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Sean Moran Small Elephant Band: Tusk

tuskElliptical, Circle One, Two, Monkeytown, Moon Reflected, Year of the Snake, Ten Mirrors, Dream of Water, The Camel, To the Edge of the World

 

Músicos:

 

Sean Moran: guitarra acústica con cuerdas de nylon

Michael McGinnis: clarinete, clarinete bajo

Chris Dingman: vibráfono

Reuben Radding: contrabajo

Harris Eisenstadt: batería

 

Sello y año: NCM, 2013

Calificación: A la marosca

 

La única cosa que nos debe sorprender es que todavía hay cosas que nos pueden sorprender (Francois de La Rochefoucauld)

 

La palabra sorpresa, en su acepción más habitual, describe todo aquello que es capaz de “conmover, suspender o maravillar con algo imprevisto, raro o incomprensible”. También se puede colegir que la sorpresa es un estado emocional pasajero que deviene de algún evento inesperado. La sorpresa ha sido categorizada como una de las emociones más breves debido a que aparece de forma súbita ante una situación novedosa o extraña y, con la misma rapidez, desaparece completamente o se transforma en otra reacción emocional congruente con la situación de estímulo desencadenada por ella.

Por lo general suele adjudicarse a la sorpresa una valencia agradable o desagradable de acuerdo a la naturaleza de la reacción que provoca. Sin embargo, los expertos en la materia señalan que la sorpresa es la emoción neutra por excelencia, por cuanto conlleva la finalidad de facilitar la aparición de otros estados emocionales en donde pueden manifestarse un incremento en la actividad cognitiva y los procesos atencionales, una predisposición para el desarrollo de conductas de exploración, un aumento de la curiosidad ante situaciones novedosas, la eliminación de toda actividad residual en el sistema nervioso que pudiera interferir con la apropiada reacción ante las exigencias de una situación desconocida y la adecuada preparación para afrontar de manera efectiva los acontecimientos repentinos e inesperados.

En ocasiones la sorpresa también se relaciona con la expectativa ya que, siendo esta última la “posibilidad razonable de que algo suceda”, se puede inferir que un efecto menos ventajoso al esperado provocará una decepción; en tanto que algo que supere las expectativas o resulte inesperado, deparará sorpresa.

En este preámbulo, quizás, podemos hallar algunas de las razones que nos llevan a decir que el debut de Sean Moran Small Elephant Band y su álbum Tusk es una sorpresa en el sentido más amplio del término. Es probable que las expectativas no fuesen suficientemente altas pero resulta incontrastable que el alegato estético manifestado aquí, además de ser una agradable sorpresa, tiene la facultad para desencadenar otras reacciones emocionales e intelectuales igualmente gratas y positivas.

 

El guitarrista estadounidense Sean Moran -antes del debut discográfico como líder de banda que motiva este comentario– ha estado involucrado en una amplia gama de proyectos grupales en donde es posible hallar algunos indicios de lo que ahora exhibe en Tusk con irrebatible autoridad.

En compañía de Brian Drye, Jacob Garchik y Michael McGinnis integra el magníficoThe Four Bags –banda que ofrece desde una perspectiva camerística la mixtura de jazz moderno y música popular-; en diNMachine (con Michael Schumacher, Nisi Jacobs y Hari Ganglgerger) se aproximó al rock y la música electrónica experimental; y junto a Briggan Krauss y John Mettam enThe Soundbats hizo centro en el punk, la improvisación y el rock progresivo. Todo esto, sin dejar de mencionar sus participaciones en el trío de avant-metal Basson (con Stuart Pepejoy y John Mettam), el Guitar Trio y la Mike McGinnis’ Angsudden Song Cycle, entre otros.

Ahora, en su debut discográfico como líder, Sean Moran amalgama con singular potestad un amplio abanico de influencias que involucran el lirismo de la música de cámara, la exploración sin fronteras que distingue al jazz del nuevo milenio, los modos de transposición limitada y el uso de simetrías de tiempo y tonalidad provenientes de Olivier Messiaen, el estilizado apasionamiento del flamenco, las exóticas sonoridades de la música étnica y algunas de las nociones más refinadas de la improvisación libre. Todo ello vehiculizado a través de una alineación de infrecuente idoneidad que incluye al notable baterista Harris Eisenstadt (Canada Day, September Trio, Golden State Quartet), el contrabajista Reuben Radding (Myth Science, Crackleknob, Refuseniks), el clarinetista Michael McGinnis (The Angsudden Ensemble, Four Bags, Between Green), el vibrafonista Chris Dingman (Walking Dreams, Harris Eisenstadt’s Canada Day, Steve Lehman Octet) y que encuentra en la dulzura de la guitarra con cuerdas de nylon de Sean Moran uno de sus factores distintivos.

 

El inicio con el colorido empaque cameristico de Elliptical, se aposenta en lejanas influencias andaluzas que alternan las cadencias del palo flamenco con líneas melódicas en continuo movimiento a la manera de una falseta. Los trazos oblicuos de Circle One, Two lucen bien trazados sin caídas de tensión ni puntos muertos, merced a un lenguaje armónico –visiblemente influenciado por Messiaen- proclive a lo extático y la yuxtaposición de colores, realzado por la especial sensibilidad, mucho antes elegante y refinada que temperamental, que transmite la guitarra de Sean Moran.

El vibrante Monkeytown parece fluir por fuera de la tradición de la música occidental al sumergirse en las exóticas sonoridades de la world music. Sus repetitivos patrones percusivos son interceptados con encomiable precisión por estratégicos silencios que van dotando a la pieza de un carácter episódico en donde el vibráfono de Chris Dingman y el clarinete de Michael McGinnis alternan protagonismo.

Olivier Messiaen aseguraba que “una composición musical para ser acertada debe resultar interesante, hermosa a la escucha y debe llegar al oyente”. Esos tres criterios aparecen conciliados en los deliciosos claroscuros de Moon Reflected. Una pieza reflexiva donde van convergiendo elementos de blues, música del sureste asiático y patrones de llamada y respuesta hasta elaborar un paisaje sonoro que, a pesar de su carácter de avanzada, resulta de atemporal belleza.

La paradojal Year of the Snake sale en la búsqueda del punto de intersección imaginario que une al free-jazz con el rock y la música de cámara; el hipnótico upbeat de Ten Mirrors es la excusa perfecta para una monumental intervención solista de Harris Eisenstadt en batería, en tanto que los brumosos contornos de la inquietante Dream of Water impregnan al tema de una atmósfera de introspectiva abstracción.

Un breve y melancólico exordio de Sean Moran en guitarra demuestra que el flamenco es el material principal en el que se funda el poderoso alegato de The Camel, pieza cuyo crescendo –además de propiciar el lucimiento de los solistas- tiene un remate deliberadamente inconcluso. Finalmente, la ascética nocturnidad minimalista de To the Edge of the World se ve acentuada con naturalidad por una sobrecogedora labor de Reuben Radding en el contrabajo con arco.

El aumento exponencial de la oferta musical operado en los últimos años y la multiplicación de los medios que nos permiten acceder a esa información, han hecho que cada vez sea más difícil sorprender al oyente.

Sin embargo, Sean Moran Small Elephant Band, con el exquisitoTusk, nos ayuda a recordar que la sorpresa en el arte siempre existirá mientras haya originalidad, dedicación y un compromiso indeleble con la creatividad.

 

El arte debe tomar a la realidad por sorpresa (Françoise Sagan)

 

Sergio Piccirilli

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