatado soliloquio en piano, transformado radicalmente mediante un ejercicio contrapuntístico extremo con enrevesadas disonancias y líneas melódicas independientes que parecen heredadas del genial Charles Ives.
La versión del clásico de Rodgers y Hammerstein If I Love You, en origen incluido en el musical de 1945 Carousel, recibe un tratamiento correcto aunque teñido de cierta blandura en la articulación orquestal y demasiado apegado a los cánones de jazz tradicional. Los mejores pasajes de esta recreación corresponden con exclusividad a Roberta Piket, primero a través de un luminoso fraseo en piano y luego mediante una candorosa intervención como vocalista que incluye un irreprochable dominio de la técnica del scat.
Empty House es una amena partitura que, a pesar de cierta estabilidad del acompañamiento, encuentra en el ejercicio pianístico de Piket su verdadero sentido dramático. En tanto que Shmear expresa una inequívoca confluencia entre jazz y música clásica, en donde conviven simbióticamente las irresistibles sensaciones rítmicas del swing tradicional y los aromas del romanticismo clásico.
Idy’s Song and Dance Part 1 y Part 2 es una pieza de Billy Mintz dividida en dos partes; la primera se circunscribe a una minuciosa exposición solista de Roberta Piket en piano eléctrico mientras que la segunda, en trío, manifiesta un tornasolado carácter danzante de lejanos aromas afrolatinos que estimula en el oyente las capacidades asociativas de los sonidos con los colores.
La sólida escritura de Relent y sus ingeniosas ideas temáticas, se aposentan sobre los criterios que nutren la tradición jazzística del trío de órgano, instrumento al que Roberta Piket ha recurrido con frecuencia en varios momentos de su trayectoria musical. Ugly Beautiful nos envía de regreso a los preceptos del piano trío de jazz con una pieza que evoluciona dramáticamente hasta coronarse, en términos dinámicos, mediante un imaginativo solo de batería a cargo del experimentado Billy Mintz.
El álbum cierra con la vivaz modernidad de Degree Absolute, un notable poliedro sonoro construido mediante patrones rítmicos cercanos al groove y el funk, en el que Roberta Piket alterna piano y órgano con idéntica prestancia y vitalidad.
El convincente eclecticismo, la plenitud de matices y la riqueza de colores y tonalidades contenidos en Sides, Colors, permiten confirmar la firme vocación de Roberta Piket por seguir transitando el camino que la conduce a su plenitud artística.
Cuando el color tiene su mayor riqueza, la forma alcanza su plenitud (Paul Cezanne)
Sergio Piccirilli