Nels Cline, Kneebody, Wayne Krantz Trio: Sapere Audere
Temple Bar – Santa Monica (USA)
Miércoles 21 de Mayo de 2008 – 20:30 hs.
El 21 de Mayo se presentaban en el Temple Bar de la ciudad de Santa Monica, en un atrayente triple programa, el guitarrista Nels Cline, el grupo Kneebody y el Wayne Krantz Trio. De camino al lugar del evento ocurrió algo sublime, inédito, milagroso.
En un fortuito e inesperado momento me puse a pensar en… ¡me puse a pensar!
Entregado con virginal éxtasis a esa inmaculada causa, comencé a interrogarme sobre la hipotética decisión que habría adoptado si estos músicos, en lugar de presentarse sobre un mismo escenario, lo hubiesen hecho a la misma hora y en diferentes lugares. Convengamos que cada uno de los mencionados y por distintos motivos, despertaban suficiente interés para justificar nuestra asistencia.
El guitarrista Nels Cline es un objeto de culto de la vanguardia, un músico notable, creativo y cuya presencia en cualquier contexto resulta siempre avasallante. Kneebody, con su original amalgama de post-rock futurista, libre improvisación, pop y funk, ha logrado constituirse en una de las bandas más atrayentes de la actualidad. Wayne Krantz es un legendario guitarrista de inusuales aptitudes que, a través de los años, se ha mantenido fiel al jazz fusión desde una perspectiva independiente.
Usted seguramente se preguntará para qué analizar algo que ya estaba resuelto… pues bien, para eso tengo una respuesta irrefutable: No tengo nada que hacer.
A la hora de tomar una decisión, resulta oportuno evaluar las opciones de las que disponemos especificando todos los pros y los contras de cada una de ellas, sin dejar llevarnos enteramente por las emociones. En relación a mi hipótesis, sólo basta mencionar que si me decidía por Nels Cline debía considerar que su presentación estaba limitada a un solo de guitarra; o que si descartaba a Wayne Krantz, tal vez no tuviera otra oportunidad para verlo en escena ya que no acostumbra realizar giras en la costa oeste estadounidense. En cambio, si desechaba a Kneebody, que es una banda originaria de California, siempre tendría otra oportunidad para asistir a algunas de sus periódicas actuaciones. Queda claro que todo relevamiento teórico nos permitiría hallar argumentos más o menos valederos y en un sentido u otro.
Lo cierto es que toda decisión conlleva una valoración profunda de las posibilidades existentes, requiere de cierta autonomía en el análisis y exige una voluntad manifiesta para asumir con responsabilidad la resolución adoptada. En términos generales, se denomina autonomía a la capacidad de tomar decisiones sin ayuda de otro. El término autonomía proviene del griego auto que significa "uno mismo" y nomos que significa "norma". Para decirlo en otras palabras: El auto de Norma.
La autonomía, como problema filosófico, se ha estudiado tradicionalmente bajo el binomio libertad-responsabilidad en oposición al binomio determinismo-irresponsabilidad. Ese encuadre analítico sobre las implicancias del libre albedrío, cobró especial importancia a partir de la introducción de la noción de pecado y guarda estrechas relaciones con la expansión del cristianismo.
Esto explica, en parte, la innegable conexión entre el pecado y la introducción en las relaciones… y ni hablar si la relación es en el auto de Norma. O en otro auto y/o lugar y ya sea con Norma y/u otras. En todo caso, jamás debemos olvidar que, aun siendo libres de hacer lo que nos plazca, las normas están para ser respetadas.
Sócrates consideraba a la libertad como una característica de la conducta dependiente del intelecto y no tanto de la voluntad. Según él, no existían personas malvadas sino simplemente ignorantes, de la misma manera que no existen personas buenas, sino sabias. Más tarde el cristianismo introdujo las nociones de pecado y culpa haciendo que el individuo, en el ejercicio de su libertad, fuera responsable de sus actos ante Dios. Para Kant, la libertad se encontraba en una autonomía ética basada en el deber como pauta universalmente válida de la conducta. Hasta que llegó Sartre y expresó que el ser humano está "condenado a ser libre", es decir, arrojado a la acción, responsable plenamente de la misma y sin excusas. Definición, esta última, que llega en el momento justo y apropiado… Acabo de ser arrojado al interior del Temple Bar.
Un lugar que tiene mucho más de bar que de templo. Un pequeño escenario, luces difusas, unas pocas sillas ubicadas a los fondos del salón y un amplio espacio, para permanecer de pie, que se asemeja a una pista de baile. Llegar temprano al Temple Bar otorga el privilegio de encontrar asiento. Llegar tarde concede el placer de obstruir la visión de los que están sentados. En base a estadísticas que determinan que la estatura promedio del ciudadano estadounidense no supera el metro setenta y cinco de altura, optamos por la primera variante. Una decisión que hubiera sido un éxito si no fuera porque fracasó. En un rápida evaluación del auditorio constatamos que había un equipo completo de la NBA, una delegación de Zulúes, los ocho finalistas del concurso anual de imitadores de Gulliver, cinco jirafas y unos pocos individuos de estatura promedio pero en zancos. Debo confesar que, de vez en cuando, me siento un estúpido; pero ésta es la primera vez que soy un estúpido porque me siento. Sin embargo, con inquebrantable fe, me encomendé al supremo, al omnipresente, al altísimo. Y cuando digo altísimo me refiero al obelisco humano que se paró adelante mío, a quien desde mi humillante posición estoy en condiciones de morderle los tobillos. Les juro que si tuviese una moto a mi alcance, le haría lo mismo que David le hizo a Goliat.
Bueno, en realidad, según el relato bíblico David venció a Goliat con una Honda, pero por orden superior tengo prohibido mencionar marcas.
Periscopio mediante, les informo que Nels Cline ya está en escena. Para nuestra sorpresa, comprobamos que el anunciado solo de guitarra se ha convertido en un inesperado dúo con el afamado pintor Norton Wisdom. Desde los albores del arte, pintura y música han estado relacionadas. Los préstamos semánticos que un arte ha hecho al otro son múltiples y evidentes. La música ha utilizado el lenguaje colorista para traducir sus conceptos abstractos, tanto como la pintura se ha apropiado de términos inherentes al arte musical para la descripción de sus obras. También han existido acuerdos programáticos entre ambos. El pintor ruso Wassily Kandinsky, en El Jinete Azul, creó un tratado en el que hace una comparación entre las vibraciones musicales y el color; Modest Petróvich Músorgski compuso Pictures at an Exhibition inspirado en la exposición póstuma de diez pinturas pertenecientes a Viktor Alexandrovich; y el artista Henri Lagresille, en un ambicioso proyecto que en su honor fuera denominado Método Lagresille, intentó traducir obras maestras de la música clásica en cuadros, asignando equivalentes en color a ciertos acordes y movimientos musicales. Sin embargo, mis amplios conocimientos de pintura (también sé bastante de plomería, gas, electricidad y albañilería) me permiten asegurar que, en el caso de Cline y Wisdom, estamos ante un forma de expresión infrecuente que unifica pintura y música a través de los principios rectores de la libre improvisación. Un universo de colores y sonidos yuxtapuestos en el que interactúan en comunión la infinita capacidad de Cline para crear climas y el dominio técnico de Wisdom para trabajar sobre el lienzo en tiempo real. Una presentación atrapante, diferente, asombrosa.
A continuación llegaría Kneebody. La inesperada ausencia de su trompetista Shane Endsley, redujo la banda a un cuarteto integrado por Adam Benjamin en teclados, Ben Wendel en saxo, Kaveh Rastegar en bajo y Nate Wood en batería. El grupo, pese a notorias dificultades para adaptarse a este formato abreviado, tuvo un desempeño convincente y vigoroso. The Slip expone una despiadada dinámica a contratiempo inmersa en un mar de texturas asociadas al Miles Davis de principios de los '70. El poderoso sostén rítmico en Poton, del álbum de 2007 Low Electrical Worker, fertiliza el terreno para las controladas disonancias provistas por el piano eléctrico en contraste con el diáfano discurso del saxo. En Baseball Card Song un interludio en teclados desemboca en obsesivas líneas que parecen reunir, en un mismo mapa sonoro, el fervor del rock y la envolvente persistencia del minimalismo. Mientras que Blue Yellow White exhibe una sólida construcción de armonías polifónicas y ritmos en contrapunto con sobresalientes intervenciones de Wendel y Benjamin. El inédito New Band Song, con su equilibrado balance de rock, libre improvisación y pop barroco, se traduce en una fiel expresión de la estética de la banda. El cierre será con una festejada y apasionada versión de Roll, también proveniente de Low Electrical Worker.
A estas alturas de la noche, el consumo de alcohol ha comenzado a causar estragos. Los gigantes se bambolean sin control, las jirafas hacen pogo e incluso un parroquiano denuncia a viva voz haber sido atacado con un arma blanca (parece que le mostraron una botella de leche). En ese, literalmente, embriagante marco ingresa Wayne Krantz y su banda integrada por Cliff Almond en batería y Tal Wilkenfeld en bajo. Los siguientes noventa minutos nos conducirían a una brutal excursión al mundo de la fusión, transitando por ritmos de jazz, rock y blues con constantes variaciones melódicas y rítmicas e intrincadas progresiones armónicas. Una propuesta sin secretos y con un exacerbado concepto del virtuosismo que podría llegar a provocar aturdimiento, letargo, irritación, angustia, embotamiento o fastidio. O todo junto. Fin.
Regresando a la hipótesis inicial, es probable que en el caso de haber sido obligados a tomar una decisión nos hubiésemos equivocado, sobre todo a la luz de los resultados.
El ejercicio de la libertad, más que una condición, es un logro; y todo conocimiento es un desafío reservado a la persona autónoma. Conceptos que Descartes sintetizó en la frase "Sapere Audere" (en latín, "atrévete a saber").
Después de todo, eso intentamos.
Sergio Piccirili.