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Fire! Orchestra – Exit!

 

Exit! Part One, Exit! Part Twofire! orchestra

 

Músicos:

Mats Gustafsson: saxo tenor, electrónicos

Mariam Wallentin, Emil Svanängen, Sofia Jernberg: voces

Niklas Barnö, Emil Strandberg, Magnus Broo: trompetas

Mats Aleklint: trombón

Per Ake Holmlander: tuba

Anna Högberg: saxo alto

Elin Larsson: saxo tenor

Fredrik Ljungkvist: saxo barítono, clarinete

Christer Bothén: clarinete bajo, gimbri

Jonas Kullhammar: saxo bajo

Andreas Söderström, Sören Runolf, David Stackenäs: guitarras

Sten Sandell: piano, electrónicos

Joachim Nordwall: electrónicos

Thomas Hallonsten: órgano

Jonathan Berthling: bajo eléctrico

Joel Grip, Joe Williamson, Dan Berglund: contrabajo

Andreas Weliin, Thomas Mera Gartz, Johan Holmegard, Raymond Strid: baterías

 

Sello y año: Runegrammofon, 2013

Calificación: A la marosca

 

Este mundo siempre fue, es y será fuego eternamente vivo (Heráclito de Éfeso)

 

El fuego es un fenómeno físico-químico caracterizado por el desprendimiento de luz y calor producido por la combustión de un cuerpo. Ese proceso da inicio y perdura cuando están presentes en proporciones adecuadas los tres elementos que componen el llamado “triángulo de fuego”, es decir: combustible, oxígeno y calor. En realidad, el fuego es la manifestación visual del proceso de combustión que nace a partir de una reacción química de oxidación con desprendimiento de llamas, calor y emanación de vapor de agua y dióxido de carbono.

El fuego ha fascinado a la humanidad desde tiempos inmemoriales y su valor cultural en el desarrollo del hombre es incalculable, ya que cuando aprendió a dominarlo empezó a tomar conciencia de su superioridad sobre el resto de las especies. En los orígenes, el ser humano vivió en derredor del fuego y lo usó para combatir el frio y defenderse de las alimañas; pero, con el tiempo, también supo aprovecharse de su energía y fue aprendiendo a utilizar su fuerza destructiva con fines bélicos.

El fuego –junto con la tierra, el agua y el aire- era considerado antiguamente como uno de los cuatro elementos naturales que representaban las formas conocidas de la materia. Aun cuando ese concepto fue abandonado parcialmente por la ciencia a partir del siglo XVII, la idea de los cuatro elementos se mantuvo firme desde los filósofos presocráticos de la Grecia clásica hasta la edad media y el renacimiento; pero, además, se manifestó en la visión cosmológica aristotélica, en las ideas de Anaxágoras y en los principios enunciados por el hinduismo y el budismo con el agregado de una materia original no calificada o primitiva que algunos dieron en llamar el quinto elemento o la quinta esencia y que -en otras culturas- se describió como el vacío o el éter. Desde los albores de la historia, el fuego ha sido considerado sagrado. Los caldeos lo reconocían como una deidad suprema, para los persas y los tártaros era una divinidad, los yakutos de Siberia le ofrecían sacrificios perpetuos, los africanos antiguos le tributaban honores divinos, los chinos tenían un dios del fuego y en la cultura nahua también fue deificado. En Grecia el fuego ardía en los templos sagrados de Apolo, Minerva, Ceres y Júpiter; en la mitología romana se hablaba del fuego sagrado y, durante siglos, hubo una llama eterna encendida en el templo de Vesta, la diosa del fuego y la tierra.

 

A pesar de sus múltiples representaciones y simbologías, el poder magnético del elemento ígneo y el fuego interior existente en el alma y los corazones de cada uno de nosotros no puede ser negado por ninguna concepción, provengan éstas de lo terrenal o lo divino, pertenezcan a lo racional o místico, se aposenten en el dogma científico o en el poder sacro. En todos los órdenes de la vida –y muy especialmente en el campo de las artes- se habla de encender el fuego creativo que reside en nuestro mundo interior para consagrar la obra y alcanzar una existencia plena. A contrario sensu, puede colegirse que mantener apagada esa llama de creatividad implicará pena, insatisfacción, dolor y sufrimiento. De hecho, el poeta Wystam Hugh Auden describió al cáncer en algunos de sus versos como un “fuego creativo frustrado”, del mismo modo que las investigaciones del psicólogo Lawrence LeShan contenidas en el libro Cancer As a Turning Point arribaban a la conclusión que esa temible enfermedad era propiciada por la auto-anulación de la creatividad. Inclusive, el proceso terapéutico indicado por LeShan –basado, justamente, en encender el “fuego creativo” del paciente- daba inicio con la formulación de una simple pregunta: “¿Qué haría usted si supiera que la vida en este mundo se va a acabar en seis meses?” Por el momento, dejaremos la respuesta a este interrogante como tarea para el hogar. No obstante, es muy probable que la mayoría de nosotros, en lugar de malgastar el tiempo en banalidades, dedicaría ese plazo a sus seres queridos, viajaría a lugares soñados, intentaría dejar un legado que trascienda la propia existencia o se decidiría, finalmente, a encender ese fuego creativo que ha mantenido apagado durante años.

 

Todo esto guarda relación con el álbum de la Fire! Orchestra que motiva este comentario y no sólo por la obviedad de su significado sino, además, porque su líder –el notable saxofonista sueco Mats Gustafsson– ha sabido mantener encendido ininterrumpidamente su “fuego creativo” y, también, porque el conjunto de su obra tiene la vital urgencia de quien actúa como si nada pudiese postergarse, como si todo se fuera a acabar muy pronto, como si el futuro fuese un presente continuo.

Mats Olof Gustafsson es una figura esencial de la escena del free jazz escandinavo y uno de los principales referentes de la música creativa del nuevo milenio. A modo de ejemplo de su vigoroso desarrollo artístico bastará con mencionar sus protagónicos roles en Sonore (junto a Peter Brotzmann y Ken Vandermark), EFG (en compañía de Agustí Fernández y Peter Evans) y en el Tarfala Trio (con Barry Guy y Raymond Strid), su sociedad con Per Ake Holmlander en Swedish Azz, sus capitales aportes en el Peter Brotzmann’s Chicago Tentet y la Barry Guy New Orchestra y, muy especialmente, en los dos tríos que ocupan el actual centro de su ideario creativo: The Thing, en colaboración con Ingebrigt Haker-Flaten y Paal Nilssen-Love y Fire!, con asistencia del bajista Jonathan Berthling y el baterista Andreas Weliin.

La inclasificable convergencia de música libremente improvisada y rock psicodélico que propone Fire! ha quedado vívidamente plasmada en los álbumes You Liked Me Five Minutes Ago de 2009, Unreleased? en 2011 (con el guitarrista Jim O’Rourke como músico invitado) y en In the Mouth A Hand (aquí junto a Oren Ambarchi en guitarra).

A esta producción discográfica con epicentro en el formato de trio, debe sumarse ahora la versión expandida a veintiocho miembros representada por la Fire! Orchestra en el álbum titulado Exit!, de reciente lanzamiento.

 

Exit! incluye los principios fundacionales contenidos en la discografía previa de Fire! pero ampliando exponencialmente su territorio sonoro. En los sinuosos pliegues estéticos que atraviesa esta obra con formato de suite en dos movimientos, van discurriendo las expresiones punteras de la música improvisada para grandes formaciones, el carácter ritual y alucinógeno de la psicodelia, la tendencia a la atonalidad y las disonancias del noise y el post-rock, alusiones al motorik del krautrock y el temperamento liberador y contracultural del garage-punk. El alegato estético elaborado aquí por Mats Gustafsson sigue su propia ruta con envidiable autoridad pero no reniega de la historia; de allí que podamos hallar en sus fundamentos musicales influencias que van desde el carácter operístico desplegado por Carla Bley &The Jazz Composers’ Orchestra en el histórico Escalator Over the Hill de 1971 hasta referencias al sonido de Canterbury en formato big band materializado en los setenta a través de Keith Tippet’s Centipede; pasando – entre otras citas- por la lucidez interpretativa de Charlie Haden’s Liberation Orchestra, la dinámica futurista de Sun Ra Arkestra, el vanguardismo sonoro de Alan Silva & the Celestial Communication Orchestra y las ideas de improvisación a gran escala exhibidas por Barry Guy en la London Jazz Composers Orchestra.

 

En Exit! Part One una ominosa línea de bajo a cargo de Jonathan Berthling da sustento al psicodélico gigantismo sonoro del ensamble a partir del cual se suceden las brillantes intervenciones vocales de Mariam Wallentin (Wildbird & Peacedrums, Mariam the Believer), Emil Svanängen (Loney, Dear) y Sofia Jernberg (Seval, Paavo y Fredrik Ljungkvist’s Yun Kan 10) con base en los textos especialmente pergeñados para esta obra por el guitarrista y vocalista de The Ex Arnold De Boer. El hipnótico clima ritual que fundamenta la pieza, desemboca luego en un abstruso segmento del cual emerge la mágica desnudez de la voz de Jernberg para finalmente evolucionar en un segundo pico de tensión dinámica, donde tienen particular destaque el trombón de Mats Aleklint, los aportes vocales de Wallentin, el saxo alto deAnna Högberg y los electrónicos de Joachim Nordwall.

En Exit! Part Two, a la cálida voz de Emil Svanängen y los trazos oblicuos del piano de Sten Sandell, se suma el elefantiásico tándem rítmico (tres contrabajos, un bajo eléctrico y cuatro baterías) y los poderosos ornamentos en tuba de Per Ake Holmlander que convergen en un crescendo infinito –sólo interrumpido por la descollante aparición solista de Sofia Jernberg en técnicas vocales extendidas- en donde van asomando las atinadas aportaciones de Fredrik Ljungkvist en clarinete y Magnus Broo en trompeta y los enormes bloques orquestales que integran la huracanada explosión sonora con que concluye esta fantástica obra.

“Nadie es libre. Debes crear tu propia libertad”, afirmaba recientemente Mats Gustafsson. Y, por fortuna para el arte, con el álbum de la Fire! Orchestra parece seguir alimentando y dominando el “fuego creativo” que le ha permitido construir su propia libertad artística.

 

Tengo que domar el fuego para cabalgar seguro en la bestia de futuro que me lleve adonde quiero (Silvio Rodríguez)

 

Sergio Piccirilli

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