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Angles: Every Woman Is a Tree

Peace Is Not for Us, Don't Ruin Me, My World of Mines, Every Woman Is a Tree, The Indispensable Warlords, Let's Talk About the Weather (And Not About the War)


Músicos:
Martin Kuchen: saxo alto
Magnus Broo: trompeta
Mats Aleklint: trombón
Mattias Stahl: vibráfono
Johan Berthling: contrabajo
Kjell Nordeson: batería

Clean Feed Records, 2008

Calificación: A la marosca

La guerra es una masacre entre gente que no se conoce para provecho de gente que sí se conoce pero que no se masacra (Paul Valery)

Poco antes de que estallara el conflicto bélico en Irak, un reconocido analista político pronostico que las principales consecuencias de esa guerra no se verían en el campo de batalla sino que se manifestarían tiempo después en el conjunto de la sociedad.
Esa premonitoria observación alertaba que la pretensión de los poderosos en justificar la embestida contra una población, en su mayoría indefensa, para que el mundo fuera más seguro… era absolutamente falaz.
Esa investigación también alertaba que a una guerra cuyas razones se sustentan en mentiras, ambiciones desmedidas y un total desprecio por la vida humana, le sobrevendría la inestabilidad, el caos, el sufrimiento y la pobreza.
No es objeto de este comentario analizar en profundidad este tema. Es más, ni siquiera hace falta analizarlo. Sólo basta con observar los resultados, sopesar el daño causado y tener sentido común para hacer una descripción apropiada de las consecuencias que esa acción beligerante tuvo en el mundo real.
Este prólogo guarda relación con la banda sueca Angles cuyo álbum debut (grabado en vivo) está dedicado a las sufrientes mujeres de Irak. El título de este trabajo, Every Woman Is a Tree (“Cada mujer es un árbol”) es una metáfora sobre el refugio que los niños buscan en sus madres durante la guerra y de cómo la muerte de éstas puede dejarlos en estado de indefensión y desprotección extrema. Una feroz y brutal simbología que relaciona al concepto “árbol” con el concepto “mujer” para enunciar lo que sucede en una sociedad cuando a ese “árbol” le cortan las ramas y muere.

Angles es una banda liderada por uno de los referentes de la nueva escena de jazz escandinavo: el compositor y saxofonista sueco Martin Kuchen.
La profusa trayectoria musical de Kuchen, ademas de su obra como solista, incluye su participación en Looper, Exploding Customer, Agape, Frontroom Ensemble y Sound of Mucus, proyectos que pueden resultar esenciales para entender y comprender el desarrollo del avant-garde escandinavo.
Suecia no forma parte del circuito tradicional del jazz… Bueno, salvo para los suecos. Así que llegar a obras provenientes de esas latitudes (59° 19′ 39″ Norte, 18° 3′ 17″ Este, para más datos) no siempre puede resultar tarea sencilla.
A excepción de aquellos casos, como el mío, en el que se mantiene la férrea disciplina de dedicarle con exclusividad seis horas diarias al jazz de vanguardia de la península escandinava. Mucho, ¿no?
¿Me creería si le digo que tengo un par de discos de ABBA? ¿Tampoco? ¿Y qué tal si le menciono que vi un par de películas porno suecas? Hmmmm…
No sé si sirva de mucho pero una vez me mordió un gran danés. Y todavía me duele.
Ante su incredulidad no me queda más remedio que confesar que Every Woman Is a Tree, en un primer momento, me atrajo por su titulo.
Por supuesto, más tarde me vi atrapado por… el dibujito del arbolito en la portada del CD. Sería improcedente (e imposible) intentar develar los ocultos secretos de una mente en la que se generan ese tipo de atracción u otras. Sin embargo, vale aclarar que mi interés por la relación entre un árbol y una mujer no obedece a que piense que esta última sea equivalente a una planta o vegetal. ¡De ninguna manera!
Las mujeres son la raíz del amor, las hojas verdes de la esperanza, tienen un corazón florecido de fe, nos ofrecen los frutos de la ilusión y a cambio de todo ello sólo esperan de nosotros que las reguemos de cariño. ¡Cómo van a ser un vegetal! Si son el jardín, el huerto de la vida. Y se lo digo con conocimiento de causa. Estudié botánica.

De regreso al álbum de Angles, corresponde precisar que la alusión al conflicto bélico en Irak y sus consecuencias son sólo un pretexto para describir, desde lo musical, la frustración que caracteriza al mundo actual. Un siglo XXI hasta aquí signado por la pobreza, la depresión y la injusticia que necesita, para modificar su rumbo, reemplazar la impotencia, la inmovilidad y la resignación por rebeldía, valor y convicción.
Desde ese espacio conceptual, Angles dibuja un persuasivo fresco musical que conjuga los parámetros del post bop con la nueva música creativa y los principios de la libre improvisación con los pilares filosóficos sobre los que se asienta el jazz.
A principios del siglo pasado, los negros esclavizados en las plantaciones de algodón crearon el jazz como un grito de protesta y liberación contra la opresión.
Esa forma de expresión, además de sus inherentes valores musicales, fue un llamado de atención al resto de la sociedad y ayudó a que muchos tomaran conciencia de esa injusticia y desarrollaran acciones tendientes a terminar con la esclavitud y la ominosa explotación laboral. Incluso los más fervorosos quisieron terminar con las plantaciones de algodón… el algodón, el jazz, la música, los negros… los seres humanos.
En definitiva, Angles retoma las banderas revolucionarias que hallamos en los orígenes del jazz pero adaptándolas al contexto histórico actual y a las nuevas formas de la creatividad musical.

Every Woman Is a Tree abre con el elocuente Peace Is Not for Us. El entramado armónico se aproxima a la música procesional desde la perspectiva del blues. Una construcción germinal minuciosa cimentada en la profundidad que otorga el contrabajo con arco de Berthling, los sutiles matices ofrecidos por el vibráfono de Stahl y con un saxo alto a cargo de Kuchen que, rehuyendo la obviedad, deja traslucir sutilmente el núcleo melódico de la composición. Tras una notable fractura rítmica que desemboca en un pasaje free, el tema abraza la senda del swing propiciando la secuencia de solos para finalmente desvanecerse en los tenues motifs del inicio.
Un extenso solo de contrabajo deriva en Don’t Ruin Me. Luego, el vibráfono y la batería se entrelazan para dibujar trazos abstractos y enigmáticos que preanuncian el ingreso triunfal del saxo de Kuchen primero y el trombón de Aleklint después. El mapa sonoro que construyen, por intensidad y empuje, parece recrear una atmósfera cercana a la de un campo de batalla visto a través del prisma del post-bop.
Un ostinato tan perturbador como adictivo es la base de My World of Mines, uno de los puntos culminantes de este álbum. Aquí confluyen un groove funky, armonías devastadoras y una orgánica progresión de quiebres y transformaciones del tempo de inquietante precisión.
Every Woman Is a Tree, tema que da título a este álbum, despliega un magnifico concepto de composición que unifica con particular naturalidad un patrón melódico sombrío y trágico, ritmos tribales africanos y una memorable serie de alocados contrapuntos que orbitan en derredor de la batería de Nordeson.
En The Indispensable Warlords los aires de réquiem iniciales mutan en esquemas que unifican el jazz, la libre improvisación y la música de medio oriente con un desenlace épico en el que Kuchen brilla en todo su esplendor expandiendo algunos de los aspectos dogmaticos contenidos en el concepto de “energy music” desarrollado por Albert Ayler a mediados de los sesenta.
El broche de oro de este magnífico álbum es con el rotundo, impetuoso y desbocado Let's Talk About the Weather (And Not About the War).

El arte es una manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros. El arte contemporáneo en general podría definirse como un arte de reflexión sobre sus propios datos. La incuestionable pretensión del artista por trascender a su tiempo, muchas veces torna a su obra en un ejercicio de auto indulgencia o se manifiesta ajena al contexto histórico y social en que se produce.
Angles, al menos en este compacto, parece ir en la dirección contraria; ya que sin perder la vocación de trascendencia, elabora un firme alegato que confronta con la cruda realidad. Una profunda invitación a la reflexión que no reduce el dolor de los niños que perdieron a sus madres en Irak, que no evitará otras guerras ni el sufrimiento de otras madres y otros hijos, pero que nos hace pensar que ese dolor no nos es ajeno sólo porque haya golpeado una puerta lejana.
En definitiva, nos advierte que la próxima puerta puede ser la nuestra.

Sólo sanamos de un dolor cuando lo padecemos plenamente (Marcel Proust)

Sergio Piccirilli

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