Gastón Urioste: Últimos soles del verano
Intro!, Lemon paisano, Remember La goutte d’or, Vals a Emilia, Groovy Farm, Flechazo, Enamorarse es irse al agua cuando sube la marea, Ola de lago, La goutte d’or, Oh! Precipiciovolaromorir
Músicos:
Gastón Urioste: oboe, guitarra criolla, melódica, armonio
Victoria Zotalis: voz
Nicolás Ojeda: contrabajo
Nicolás Olivera: guitarras eléctrica y criolla
Pedro Bulgakov: batería
Álvaro Herrera Zacarías: melódicas
Agustín Uriburu: violoncello, guitarra criolla
Hernán González: trombón
Sello y año: Club del Disco, 2015
Calificación: Dame dos
Como todo el mundo sabe, el oboe es un instrumento de viento de unos 62 cm. de largo que consta –simplificando- de un tubo de madera y una embocadura de lengüeta doble, con seis orificios y de dos a trece llaves (aunque en la actualidad los hay incluso de 45). El aire es el que produce vibración y, por ende, sus sonidos que, según palabras de Hector Berlioz, “son adecuados para expresar el candor, la ingenua gracia, el dulce gozo, el dolor de un alma en pena (…) El oboe es ante todo un instrumento melódico; tiene un carácter agreste, lleno de ternura, incluso diría de timidez”.
Sus orígenes se remontan a 3.000 años A.C., probablemente en las civilizaciones de Mesopotamia, Babilonia e Isin; por entonces se lo llamaba “abud”. Dentro de la música clásica, las obras para oboe comienzan en el período barroco y se extienden hasta nuestros días. Algunos de los autores que han compuesto para el instrumento que nos ocupa han sido, entre otros, Bach, Händel, Vivaldi, Albinoni, Donizetti, Mozart y Salieri. No obstante, el oboe también ha sido protagonista en otros estilos como el jazz, el rock, el pop, músicas folclóricas (típicas) y en varios pasajes de diversas bandas de sonido cinematográficas.
Gastón Urioste nació en Montevideo (Uruguay), residió en París (Francia) durante aproximadamente una década y actualmente vive en Buenos Aires. Realizó numerosos estudios en ambos continentes obteniendo varios reconocimientos. Ha compuesto para largometrajes, música de cámara, cuerpos de baile, etc. Su amplio y notable abanico de conocimientos adquiridos le ha permitido, además, formar parte como instrumentista de ensambles tan disímiles como una orquesta sinfónica o un cuarteto de jazz. Su espíritu inquieto lo llevó incluso a profundizar la búsqueda en el oboe (su instrumento principal, de ahí la introducción), explorando su lenguaje bastante más allá de la música clásica.
Y tanto estudió, experimentó y se preparó, que para su álbum debut Últimos soles del verano supo convocar a músicos ubicuos -de distintas extracciones- que han conformado una agrupación heterogénea que le permite abordar con soltura y sapiencia diversos estilos que van de la (por supuesto) música clásica al jazz, con varias estaciones protagónicas. Lo que no puede soslayarse, le aviso desde ya, es que a pesar de la heterogeneidad a la que recientemente hicimos mención, el disco goza de una propuesta compacta y homogénea sin que ello implique que estamos en presencia de una suite o similar; no señor, nada de eso: Últimos soles del verano es, en su recorrido por distintas geografías y culturas, un compendio de composiciones (¿canciones?) que logran estar conectadas por un hilo invisible pero indisimulable.
Intro! oficia de ídem (y así, con signo de admiración) con sus frenéticos 40 segundos de una atmósfera que remite al klezmer y a Hermeto Pascoal para desembocar en Lemon paisano donde Urioste recurre en el comienzo a su guitarra criolla, Zotalis (como a lo largo de casi todo el álbum) vocaliza en composiciones sin letras dándole a su voz el estamento de un instrumento más, en comunión con la melódica, el oboe, el violoncello, la percusión y el trombón. Remember La goutte d’or ofrenda un breve e interesante entramado con reminiscencias folclóricas (de acá y acullá) y un interesante tratamiento camerístico llevado adelante por Gastón Urioste en oboe, Nicolás Ojeda en contrabajo y Agustín Uriburu en violoncello. Vals a Emilia muestra a Zotalis en su esplendor en una composición que conjuga aires ciudadanos, orientales (no uruguayos) y tiroleses. Hay una exquisita entrega de Pedro Bulgakov en escobillas y sobrios pasajes de Álvaro Herrera Zacarías en melódica y el líder en oboe. Pero quien sobresale aquí es Nicolás Olivera en guitarra eléctrica que recuerda, por momentos, a aquel Bill Frisell que supimos conseguir.
Cierta continuidad estilística (ojo… “cierta”) hallamos en Groovy Farm donde, apuntalado por una base sólida a cargo de Ojeda en contrabajo (es lo que creo escuchar aunque en los créditos no figure) y Bulgakov en batería, Olivera vuelve a mostrar sus bondades, que no son pocas. Flechazo es el único tema con letra (al menos una letra que entendamos y muy buena por cierto). Otro de los puntos (muy) altos del álbum con brillantes Zotalis en voz y Uriburu en violoncello, más los aportes (coloraturas) de Urioste en melódica.
Enamorarse es irse al agua cuando sube la marea es sostenido por la batería de Bulgakov y el contrabajo de Ojeda mientras el liderazgo es asumido y compartido por Uriburu en cello y Urioste en oboe en una primera instancia y, salto mediante, por el contrabajista y Herrera Zacarías en melódica, en un retrato sonoro lánguido, crepuscular, exótico. Ola de lago nos lleva nuevamente hacia territorios asiáticos donde, después de una exquisita introducción liderada por el oboísta, Hernán González aparece con su trombón desde el que la paleta sonora se abre cual abanico donde los instrumentos (melódica, oboe, guitarra criolla, batería y armonio) parecen liberarse hasta desembocar en un final ascético y melancólico.
L goutte d’or incorpora elementos del pop pero a su vez es inclasificable. Buenas entregas de Zotalis y Hernán González (en voz y trombón respectivamente). Herrera Zacarías (co-autor del tema junto al líder) lidera un pasaje en melódica; pero es Zotalis quien parece marcar los distintos humores de esta suerte de breve rapsodia musicalmente cosmopolita. El final es con Oh! Precipiciovolaromorir, pieza de singular belleza que trae consigo algo de réquiem, de spiritual, con un magnífico trabajo de Bulgakov en batería, un exquisito arreglo orquestal y el momento de mayor presencia de Urioste con su oboe. Zotalis, Ojeda, Herrera Zacarías, Olivera y Uriburu aportan lo suyo que, por si no quedó claro, no es poco, llegándose así al final del álbum plácidamente, sin estridencias, como si en realidad siguiera resonando en algún lugar escondido (o no tanto).
Gastón Urioste ha debutado discográficamente como líder con Últimos soles del verano; un álbum magnífico, de difícil categorización, que nos deja con la sensación de que el líder tiene mucho para ofrecer y que no sólo sabe sino que también tiene con qué hacerlo.
Marcelo Morales