Uncategorized

John Maxwell Coetzee: Diario de un mal año

Editorial Sudamericana

Hace unos días escuché una interpretación de la quinta sinfonía de Sibelius. Cuando se aproximaban las últimas notas, experimenté exactamente la grande y creciente emoción que la escritura de la música buscaba suscitar. Me pregunté qué habría sentido si hubiera sido un finlandés del público asistente a la primera interpretación de la sinfonía en Helsinki casi un siglo atrás y me hubiera embargado esa oleada sonora. La respuesta: me habría sentido orgulloso, orgulloso de que uno de nosotros fuese capaz de producir tales sonidos, orgulloso de que los seres humanos podamos crear semejante cosa a partir de la nada. Contrastemos eso con los sentimientos de vergüenza porque nosotros, nuestra gente, hemos creado Guantánamo. Creación musical por un lado, una máquina para inflingir dolor y humillación por el otro: lo mejor y lo peor de lo que somos capaces los seres humanos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *