Por Los Codos

Fernando Kabusacki

¿En qué estás, básicamente, ocupado por estos días?

Estoy terminando un disco, el noveno, aunque en realidad es el décimo… tengo un montón (risas); porque hay alguno que lo salteé…

¿Cómo es eso de “hay alguno que lo salteé”?

A ver… edité Houses I, The Planet and its Beings, Luz de oro de chiporrita, después hice una especie de cuatro y medio, que es Together, después vino 6.1 La maravilla, después 7 y 8 que salieron juntos (se refiere al doble que incluye “The Flower” y “The Radio”)…

Me estoy mareando… y ahora…

Ahora viene el disco en vivo en el ND/Ateneo, que sería… ya me perdí yo también…(risas). Y está el otro de estudio que es el que estoy terminando. Tal vez los saque juntos, porque el del Ateneo es de hace unos dos años, más o menos.

* Nota: el álbum en vivo en el ND/Ateneo incluye las presencias de María Eva Albistur, Matías Mango, Ezequiel Araujo, Fernando Samalea, Luis Suárez y Mariano Suárez.

Sin ánimo de contradecirte, para mí entonces llevás editados seis CD’s, incluyendo el doble… Lo del disco en vivo está claro; contame del nuevo en estudio…

Mis discos son casi siempre improvisaciones en estudio; me pongo a tocar, grabo y después compilo. Luego las pulo, las trabajo y convierto ese material en un disco. Hay algunos invitados, hasta ahora participaron sólo percusionistas: Gabriel Spiller, Santiago Vázquez, Alejandro Oliva y Fernando Samalea. Se viene el momento de los tecladistas, que son Alejandro Franov y Matías Mango y estoy invitando cantantes, que todavía no tengo confirmado que participen, como Bárbara Togander, Vitoria Zotalis, Maia Mónaco y Mariana Pereyra. Calculo que estará terminado dentro de un mes, aproximadamente. Porque…(piensa); hubo un momento en que pensé que no tenía sentido grabar y editar discos acá, me deprimí un poco porque no había quien los comprara. Pero en mi vida apareció Japón con un interés muy grande por mi música. Es un lugar en el que sé que están esperando que haga un disco… y no se trata de una cuestión económica, sino que llegué a pensar que en la Argentina no había interés por lo que yo hago. Y en Japón lo hay. Entonces… tengo prometido a un sello japonés un CD compilatorio hasta 6.1 La maravilla y otro nuevo, que es el que estoy terminando (más el del ND/Ateneo). Japón fue un incentivo muy importante para mí en el sentido de que hay un lugar en el mundo en el que se interesan por lo que hago. Además es uno de los lugares donde más cómodo me siento tocando, donde puedo hacer sin ningún tipo de filtro lo que quiero y sin que pongan cara de “¿y esto qué es?”

¿Por qué creés que se da eso?

Están muy cultivados. Han escuchado muchas cosas… a John Zorn, a Fred Frith, a Bill Frisell, a Stockhausen, a Fripp, a Jim O’Rourke, a The Boredoms… yo me siento ubicado en ese sector; y acá, en Argentina, muchas veces suelo tocar y les resulto medio marciano. Y por ahí les gusta Malosetti… y se dicen “a mí me gusta Malosetti y éste no toca como él”. Y es verdad…

Como Malosetti… ¿Javier o Walter?

Como ninguno de los dos (risas). Es más… en los últimos años me hice más “violero”, desarrollé un poco más eso de tocar como guitarrista de rock… Pero hubo un momento en que yo sostenía que no era guitarrista… que en esa categoría entraban el Negro García López, Gringui Herrera, Ricardo Mollo… porque la gente espera el solo… Yo escuchaba a otros guitarristas, que son distintos… pero yo no voy a hacer un disco de lo que podría llamarse un “violero tradicional”. Voy por otro lado…

Dejame retomar: ¿por qué sentís que lo que hacés acá no tiene cabida y en un lugar como Japón sí?

Creo que se debe a varias cosas. Una es la paciencia… cuando un músico sale a hacer algo que es… digamos… “diferente”, a veces hay que tener paciencia, sentarse y escuchar en vez de pretender que ocurra, rápidamente, algo que uno espera. Ser pacientes e intentar descubrir qué es lo que se está ofreciendo… y en Japón son muy pacientes. Allá, en un concierto, podés estar diez minutos tocando una sola nota que van a estar escuchándote. Ojo… yo no soy tan paciente como para eso…(risas).

¿No creés que tiene que ver también con que sos de acá? Porque cuando Fripp ha hecho los Soundscapes, aquí se le ha tenido paciencia incluso en largos minutos donde, aparentemente, “no pasaba nada”…

Bueno… alguna gente… porque cuando tocó con G3 eso no ocurrió…(risas). Por ejemplo… ese público es el paradigma de la no paciencia. Con respecto a lo que decías de los Soundscapes… sí… lo escucha, pero la mitad… la otra mitad no, está esperando que aparezca King Crimson.

Pero convengamos que si fuera “El Tolo de Villa Ortúzar” la paciencia se reduciría a la décima parte…

Eso puede ser. Pero, por oro lado, tené en cuenta que cuando Fripp tocó los Soundscapes en la Argentina, siempre fue mechado con algo; o con Los Gauchos Alemanes o La Liga (se refiere a The League of Crafty Guitarists)… no recuerdo que haya habido una presentación sólo de Soundscapes. Y me doy cuenta, incluso, que en Argentina son más reducidas las duraciones; en otros lugares, siento que hay más paciencia y receptividad. Yo siento que acá hay menos paciencia…

¿Paciencia o cultura?

Y… las dos cosas. Por un lado la disciplina de ir descubriendo lo que se está ofreciendo; y por el lado de la cultura también… yo creo que la música de Fripp y de los músicos que te mencioné antes, es muy difícil de digerir, entender o apreciar si previamente no escuchaste ciertas cosas. Si nunca escuchaste a Béla Bartok o Stravinski y ni hablemos de Stockhausen o cosas más extremas, se complica bastante comprender ciertas propuestas contemporáneas.

¿Cuánto te afecta el hecho de saber que tenés que salir a tocar de manera acotada?

Y… me afecta… por decirlo de alguna manera, es como que “no inspira” (piensa). Sí… me afecta… yo soy bastante sensible…

O sea que acá no la pasás muy bien que digamos…

Yo acá dejé de tocar durante algún tiempo. Ahora volví; en realidad el año pasado hice un par de cosas en el Centro Cultural Rojas y comencé a recuperar mi autoestima. Cuando está bueno, la paso muy bien; y me hace muy feliz cuando siento que algo sucede. Pero como mis conciertos son totalmente improvisados, ese “algo que sucede” tiene que darse entre el público y yo. No es que yo voy, hago lo que se me canta y que se la aguanten. Cuando sucede es porque el público participa de una manera activa, simplemente escuchando. No es que tiene que aplaudir, bailar o tararear las canciones (risas). En esos momentos disfruto muchísimo.

¿Te preguntaste si tal vez no estabas equivocándote en el mensaje?

Puede ser… sí, claro…

Porque tal vez lo importante sea lo que tirás, independientemente de lo que tengas ganas de decir…

Lo que pasa es que, en realidad y en función de lo que tengo ganas de decir, no tengo un estudio analítico previo sobre lo que voy a decir o qué mensaje dar. Hay muchos músicos que pueden explicarte esas cuestiones, pero yo simplemente voy y toco. El discurso está en la música. Y a veces lo sé interpretar y a veces no. Lo que digo es lo que se me ocurre musicalmente; no es que tenga ideas detrás. Es algo que tal vez deba desarrollarlo; poder articular ideas

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *