Escalandrum: Studio 2
Studio 2, Acuático, Siete maravillas, Spiral, Lolo, Multifónico, Nutibara, Adrenalina, Bordadura, 1933, La Fogloba, Sevilla
Músicos:
Daniel “Pipi” Piazzolla: batería
Nicolás Guerschberg: piano
Mariano Sívori: contrabajo
Damián Fogiel: saxo tenor
Gustavo Musso: saxo alto, saxo soprano
Martín Pantyrer: clarinete bajo
Sello y año: Warner Music, 2018
Calificación: Dame dos
El Carcharias Taurus es un tiburón de color grisáceo con manchas marrones en los costados. Posee una cabeza muy pequeña en relación a su robusto cuerpo que puede medir unos tres metros de largo y pesar aproximadamente 150 kilos. Lento de movimientos, de ojos pequeños, posee varias hileras de afilados dientes, visibles aún cuando mantienen su boca cerrada. A pesar de su atemorizante aspecto, es muy dócil; se conocen muy pocos casos en los que un Carcharias Taurus haya atacado a un humano. Suelen vivir solos o en pequeños grupos generalmente cerca de las costas, aproximadamente a unos 200 metros y –entre otros lugares- puede encontrárselo en las costas argentinas.
Pertenece a la familia de los Odontaspididae y, de acuerdo a estudios realizados en los últimos años, se encuentra –al menos en la Argentina- en peligro de extinción. El Centro para el Estudio de Sistemas Marinos (Cesimar) ha informado que en las últimas tres décadas su población en la región disminuyó en aproximadamente un 90%.
Para que usted no tenga dificultades a la hora de andar memorizando el extraño nombre del escualo, le contamos que al Carcharias Taurus también se lo conoce como tiburón tigre de arena, tiburón toro, tiburón damisela o escalandrún.
El bandoneonista y compositor argentino Ástor Piazzolla era un aficionado a la pesca del escalandrún, práctica heredada por su hijo Daniel y por su nieto, el baterista Daniel “Pipi” Piazzolla que en una combinación de palabras con “drum” (tambor, en inglés), decidió bautizar a su banda con el nombre de Escalandrum.
El sexteto argentino Escalandrum es uno de los casos más atípicos y emblemáticos del jazz argentino contemporáneo. Y no contemporáneo… también. Desde su conformación, hace ya 19 años, la banda ha editado diez álbumes: Bar Los Amigos (2000), Estados alterados (2002), Sexteto en movimiento (2003), Misterioso (2006), Visiones (2008), Piazzolla plays Piazzolla (2011), Vértigo (2013), Las cuatro estaciones porteñas (2014), 3001 – Proyecto Piazzolla – con Elena Roger- (2016) y Sesiones Ion (2017).
Los días 23 y 24 de octubre de 2017 Escalandrum registró su undécimo disco en el Estudio 2 de Abbey Road (Londres, Reino Unido), siendo el ínclito Facundo Rodríguez el Ingeniero de Grabación y responsable de la mezcla. Studio 2, tal el nombre del CD, fue editado recientemente por el sello discográfico Warner Music; y la atipicidad a la que hacíamos referencia no tiene que ver sólo con la marcada evolución del grupo, sus búsquedas constantes que lo han llevado a introducirse en la música de Ástor Piazzolla, Alberto Ginastera y Wolfgang Amadeus Mozart, haber participado de numerosos festivales de prestigio y tocado en lugares emblemáticos de varios países y obtenido numerosos reconocimientos y galardones, sino además porque, desde su primer álbum, Escalandrum no ha sufrido modificaciones en su alineación.
Seis músicos de excepción, líderes de agrupaciones con propuestas disímiles a la pergeñada por el sexteto y que son claros referentes de la música creativa argentina del presente milenio: Daniel “Pipi” Piazzolla (batería), Nicolás Guerschberg (piano), Mariano Sívori (contrabajo), Damián Fogiel (saxo tenor), Gustavo Musso (saxos alto y soprano) y Martín Pantyrer (clarinete bajo), mucho más allá de sus experiencias solistas o en otros proyectos (y diferentes estilos), parecen haber encontrado en Escalandrum su lugar en el mundo.
En Studio 2 el grupo vuelve a presentar composiciones propias (cuatro de Guerschberg, tres de Fogiel, mientras Piazzolla y Sívori aportan una cada uno) mostrando un crecimiento, cohesión, entendimiento y madurez llamativos.
Mucha agua ha corrido bajo este puente desde la marcada orientación al latin-jazz de su álbum debut a este presente que posiciona a la banda como a una de las agrupaciones más consolidadas del movimiento jazzístico argentino, incorporando elementos de otros estilos que gracias a los magníficos arreglos y a un notable nivel de ejecución, les permiten expandir los límites de lo que habitualmente suele encontrarse en lo que podríamos catalogar como un “sexteto de jazz”.
En su undécima producción discográfica, muy lejos está Escalandrum de sonar aburguesado. Más bien todo lo contrario. El sexteto sigue buscando elementos que enriquecen su propuesta personal que, al decir oportunamente por Daniel “Pipi” Piazzolla, su líder, intenta “que suene argentino… pero no demasiado” y donde “la melodía es muy importante”. Studio 2 los encuentra sólidos, afiatados, maduros y, probablemente, en su mejor momento (tanto personal como grupalmente). Con esto, nos animamos a afirmar que estamos ante el que seguramente sea el mejor álbum de sus casi dos décadas de existencia. O, al menos, entra en el podio.
Luego de una suerte de introducción de 19 segundos titulada Studio 2, llega el frenético straight ahead de Acuático, composición de Nicolás Guerschberg con una marcada base apuntalada por el tándem Piazzolla – Sívori, una potente intervención de Gustavo Musso y el pianista dando ya acabadas muestras de por qué es hoy considerado uno de los mejores representantes argentinos en su instrumento. Moneda corriente a lo largo de todo el álbum, la sección de bronces suena precisa. Como en Siete maravillas, también de Guerschberg, quien además entrega un atractivo duelo junto con la batería de Daniel “Pipi” Piazzolla luego de un buen pasaje de Fogiel en saxo tenor. Después de Spiral, un enigmático interludio de 39 segundos, llega Lolo, composición de “Pipi” Piazzolla dedicada a su hijo y que ya apareciera en Transmutación, segundo registro del Pipi Piazzolla Trío. La balada, aquí arreglada por Guerschberg para el sexteto, viene acompañada del primer gran pasaje de Mariano Sívori en contrabajo. Mutifónico, otro brevísimo interludio de 8 segundos a cargo del clarinete bajo de Martín Pantyrer (que deja con ganas de muchísimo más) da pie a la intrincada Nutibara (de Damián Fogiel), con gran entrega del trío de bronces y otra exquisita intervención de Guerschberg por encima de un lúdico y lúcido Piazzolla y un soberbio Sívori. Adrenalina, de Nicolás Guerschberg, ofrece un comienzo cuasi minimalista hasta adentrarse en un terreno que recuerda al notable The Billiy Tipton Memorial Saxophone Quartet y una posterior buena intervención de Gustavo Musso en saxo alto sobre una base con aires de blues.
Mariano Sívori en contrabajo es el encargado de introducirnos en Bordadura (también de Guerschberg), que permite apreciar las reconocidas bondades de los saxofonistas Damián Fogiel y Gustavo Musso y, especialmente, de Martín Pantyrer en clarinete bajo dentro de una atmósfera que parece tener incorporados elementos del quinteto del creador de La Camorra, que se hace aún más ostensible en la delicada 1933 de Damián Fogiel con nuevas y muy buenas intervenciones de Mariano Sívori en contrabajo y Nicolás Guerschberg en piano que se suman a una notable performance de Daniel “Pipi” Piazzolla en batería.
La Fogloba (otra composición de Fogiel) brinda un clima intimista sostenido por una buena entrega del baterista en escobillas quien, junto con el ubicuo Sívori, permiten apreciar otro estupendo pasaje liderado por Martín Pantyrer en clarinete bajo. El cierre es con Sevilla (de Mariano Sívori) donde el que asume el protagonismo es el saxo alto de Gustavo Musso, previo a un dueto de impecable factura a cargo de Daniel “Pipi” Piazzolla y el autor a quienes se suma Guerschberg y, luego, los bronces para un final mentiroso ya que, después de un largo silencio, asoma una coda frenética muy cercana a la libre improvisación con un gran Sívori en contrabajo con arco.
Como dijimos al inicio de este comentario, el escalandrún en la Argentina se encuentra en peligro de extinción.
Pero Escalandrum, con la edición de Studio 2, ratifica estar muy lejos de ello. Con sus casi 20 años de existencia (a cumplirse en la madrugada del próximo 1 de enero) y once álbumes en su haber, tiene aún muchas cosas por decir.
Y de las (muy) buenas.
Marcelo Morales