Atomic en concierto: Llamas en el hielo
Jamboree – Barcelona (España)
Viernes 26 de abril de 2013 – 20:00 hs.
Atomic:
Fredrik Ljungkvist (saxo alto, saxo tenor y clarinete), Havard Wiik (piano), Magnus Broo (trompeta), Ingebrigt Haker-Flaten (bajo), Paal Nilssen-Love (batería).
El quinteto escandinavo (tres noruegos y dos suecos, uno viviendo en los EEUU, dos en Estocolmo, uno en Oslo y otro en Berlín), herederos en sus febriles inicios de la vanguardia del free jazz clásico y también del centroeuropeo, pasó por el Jamboree de Barcelona el pasado 26 de abril para presentar su nuevo disco There Is a Hole In a Mountain. Desde su fundación hace doce años, Atomic -cuyos miembros han compartido determinantes proyectos a uno (en The Thing, Ingebrigt Haker-Flaten y Paal Nilssen-Love) y al otro lado del Atlántico (con Ken Vandermark, Paal Nilssen-Love, Magnus Broo y Havard Wiik) ha entregado cuatro imprescindibles trabajos en directo (el triple The Bikini Tapesde 2005, el triple Retrograde -dos álbumes en estudio y uno en vivo- en 2009 y Theater Tilters Vol. 1 y Vol. 2, ambos de 2010) y otros tantos importantes en estudio (Feet Music de 2002, Boom Boom en 2005, Happy New Years de 2008 y Here Comes Everybody en 2011). Serían cinco registros en concierto con There Is a Hole In a Mountain, disco que está a la altura de los anteriores por su dosis de novedad.
Empuje colectivo, precisión instantánea, melodías quebradas y tensión bajo control, como siempre pero distinta, la energía y la capacidad de sorpresa de Atomic se mantienen intactas en concierto. ¿Para qué, pues, otro disco en estudio? Ésa es la primera pregunta que uno se hace al escucharlo. La comparación con el directo puede alumbrar una respuesta satisfactoria basada en la cualidad del mensaje escrito para esta ocasión. Termina el primero de los dos pases de su presentación en el Jamboree y la perplejidad inicial, como si hubiéramos asistido a algo divagador, queda desmentida media hora después: estaban poniendo a punto este motor, pero no con nuevas instrucciones de uso sino con combustible renovado. Ese combustible tiene dos autores, los que de un tiempo a esta parte –recordemos Theater Tilters Vol. 1 y 2 de 2010- aportan material nuevo de partituras pensadas exclusivamente para este grupo: Fredrik Ljungkvist y, señaladamente aquí, el pianista Havard Wiik.
En la estructura de los temas hay una presencia melódica importante que, se diría, va tomando posiciones en torno a la creación de pasajes atmosféricos y de polifonía atonal en sus introducciones. Es en esos momentos cuyo solitario y bizarro lirismo no espera repuesta, en los que podremos encontrar un vínculo no muy estudiado con Edward Vesala. El original empaste del desaparecido compositor finlandés sobrevuela esos espacios propiciatorios de unos compases que, si no están emancipados por sí, reúnen la suficiente solvencia para desarrollar un discurso camerístico. Es el elemento armónico del piano, decimos, su empuje melódico y su increíble lógica para colocar reveladores acordes disonantes, fundamental a la hora de vestir armónica e inquisitivamente (la cadena de detalles arrastran al grupo a terrenos de tensión formal sin perder fuerza expresiva) a Atomic.
La dialéctica de acentos post-free con tensión bop de sus comienzos queda ahora repartida en una construcción que encadena varios pasajes temáticos dentro de uno, concitando melodías de ambiente festivo-popular y reminiscencias líricas del jazz nórdico (en Civilón, “¿título sacado de un toro indultado?”, pregunta sorprendido el siempre bien humorado Fredrik Ljungkvist), música contemporánea (Arnold Schönberg en Labyrinths) y aleatoria (John Cage, entre silencios y espacios suspendidos, es homenajeado en Wolf Cage) y su proverbial mensaje orgánico (rupturas milimétricas, reparto de voces, empuje, velocidad y precisión). Lo interesante es comprobar, como si de un grupo de cámara se tratara, cómo naturalizan una aclimatación atonal en timbres rodeados de silencio. Quizá sea There Is a Hole In a Mountain el tema que mejor ejemplifica la intención de este disco, por la fluidez de su estructura y la belleza del acabado que reúne a estos parámetros aparentemente irreconciliables.
En su haber de estilo se situarían Accidentals y Available Exits y dos piezas de largo recorrido en su repertorio -asombroso alarde de virtuosísimo de conjunto- con las que el grupo parece tomar oxígeno entre las nuevas y también para despedirse sin dejar aliento. En ellas se reconoce el juego de intensidades dispuestas en el esquema tensión-relajación, compresión y dispersión de conjunto. El “solismo” nunca se muestra del todo aislado en este engranaje sobradamente contrastado y robusto, aunque se promuevan primeros planos. Las quirúrgicas y, pese a ello, demoledoras yuxtaposiciones y unísonos -soberbias las del contrabajo con piano y saxo, también creando fricciones de gran volumen con el arco- predisponen a este “aparatoso” discurso a desprender texturas y figuras inesperadas sin llegar a estallar. Ese flujo ascendente y sin solución de continuidad es un activo inapreciable para la creación de tensión/atención y al mismo tiempo supone el parámetro evolutivo/diferenciador del post-free: el control sistémico.
Adiciones, repeticiones, juego subterráneo o en planos, son factores que ayudan a la perfecta organización de este nuevo material, que es menos enfático pero igual de convincente que los anteriores. Ahí estaban los cinco, como si estuvieran calibrando un mecanismo de precisión que llega embalado. Todo en Atomic recuerda a una máquina de la que brota de manera espontánea energía, inteligencia y plasticidad, principios todos ellos de la originalidad.
Jesús Gonzalo