Peter Evans Quartet: Peter Evans Quartet
!!!!, Bodies and Souls, How Long, Tag, Frank Sinatra, Iris, The ¾ tune
Músicos:
Peter Evans: trompeta
Brandon Seabrook: guitarra, electrónicos
Tom Blancarte: contrabajo
Kevin Shea: batería
Firehouse 12, 2007
Calificación: Dame dos
Aprende las técnicas, luego olvídalas (Charlie Parker)
El joven trompetista Peter Evans se integró en el 2003 a la comunidad musical de la ciudad de New York tras graduarse en el Oberlin Conservatory.
Desde ese entonces ha desplegado una intensa labor artística abarcando una vasta pluralidad de áreas que van desde la música clásica a la libre improvisación.
Evans integra la banda liderada por Moppa Elliott, Mostly Other People do the Killing, el dúo de música improvisada Sparks, el quinteto de free jazz Carnivalskin y el New York Trumpet Ensemble, entre otros.
Además de lo mencionado, desarrolla periódicas presentaciones en solo de trompeta y una profusa labor como sesionista que lo ha llevado a colaborar con John Zorn, Okkyung Lee, Taylor Ho Bynum, Jim Black, Evan Parker y Ned Rothenberg.
Sus pares, algunos críticos y parte de los seguidores de la nueva escena del jazz indican que Evans es uno de los más brillantes trompetistas surgidos durante la última década. En cambio yo, con la prudencia que me otorga el paso de los años, apenas si puedo asegurar con la debida cautela que Evans está llamado a ser uno de los grandes trompetistas del… siglo. El sigloooo… ¡El nuevo, el que empezó hace poco!
A ver… yo nací en el 19 así que… quiero decir: nací en mil novecientos y algo.
Bueno, ¡no tiene importancia!
En ese siglo yo, un siglo después Evans y su trompeta. ¡Qué tanto!
Este muchacho debe ser el típico caso del músico de formación académica, que lo tuvo todo. Facilidades para estudiar, siempre con los padres a su lado alentándolo, etc.
Digo, no lo sé.
A lo mejor fue todo lo contrario y tuvo que hacer su propio camino solo.
Es más, quizás cada vez que sus padres lo veían con una trompeta lo castigaban encerrándolo en el armario… ¿quién sabe?
Todo es cuestión de interpretación y, sobre todo, hablar con conocimiento de causa.
Sin apartarme de lo que estamos conversando…
Le cuento que tengo un amigo al que cuando era niño también lo encerraban en el armario. Lo llamativo es que sus padres lo hacían para premiarlo.
En cambio cuando estaban enfadados de verdad, se encerraban en el armario con él.
Una historia terrible, desgarradora.
Siguiendo con Peter Evans, tema que no he abandonado en ningún momento, me permito informarle que hizo su debut discográfico como solista en el 2006 con el álbum More is More, allí con la única compañía de su instrumento.
Ahora nos llega su nuevo proyecto, el Peter Evans Quartet. Veamos cómo le fue…
El disco inicia con !!!! Seguramente usted dirá “????” y es probable que tenga razón, pero !!!! es el título del tema. Un juego de disonancias dispersas y una secuencia rítmica fracturada y aleatoria configuran un paisaje de modernidad descontextualizada que flirtea con las corrientes más herméticas del concretismo.
En sintonía con ese desprejuiciado eclecticismo se abre paso la trompeta de Evans con un fraseo endiablado, burlón y descarado que, a su vez, no oculta su erudita formación jazzística. La paleta sonora se completa con el ominoso discurso de la guitarra de Seabrook desarrollando siniestras líneas que terminan por configurar, con naturalidad, una estética que incorpora el concepto de “ruido” a un vocabulario musical en el que siempre subyace la tradición.
Todos estos aspectos, incluyendo un fantasmal pasaje en electrónicos con final abierto, reconocen en la figura de Lester Bowie una fuente de inspiración ineludible.
Siguen con Bodies and Souls. Aunque suene confuso y contradictorio su título en plural parece rendir un tributo muy “singular” al clásico Body and Soul compuesto en 1930 por Edward Heyman, Robert Sour, Frank Eyton y Johnny Green. Un asfixiante ostinato de Blancarte en contrabajo y la incontenible verborragia de Evans trazan las líneas de transito a un territorio en el que emergen los códigos estéticos inherentes a la libre improvisación. Tras un solo de trompeta exploratorio y no convencional con un respaldo rítmico abstracto y sombrío, la guitarra logra apropiarse lentamente del discurso armónico mediante punzantes acordes primero y un solo perturbador con subliminales referencias al concepto standard, después. Evans recupera el centro de la escena con una intervención que conjuga en partes iguales la herencia del blues y el bebop combinada con un lirismo que parece heredado de Lee Morgan. El incansable e imaginativo Kevin Shea bordea el solo de batería en una maniobra de distracción que nos devuelve sin sobresaltos aparentes a la secuencia inicial.
A continuación hacen How Long, tema que requiere la interpretación de los signos y de su valor simbólico. El penetrante sonido de la guitarra en conjunción con la turbia propulsión rítmica, oculta una sentencia oscura y enigmática de los dioses ya que plantea un círculo hermenéutico de la realidad. Dicho de otra manera más simple, es una representación de lo que vulgarmente se describe como omnes sensus, sacrae scripturae, fundentur super litteralem o sea… un dualismo entre “en-sí” y “para-sí” cuyos polos se niegan dialécticamente. En cambio, la ausencia de la trompeta en este tema proclama el nihilismo absoluto, lo inerte, lo estático, fáctico y opaco que procede precisamente de la ausencia de Dios. Al no haber intersubjetividad, el “ser” se objetiva y pierde su libertad. Sepa disculpar si la lectura de la simbología implícita es algo superficial, pero sólo tuve tiempo para una rápida interpretación.
Rapidísima, diría.
El tema dura sólo 13 segundos.
Tag nos ofrece oblicuas alusiones a distintos standards con quiebres permanentes y azarosos, de carácter experimental. La trompeta encabeza la peregrinación exploratoria para confluir en un breve dueto con el contrabajo. Luego, la guitarra y la batería toman la posta armónica para delinear un duelo inquietante y provocador.
Un interludio con Seabrook en soledad, que en términos de sonido remite a Nels Cline, hace de puente a una secuencia final asociada al jazz tradicional.
En el nostálgico Frank Sinatra incorporan elementos que caracterizaron al famoso cantante aludido en el título. La precisión del fraseo y la capacidad para transmitir emociones de manera sutil, sin estridencias, con sentido del rubato y evitando cubrir las notas más agudas para preservar la naturalidad de la emisión que distinguieron a Sinatra, aquí son respetadas… pero no mucho. Casi nada.
Un delicioso pasaje en trompeta parece recuperar de la historia el hecho que Sinatra reconociera en su momento haber aprendido todo lo que sabía sobre la dinámica, el fraseo y el estilo por la forma en que tocaba la trompeta Tommy Dorsey. Sin embargo Evans se libera de ataduras métricas, basándose más en el aspecto melódico que en la paráfrasis armónica y con una precisión en el ataque que alude al estilo impuesto en su momento por Clifford Brown. Luego el cuarteto converge en un convulsionado segmento de libre improvisación que incluye electrónicos y el concepto de “canción sin fin” a lo Don Cherry. Una monstruosa fusión que parece retomar la senda de Frank…
De Frankestein, claro está.
La brevísima pero sugestiva Iris sirve como introducción al último tema: The ¾ Tune. Su estructura armónica incorpora amplios espacios de improvisación pero con la estética propia de la música contemporánea de corte académico. El discurso de Evans recurre a las fuentes expresadas por Anthony Braxton en la denominada ghost trance music, reuniendo en un mismo espacio conceptual el bebop de Charlie Parker con las vanguardias históricas representadas por Xenakis, Cage y Stockhausen. Un laberinto de sonidos impredecibles, elocuentes silencios y arriesgados quiebres de ritmo que derivan en enigmáticas texturas y un final inconcluso no menos misterioso.
Síntesis: En la música de Peter Evans conviven la tradición y el frenesí cacofónico.
Viñetas melódicas reconocibles y tortuosas estructuras.
La sensibilidad neoclásica y los filosos ángulos de la experimentación.
Finura y energía.
Su dinámica compositiva ofrece una refractaria progresión de la historia del jazz desde una perspectiva académica pero expresada con vitalidad y ferviente interacción.
Schopenhauer decía que la música es la representación expresa de lo que hay de metafísico en el mundo físico. La esencia íntima, el núcleo, el corazón de las cosas.
En este álbum, más allá de las preferencias estéticas individuales, podemos encontrar un riguroso compromiso creativo y un intento de cambio tan profundo como auténtico.
Con mi música busco la vibración que refleje los valores espirituales del individuo y modificar sus comportamientos. Quiero cambiar el mundo (Anthony Braxton)
Sergio Piccirilli