Fernando Kabusacki
Lo tuyo es algo así como una inspiración momentánea.
Exactamente. No se trata de un concepto que yo tenga preparado o que vaya a presentar determinada cosa o a tocar de tal manera, si presentar cosas largas o no… la verdad que no tengo articulados los conceptos…
O sea que no hay lista de temas…
No…(risas). Lo que tengo es un repertorio de muchos sonidos que puedo utilizar en el momento.
Y siempre eléctrico.
Siempre eléctrico.
Nunca te presentás con guitarra acústica…
No… la guitarra acústica la toco solamente en el contexto de La Liga; y de Los Gauchos Alemanes hasta que nos electrificamos. Pero no es mi instrumento. La uso para estudiar.
¿Cómo se explica esta suerte de “aislamiento” tuyo a la hora de tocar solo, con la cantidad de proyectos en los que participaste y participás? ¿Cómo se produce ese quiebre, esa disociación? Porque con otra gente no podés hacer lo que te venga en gana…
No, claro… Cuando toco con Fernando Samalea… somos como hermanos y tenemos códigos en común. Incluso estamos haciendo un disco juntos con algunos invitados como Tony Levin. Pero también siento que hay cosas mías que Samalea no entiende. Y cuando toco con Matías Mango ocurre lo mismo. Entonces, la única manera de hacerlo es… solo. Con respecto a lo que dijiste de “aislamiento”, quiero aclarar que justamente, cuando me presento solo, la idea es responder al estímulo del público, estar abierto al público en todo momento.
Yo me refería al hecho de estar solo y no tener que devolverle ninguna pared a nadie…
Sí… igualmente todo el tiempo estoy tocando con otros músicos. Con Matías Mango tenemos este proyecto de musicalizar películas mudas…
Pero me estás dando ejemplos donde también tenés ciertas libertades. A ver… por citar un caso, cuando acompañaste a Liliana Herrero el vuelo tuyo era acotado… incluso en (el trío) Imán…
Sí… hace unos cuantos años me propuse convertirme en un guitarrista profesional; esto implica tener que conocer tus limitaciones ante determinados trabajos. Lo mismo ocurre con Charly García, con quien hay cosas que podía hacer y otras que no. Es eso… decidí convertirme en un músico profesional. Y parte de eso es acotarte. Hago lo que hace falta en determinado momento en un proyecto en particular. Y no lo que se me ocurre. Para eso tengo mi lugar.
Cuando eras joven te fuiste desde Rosario a golpear la puerta del sello EG y preguntaste por un tal Fripp, ¿no?
Sí (sonríe). A los 22 años.
Porque ya ahí sentías que acá se te complicaba encontrar tu lugar…
Sí… y más en Rosario.
Y en Londres fue que ocurrió que Fripp te mandó una carta y luego ingresaste a La Liga…
Yo ya tenía una fuerte afinidad con su música y un par de músicos más…
Como Adrian Belew y Phil Manzanera… que lo fuiste a buscar a un camarín
Exacto (sonríe). Y no sentía afinidad con los músicos de acá. Entonces los fui a buscar…
Y volviste a principios de los ’90…
Sí… iba y venía. Fue en la época en que Fripp rearmó King Crimson y nos dijo a todos que La Liga entraba en receso.
Y ahí fue cuando se empezaron a formar los grupos…
Claro… el California Guitar Trio por un lado y Los Gauchos Alemanes por el otro…
Que en un principio se llamaban…
Les Gauchos Allemands…
Y antes…
Berlin Guitar Quartet…
Por esa época también se formó el Robert Fripp String Quintet, que vino a la Argentina como experiencia piloto para ver si venía King Crimson…
Sí… y que se quedaron a vivir…(risas). Fripp nos decía “¿Pero quién nos va a ir a ver allá?”
En una nota me comentó que el temor tenía que ver con el registro oficial de los discos vendidos…
Tal cual, porque según el sello acá se habían vendido unos 50 discos de Crimson… Pero era así… una de las cosas que aprendí muchísimo de Fripp fue justamente eso… ¿cómo te enterás que hay un país determinado donde hay mucha gente interesada por tu música? No tenés manera…
Ahora con internet es más fácil…
Sí, pero en esa época no había manera… Yo me llevé una gran sorpresa cuando Peter Hammill vino a tocar en el Teatro Alfil, ¿no?
Sí, que ahora es un local de Musimundo…
Claro… y yo pensé que no iba a haber nadie… me decía “¿quién lo conoce a Hammill acá?” Y después me dije “¿de dónde salió toda esta gente?”
Y al año siguiente fue que Fripp vino a la Argentina.
Cuando lo conocí a Fripp me dijo “hay un argentino acá”, que era Hernán Núñez y yo no tenía la menor idea. Y el tipo se preguntaba “¿dos argentinos? ¿por qué dos argentinos?”, porque él no sabía que acá había un público numeroso que lo escuchaba. No tenía ni idea.
A mí con Japón me pasó eso… yo no lo podía creer… hay gente que tiene todos mis discos y es algo misterioso… Porque por un lado puede ser el tema de la paciencia y de la cultura que hablamos antes; pero por el otro no deja de ser un misterio que, en determinado lugar del mundo, suceda eso de que hay mucha gente interesada en lo que uno hace… Como Fripp con la Argentina. ¿Por qué acá y no en Colombia, por ejemplo?
En tu caso, ¿no tendrá que ver con que no sos de allá? Porque acá muchos respetan e idolatran a (el cantante) Yamatsuka Eye. Pero si lo mismo lo hiciera un argentino probablemente lo bajen a cascotazos…
No sé… mirá que allá el tipo es un capo también…
Entonces tiene que ver con la cultura (risas)
Sí… Vos conocés a The Boredoms, ¿no? (asentimos). Bueno… The Boredoms en Japón son The Beatles. Hay mucho interés. Y… Yamatsuka Eye… cuando lo conocí me dijo “tus discos son una gran influencia para mí”. ¡Yamatsuka Eye! Me lo dijo en New York (larga pausa); y me emociono porque no estoy acostumbrado a esas cosas. Yoshimi (se refiere a Yoshimi P-We, miembro fundador de The Boredoms), también… me mandó un mensaje diciéndome “a ver cuándo tocamos juntos…”. A la semana estaba allá (risas). Hicimos unos shows en Osaka con (Seiichi) Yamamoto. Y te lo cuento porque ese respeto a mí me parece muy extraño. Fuera de todo tipo de prejuicios. Y por supuesto que tengo más afinidad con ellos que con muchos músicos de acá. Y no sé si es solamente porque soy de Argentina. Hay otra cosa, misteriosa, que no sé cuál es. Yo camino por las calles de Japón y me siento como si estuviera en Córdoba. Me siento en mi casa. Y es muy raro, porque no hablo japonés, no puedo sentarme como ellos, con los palitos soy un desastre (risas); pero para mí… y en esto sí tengo un concepto, la geografía no es una cuestión de límites físicos; yo creo que existe una geografía que tiene que ver con frecuencias de la gente. Hay músicos de los que me siento vecino y que viven a miles de kilómetros. Con Yamamoto me pasa que nos sentamos a tocar y me ocurre algo que con muy pocos acá en Argentina… con Samalea, Franov, el Mono Fontana… Y sin embargo con Yamamoto no puedo hablar más de cinco palabras. Y no hace falta. Subimos al escenario y tocamos como si hubiéramos ensayado desde los 15 años