Por Los Codos

Lucía Pulido

¿A vos te interesan las cuestiones políticas?

Es inevitable no estar vinculado. Colombia es un país con historia de violación de derechos humanos y de mucha violencia. Pero nunca, por principios, pertenecí a ningún partido político. Esto nos cerró algunas puertas. Si no éramos parte del Partido Comunista o cualquier otro, entonces no nos convocaban. Y nos decidimos por la independencia. Hubo una época, a finales de los ’80, en que sí participamos de “Concierto Miedo”, que involucraba a personalidades de distintas artes y era una época en la que, por el narcotráfico, había numerosas amenazas de bombas y esas cosas.

Colombia¿Era un gobierno constitucional?

Sí… pero las amenazas provenían del narcotráfico…

¿Eso te impulsó a irte?

No, no… para nada… eso fue anterior.

Porque vos te fuiste en el ’94…

Sí, exacto. La situación se había calmado un poco; desde el ’97 hay un rebrote que provoca grandes migraciones del campo a la ciudad y de la ciudad a otros países. Músicos con los que yo trabajaba empezaron a irse.

¿Y por qué Nueva York y no… Barcelona?

Barcelona la hubiera buscado. Con Iván ya habíamos ido varias veces a Europa y siempre lo pensé como un espacio interesante. Pero Nueva York es muy particular, un accidente…

Algo así como un Aleph…

Puede ser… pero pasó más por una coyuntura personal.

¿Te hacen sentir colombiana en Nueva York?

La ventaja que tiene esa ciudad y por la que nunca me sentí marginada es que es absolutamente cosmopolita y hay gente de todo el mundo. Pero cuando te digo “de todo el mundo” quiero decir exactamente eso: “de todo el mundo”. Entonces, es parte del encanto la posibilidad de encontrarte con muchas culturas. Es un punto de encuentro. Ahí me encontré con Fernando y me reencontré con Iván, por ejemplo. Pero también es un punto de partida.

¿Extrañás, sufrís el desarraigo?

Hace unos tres años tuve una crisis, pero… bueno… (sonríe), lo solucioné…

Como dicen Les Luthiers “suéltame pasado” (risas).

Sí… el vínculo fundamental con Colombia es mi familia y es cómo amarrar eso sin sentir que te alejás. Yo en Nueva York podría vivir por siempre… pero también podría irme mañana. O sea… no me genera ataduras.  Tampoco Colombia.

¿Y eso te molesta?

No…

Yendo un poco más a la cuestión musical; del proyecto con Fernando (Tarrés) están por editar el tercer volumen de los “Songbooks”. ¿Esto estuvo pautado de antemano o se fue dando naturalmente?

Lo que había era un potencial para hacer muchas cosas. Y ganas, por esa capacidad tremenda de Fernando para producir cosas. Los caminos fueron apareciendo. No fue premeditado ni hubo un plan de sacar una trilogía. Es que cuando grabamos el primero caímos en la cuenta de que había mucho material para explorar.

Vos tenés varios proyectos paralelos y me gustaría que me hablaras de los dos en los que coincide Sebastián Cruz: “Palenque” y “Despecho”.

“Palenque” se ha ido transformando y por él pasó mucha gente; empezó con (el percusionista) Satoshi Takeishi y va cambiando de acuerdo a la disponibilidad de los músicos. Desde que grabé con Satoshi hasta el momento pasaron varias cosas. Satoshi ya no está en el grupo pero está su hermano (Stomu, bajista). El formato se mantuvo hasta el año pasado en el que decidí reducir la cantidad de integrantes. Tenemos un disco listo y estamos buscando quien lo edite.
El otro proyecto es “Despecho”; es al que menos tiempo le dedico a pesar de que es muy divertido…

¿Y por qué tan despechada con “Despecho” (risas)?

Es un trabajo tan simple y tan sin pretensiones… que es como es.

Pero sacaron un disco…

Sí… pero me refiero al tipo de trabajo como el que hago con Fernando (Tarrés) o con “Palenque”. Generan otro tipo de propuesta, hay que elaborarlo más… e implica mucho esfuerzo también.

¿Qué tiene que tener un músico para tocar con vos?

(Rápidamente) Nada… (piensa) ¡Todo! (carcajadas) Depende más del momento musical.

¿Te fijás en cómo es la persona?

Yo creo que influye todo, pero primero está la impresión musical. Y luego claro… lo demás.

¿Te pasó tener que decirle a alguien que no por diferencias personales?

No.

¿Y por qué creés que no te pasó… elegís bien?

Parece que sí… (risas).

¿Priorizás alguno de tus proyectos por encima de los demás?

Es complicado decirlo, porque en este momento la prioridad es mi trabajo con Fernando (Tarrés). Y seguramente en Nueva York la prioridad puede ser “Palenque”. Las cosas se van dando.

Con los “Songbooks” tocaste ya en diferentes sitios. ¿Notás diferencia en la recepción de acuerdo a los lugares?

Es difícil poder decirlo ahora porque en verdad no hemos tocado mucho. La recepción siempre es cálida. Hay como una retroalimentación con la gente; yo, al menos, lo siento así.

¿Qué ves desde el escenario cuando cantás?

Yo no abro los ojos en el escenario.

(Incrédulamente) ¿Por qué?

Me desconcentraría (risas). Creo que no podría… me sale así y siempre lo fue. Es un poco la timidez. Me costó trabajo pararme frente al público. Me gusta mucho cantar y eso le gana al susto de pararme frente al público. Para mí cantar (piensa) es muy visceral. No estoy cantando pensando “qué buena voz que tengo”. Es más, me sorprendo de que a la gente le guste lo que hago. Y menos mal que es así, porque a mí me gusta mucho cantar… sale desde adentro… pero siempre me sorprendo… yo no canto para mí; yo canto para que la gente sienta lo que estoy cantando. Si yo abro los ojos y te veo puedo llegar a olvidarme en qué estaba. Y prefiero no correr el riesgo.

¿Y te gusta escucharte?

No… raramente me escucho… después de grabar sí…

Y ahí sí decís “faaa… qué voz que tengo…” (risas).

No… me resulta muy extraño… es como cuando uno escucha su voz grabada, que siempre le parece raro. No quiero decir que no pueda ver la voz desde afuera… yo sé hasta dónde puedo ir y qué territorios no puedo transitar. Es tratar de reconocer las limitaciones propias.

Cuando termina un concierto, ¿cómo quedás?

Siempre muy afectada emocionalmente y depende de cómo funcionó o no la cosa. Me ha pasado de sentir mucha empatía entre los músicos y también percibir que todo se desmorona y que tengo que tratar de salvar yo sola la situación… y después te encontrás con gente que te dice “fue el mejor concierto que presencié en mi vida” y ahí… (larga la carcajada), bueno… esas cosas ocurren.

Antes te pregunté por los músicos, ahora lo hago con las canciones; ¿qué tienen que tener para que las cantes?

Que me gusten mucho; y me tienen que generar un desafío al nivel de interpretación. Fundamentalmente eso. Yo procuro no meterme con temas que se hayan tocado demasiado.

¿Qué te pasa cuando escuchás a otras cantantes? ¿Las disfrutás como público o las mirás como cantante?

Bueno… es inevitable… con cualquier cantante yo escucho más de la cuenta. No estoy sólo disfrutando la canción; estoy oyendo dónde está poniendo la voz para hacer lo que está haciendo. Pero o la disfruto mucho… o no. Me pasa con frecuencia reconocer que alguien tiene una voz para morirse pero que por ahí la versión no ayuda. O al revés.

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