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Darcy James Argue’s Secret Society: Infernal Machines

Phobos, Zeno, Transit, Redeye, Jacobin Club, Habeas Corpus (for Mahner Arar), Obsidian Flow

Músicos:
Darcy James Argue: dirección musical
Erica vonKleist: flauta, flauta alto, saxo soprano, saxo alto
Rob Wilkerson: flauta, clarinete, saxo soprano, saxo alto
Sam Sadigursky: clarinete, saxo alto, saxo tenor
Mark Small: clarinete, clarinete bajo, saxo tenor
Josh Sinton: clarinete, clarinete bajo, saxo barítono
Seneca Black, Ingrid Jensen, Laurie Frink, Tom Goehring: trompeta
Ryan Keberle, Mike Fahie, James Hirschfeld: trombón
Jennifer Wharton: trombón bajo
Sebastian Noelle: guitarra acústica, guitarra eléctrica
Mike Holober: piano acústico, piano eléctrico
Matt Clohesy: contrabajo, bajo eléctrico
Jon Wikan: batería, percusión

New Amsterdam Records, 2009

Calificación: A la marosca

Lo que conduce y arrastra al mundo no son las máquinas sino las ideas (Victor Hugo)

El imaginario creativo de la Darcy James Argue’s Secret Society dibuja un innovador paisaje sonoro asociado al nuevo milenio en el que conviven la tradición del jazz orquestal en el linaje de Gil Evans, Charles Mingus y Thad Jones, la revisión modernista de ensambles extendidos representada por la orquesta de Maria Schneider y el John Hollenbeck Large Ensemble, la sutil evocación al empaque cinemático de bandas de post-rock como Tortoise y Explosion in the Sky, un evolutivo acercamiento al minimalismo heredado de Steve Reich y el espíritu de rebeldía enlazado al concepto de la denominada DIY New Music que encuentra, en el proyecto colectivo Anti-Social Music, a uno de sus principales cultores.
A pesar de que Infernal Machines es el álbum debut de Secret Society, su líder, el compositor y director canadiense Darcy James Argue, se ha constituido en una de las figuras más prometedoras de la nueva escena del jazz neoyorquino. Argue, además de encabezar su propio proyecto, ha colaborado con la BMI New York Jazz Orchestra, el Eastman New Jazz Ensemble, el University of North Texas Jazz Repertory Ensemble, la NEC Jazz Composers’ Orchestra y la McGill Jazz Orchestra, entre otros. Es miembro fundador de la Federación de Compositores de New York, Pulse, fue seleccionado por la Filamornica de Brooklyn para participar del Composer Mentorship Program y ha sido arreglista de la Orquesta Sinfónica de Atlanta en la serie de conciertos que ofrecieran junto a Lizz Wright, Shelby Lynne y la Klezmer Conservatory Band. Argue también ha escrito obras por encargo, entre las que podemos citar a The Golden Age que le fuera comisionada por la Symphonic Jazz Orchestra de Los Angeles.

Componer por encargo no es tarea sencilla. Uno de los ejemplos más emblemáticos de las dificultades que debe afrontar el compositor es el recordado caso de Frederic Johannes Papalaqua, cuando le comisionaran componer una suite en dos movimientos inspirada en El Ser y La Nada de Jean-Paul Sartre. Obra de la que sólo logró concluir y presentar la segunda parte. Es decir: La Nada.
La crítica musical en aquella ocasión fue despiadada. Algunos lo acusaron de falta de rigor académico e incluso hubo quienes afirmaron que no sólo tocaba de oído sino que además era sordo. La airada respuesta de Papalaqua no se hizo esperar: “No toco de oído, toco a ojo”. Para luego agregar “me sorprenden vuestras críticas, ya que provienen de las mismas personas que en más de una ocasión han señalado que toda mi obra está impregnada de Stravinski”.
Esto provocó que la Asociación de Críticos Musicales Especializados (la ACME) se viera obligada a emitir un escueto comunicado que expresaba: “No dijimos que su obra está impregnada de Stravinski sino de extra-whisky”.
Por suerte para Papalaqua, estas críticas quedaron circunscriptas a una porción muy reducida del público ya que la gran mayoría ignoraba por completo estos hechos, la obra, el compositor y la música. En ese orden.

Y hablando de orden… Argue, con fina ironía, tituló a su álbum Infernal Machines en alusión a la frase que en 1906 utilizara el compositor y director musical estadounidense John Philip Sousa para describir a la incipiente industria discográfica. Sousa, por aquel entonces, definió al gramófono “como esas máquinas infernales (infernal machines) que llevarán al arte musical a su ruina definitiva.”
Un disparate monumental sólo comparable a cuando el productor de cine Darryl Zanuck, en 1948, dijera “La TV no durará porque la gente se cansará rápido de pasar todas las noches mirando una caja de madera” o cuando el director del correo británico expresó en 1878 “jamás necesitaremos teléfonos porque tenemos carteros de sobra” o aquel ingeniero de Boeing quien, deslumbrado ante un avión con capacidad para 10 pasajeros en 1933, afirmó: “nunca se fabricará un avión más grande que éste” o el día en que mi suegro vaticinó: “si usted no respeta a mi hija, lo mato…”
Y aquí me tiene, vivito y coleando…

El álbum abre con Phobos, título que parece aludir elípticamente al temor inicial que experimenta el autor ante el acto de la creación musical. En la mitología griega Phobos o Fobos (o Timor, su equivalente en la mitología romana) era la personificación del miedo. La pieza liga paisajes sonoros dispares (que van del post-rock a la música clásica contemporánea) con notable equilibrio en la forma y exquisita moderación en la dinámica. Una especie de recorrida simbólica por la galería de intereses e influencias que estimulan los principios doctrinarios en los que se funda la música de Argue.
Darcy James Argue ha estudiado con John Hollenbeck y también con Maria Schneider. Del primero, al menos aquí, recoge la voluptuosidad de sus enlaces armónicos y la sencillez para resolver complejos patrones rítmicos; y de la segunda, la claridad en la exposición melódica y la utilización del cajón como criterio predominante de continuidad tímbrica (recurso que Schneider usara en ciertos pasajes del álbum Sky Blue). Pero también se manifiesta el dominio de los procesos de relajación y tensión que caracterizan a Bob Brookmeyer, músico a quien Argue reconoce como su mentor.
Ya que lo pregunta… el término mentor tiene su origen en el personaje del mismo nombre incluido en La Odisea de Homero. Mentor fue el encargado de educar a Telémaco, el hijo del valiente Ulises, cuando éste partió para la Guerra de Troya. No caben dudas que hay que ser muy valiente para tener un hijo llamado Telémaco. Además, me imagino a Mentor diciendo: “Mirá nene, hoy voy a enseñarte telepatía, telemática y teleología, así que desconecta el teléfono y apagá la tele, Telémaco”.

La debilidad de Argue por los griegos (lo digo en sentido figurado) también se manifiesta en Zeno, composición que se relaciona a las paradojas de Zeno o Zenón de Elea, filósofo presocrático que mediante una serie de aporías apoyó la doctrina de Parménides de que las sensaciones que obtenemos del mundo son ilusorias y que el movimiento no existe. No voy a explicar ahora qué significa todo esto pero me comprometo a hacerlo en cuanto tenga un par de siglos libres.
Haciendo honor a su título, Zeno expone una paradójica dicotomía que incluye un encuadre melódico pop, una impronta estructural minimalista, ritmos latinos fragmentados y una sofisticada orquestación interceptada por densas sonoridades provenientes del post-rock y la música cinemática. En Transit, a partir de un preludio con aires de réquiem, emergen los vientos proveyendo una enérgica mutación armónica que, deliberadamente, elude alterar el color de los registros extremos de algunos instrumentos. Argue privilegia técnicas de composición por encima de las preocupaciones formales y otorga a los solistas un carácter de simple oposición sonora frente a la orquesta. Elementos que, por otra parte, parecen ser una marca registrada de su estilo. El tono poético de la bucólica Redeye ofrece una pausada evolución de contrastes entre disonancias que no suenan como tales, retazos sonoros de apariencia familiar que generan sensaciones auditivas innovadoras y persistentes loops superpuestos a las episódicas y apasionadas intervenciones de la guitarra eléctrica. Luego sigue la intrigante y perturbadora sonoridad en blues al estilo Mingus de Jacobin Club, título que alude a los miembros de un grupo político de la Revolución Francesa que abogaba por la soberanía popular y la autonomía e indivisibilidad cultural. Las referencias políticas se prolongan (y actualizan) en el poderoso Habeas Corpus, tema dedicado al ingeniero sirio-canadiense Mahner Arar quien, en su paso por Estados Unidos, fue torturado por la CIA y posteriormente deportado a Siria. La composición se organiza alrededor de un ciclo de acordes con efectos de alcance psicoacústicos que, en empatía con volcánicos trazos de post-rock, pretenden reformular algunos principios emanados de la inolvidable obra de Steve Reich Music for 18 Musicians.
El cierre es con el académico alegato estructural de Obsidian Flow.
Infernal Machines es un álbum impactante que abre las puertas al progreso de las cualidades sonoras orquestales del futuro con argumentos didácticos e irrebatibles.

El progreso es la realización de las utopías (Oscar Wilde)

Sergio Piccirilli

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